sábado, 26 de abril de 2008

6º Domingo después de Resurrección.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Pascua de resurrección, que se extiende hasta Pentecostés. La palabra hebrea Pascha tiene el significado de Pasar (por alto o de largo), y rememora la preservación de la vida de los primogénitos judíos en la décima plaga en Egipto Aquí la iglesia cristiana medita sobre la implicancia de la muerte y resurrección de Cristo en la vida de los seres humanos que creen en Él. Se conmemora que Cristo liberó al mundo de la esclavitud del pecado y de la muerte. Esta fiesta se celebra hasta el domingo de Pentecostés.

27-04-2008

6º domingo después de Resurrección

“Jesús nos envía el Espíritu Santo”

Textos del Día:

Primera Lección: Hechos 17:22-31

Segunda Lección: 1 Pedro 3:15-22

El Evangelio:

Juan 14:15-21 15 Si me amáis, guardad mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. 19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. 20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.


Sermón

Hoy, como habitualmente lo hacemos, tenemos el privilegio de oír la Palabra de Dios, muchos en el mundo se han congregado para ello, para ser renovados y fortalecidos por medio del verbo Divino y de los Sacramentos del Bautismo y la Sana Cena. Incluso muchos, seguramente en el día de hoy, comulgarán por primera vez. Esto es un paso muy importante en la vida de fe de las personas. Pero me surge una pregunta: ¿Qué pasará mañana con ellos? ¿O pasado mañana? ¿Se apartará el Salvador de sus discípulos sin darles ningún consuelo? El evangelio nos dice que no es así.

Jesús Consuela a sus Discípulos

Uno de los himnos que siempre cantamos dice: “¡Oh qué Amigo nos es Cristo!”. Al leer el capítulo 14 de Juan y los tres capítulos siguientes es nos damos cuenta del compromiso que Jesús tiene con cada uno de nosotros. Con mucho amor le oímos decir: “No se turbe vuestro corazón...” (14:1). “La paz os dejo, mi paz os doy, no como el mundo la da, yo os la doy” (14:27). “Vosotros sois mis amigos…” (15:14). A su Padre le pide: “Yo ruego por ellos..., por los que me diste” (17:9).
En uno de los versículos anteriores a nuestro texto Jesús declara: “Yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (11). A pesar de que él es Dios, no ha menospreciado a la humanidad que había creado, la cuál había caído en pecado. En lugar de alejarse y dejarnos a nuestra “suerte”, vino a vivir en este mundo, ha hacerse uno de nosotros, compartiendo todas nuestras vivencias, comprendiendo nuestra naturaleza, salvo el pecado que nos caracteriza como humanos. Es por eso que él sabe cuánto necesitamos de su consuelo y compañía. Sabe que al dejar a sus discípulos, estamos en peligro de perder su ánimo y aun su fe. Por lo tanto, Jesús nos habla hoy para consolarnos así como lo hizo con a sus Discípulos de aquella época:

Nos promete la ayuda que necesitamos

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador.” El término “consolador” literalmente quiere decir “paracleto.” Esta palabra es de origen griego. Este mismo término se utiliza para describir la función de Jesús como nuestro abogado defensor: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Un paracleto es alguien que ha sido llamado al lado de otro para auxiliar, como por ejemplo en el tribunal, el amigo o el abogado que defiende en un juicio los derechos de otro. En general, un paracleto es alguien que nos ayuda, fortalece y guía con su presencia.
Cristo había sido tal Paracleto para sus discípulos. Muchas fueron las ocasiones en que los socorrió. Cuando les hizo falta pan en un lugar desierto, su mano providencial remedió la necesidad. Cuando estaban en peligro de mar, su poderosa palabra: “Calla! ¡Enmudece!” (Marcos 4:39) hizo calmar las olas y los vientos. Hasta el último momento ayudó a sus discípulos. Al ser tomado prisionero en el huerto de Getsemaní, no se preocupó por si mismo. Defendió a los suyos: “Si a mi buscáis, dejad ir a éstos. Para que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, ninguno de ellos perdí” (Juan 18:8-9). Pero, ¿quién les servirá de paracleto cuándo Jesús no este de manera visible a estos discípulos? ¿Quién auxiliará a los discípulos que habrían de venir? ¿Quién te ayudará en tus debilidades? ¡Cómo echaran de menos a su Defensor y Salvador! Pero Cristo les da un consuelo que es muy efectivo. Promete rogar al Padre para que les diese otro Paracleto. No son los discípulos los que pueden dar el don del Paracleto, del Espíritu Santo. El Padre es quien había enviado a su Hijo. Ahora el Padre y el Hijo enviarían al

Espíritu Santo.

Jesús nos envía a nuestro ayudante. Con esto no quiere decir que ya no este con nosotros, porque sabemos que más tarde, antes de ascender a los cielos, dijo a sus discípulos: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Con el evangelio de hoy nos quiere decir que el Espíritu Santo será quien satisfaga las necesidades qué sentirían todos sus discípulos después de la ascensión de Cristo. El Espíritu Santo aparecería de una manera tan maravillosa, acompañado de “un estruendo del cielo, como de un viento recio” y con “lenguas repartidas, como de fuego”, que no quedaría la menor duda respecto a su presencia. Por medio de su Espíritu Dios les daría el valor necesario para sufrir, en el nombre de Jesús, tribulaciones, persecuciones, burla, encarcelación y muerte. El Paracleto divino jamás los dejaría. Como Jesús los había protegido, guiado, fortalecido, así el Espíritu Santo los guiaría con su amor eterno. ¡Qué consuelo para los discípulos!
Qué gran consuelo también para nosotros. Jesús está rogando al Padre para que también nos dé a nosotros su Espíritu Santo. Sin la ayuda constante de este bendito Paracleto no es posible vivir en este mundo perverso. Él nos defiende cuando la ley, el diablo y nuestra propia conciencia nos acusan y procuran hacemos desesperar a causa de nuestros muchos pecados. Es entonces cuando el Espíritu Santo “da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8: 16- 17).
También es necesario poseer el Espíritu para que nos auxilie en nuestras debilidades. Afirma el apóstol San Pablo: “Asimismo también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza; porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8: 26).
Jesús suplica al Padre por la permanencia eterna de este Espíritu entre nosotros. Habiendo obrado la fe en nuestros corazones, el Espíritu no nos deja. No tan sólo está en comunicación con nosotros, sino que efectivamente continúa en nosotros todos los días.
La presencia del Espíritu en nosotros puede ser comparada a una lluvia suave y benéfica. Así como el agua se junta en los lugares bajos, a saber, los valles, asimismo el Espíritu Santo se esparce sobre corazones contritos y humillados, corazones hundidos por el pecado. También es un río vivificante que busca su salida, una vez que el Espíritu Santo entra en nuestros corazones, sigue corriendo, con tal que no nos opongamos a su influencia divina por pecados intencionales o por una actitud pecaminosa, como hizo Saúl en el Antiguo Testamento. Allí leemos que “el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba el espíritu malo...” (1 Samuel 16:14). Había dicho el profeta Samuel a Saúl: “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 Samuel 15:23).
Por eso, nuestra oración humilde y constante debe ser: “No me eches de delante de ti, y no quites de mi tu Santo Espíritu” (Salmo 51:11).

Espíritu de Verdad

En medio de cuestionamientos sobre qué es la verdad o nadie tiene la verdad “absoluta”, el texto nos presenta otro de los atributos del Espíritu Santo que también nos proporciona a nosotros gran consuelo. Jesús llama a la tercera persona de la Santa Trinidad “el Espíritu de verdad.”
Nos advierte Jesús que “el mundo no puede recibir” al Espíritu de verdad (17), porque el mundo incrédulo y todos nosotros por naturaleza carecemos del buen juicio necesario para las cosas espirituales. “Mas el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente” (1 Corintios 2:14). El mundo no reconoce al Espíritu Santo, no se da cuenta su presencia, no lo entiende, o como declara Jesús, “no le ve, ni le conoce” (17). Los sentidos de nuestro cuerpo no puede comprender al Espíritu invisible y el mundo no disfruta de su presencia y poder. Para adorar a Dios y para entrar en comunión con él, es necesario hacerlo “en espíritu y en verdad,” como dice Cristo (Juan 4:24). De esto no saben nada los que no creen. En cambio, los creyentes sí lo ven, lo conocen y el Espíritu Santo les hace conocer y disfrutar de los misterios de Dios. Lo hacen por medio de la fe. Jesús asegura a sus discípulos: “Mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros y será en vosotros” (17).

¿Cómo es que es Espíritu Santo viene a nosotros? Por medio de la regeneración que se da en el Bautismo, o la conversión que produce la Palabra de Dios en el hombre, el Espíritu Santo, hace su morada en los creyentes, en medio de ellos. Es allí, en el Bautismo y la Palabra donde pasamos de muerte a vida, de ceguedad a ver un mundo distinto, del rechazo a ser herederos del reino de Dios.

Según Jesús, el Espíritu Santo reposaría no sólo en las cabezas de los discípulos, sino también en sus corazones. En su primera Epístola el apóstol Juan escribe a los creyentes: “Pero la unción que vosotros habéis recibido de él, mora en vosotros” (2:27). Esa unción es nada más ni nada menos que la obra regeneradora del Espíritu Santo, la cual se efectúa por medio de la verdad, que es su Palabra. Santiago hace referencia a la importancia y relación del Espíritu y la Palabra: “Él de su voluntad nos ha engendrado por la Palabra de verdad” (1:18) y el apóstol Pedro añade: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). Por medio de las buenas nuevas del Evangelio el Espíritu Santo crea en nosotros una fe viva. Nos hace confiar en Jesús como en nuestro Salvador. Nos hace creer que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7). Podemos resumir esto con las palabras de nuestro catecismo: “Mediante el Evangelio el Espíritu Santo me ha iluminado con sus dones, de modo que conozco a Jesucristo como a mi Salvador, confío, creo, me regocijo y me consuelo en Él” (Pregunta 178).
Los apóstoles iban a necesitar mucho a este Espíritu de verdad. Como muchos de nosotros, los apóstoles aún no comprendían muchas cosas, a pesar de que habían estado por tres años caminando con el Maestro. Por ejemplo, antes de la ascensión de Jesús habían manifestado un falso concepto acerca del reino de Cristo, preguntando: “Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). Pero el Espíritu los guiará en el camino de la verdad, guardándolos de este error y de cualquier otro error. En el capítulo 16 del Evangelio según San Juan Jesús les promete: “Cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad” (13). Iban a necesitar mucho al Espíritu de verdad para poder transmitir fielmente los hechos y las enseñanzas de Cristo a las generaciones futuras. Sabemos que muchos de los discípulos fueron los instrumentos del Espíritu Santo para escribir por inspiración de Él los libros sagrados del Nuevo Testamento. Iban a necesitar mucho al Espíritu de verdad en su obra de predicar, para saber cómo aplicar la Ley y el Evangelio, cómo trazar bien la Palabra de verdad (2 Timoteo 2:15) y para saber qué deberían testificar. Aún antes, al enviar a sus discípulos en su primera misión de predicar, les había prometido: “Aun a príncipes y a reyes seréis llevados por causa de mí, por testimonio a ellos y a los gentiles. Mas cuando os entregaren, no os apuréis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado qué habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:18-20). Iban a necesitar mucho al Espíritu de verdad para saber cómo establecer las primeras congregaciones, puesto que no tenían modelos que seguir. Iban a necesitar mucho al Espíritu de verdad para guardar la armonía entre los judíos y los gentiles, porque ambos formarían parte de sus congregaciones.

Jesús también quiere guiamos a nosotros a toda verdad. Por eso desea que todos nosotros conozcamos al Espíritu de verdad. ¿En cuántas de nuestras oraciones nos olvidamos del Espíritu Santo? Él es una necesidad urgente en nuestra vida diaria. Necesitamos que el Espíritu nos guarde en su santa Palabra, la cual nos fue inspirada por Él. Así oró el Lutero: “Oh señor Jesucristo, Pastor y Obispo de nuestras almas, concédeme tu Espíritu Santo para que obre conmigo; aún más, para que obre en mi, a fin de que yo quiera y haga tu buena voluntad por medio de tu poder divino.” Es nuestra oración constante que el Espíritu divino preserve a cada miembro de nuestra iglesia en las doctrinas puras y en una vida santa, como ruega Lutero en la explicación de la primera petición del Padrenuestro: “Santificase el nombre de Dios cuando la Palabra divina se enseña con toda claridad y pureza, y nosotros, como hijos de Dios, vivimos conforme a ella de una manera santa. ¡Ayúdanos a esto, amado Padre celestial! Más el que enseña y vive de modo diferente de lo que enseña la Palabra de Dios, profana entre nosotros el nombre de Dios. ¡Líbranos de esto, amado Padre celestial!”

Deseamos que habiendo examinado las doctrinas principales de la fe cristiana, reconozcáis que ante todo necesitáis al Espíritu de verdad, para que os dé el deseo de seguir escudriñando las Escrituras. Lo que habéis aprendido de la Palabra hasta ahora es solo el principio de vuestro conocimiento de las verdades divinas. No dejéis de formar parte del grupo fiel que cada domingo se congrega para estudiar la Palabra, sea en vuestras casas o en los grupos que existen. Fielmente escuchad la voz de Jesús en los servicios dominicales y no dejéis de meditar en su Palabra diariamente y así continuar fieles en la verdad que el Espíritu Santo os ha enseñado.
Si abandonamos la Palabra, el Espíritu Santo también nos abandonará. Pero si permanecemos en ella, el Espíritu Santo también estará con nosotros para siempre. Amén.

Atte. Pastor Gustavo Lavia

sábado, 19 de abril de 2008

5º domingo después de Resurrección. 20-04-08

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Pascua de resurrección, que se extiende hasta Pentecostés. La palabra hebrea Pascha tiene el significado de Pasar (por alto o de largo), y rememora la preservación de la vida de los primogénitos judíos en la décima plaga en Egipto Aquí la iglesia cristiana medita sobre la implicancia de la muerte y resurrección de Cristo en la vida de los seres humanos que creen en Él. Se conmemora que Cristo liberó al mundo de la esclavitud del pecado y de la muerte. Esta fiesta se celebra hasta el domingo de Pentecostés.

5º domingo después de Resurrección

“Jesús nos da la victoria sobre la muerte”

Textos del Día:

Primera Lección: Hechos 17:1-12

Segunda Lección: 1 CORINTIOS 15:54-58

El Evangelio: Juan 14:1-12

1 Corintios 15: 54-58. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.

Sermón

El apóstol San Pablo, en su Epístola a los Romanos, nos da esta descripción de si mismo: “Yo sé que en mí no mora el bien; porque tengo el querer, mas efectuar el bien no lo alcanzo” (7:18). Luego afirma el mismo apóstol: “No hago el bien que quiero, mas el mal que no quiero, éste hago” (7:19). La conclusión que el apóstol saca de esto es la siguiente: “Si hago lo que no quiero, ya no lo obro yo, sino el pecado que mora en mí” (7:20). Esto sí afirma el apóstol: “El mal está en mí” (7:21). El apóstol se siente como un cautivo: “¡Miserable hombre de mí!” exclama.

Reconociendo su estado miserable y deseando la libertad, él pregunta: “¿Quién me librará?” (7:24). Dios lo hace, y el apóstol lo confiesa con agradecimiento, diciendo: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (7:25). Este mal que está en nosotros nos hace vivir y hacer lo contrario a la voluntad de Dios. Este mal es el pecado, y el pecado quiere matarnos, es decir, quiere separarnos de Dios. Tanto cuando aún no estábamos bautizados, como también después de nuestra conversión, los afectos pecaminosos (denominados así por la ley divina), obran en nuestro ser para lograr esta muerte; nos hacen desviar de lo que deleita a Dios; nos hacen alejarnos de lo bueno. La consecuencia del pecado afecta también nuestra vida corporal. Aun para la persona más sana y robusta corporalmente, las plagas, los dolores y las enfermedades son una asechanza, que le amenazan continuamente con la pérdida de la vida. ¡He aquí la muerte! Tal cual la muerte temporal separa el cuerpo del alma, así la muerte espiritual separa al hombre de su Dios.

Pero hay un fin para ambos, y a esto se refiere el apóstol San Pablo en las palabras que acabamos de leer y sobre las cuales queremos meditar ahora. Roguemos al mismo Espíritu Santo, que condujo a San Pablo a penetrar esta verdad, que nos guíe también a nosotros para reconocer y confiar en

La Victoria Sobre la Muerte

1. La victoria se efectúa en la resurrección.

2. La victoria es sobre el pecado y la ley.

3. La victoria nos anima a dedicarnos a la obra del Señor,

1. La victoria se efectúa en la resurrección.

“Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria.” El primer hombre es de la tierra, es ser terrenal, y tal como fue Adán, así también somos nosotros los descendientes de Adán. Al cuerpo hecho del polvo de la tierra, Dios le sopló aliento de vida y llegó el hombre a ser alma viviente. Cuando esta vida sale del cuerpo, queda aquí solamente el cuerpo corruptible, el cuerpo mortal. Sepultamos este cuerpo y esperamos la trompeta final cuando el Señor, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, hará levantar a estos cuerpos muertos para revestirlos de nuevo con vida. Estos seres resucitados y transformados ya no tendrán cuerpos mortales, mas serán revestidos de incorrupción y de inmortalidad. De allí en adelante ya no habrá separación del cuerpo y alma. La vida ya no saldrá del cuerpo, abandonándolo y dejándolo solo. Esto se puede afirmar con respecto a todos los seres humanos, no importa si en esta tierra eran o no creyentes en el Señor Jesús. Creemos en la resurrección de los muertos, según lo confesamos en las palabras del Credo Apóstolico, y esto quiere decir que resucitarán todos los que hayan fallecido. El creyente con su cuerpo y alma entrará en los cielos, y el incrédulo con su cuerpo y alma entrará en el infierno. Ni para el creyente ni para el incrédulo habrá otra vez una muerte que divida su ser. Por eso el apóstol puede exclamar: “Sorbida es la muerte con victoria.”
El barco hundido en el mar ya no puede transportar ni gente ni mercadería. La muerte sorbida por la victoria ya no puede dividir el ser; la muerte que separa cuerpo y alma ha llegado a su fin. Su poder ha sido quitado. Los profetas de antaño previeron este fin de la muerte, y el apóstol San Pablo, citando palabras de ellos, nos hace acordar ahora de lo escrito: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” El sepulcro es el lugar a donde se lleva el cuerpo muerto para separarlo de los que sobreviven. Para los fieles de la antigua Iglesia era una cosa inmunda tocar el cuerpo muerto; éste tenía que ser colocado en un lugar aparte, separándolo de los vivientes. Ahora después de la resurrección, ya no habrá tumbas no habrá cementerios; no habrá más victimas de la muerte, para separar a los fallecidos de los vivientes. Tragada ha sido la muerte victoriosamente.

2. La victoria es sobre el pecado y la ley.

El apóstol San Pablo explica también cómo es posible que la muerte tenga fin. Él dice: “El aguijón de la muerte es el pecado, y la potencia del pecado, la ley. Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo.” El que logró esta victoria fue Jesucristo, el Salvador del mundo, el Santo enviado por Dios mismo. Él quitó a la muerte su aguijón, es decir el pecado. “Al que no conoció pecado, Dios hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21). “Cristo. . . entró en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros en la consumación de los siglos para deshacimiento del pecado por el sacrificio de sí mismo” (Heb. 9:24-26). San Pedro, en su sermón de Pentecostés, lo dice de esta manera: “Sepa pues certísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo” (Hech. 2:36). “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hech. 2:32), y no hay otro nombre, debajo de los cielos, dado a los hombres, en el cual se puede ser salvo. “Cristo murió por nosotros” dice San Pablo, y “así por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos” (Rom. 5:8, 19). Para explicarnos la relación que existe entre la muerte de Cristo y nuestra victoria sobre el pecado, San Pablo nos hace recordar nuestro bautismo. “O no sabéis que todos los que somos bautizados en Cristo Jesús somos bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él a la muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida” (Rom. 6: 3- 4). “Nuestro viejo hombre juntamente fue crucificado con él, para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado; porque el que es muerto, justificado es del pecado” (Rom. 6:6-7).

Es necesario que muera nuestro ser pecaminoso. Es necesario que dejemos de ser hombres pecadores para ser hombres justos. Y esto sucede en el momento en que creemos en Jesucristo. “Si alguno está en. Cristo, nueva criatura es” (2 Cor. 5: 17). «Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Y eso es de Dios, el cual nos reconcilió a sí mismo por Cristo.
Esto es nuestro renacimiento. El que cree en Jesús, el que haya sido bautizado, se ha separado de la antigua manera de vivir y ahora “anda en novedad de vida.” Ahora estamos con Dios, y la muerte no prevalece en el uso de su aguijón, el pecado, para separarnos del Padre celestial.
El aguijón, también llamado picana, es una vara larga que en un extremo tiene una punta de hierro con que los boyeros pican a los animales. Usan también el extremo forrado de hierro para separar la tierra que se pega a la reja del arado. El aguijón de la muerte es el pecado, pero ahora al tener el perdón de los pecados, esta herramienta de la muerte está rota y es inútil. La muerte está vencida porque el pecado está perdonado.
“La potencia del pecado es la ley”, dice San Pablo; y ¿cómo somos librados de la potencia de la ley? El autor de la Epístola a los Hebreos dijo: “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb 11:6). Resulta, pues, que todo lo que hace el incrédulo, es en verdad pecado. Y, ¿por qué es pecado? Es pecado porque la ley nos dice: “Santos seréis porque santo soy yo Jehová vuestro Dios”; o como Jesús lo expresó en el Sermón de la Montaña: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48). El que no cree es como el árbol malo que produce malos frutos y “no puede llevar frutos buenos” (Mat. 7:18). Así decreta la ley, la ley divina, y en esto reside el poder del pecado. El pecado es pecado no a merced de lo que los hombres dicen, sino porque Dios lo dice, y el pecado es poderoso para separarnos de Dios, porque en su ley está establecido que “el alma que pecare, ésa morirá” (Eze. 18: 20).

Para quitar la potencia al pecado, Dios no abroga la ley, sino al contrario, Dios hace cumplir la ley. Por eso envió a Jesús. Escuchad estas palabras de Jesús: “No penséis que he venido para abrogar la ley y los profetas; no he venido para abrogar, sino a cumplir” (Mat. 5:17). Para aquel que en fe está unido con Jesús, la ley está cumplida. En Cristo nosotros los creyentes somos justos. Así también Timoteo pudo creer esta palabra: “La ley no es para el justo. . .” (1 Tim. 1:9). “Vosotros hermanos míos”, dice San Pablo, “estáis muertos a la ley por el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, a saber, del que resucitó de los muertos a fin de que produzcamos fruto para Dios” (Rom. 7:4).

Esta victoria de Jesús sobre la muerte, quitándole su agujón, el pecado, y restando a éste su poder, por cumplir la ley, nos anima a nosotros a dedicarnos a la obra del Señor.

3. La victoria nos anima a dedicarnos a la obra del Señor,

“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano.”
Bajo el concepto “obra del Señor” es posible incluir toda la obra de una congregación cristiana, y no estaría fuera de orden entender así esta admonición. Pero queremos buscar también si no hay alguna cosa más específica a la que el apóstol hace referencia. Antes de entrar en esta discusión sobre la victoria que Jesús logró sobre la muerte, San Pablo dijo: “Si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creístes en vano” (1 Cor. 15:2). Esta palabra que San Pablo les predicó, era que “Cristo fue muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.” Luego el apóstol hace la siguiente pregunta: “Si Cristo es predicado que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” (v 12). Y otra vez dice: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más miserables somos de todos los hombres” (v. 19).
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos. La resurrección de Cristo es un hecho, y Él ahora está, en cuerpo y alma, a la diestra del Padre; y nosotros cuando resucitemos, estaremos también, con cuerpo y alma, en los cielos. Esto es lo específico que San Pablo nos enseña aquí. Nuestra fe en el perdón de los pecados y en la vida con Dios no es cosa yana. La victoria que Jesús logró sobre la muerte ya es nuestra por fe.
En esta fe, dice el apóstol, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor, de tal manera que otros que todavía no saben que hay perdón de los pecados para ellos, lo lleguen a saber, para que también ellos, con nosotros, participen de la gloria venidera. El ocuparnos en este trabajo tampoco es cosa yana, pues el Señor mismo lo quiere así. Jesús, después de haber resucitado de entre los muertos, apareció a sus discípulos, pero Tomás el Dídimo no estaba presente en esa ocasión. Éste dijo: “Si no viere en sus manos la señal de clavos y metiere mi mano en su costado, no creer.” Más tarde Jesús les apareció otra vez, y entonces dijo a Tomás: “Porque me has visto creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20:29). Así nosotros, aun sin ver la victoria con nuestros ojos actuales, tenemos que creer con todo el corazón que esta victoria sobre la muerte ya está ganada, y que es nuestra mediante la fe en Cristo. La muerte ya no puede separarnos de Dios porque en Cristo estamos con Dios, ya aquí en esta tierra espiritualmente, y después de la resurrección, también estaremos con Dios corporalmente. Amén.

Sermón tomado del libro “Pulpito Cristiano”. E. J. Keller.

domingo, 13 de abril de 2008

4º Domingo después de Resurrección.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Pascua de resurrección, que se extiende hasta Pentecostés. La palabra hebrea Pascha tiene el significado de Pasar (por alto o de largo), y rememora la preservación de la vida de los primogénitos judíos en la décima plaga en Egipto Aquí la iglesia cristiana medita sobre la implicancia de la muerte y resurrección de Cristo en la vida de los seres humanos que creen en Él. Se conmemora que Cristo liberó al mundo de la esclavitud del pecado y de la muerte. Esta fiesta se celebra hasta el domingo de Pentecostés.

13-04-2008

4º domingo después de Resurrección

“Jesús, la puerta del redil”

Textos del Día:

Primera Lección: Hechos 6:1-9; 7:2, 51-60

Segunda Lección: 1 Pedro 2:19-25

El Evangelio: Juan 10:1-10

1De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. 2Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. 3A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. 4Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. 5Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. 6Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
Jesús, el buen pastor
7Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. 8Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. 9Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. 10El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Sermón

Los fariseos, líderes espirituales del pueblo judío, habían expulsado de la sinagoga al ciego que había sido sanado por Jesús por proclamarlo abiertamente. Este relato es el que precede a nuestra parábola y es el motivo de ser a las palabras de Nuestro Señor. Jesús acusa a los líderes espirituales y estos reaccionan diciendo: ¿Acaso nosotros también somos ciegos? Jesús les respondió: Si fueras ciegos no tendrías pecado, pero ahora, porque decís: “vemos”, vuestro pecado permanece.
Jesús señala como pecaminosa la actitud de los líderes espirituales de Israel, ya que son unos engreídos atrapados en su orgullo y codicia. La parábola de hoy contiene una gran denuncia que deberíamos tomar muy en serio y va dirigida a los que son o pretenden ser líderes espirituales y estar a cargo de un rebaño del Señor. Pero no es sólo para ellos ésta advertencia, pues a las ovejas, a las congregaciones, a los cristianos, también les debe interesar saber lo que dice Jesús respecto a sus líderes, ya que ellos son los que nos dan el alimento espiritual y por lo tanto sus vidas espirituales, su nutrición, la calidad de lo que coman está en juego y en sus manos.
Con ésta parábola el Señor quiere, por un lado, ponernos alertas y, por el otro, hacernos descansar tranquilos en su Palabra. Esta es una acusación grave a los líderes espirituales, y un llamado de atención y alerta a las ovejas.

Definiciones:

Necesitamos dejar claro cuales son las partes de esta parábola y su enseñanza.

Entrar por la puerta:

Es lo correcto, lo normal, lo natural. Es como debe ser. Para eso están las puertas. Pero Jesús es consciente de que debido a nuestra naturaleza corrupta, rebelde y enemiga del orden de Dios, muchos darán rienda suelta a sus ambiciones y querrán entrar al redil, pero por otro lado. Querrán saltarse la valla, no querrán entrar por la puerta.
¿Por qué no entran por la puerta? Pues porque no están autorizados por Jesús. No t ya que su objetivo es muy distinto al del “Buen Pastor” y sólo son guiados por sus ambiciones personales y sed de hacerse con las ovejas.

La puerta:

Jesús se autodefine como la puerta de acceso al rebaño de las ovejas. No hay otro lugar, sin entrar en la oscura clandestinidad, por dónde entrar al redil y estar en contacto con las ovejas. Al oficio pastoral, es decir al cuidado de las ovejas del Señor, se entra por medio de Jesucristo, “El Buen Pastor”. Las ovejas son las que reconocen la voz del Pastor y le siguen

Redil de las ovejas:

Todos los cristianos, aquellos a quienes Dios les ha dado la fe y engendrado de nuevo por el Bautismo, son y pueden considerarse ovejas del Señor y parte de su redil. Hay muchas ovejas débiles, enfermas, o perdidas, por falta de una buena alimentación, o desorientación.

Reconocen la voz:

Las ovejas reconocen la voz del pastor verdadero. La reconocen porque en él reconocen la voz de Jesucristo, “el Buen Pastor” y puerta de acceso al redil. Estos son los pastores que tienen un llamado personal de Jesucristo para esta tarea, que son apto e idóneos para cuidar de las ovejas y para ello se preparan, y que todo ello se confirma con el llamado legítimo y la aprobación en confianza que dan las ovejas reconociéndolo y siguiéndolo como pastor. Sin el llamado y reconocimiento congregacional, nadie puede autoproclamarse pastor.
Quienes oyen la voz de un ladrón y le siguen, dejan de ser parte del redil para deambular de la mano de un estafador desprotegidas y por campos secos. Han sido presa del engaño del ladrón.

Los pastores:

Estos están autorizados a entrar al redil. Se les reconoce su autoridad. Están habilitados para pastorear a las ovejas. El portero los deja pasar.
Ellos llevan a las ovejas a los mejores pastos de la Palabra de Dios, las cuidan y velan por ellas. Entran por la puerta de Jesucristo, pues en verdad en su tarea emulan al Buen Pastor, al Gran pastor de las ovejas, quien dio su vida por ellas. Trabajan al servicio del Buen Pastor y son los instrumentos del Señor para llevar a las ovejas a “verde pastos” y a “aguas de reposo”. Esto es: anunciar el puro e irremplazable Evangelio de perdón en Jesucristo. Alimentar a las ovejas y guiarlas hasta la Palabra y los Sacramentos es la noble tarea. Si alguno que se llama y pastor lleva a las ovejas a pastorear a cualquier otro lugar distinto a éste, desconfía de él.

Los ladrones:

Quién no lo hace así, decentemente y en orden, por el camino natural y normal es un salteador y ladrón. Tiene que hacer las cosas a escondidas, saltarse la norma, evitar el camino, esquivar la puerta.
Los ladrones evitan a Jesús. Quieren llagar a las ovejas para robarlas y para ello no pasan por la puerta de Jesucristo, sino que suben por otra parte. El objetivo del ladrón es: Robar, matar y destruir.
Así como el pastor emula a Jesucristo y busca el bien de las ovejas del Señor, el ladrón está bajo el dominio del diablo que lo único que busca es destruir la obra de Dios.
Hay muchos dando vuelta hoy por el mundo que se autoproclaman pastores o líderes, esquivando la puerta de Jesucristo y engañando a las almas despistadas. Cristo nos pone alerta sobre esto.

Cuando nos pastorean las doctrinas sociales:

Esto es algo que tenemos que tener en cuenta. Cuando nos alimentamos y refugiamos en el “estos son otros tiempos” y dejamos el puro alimento de la Palabra y nos dejamos seducir por alimentos más atractivos, pero que al fin y al cabo son chatarra. El “Fast food spiritual”, esta comida rápida puesta tan de moda en nuestros tiempos acelerados, no contribuyen a una buena alimentación y nutrición. Esto lo dicen los médicos. Puede que nadie se muera por comer esto, pero está claro que se puede debilitar su salud con el habitual consumo. También encontramos mucho “Biblia Ligth”, La palabra de Dios ligerita, aquella que nos promete no traernos problemas y para ello quita algunas sustancias.
A las ovejas del Señor se nos ofrece comida rápida, como una forma práctica de invertir más funcionalmente nuestro tiempo y vida.
Se pierden así comidas que le Señor estableció para nuestro provecho y beneficio. Hoy se nos predica desde todos los sectores de la sociedad. Se nos dice como vivir y se nos sugieren caminos alternativos a la Palabra de Dios como lo bueno, lo liberador, lo real, lo “guay”. Estimada oveja: ¡estate atenta! ¡No te dejes embaucar!
Cuando los pastores ladrones pretenden nuestras almas.
Señores: Hay salteadores y ladrones.
El saber que hay salteadores al asecho nos hace perder la relajación. Nos puede producir inseguridad, miedo, desconfianza e incluso encerrarnos en nosotros mismos.
Pero esto no debe ser así. Nosotros debemos aferrarnos a las seguridades que nos da Cristo:

1. Somos ovejas del Señor por la fe que nos ha dado, selladas por el Espíritu Santo en el Bautismo.

2. Jesús es la puerta y estamos seguras en el redil.

3. Cuando los ladrones saltan por otro lado, nosotros sabemos identificar la voz de estos asesinos, ya que en la Palabra del Señor meditamos.

4. El Señor en todo tiempo envía pastores aptos y aprobados para nuestro cuidado.

Esta parábola una clara acusación a los falsos pastores, profetas, líderes, evangelistas, catequistas y a todos los que enseñan y pretenden ejercer autoridad respecto al rebaño. Las ovejas debemos estar alertas, pero seguras en los medios que Cristo nos dio para identificar su voz y así no ir con el Ladrón: Palabra y Sacramento.
Reconociendo a los ladrones
¿Reconoces tú a un ladrón o un salteador? ¿Puedes identificarlos a tu alrededor?
Últimamente hay muchos “profesionales” del pastorado que intentan entrar en el corral de las ovejas saltando el muro.
Estos andan de corral en corral buscando las mejores ofertas de ovejas. Están dispuestos a cambiar de criterio en cuanto al alimento (doctrina) que esas ovejas reciben con tal de poder estar ahí. No les importa realmente demasiado la dieta alimentaria de las ovejas del Señor. O peor aún, hay otros que entran con buenas apariencias pero lo que realmente buscan es cambiarle el nutritivo alimento del Evangelio puro, por cosas diluidas, rebajadas. El objetivo final de todos estos ladrones siempre es el mismo: apoderarse del rebaño.
También están los pastores descuidados, que no velan adecuadamente por las ovejas a su cuidado. A estos se los identifica como asalariados, pues son pastores reconocidos pero no cumplen con su vocación.
Muchas ovejas débiles o desorientadas caen en manos de ladrones, engañadores que cambian la doctrina de Dios por sus propias ideas del evangelio.
Mira a tu alrededor. Tantas iglesias. Tantas doctrinas distintas. Tanto desconcierto. Tanta confusión. El rebaño disperso. Andan como oveja sin pastor. El Señor se compadece de esta situación. Y es por ello que nos da ésta parábola, a fin de que busquemos en él y solo en él la seguridad, la paz, la tranquilidad y el alimento que fortalece nuestro espíritu. Él siempre pone Pastores eficientes para el cuidado de sus ovejas. Óyelos y síguelos. No te vayas con los ladrones.
La voz, reconocida por la oveja.
Las ovejas deben conocer la Palabra del Señor. Esto es fundamental para sus vidas. De ello depende su vida, ya que es la única forma de no confundirse y oír a los estafadores.
Cristo es la puerta de entrada al redil
Ni la elocuencia, ni la persuasión, ni la euforia, ni los inagotables títulos teológicos, ni el ingenio, ni la tradición, ni la innovación, ni nada de eso puede ser la puerta de entrada al redil.
Tu vida de fe es de inestimable valor y Cristo y solo Cristo es la puerta. Él ocupa ese lugar para velar y cuidar de ti. Muchos son los que están a tu asecho, con los dientes afilados para pegarte un bocado
Muchos intentarán entrar por otras puertas o saltar directamente las vallas. Interminables teorías seudo cristianas se presentan con el objetivo malsano de sabotear el rebaño de Cristo y robarle almas. Racionalismo, Humanismo. De todo ello necesitamos no comer.
Muchos son los que bajo el nombre de cristianos pastorean a las ovejas en hierbas perjudiciales. Pastores que llevan a las ovejas a comer emotividad, que sólo dura lo que dura, y al rato tienen que buscar otra dosis.
Pero tú recuerda: 9Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. Hay pastos buenos para hallar. Jesús es la puerta a ellos. En él y sólo en él hay salvación.
Ve de la mano de tu pastor a alimentarte del Perdón de Cristo y a fortalecer y enriquecer tu vida con la Palabra y los Sacramentos.
Amén
Pastor Walter Daniel Ralli

lunes, 7 de abril de 2008

La Gracia de Dios y yo.

ASAMBLEA NACIONAL DE IELE
IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA ESPAÑOLA
21 a 23 de Marzo de 2008
La Gracia de Dios y yo

“Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo”

J.C.G.

El tema de la Gracia es uno de los que más entusiasmo genera en aquellos que llegan al conocimiento de la Doctrina de la Justificación por la sola Fe. Realmente no podemos llegar a entender la profundidad y el alcance de esta Gracia para el ser humano, pues supera nuestra capacidad natural de comprensión. Es un misterio y una demostración de que nuestro Dios es un Dios de amor infinito.

GRACIA, FE Y SALVACIÓN

La Gracia, la Fe y la Salvación están ligadas alrededor de un denominador común: el pecado.
Es nuestro pecado y sus consecuencias para nosotros, lo que mueve la Gracia de Dios. Esta Gracia tiene un destinatario: el Hombre caído.
“Y a qué viene la Gracia de Cristo, si nosotros podemos llegar a ser justos por nuestra propia justicia” (Apología Confesión Augsburgo Art. II, 10).
Este hombre caído soy yo mismo, condenado por mis pecados, pero redimido en Cristo, de una manera totalmente gratuita (gratis). En su gratuidad, Dios ofrece Salvación por medio de la Fe en su Obra, llevada a cabo en la Cruz. No es necesario llevar la carga del pecado sobre nosotros, pues en la Cruz descansamos y aliviamos nuestra carga.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28)
“El pecado está en nosotros, descansando sobre nuestros hombros, o está soportado por los hombros de Cristo, el Cordero de Dios” (Lutero)

Llamados por Gracia

“Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia” (Gálatas 1:15)

La gratuidad de la Salvación se muestra ya en la Palabra, de manera que el impulso inicial de salvación para el hombre proviene del mismo Dios. Somos llamados por medio de la Gracia. El Apóstol desecha incluso cualquier acto de nuestra inteligencia o razón en este proceso, retrotrayéndose al momento en que aún no hemos nacido en este mundo. La Gracia es un impulso divino, sin mérito alguno por nuestra parte.
Sin embargo, ya desde el principio se confundió la Gracia con alguna acción o cualidad implícita en el mismo hombre. Como decía Lutero en su introducción a la Carta a los Romanos, el hombre trata de ganar esta Gracia por medio de la Ley, pero paradójicamente obtiene justo el resultado contrario. No hay Gracia en la Ley, sino desgracia.
“Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra” (Romanos 11:6)
Intentar ganar esta Gracia es además pecado, pues la Gracia precede a la Fe y aparte de nuestro pecado, nada podemos ofrecerle a Dios por ella. Es como tratar de agradar a Dios por medio del pecado. El hombre siempre antepone alguna acción o esfuerzo por su parte a la acción de Dios.
En resumen: La Gracia nunca es merecida ni ganada por el hombre. Es el favor inmerecido de Dios para con nosotros. Es la fuente de perdón divino y no ninguna cualidad infusa en el hombre o acción propia que la merezca. Somos llamados por Gracia, en el sentido más pleno del término, y en tanto que somos llamados sólo podemos responder a esta llamada por Fe.

Hechos Hijos de Dios por Gracia

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16)
Somos Hijos de Dios, y ante este hecho corroborado por el mismo Espíritu de Dios en nuestro Bautismo, tenemos también la certeza de que este ser hijos de Dios lo hemos recibido por pura Gracia. Dios ofrece su Justicia a todos los que por medio de la Fe, creen en Cristo para obtenerla.
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1)
Contra esta Gracia ofrecemos resistencia, indisposición, rebelión, pero ante esta actitud nuestra Dios ofrece perdón, salvación y el honor de ser considerados Hijos suyos en el Espíritu. Una vez más, Dios actúa en el hombre sin que medie acción alguna por nuestra parte. En el Bautismo nos convertimos en receptores por medio de la Fe de esta Gracia, sin que en este acto intervenga razón, acción o inteligencia por nuestra parte.
” Por tanto, es por fe, para que sea por gracia” (Romanos 4:16)
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8)

LA EXPERIENCIA DE LA GRACIA

La Gracia no es un concepto teórico, sino algo que se experimenta día a día. Tampoco es específicamente una experiencia física o mental (aún cuando abarca todos nuestros sentidos y ser), de esas que se buscan en algunos sectores eclesiales, que la limitan exclusivamente al plano de la manifestación de lo sobrenatural en nuestra realidad.
Esta Gracia es en fin una experiencia de certeza, afirmada en la Palabra de Dios. Gracias a la Palabra se nos ha revelado una nueva vida en Cristo, y eso es algo que podemos experimentar aliviando nuestra carga sobre los hombros de nuestro Salvador. Experimentar la Gracia es tener la certeza por medio de la Fe, de nuestra Salvación y perdón en Jesucristo.
En esta certeza recibimos el amor de Dios y su favor en nuestra vida diaria, allí donde cada uno ha sido llamado a vivirla. En la Cruz, vemos la mano de Dios extendida, siempre mostrando su presencia junto a nosotros.

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10)

Vivimos la experiencia de la Gracia en la certeza de la presencia de Cristo junto a nosotros en cada momento, y más específicamente en la debilidad, el sufrimiento y el dolor.
Transformación – En Cristo nuevas criaturas somos
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
La Gracia implica una renovación total de nuestro ser, de nuestra visión de la realidad y del futuro de la Humanidad. Esta renovación se realiza por medio de nuestro nuevo ser en Cristo. Somos literalmente transformados en aquello que impulsa nuestras vidas, en nuestros objetivos y prioridades. En cada acción o pensamiento diarios está activo el poder santificante de la Gracia, que nos reconduce hacia la voluntad del Padre.
Objetivos en la vida, ambiciones, prioridades, relaciones familiares, laborales, eclesiales, sociales, etc. Todo queda bajo el poder transformador de la Gracia en nuestra vida.
Ahogar el viejo hombre diariamente
“Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz, por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:5-8)

La Transformación que sufrimos por medio de la Fe no es un cheque en blanco. Nuestro viejo Adán aun mora en nosotros, desviando nuestra escucha de la voz de la Palabra. Somos redirigidos de nuevo a la esclavitud de la carne, de las normas y obras que nos dan seguridad ante nuestros errores y pecados. Esta lucha dura toda la vida del cristiano, pues sólo en la otra vida estaremos libres de las ataduras de la carne y su debilidad.
Por tanto, ahogar el viejo hombre que mora en nosotros es una de las luchas más duras y, normalmente la más desgastante a la que se enfrenta el creyente.
Lucha: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7:21-25)

Refugio: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 1Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (Romano 12:7-10)
Poder: “Porque no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16)

AFIRMADOS EN LA GRACIA

“Sobre todo, tomad el escudo de la Fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios:16)
Vivir la Gracia implica afirmarse en ella continuamente, superando los obstáculos de la vida, de nuestras debilidades y de nuestra visión distorsionada. Nuestro viejo yo se resiste a vivir en esta Gracia y frena nuestra vida en ella.
Se puede caer de la Gracia y volver a la Ley
“¡Gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente crucificado?. Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley o por el escuchar con fe?, ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿ahora vais a acabar por la carne?, ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os da el Espíritu y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la Ley o por el oir con fe?” (Gálatas 3:1-5 , 5:4)

Se puede caer de la Gracia, aunque algunas interpretaciones cristianas lo nieguen. Simplemente buscando un elemento físico, tangible que nos justifique ante Dios (obra, tradición etc), hará que nuestra confianza en esta Gracia se vea dañada o que desaparezca totalmente. Debemos ser conscientes de la posibilidad de esta caída, y estar preparados para evitarla en todo momento.
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1ª Corintios 10:12)
Se puede caer también en el grave error de considerar la doctrina de la Justificación por la Sola Fe como una Fe fácil y cómoda. Entonces el “poder hacer” o el “deber hacer” tan corrientes en nuestro vocabulario, nos hacen balancearnos en el fino hilo que separa la Gracia del volver a la

Ley.

Esforzarnos en la Gracia

“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Tú pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2:1, 3)
Vivir la Gracia requiere un “esfuerzo”, que es renunciar a toda aparente “plenitud” que no esté focalizada en Cristo y en la Palabra de Dios. Implica la renuncia a entender la vida según los tiempos, aún a costa de sufrir el rechazo, la marginación, persecución o incluso la muerte.
En realidad el cristiano vive este esfuerzo de una manera gozosa pues.
“Palabra fiel es esta, si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:11-12)
No es esta actitud egoísta, que busca sólo el gozo de la presencia junto a Cristo, sino que también:
“todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10)
Por tanto, mi perseverancia en la gracia tiene un efecto positivo en primer lugar sobre mí mismo, pero también en mi prójimo, al poder ser yo ser un instrumento útil en las manos de Dios para llevar a otros el Evangelio de Salvación.

Crecer en la Gracia

“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.” (2 Pedro 3:18)
Nuestro crecimiento en la gracia está directamente relacionado con nuestro contacto con los medios que la proporcionan: la Palabra y los Sacramentos. Esta Palabra, donde el Espíritu del Señor se mueve entre sus líneas, nos fortalece alimenta con la verdadera y pura leche espiritual.
“Desead como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, ya que habéis gustado la bondad del Señor” (1 Pedro 2:2-3)
“La Palabra, digo, y sólo la Palabra es el vehículo (vehículum) de la gracia de Dios” (Lutero W2, 509).
“Y así la Fe es despertada y confirmada por la absolución, al oír el Evangelio, y por el uso de los Sacramentos, para que no sucumba mientras lucha con los terrores del pecado y de la muerte” (Apología de la Confesión de Augsburgo, Art.XII, 42)
Palabra y Sacramentos son pues los pilares de nuestro crecimiento en la Gracia.

Perseverar en la Gracia

“No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas. Es mejor afirmar el corazón con la gracia, no con alimentos que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellos.” (Hebreos 13:9)
Desde que el Evangelio llegó al mundo, el enemigo busca la manera de desviar nuestra atención de su camino de Salvación. Doctrinas de todo tipo, algunas de ellas hábilmente mezcladas con la propia Fe cristiana, entorpecen la comprensión clara de la Palabra.
Estas doctrinas pueden ser del tipo:
Síndrome de “la buena persona” (Humanismo descontextualizado de su base cristiana)
Legalistas (Énfasis en el concepto de la norma)
Misticistas (La revelación fuera de la Palabra y basada en la experiencia)
Gnosticistas (Énfasis en el misterio y el concepto de élite espiritual)
Muchas de estas doctrinas no religiosas en apariencia, en el sentido tradicional del término, de hecho nos llevan a religiones en todo el sentido de la palabra. Todas exigen un costo, sea del tipo que sea; ninguna en sí liberadora en el sentido pleno. Ante esto y otras desviaciones, Dios ofrece la sencillez de su Gracia, fundamentada en su oferta gratuita de paz y perdón en Cristo.
“Por tanto, no sigas tus propias ideas, sino aférrate a la Palabra que te promete perdón de pecados por medio del Cordero que quita el pecado del mundo. No hay insuficiencia en el Cordero. El carga con os pecados desde el principio del mundo. Por tanto cargará con os tuyos también y te ofrece gracia” (Lutero W 46,682)
Vivamos, disfrutemos y compartamos esta Gracia de Salvación. Cada mañana, recordemos que un nuevo día el Señor nos ofrece perdón y gracia por medio de nuestro Bautismo y nuestra Fe.

Que así sea, Amén.

La Gracia de Dios y la Iglesia.

ASAMBLEA NACIONAL DE IELE
IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA ESPAÑOLA
21 a 23 de Marzo de 2008
La Gracia de Dios y la Iglesia

“Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo”

Por Javier Sánchez Ruiz

LA GRACIA DE DIOS EN LA IGLESIA:

La iglesia, un grupo de pecadores salvos por la gracia.
La vida de la gracia
La iglesia de la gracia
La iglesia administradora de la gracia de Dios
El Bautismo de la gracia
La Palabra de gracia
La Santa Cena.

A-LA IGLESIA: UN GRUPO DE PECADORES SALVOS POR GRACIA

1-CRISTIANOS MENDIGOS DE GRACIA Y MISERICORDIA

¿Quiénes conforman la iglesia? ¿Quiénes forman parte de la iglesia de Jesucristo? ¿Lo forman los seguros de su bondad y rectitud, los que se creen autosuficientes ante Dios, los muy religiosos, los que se dedican a la beneficencia y filantropía? No, en absoluto. La iglesia, la una santa, la forman pecadores, pecadores de todo tipo y condición, es cierto que pecadores quebrantados, en continuo arrepentimiento, pecadores que se sienten mendigos delante del SEÑOR, que nos ha redimido, pecadores perdidos y condenados, rescatados y librados de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, El nos ha comprado no con oro o plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte, todo lo cual El hizo para que seamos suyos. En otro lugar leemos que en esta cristiandad Dios nos perdona todos los pecados a mí y a todos los fieles diariamente con gran misericordia. Queda claro lo que somos, qué clase de personal formamos la iglesia.

El SEÑOR instituyó su iglesia para reunir a pecadores que van a vivir sola y exclusivamente de su gracia, misericordia y perdón. ¿Suena fuerte, verdad? Proclamar esto en medio de una cultura y una sociedad en la que en general ignora el pecado, la Ley de Dios, las consecuencias del pecado, la existencia de un Dios justo etc. Decir que la iglesia es para los pecadores es delimitar mucho su composición, es conocer muy poco de marketing. Ofrecer una solución a un problema que muchos no ven que exista es algo bastante tonto e insensato ¿Quién pondría un puesto de helados en el Polo Norte? Pero ese es el mensaje, claro y alto del cristianismo apostólico. El principal problema del ser humano no es la hipoteca, el cambio climático, el terrorismo, la economía etc.. El principal problema del ser humano es el pecado y para solucionarlo Dios se hizo hombre, llevó una vida santa, murió una cruel muerte y resucitó al tercer día.

2-IGLESIA DE JESUCRISTO ENFERMERÍA DE LA GRACIA

La iglesia la forman pecadores reconciliados con Dios, o mejor dicho pecadores que están siendo reconciliados con Dios. Lutero decía que la iglesia es una enfermería para los que están enfermos y convalecientes, es el aprisco de la gracia donde los pacientes son blancos del especial cuidado del Salvador. Mientras sigamos considerándonos pecadores, indignos y mendigos delante de Dios que imploran su gracia y misericordia y mientras que esto siga siendo así Dios nos seguirá considerando justos, revestidos con la perfecta justicia de Jesucristo. En otro momento Lutero dice “Que Dios en su misericordia me libre de formar parte de una iglesia en la que no haya nada más que perfectos, porque deseo estar en comunión con los humildes, los frágiles, los enfermos, los que reconocen sus pecados y que continuamente claman a Dios desde lo profundo de su corazón para obtener de El consuelo y apoyo. Lutero no hace nada más que recordarnos una verdad tantas veces manifestada por el Salvador. Que ha venido el Señor a buscar pecadores; los sanos no necesitan médicos. El mismo Jesucristo se complace en uno de sus títulos mas evocadores “amigo de publicanos y pecadores”

No solamente el cristiano vive de la gracia sino que además sabe que esto es lo único necesario “buscad el reino de Dios y su justicia y lo demás os será añadido” Como el resto del género humano, como el resto de pecadores vivimos inmersos en un mundo que nos atenaza con todo tipo de preocupaciones, inquietudes y circunstancias en el desempeño de nuestras obligaciones; pero por grandes que sean éstas, el cristiano, pecador salvo por gracia, sabe qué es lo más importante en su vida: disfrutar y gozarse de la gracia de Dios. ¿No nos ha dicho de muchas maneras y en muchas parábolas lo mucho que le importamos? ¿No es todo ello suficiente para vivir confiados en el Señor y que nos baste su gracia?

Vivir por gracia es saber que estamos siendo justificados por gracia (Rom 3.24). No es un pretexto fácil para pecar, para ignorar la Ley de Dios.
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? De ninguna manera. Los que viven por gracia saben el alto precio que Dios pagó por esa gracia: su propia sangre. Los que viven por gracia se deleitan en la Ley del Señor y lamentan en lo más profundo de su ser el apartarse de sus requerimientos. La gracia es gratis para nosotros pero al Señor le resultó muy cara, carísima, prueba fehaciente de lo mucho que le importamos.

B-ENCARGO ESPECÍFICO DE LA IGLESIA: PREDICAR EL EVANGELIO DE LA GRACIA

La iglesia de Jesucristo, la una, santa, católica, es una iglesia donde el SALVADOR se enseñorea por medio del Evangelio de su Gracia, donde El es el centro, donde su Evangelio ocupa un lugar central. Donde sus hijos nos apropiamos y degustamos su perdón y misericordia en los medios de gracia y donde celebramos los triunfos de su gracia. Donde se vive y practica el perdón mutuo. Porque la iglesia de Jesucristo no tiene como misión el cambiar las condiciones sociales, políticas o económicas. No tiene como misión promulgar leyes o programas para la mejora del mundo. No tiene como misión vertebrar nacional o culturalmente a las naciones A su Esposa el SEÑOR le ha dado las llaves: la Ley y el Evangelio. La ley para ponernos ante nuestras incoherencias y maldades y el Evangelio para proclamar el perdón, la absolución de todos nuestros pecados, la solución al nuestro problema esencial. En la Iglesia de Jesús oímos el dulce nombre de Jesús, el Salvador del mundo, oímos pronunciar el perdón de los pecados, la reconciliación con Dios. La Ley la podemos oir en muchos sitios, cada vez menos es verdad, pero el Evangelio únicamente podemos oírlo en la iglesia de Jesucristo. Ciertamente esa iglesia va a ser despreciada por el mundo, va a estar siempre escondida y sin renombre a los ojos del mundo. Su dote, como la Esposa del Señor. El Evangelio y los Sacramentos van a estar siempre escondida excepto para la fe. Porque solamente por la fe podemos discernir las joyas de la iglesia. La misión de la iglesia siempre va ser una misión contra-cultural.

1-¿CUALES SON LOS MEDIOS DE GRACIAS?

La vida y muerte del Señor, su obra, es un tesoro de gracia, un banco de gracia infinita e inagotable que tiene que llegar, alcanzar a los seres humanos pecadores y condenados. Par ello el Señor ha dado a su iglesia su dote: los medios de gracia. El SEÑOR nos ofrece los méritos de su vida y muerte, su justicia y rectitud, en una palabra su perdón total y pleno en los medios de gracia. Estos medios de gracia no han sido establecidos por la iglesia, han sido establecidos por el mismo Señor. Dios ofrece su gracia a través de estos medios a toda la humanidad. Cuando hablamos de medios nos referimos al Evangelio en el sermón, en la lectura de la Biblia, en la absolución, en una conversación, en el Bautismo (Evangelio envuelto en agua), en la Santa Cena (Evangelio escondido tras el pan y el vino) Si nos fijamos vernos que, en realidad únicamente existe un medio de gracia: el Evangelio, la promesa de perdón de pecados y que nuestro Señor de Gracia tiene a bien darnos de muchas maneras para inculcarnos y asegurarnos de su gracia y misericordia hacia nosotros. El sabe que nosotros somos desconfiados, incrédulos y mezquinos y por ello nos hace llegar el evangelio de la gracia, el evangelio de paz, el evangelio de nuestra salvación de tantos y tan diversos modos.

El evangelio nos habla del amor y la gracia de Dios y en éstos medios Dios realmente nos ofrece y transmite esa gracia y perdón. El Evangelio es la propia absolución de Dios, gratuita e incondicional. El Bautismo y Santa Cena no son nada más que diferentes formas de hacernos llegar la gracia de Dios y los méritos de Cristo.

BAUTISMO: En el Bautismo Dios sale a nuestro encuentro para otorgarnos su gracia y perdón cuando aún no sabemos hablar y une su promesa de gracia a una cosa tan común como el agua. De esta manera Dios no perdona todos nuestros pecados, nos da su gracia no solamente perdonándonos el pecado original sino todos los pecados que podamos cometer en el futuro, El Bautismo extiende la gracia y el perdón de Dios a lo largo de nuestra vida y siempre que nos apropiamos del Evangelio, siempre que nos volvemos a nuestro Salvador en arrepentimiento y fe estamos volviendo a la gracia del Bautismo. En el Bautismo Dios nos recibe como sus hijos y nos da su gracia. Nosotros podemos desertar de Dios, podemos alejarnos de su Evangelio pero El no se aleja de nosotros, El siempre va a estar esperándonos con su gracia y perdón.

CENA DEL SEÑOR: ¿Qué decir de la Cena? Es el evangelio completo concentrado en este sacramento. En este sacramento El nos ofrece todos los tesoros que ha ganado para que sean nuestros. Es Evangelio puro. Es muy difícil ofrecer la gracia de Dios a los seres humanos y no enseñar lo que se encierra en este sacramento. Es más, la justificación por medio de la fe sola va íntimamente ligada a la real presencia del Señor

PALABRA de todas las maneras que la usemos, especialmente la predicación .Porque la predicación del Evangelio se crea y fortalece la fe que recibe la gracia. La conversación con nuestros familiares y amigos. La lectura de buena teología: nuestro catecismo….

Medios de gracia que administra la iglesia y que son los únicos medios que Dios usa para comunicarnos y aplicarnos su gracia. “Podemos asegurar con toda certeza que donde esto

2- GRACIA SORPRENDENTE: EFICACIA DE LA GRACIA Y POR TANTO DE LOS MEDIOS DE GRACIA.

La iglesia de Jesús ofrece los medios de gracia confiando con audacia en la eficacia de la propia gracia para producir, para encender la fe que es el instrumento con el que podemos recibir la gracia. Cuando la iglesia administra los medios de gracia sabe que es el Señor el que hace que esos medios den fruto.
Lo que denominamos medios de gracia no son signos vacíos, sino que en verdad no solamente ofrecen la gracia sino que suscitan la fe, la confianza en el Salvador.
No hay otros medios de gracia que los que el SEÑOR de la iglesia ha designado, por más que nos gusten otros.
La misión de la iglesia es velar para que los pecadores reciban los medios de gracia puros, de esta manera su eficacia no queda mermada.
La iglesia no debe poner obstáculos a la recepción de la gracia por parte de los pecadores.

3-TENTACIÓN DE LA IGLESIA A SEGUIR UNA TEOLOGÍA DE GLORIA EN VEZ DE LA TEOLOGÍA DE LA CRUZ

La iglesia se ha sentido tentada a lo largo de los siglos, de muchas maneras, para abandonar el encargo del Señor. Cuando la iglesia abandona la teología de la cruz siempre busca una teología de gloria: La iglesia también se siente tentada a andar por vista en vez de por fe.
Buscar el crecimiento de la iglesia por medios diferentes a los medios de gracia.
Cambiar la misión de la iglesia para dedicarla a misiones terrenales referentes a cambios sociales, políticos etc.

Resumiendo:

· El cristiano es un mendigo en busca de gracia y perdón
· La iglesia es una enfermería de enfermos faltos de gracia
· La misión de la iglesia es administrar los medios de gracia
· La gracia es eficaz y sorprendente
· No es preciso recurrir a otros medios para transmitir la gracia ganada por el SEÑOR en el Calvario

La de Dios y el mundo pecador.

ASAMBLEA NACIONAL DE IELE
IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA ESPAÑOLA
21 a 23 de Marzo de 2008
La Gracia de Dios y el mundo pecador

“Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo”
Por Walter Daniel Ralli

† La necesidad de la Gracia:
La necesidad de “la Gracia de Dios” se evidencia cuando la contrastamos con “el mundo pecador”.

EL PROBLEMA

Aunque no nos guste oír hablar de esto del pecado, lo cierto es que éste es nuestro problema: La desobediencia.
“Por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres… por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores”. Ro 5:18-19
¿Quiénes pecamos?
Todos. No hay ni mejores ni peores a los ojos de Dios. No hay diferencia. Todos somos pecadores por iguales.
“Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Ro. 3:22-24
“No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Ro. 3:10-12
Esclavos del pecado por naturaleza:
Somos por naturaleza esclavos al pecado y por lo tanto estamos imposibilitados de obedecer a Dios.
“Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo”. Gá. 4:3
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Ro. 8:15
“Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” Ro. 11:24

Enemigos de Dios

“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. Ro. 5:10
La consecuencia es la muerte:
“el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Gn 2:17. “La paga del pecado es muerte”. Ro. 6:23 “por la transgresión de uno solo reinó la muerte. Ro. 5:17 “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Romanos 5:12 “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre..., …en Adán todos mueren”. 1ª Co 15:21-22

LA NECESIDAD

“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”. Jn 3:6-7
Necesitamos ser vivificados. Empezar de nuevo. ¿Pero quién lo puede hacer? ¿Cómo lo puede hacer?
Ya que los muertos no hablan ni caminan, que los enemigos no pueden más que odiar, y que los esclavos no pueden más que servir a su amo; está claro lo que necesitamos. Si somos pecadores necesitamos ser perdonados. Si estamos condenados, necesitamos ser absueltos. Si estamos muertos necesitamos ser vivificados. Si somos esclavos, necesitamos ser liberados. En definitiva: ¡Necesitamos un milagro! Necesitamos un salvador. Pero ¿qué clase de salvador necesitamos? No uno cualquiera. Sino una lleno de GRACIA.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Heb. 4:15-16

Características del Salvador:

1. Que sea hombre, para que asuma en su carne nuestro castigo.

2. Que no tenga pecado, para que no esté bajo nuestro misma maldición.

3. Que esté dispuesto a padecer y morir sin merecerlo como sustituto del mundo pecador.

4. Que tenga poder para resucitar y vencer a la muerte, al pecado y al Diablo.

5. Y que todo ello lo haga solo por amor sin pedirnos nada a cambio

No tenemos nada bueno para dar a cambio:

Sólo tenemos necesidades. Esto es un problema aún mayor. No tenemos nada bueno para dar a cambio por nuestro rescate, nada que sea digno de interés para alguien. Humanamente somos lo que Dios nos dio, por lo tanto lo único de cosecha propia, lo único realmente nuestro y no de Dios, son nuestros pecados. Eso sí puedo darle a Dios.
Necesitamos Gracia de Dios. Necesitamos a alguien que nos ame incondicionalmente. Que no nos pida nada a cambio. Que no tenga en cuenta nuestros pecados. Necesitamos a alguien que esté dispuesto a rescatarnos y a dar su vida en nuestro lugar para pagar la condena. Un sustituto. Tan muerto estamos que incluso Dios es quien prepara el plan de salvación. No podemos ni siquiera pedir ayuda. ¡Necesitamos TODO!

LA SOLUCIÓN

La Gracia de Dios en Cristo Jesús.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Ro. 6:23
Estamos muertos y necesitamos nacer de nuevo ¿Cómo? La solución está en que Dios, el autor de la vida, nos de vida.
“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios”. 1ª Jn. 5:1 “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo”. Efesios 2:5 “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida” 1ª Jn. 3:14 “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”. Stg. 1:18
La gracia nos salva: “salvos por Gracia”. Pero ¿no era acaso Jesús quien nos salvó? Sí. La obra de Cristo es la que nos trae solución al conflicto, pero lo que mueve a Dios a llevar a cabo su obra es su Gracia para con nosotros. En ese sentido su Gracia es la que nos salva ya que por ella Dios actúa. Esa Gracia tiene en Cristo la manifestación más plena.

† La manifestación de la Gracia:

La Gracia no es un concepto teológico abstracto. Es una misericordiosa actitud y acción de Dios hacia la humanidad, por lo tanto es experimentable aunque no se sustenta en nuestra experiencia sino en la obra de Jesucristo.
La Buena Voluntad de Dios, su misericordia y amor se manifiestan actuando en consecuencia. Nosotros no siempre plasmamos en acción nuestros sentimos de misericordia hacia alguien o alguna situación. En Dios eso no sucede. Dios tuvo misericordia del mundo pecador y actuó de forma concreta y avacada para darnos nueva vida.
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. 1ª Jn. 1:1-3
Dios manifiesta su Gracia en Cristo:
No que antes de la aparición física de Cristo en este mundo no haya habido Gracia de Dios, pues sabemos que el plan de Dios de salvar a la humanidad por medio de su Hijo estaba concebido antes de que Cristo venga al mundo. Ya en el Antiguo Testamento vemos la Gracia de Dios. Ellos fueron salvos por la fe y esperanza en este Mesías prometido. Sin embargo la manifestación plena de su obra de Gracia fue Jesucristo hombre.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (…), lleno de gracia y de verdad… Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. Jn. 1:14, 17
“La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a toda la humanidad” Tito 2:11
“la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio”. 2ª Timoteo 1:9-10
La gracia salvadora de Dios solo viene por Jesucristo. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hch. 4:12. Nadie puede beneficiarse de la gracia salvadora de Dios fuera de Cristo, pues fuera de él cualquier camino es un vano camino de obra de la Ley.
Por lo tanto si bien la Gracia de Dios, tiene como objetivo a toda la humanidad (Jn. 3:16), sólo la fe en Cristo hace efectiva la salvación al ser humano. Sin la fe en la obra de Cristo no hay salvación y nadie puede beneficiarse de esa Gracia universal. Por esto Dios nos envía a todas las naciones a predicar el Evangelio.

† La obra de la Gracia:

Cristo ocupa nuestro lugar. Para que nosotros vivamos alguien tiene que morir, ya que “La paga del pecado es muerte”. El autor de la vida tiene que morir, para darnos nuevamente la vida que nosotros mismos perdimos.
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”. Is. 53:3-12
“Cristo padeció por nosotros, llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. 1ª P. 2:21, 24
¿Quién está dispuesto a dar la vida por alguien?
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Ro. 5:6-8
No olvidemos que Jesús da su vida por “el mundo entero”. Por aquellos que nosotros consideramos buenos y por aquellos que consideramos malos. Dios no discrimina según nuestro criterio, ya que para él todos somos por naturaleza pecadores, malos y necesitamos ser rescatados de ahí. Todos necesitamos de su gracia por igual.
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. Efesios 2:1

CONSECUENCIA

La conversión:

Dios deseaba revertir nuestra trágica situación. Si estamos muertos necesitaba darnos vida, si éramos esclavo del pecado y de la muerte, necesitaba darnos libertad, si éramos por naturaleza enemigos de Dios, necesitaba reconciliarnos. Si éramos injustos y por ello condenados, necesitábamos ser justificados de nuestros delitos.
Jesús nos justifica
“siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Ro. 3:24
Jesús nos reconcilia
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” Ro. 5:8,10
“todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación... Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. 2ª Co. 5:18-19 ,21. Ver también Col. 1:21-22.

Jesús nos da vida

“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. 1ª Co 15:21-22
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados… Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Efesios 2:1, 4 y 5
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”.
Colosenses 2:13-14
Jesús nos libera de la esclavitud haciéndonos Hijos
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. Gá. 4:3

† La suficiencia de la Gracia:

¿Qué podemos ofrecer a Dios?

¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. Romanos 11:33-36

· Nada podemos añadir a la obra completa de la Gracia de Dios.
“todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos”. 1ª Cr. 29:14

· Incluso del pecado, aquello verdaderamente nuestro, nos tiene que convencer Dios.
“el Consolador… convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. Jn. 16:7-8

· Solo por la fe recibimos los beneficios de la Gracia.
“tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes” Ro. 5:2 “es por fe, para que sea por gracia” Ro. 4:16

· La fe también es obra de Dios.
“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Heb. 12:2

· Esta fe la obra Dios por su Palabra, que también es obra suya.
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Ro. 10:17

· Nuestra santificación es obra de Dios.
“Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”. 1ª Co. 6:11

· Las buenas obras que transitamos son obras que Dios preparó.
“Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Fil. 2:13
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Efesios 2:8-10

BASTATE MI GRACIA

“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. 2ª Co. 12:9
Tú afirma tu corazón en la gracia y no con viandas que pronto se acaban y no sirven para nada. Afirma tu corazón en lo eterno, en lo estable, en lo seguro, en lo suficiente, afirma tu vida en la Gracia de Dios y no en ti mismo.
La Gracia de Dios es suficiente, se basta a sí misma para llevar a cavo su obra. La obra de Cristo es suficiente. No hay que añadirle nada. En cuanto queramos ponerle algo, por más insignificante inocente o bonito que nos parezca, estamos desvirtuando La Gracia de Dios y por lo tanto deja de ser “la Gracia de Dios”.
Creo que, por mi propia razón o poder, no puedo creer en Jesucristo mi Señor, ni venir a Él; sino que el Espíritu Santo me ha llamado por el Evangelio, iluminado con sus dones, santificado y conservado en la verdadera fe; así como llama, congrega, ilumina y santifica a toda la cristiandad en la tierra, y la conserva en Jesucristo en la única verdadera fe; y en esta cristiandad Él me perdona todos los pecados a mí y a todos los creyentes diaria y abundantemente, y en el postrer día me resucitará con todos los muertos, y me dará en Cristo, a mí y a todos los creyentes, la vida eterna. Esto es ciertamente la verdad. Catecismo Menor de Lutero 3º articulo del credo.
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Juan 19:18

La Gracia de Dios y mi prójimo.

ASAMBLEA NACIONAL DE IELE
IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA ESPAÑOLA
21 a 23 de Marzo de 2008
La Gracia de Dios y mi prójimo

“Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo”

Por Gustavo Omar Lavia

¿Cómo compartir la Gracia de Dios con mi prójimo?

Seguramente a estas alturas nuestro mayor deseo es que todos nuestros familiares y aquellas personas que conocemos sean transformados por la Gracia de Dios. Cuando reflexionamos sobre la importancia de la gracia en esta vida y de las implicancias que tiene en la vida venidera, seguramente nos invaden las ganas de salir a anunciar esta hermosa “buena noticia” que Dios nos ha dado. Qué mas quisiéramos que estar seguros de que todos aquellos que nos rodean han sido redimidos por Cristo y puestos sus nombre en el libro de la Vida. Pero sabemos que al salir de aquí no todo va ser color de rosa, por un lado nos abrumaran nuestros temores, inseguridades y desconocimientos. El diablo hará su parte para que no llevemos nuestra tarea a cabo y el mundo hostil aportará lo suyo. Salimos como ovejas a un campo donde abundan los lobos.
Seguro que en este viaje de compartir el evangelio has encontrado personas con quienes te llevas bien, y tienen interés por las cosas espirituales, hablas de Dios y la fe y no hay mayores problemas para compartir el mensaje de Cristo, pero ¿Qué ocurre con aquellos que te rechazan o no quieren oír el mensaje que Dios tiene para la humanidad?. Entonces ¿Qué hacer cuando mi prójimo no reacciona favorablemente al Evangelio de Gracia o hace cosas que me llevan a rechazarlo como persona y como posible receptor de la gracia? Lo más probable es que le dejes de lado porque eso hacemos con quieres nos incomodan o nos cuesta llegar a ellos, o que dejemos de preocuparnos por transmitir el mensaje de Gracia
En primer lugar me gustaría que veamos lo que le pasó a Jesús durante su vida, especialmente con las personas que creemos deberían ser las “más próximas” o nuestros “prójimos directos”:

La familia.

Para comenzar recordemos que Jesús tuvo muchos amigos, vecinos y coterráneos, incluso antes de ser famoso, antes de ser conocido como maestro, profeta o rey, o por sus milagros y curaciones. No sabemos si en su adolescencia tuvo problemas, porque esta etapa de su vida no está escrita en la Biblia. Solo tenemos el incidente de su presentación en el templo a los doce años, y la preocupación que esto generó en sus padres, que lo buscaron entre sus conocidos y familiares (Lucas 2.44). Jesús podía estar un día fuera del alcance de la vista de su familia sin que ésta se preocupe.
Mucho tiempo después uno de los acontecimientos sociales de importancia en la vida de Jesús es su presentación en la sinagoga del pueblo, donde muchos lo conocían, era su costumbre asistir a las reuniones de la misma. Allí se produce una gran reacción al oír el anuncio de las Buenas Nuevas, de la predicación del año agradable del Señor (Lucas 4.16-9). Este anuncio comienza en un sitio y con personas conocidas. Allí, obviamente, se oía hablar de Dios… y muchos amigos, conocidos y familiares se agruparon para oír a Jesús. Marcos nos dice que le conocía bien: ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? 6.3, sin lugar a dudas lo conocían a él y a su familia. Pero este versículo no termina muy bien en cuanto a la relación de Jesús con los de su pueblo. En lugar de estar orgullosos, contentos y agradecidos a Dios por este mensaje de liberación que se había predicado y hecho carne ante sus ojos, ellos se escandalizaban de él. El anuncio de las buenas nuevas comienza con problemas. Esta gente habrá pensado: “¿Quién cree que es?. Si lo conocemos bien, vivimos, jugamos y crecimos juntos”. “¡Vamos Jesús! que conocemos a tu familia y mejor ni hablar de cómo se llevan”. “Tu, justamente tu, nos traes la gracia… el año favorable al Señor… por favor, mírate, solo eres un carpintero”. “Dios no habla por medio de personas como tu”.
No es de extrañar que Jesús a continuación pronuncie unas dolorosas palabras “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa.” Marcos 6.4. Nótese el orden de este versículo, propia tierra, parientes y casa. No tendríamos problemas en ser rechazados por desconocidos o de perder una amistad o de no ser aceptado por las personas conocidas e incluso por algún pariente, pero esperaría un poco más de comprensión o menos rechazo de nuestra casa.
Hablar de Gracia implica estar dispuestos, inicialmente, a perder amigos temporales… con la esperanza de ganar hermanos en la eternidad.
Pero el rechazo no quedó allí, solo en palabras y pensamientos, pasaron a los hechos. Levantándose, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo; pero él pasó por en medio de ellos y se fue. Lucas 4.29-30. Los suyos lo querían matar… y nadie salio a defenderlo, nadie a su favor, ni sus amigos, ni su familia. ¿Qué harías en su lugar? ¿Te ofenderías? ¿Les quitarías el saludo o la palabra? ¿Les darías otra oportunidad? ¿Dejarías pasar el tiempo?
La familia de Jesús tenía una opinión formada sobre él y Marcos la describe en el siguiente episodio: “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderlo, porque decían: "Está fuera de sí". Marcos 3. 21. La Gracia es locura para muchos y eso no debe asustarnos, ni amedrentarnos en nuestra tarea de predicación. Para su familia, Jesús era una vergüenza, querían encerrarle, “Ha perdido la cabeza”.
En otra oportunidad sus propios hermanos le dijeron: “Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Ni aun sus hermanos creían en él”. Juan 7.3-5. Esto a sabiendas que los religiosos de Jerusalén lo buscaban para matarlo. No solo pensaban que estaba loco…. lo querían muerto. Ni aún sus hermanos creían en él. Pero ¿qué hizo Jesús?, ¿cómo afrontó tanto desprecio y rechazo? ¿De dónde se nutrió para seguir predicándoles el evangelio de Gracia?
¿Cómo reaccionó Jesús ante este rechazo? ¿Cómo sobrellevó esta carga? ¿Qué hizo?
Jesús nos dice: “Sed vosotros misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36). Pero qué hacer cuando no surge esa misericordia dentro de mí, cuando el amor por el otro no “fluye por mis venas”. Veamos algunas cosas que hizo Jesús.

· Él se dejó guiar por la Palabra de Dios.

Imagina que hubiese pasado si Jesús se habría guiar por los comentarios de sus familiares, amigos y coterráneos. Sin embargo dejó que solo Dios le diga quien era él. Y se oyó una voz de los cielos que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia". Mateo 3.17. Recuerda quién eres para Dios, que eres su hijo, te ha redimido pagando un alto precio por tu vida.
También vemos que Jesús constantemente hizo referencia a la voluntad de su Padre a la cual se sometía. Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Juan 8:28. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Juan 6:38. Sin la Palabra de Dios nos dejariamos arrastrar por cualquier comentario, mal pensamiento cayendo en pecado.
No se dejó guiar por sus sentimientos, “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora”. Juan 12:27. Siempre subordinó sus sentimientos a la voluntad de Dios. No los ocultó ni los rechazó, pero los puso en un segundo plano. Aquí también vemos que Jesús en sus momentos más dolorosos recordó y se sujetó a la Palabra antes que a sus sentimientos. Recuerda esto cuando te veas tentado a despreciar o ignorar a tu prójimo por lo que hace o dice, incluso cuando al dar testimonio de la gracia esté en juego tu reputación.

· Instituyó la Santa Cena: En la Santa Cena sin lugar a dudas pensó en los suyos y en el resto
de la humanidad. Cuando distribuye por primera vez la cena y dice: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. (Mateo 26.28). No solo está pensando en su grupo de discípulos. Su cuerpo y sangre han sido dados por todos los pecadores, para el perdón de todos sus pecados. Aquí es dónde todo cristiano que participa del banquete celestial, cobra deseos y ganas de que su prójimo también lo haga. Porque allí ve que sus pecados son perdonados y se le promete y da una nueva vida en Cristo.

· Oró por si mismo y por los suyos. En los momentos de angustia y gran necesidad, en aquellos momentos difíciles dónde sabía que sería abandonado por todos los suyos, oro: “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mateo 26:39) Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. (Mateo 26:42). Pero esta oración no solo fue hecha por sus necesidades sino por las necesidades de aquellos que aún lo despreciaban, y no creían en él: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17. 20-21. ¿Tienes conocidos que no creen en Cristo? Seguro que sí. Míralos como creyentes potenciales, como personas que aún no creen, pero que Dios quiere que crean y por eso estás allí, para proclamar su gracia.

· Los aceptó tal cual son. Si Jesús, con todo su poder y sabiduría no forzó a su familia a creer en él, ¿porque pensar que nosotros podemos hacerlo? Inicialmente Jesús tuvo más éxito con los desconocidos que con los conocidos. A los suyos los aceptó tal cual eran, sin dejar a un lado la predicación del evangelio que los transformaría. Una de las tendencias de algunos cristianos es la de creer que su prójimo es inferior a debido a que no tiene fe o esta es débil. Esta es una reacción habitual de aquellos que se sienten superiores al resto por creerse alguien, por creer que ellos son merecedores de la fe que Dios les ha dado, por creer que se han ganado un puesto en el cielo. Para evitar esto es que Pablo escribe a los Efesios recordándoles quienes eran, cómo estaban antes de conocer el evangelio: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.( 2:1-3).

· Sabía muy bien cuál era su tarea. Proclamar, anunciar y a dar su vida en rescate de la humanidad. Jesús al orar, dice que el recibir la gracia es una obra de Dios en el hombre y no una obra del hombre hacia Dios: “como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son. Juan 17. Tiempo mas adelante Pablo también define nuestra tarea: 5 ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. 6 Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 7 Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 1 Corintio 3:5-10. Por lo tanto tu y yo tenemos la tarea de abocarnos a la proclamación, a la siembra y riego del mensaje salvador. El crecimiento lo dará Dios en el tiempo que él estime oportuno. Se fiel a este llamado y recuerda que no puedes obrar la fe en tu prójimo, eso es tarea de Dios.

· Siguió en contacto con los suyos. Jesús no rechazó a su familia a pesar de que esta si lo rechazaba. Él nunca les cerró las puertas es por esto que vemos a María a los pies de Cristo en la cruz. (Juan 19.25). 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Juan 17. Dios no desea que seamos gente aislada que solo se relaciona con los “buenos”, con los “nuestros”. Estamos en el mundo para ser sal y luz. Aunque no nos guste o nos traten mal, Dios nos ha dejado y enviado al mundo a ser embajadores de su Gracia.

¿Que sucedió?

¿Qué sucedió con los amigos y familiares de Jesús?

De los amigos y coterráneos de Jesús no sabemos muchos, como dijo Simeón en el templo: “He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel”. (Lucas 2.34). Algunos habrán creído en Jesús, otros no. Pero veamos específicamente qué sucedió en la familia de Jesús de la cuál si tenemos escritos en la Palabra.
Después de la resurrección de Jesús se nos presenta una imagen muy distinta: “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado. Cuando llegaron, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. Hechos 1.12-14. Los que no creían en él ahora creen y oran. Es más uno de ellos llega a convertirse en apóstol: “pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” Gálatas 1. 19. Otro en misionero “¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una hermana por esposa, como hacen también los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?”(1º Corintios 9.5).
No se si tu familia o vecinos y amigos creerán en Cristo, espero que si, tampoco nos corresponde determinar esas cosas. Solo se que ellos necesitan que nosotros seamos fieles al llamado que Dios nos ha hecho y así ser los proclamadores de su amor hacia el mundo pecador.
También se que puedes recurrir a Cristo una y otra vez para crecer y afirmarte en el pacto de Gracia que Dios ha hecho contigo. Ahora salgamos confiando en la Palabra de Dios que nos dice: 16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, 17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, 18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Hechos 26:16-18