sábado, 31 de mayo de 2008

3º Domingo de Pentecostés. 01/06/08

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

3º Domingo de Pentecostés

“Jesús escoge a sus discípulos”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Oseas 5:15-6:6

La Epístola: Romanos 4:18-25

El Evangelio: Mateo 9:9:

9 Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió. 10 Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? 12 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 13 Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

Sermón

El Señor escoge a aquellos que le siguen, doce son los electos, le acompañarán por tres años donde tendrán un entrenamiento intensivo y aprenderán directamente de él. Luego, once de ellos irán al mundo para hacer discípulos a todas las naciones, sufrirán adversidades y aun la muerte.
No hay necesidad de ponerse como candidato, Él hará la elección. Tu no te propones, Él te llama.
En el evangelio de hoy, el Hijo de Dios tiene opciones de llamar a discípulos entre dos grupos muy diferentes. Por un lado, está Mateo, un funcionario del gobierno opresor, cobrador de impuestos. En su tiempo libre, Mateo solo puede reunirse con otros recaudadores de impuestos y “otros pecadores notorios”, ya que es rechazado por gran parte de la sociedad. Si escoge a Mateo o a uno de los suyos, tendrá a una persona aborrecida, rechazada por el pueblo y pecadora, que no puede ganarse el favor de Dios. Por otra parte están los fariseos, estos son personas serias, estrictas, pasaron años estudiando de la Palabra de Dios. Constantemente están hablando de Dios y van por la vida mostrando como se puede ganar el favor de Dios. Si Jesús selecciona a un fariseo, él tiene a un hombre que ya es disciplinado, culto y religioso. Pero aquí vemos que Jesús escoge a Mateo.

1. La gracia de Dios y Mateo: El Señor elige a Mateo y no sólo lo elige sino que además va y come con Mateo y con sus amigos “pecaminosos”. Los fariseos se escandalizan y se sienten indignados: ¿Si éste es el Salvador, cómo puedo hacer tal cosa? Ellos piensan así porque creían que:

a. Las personas ganamos el favor de Dios cumpliendo su voluntad.

b. Por consiguiente, Dios ama a aquellos que hacen su voluntad, y los ama más que a aquellos no la hacen. O para ponerlo de otro modo, aquellos que cumplen la Ley de Dios son “más salvos” que aquellos que no lo intentan. Los fariseos son expertos en intentar guardar la ley, de hecho, la han incrementado. Por ejemplo, el Señor había ordenado que se descanse en el día sábado. Los fariseos llegaron a decir cuántos pasos se podían dar antes de que la persona esté cansada.

c. Naturalmente, un fariseo era una mejor elección que un recaudador de impuestos. De todos modos, Jesús escoge a Mateo.

Ante esta elección, los fariseos reaccionan. En primer lugar, desprecian a Mateo, por su oficio y su reputación. Pero luego de esta elección desprecian más a Jesús. Esta reacción no es porque no escogió a uno de ellos. No, el problema, según ellos lo ven, es que él obra en contra de sus creencias. Ellos tienen su propio plan de salvación y su plan es que ellos ofrecen sus buenas obras a Dios como un sacrificio agradable para ganar su favor. Pero si Jesús come con pecadores en lugar de comer con ellos es porque es un salvador que no está de acuerdo con su plan. Él tiene piedad de aquellos a quienes aborrecen, ofrece auxilio y reconforta a sus enemigos. Él es una amenaza porque cuestiona su confesión de fe, sus creencias y doctrinas. ¿Cómo puede hacer tal cosa? Se preguntaban.

Jesús le explica a los fariseos: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”. Imagine que un doctor declara que sólo atenderá a personas en perfecto estado de salud: “Entre en mi oficina, recuéstese y déjeme hacerle algunas pruebas y tal vez le lleve a cabo alguna cirugía. ¡Usted está perfectamente saludable y voy a curarle!”. Es una idea ridícula, ¿no cree? Las personas saludables no tienen que estar curadas: ya están libres de enfermedades.
Si bien esta situación es algo poco usual, hay otra que no lo es y que se repite muchas vece. Uno que está enfermo y que se rehúsa a admitir su enfermedad. En vez de recurrir a un doctor que le puede ayudar, persiste en que “no necesito a un doctor, porque no estoy enfermo. Los doctores no son para personas saludables y estoy saludable”. Parece absurdo, pero algunos no admiten que están enfermos, aún cuando es claro que están enfermos de gravedad. Aquí vemos un punto importante: Por más positivo que se pueda ser o por más que se niegue la enfermedad, esto no se quita, aún existe. Los doctores, en realidad, no ayudan a las personas saludables que no los necesitan. Así como no pueden ayudar a las personas que no admiten que están enfermas, ayudan a quienes reconocen que necesitan su atención médica. Es por esto que tenemos al Salvador. Él ha venido a salvar a las personas pecadoras que están desahuciadas por sus pecados. Él no vino para morir por las personas santas, inmaculadas, justas. En primer lugar, esas personas no existen. Por otro lado, si existiesen dichas personas no necesitarían que Él muriese para limpiarlos de sus pecados.

Jesús murió por los pecadores. Él fue la cruz para morir por los pecados de mundo. Pero mientras él muere por todos, no todos se salvan. ¿Por qué? Por que muchos dirán: “Está bien y es bueno que Jesús muera por los pecadores: Ellos lo necesitan. Pero yo no soy pecador, al menos no tan pecador como para que él necesite morir para relacionarme con Dios. No estoy enfermo, así es que no necesito que me sanen".
Pero que opines así, no quiere decir que así sea. Muchos insisten en que no están enfermos con el pecado. Muchos mantienen que son buenos porque mantienen una actitud positiva. Pero uno no puede deshacerse del pecado solo con desearlo. Uno necesita ser curado de esa enfermedad.
Es por esto que Jesús dice “Misericordia quiero, y no sacrificio”. Muchos tratan de llegar al cielo ofreciendo un sacrificio de buenas obras, buenos pensamientos, porque creen que no son tan pecaminosos. Creen que pueden presentarse ante Dios y decirle: “Mira Señor lo que he hecho, ¡He hecho cosas buenas! ¡Por eso no soy tan pecador! ¡Por eso no necesito que alguien me salve! Puedo salvarme por mí mismo”.

El Señor no desea tales sacrificios. De hecho, le ofenden. Cuando alguien declara ante Dios que es bastante bueno para hacerlo por sí mismo, le está diciendo que el sacrificó de su Hijo fue hecho sin causa justificada, porque puede salvarse por si solo. Despojando al Hijo de Dios de su gloria y ofendiendo al Padre.

Dios tiene piedad de los hombres. Es por eso que él sacrificó a su Hijo, juzgándolo en la cruz en nuestro lugar. Él ha dado a su Hijo el castigo que merecíamos a fin de que nos pueda dar lo que no merecemos: La Gracia Salvadora. Por la bondad de Jesús, el Padre Eterno declara: “Sus propias obras no le salvan, no pueden. Mi Hijo le ha salvado. Él ha vivido y ha muerto por ti. Lo he levantado de los muertos para darle vida. No le salvé por sus propios esfuerzos sino por los de mi Hijo”. Esto es lo que él quiere decir cuando declara, “Misericordia quiero, y no sacrificio”.

Todo esto es el porqué Jesús llama a Mateo y no a uno de los fariseos. Los fariseos no lo quieren a él y ni a su misericordia, si bien es verdad que le necesitan. Pero siempre y cuando ellos confíen en sus propios esfuerzos y sacrificios, no tienen la necesidad del sacrificio de Cristo, siguen perdidos en sus pecados.

Por consiguiente Jesús come con los pecadores. Él no come con ellos para hacer que sus estilos de vida pecaminosos sean aceptables. Él reprenderá los pecados como cosa abominable a los ojos de Dios. Pero estos pecadores no hacen el intento de ganar la salvación por sus propias obras. Algunos no hacen intento porque se pierden en sus pecado y no tienen ganas de arrepentirse. Pero algunos no hacen el intento porque saben que no pueden compensar sus pecados. No confían en ellos mismos ni en sus sacrificios. Por lo cual están listos a confiar en Jesús como el sacrificio por los pecados de mundo.

Así es que Mateo pasa de recaudador de impuestos a discípulo, luego a apóstol. Él humildemente registra la llamada del Evangelio que luego publica por la inspiración del Espíritu Santo a fin de que pudiésemos gozarnos de la misericordia de Señor. Los recaudadores de impuestos comprenden de números y cómo tienen que ser pagadas las deudas. Por la gracia de Dios, Mateo cree que él no puede pagar la deuda de sus pecados y por la gracia de Dios, confía que Jesús le perdonará todos ellos.

Eso por esto que los cristianos llegan a serlo. En vez de señalar sus sacrificios, sus intentos para complacer a Dios, confiesan sus pecados y se gozan de su misericordia. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” Salmo 51:17.

El deseo de confiar en nuestros sacrificios es fuerte. Nuestra vieja naturaleza pecaminosa no quiere que confesemos nuestros pecados y mucho menos prefiere que creamos en la gracia de Dios. El mundo está bastante de acuerdo con esto, tratando de convencernos que nos salvamos solamente siendo buenos sin necesitar de Cristo. Dentro de la cristiandad, se vuelve un poco menos obvio, pero no quiere decir que no exista.
Algunas iglesias le dirán que junto con el perdón de Cristo se ganará el favor de Dios y la salvación por las obras que hace y el número de oraciones que realice. Fácilmente comprendemos este error. Pero hay una versión mucho más sutil dentro de la Iglesia hoy día, uno que entra poco a poco y con demasiada frecuencia: Es la idea de que tienes que creer en él para salvarse. Eso suena muy inocente y nadie lo discutirá. Pero lo que realmente se quiere decir con esto es que Jesús ha muerto por ti y ha hecho su parte. Pero ahora queda por hacer vuestra parte: Tiene que elegir creer en él. Cuando haya hecho esa decisión será salvo.

Pero ¿esta diferencia es importante? Claro que sí. Si debes tomar una decisión para creer en Jesús, quiere decir que debes ser lo suficientemente conciente para entender. Debes aprender una cierta cantidad de conocimientos a fin de que sea una decisión informada. Debes ser lo suficientemente responsable para querer entender lo que dices. En otras palabras, para salvarse, debe ofrecer un sacrificio, aprender y confesar.
Jesús declara “Misericordia quiero, y no sacrificio”. Él nos salva porque es compasivo, no porque vivamos, aprendamos y sepamos qué quiere decir. Esto es para nuestro bien y certeza de salvación. Para que apreciemos esta sutil diferencia : ¿si nosotros debemos ser lo suficientemente concientes para entender, cómo podemos asegurarnos de que somos lo suficientemente concientes para comprender? ¿Si debemos saber una cierta cantidad de cosas, cómo podemos asegurarnos de que sepamos bastante? ¿Si nos salvamos por nuestra sinceridad, cómo podemos asegurarnos de que seamos lo suficientemente sinceros? ¿Si nos salvamos por nuestros sacrificios, cómo podemos asegurarnos de que hayamos sacrificado bastante? Puede parecer no tener importancia ahora, pero lo tendrá en su lecho de muerte.

“Misericordia quiero, y no sacrificio” dice el Señor. Nunca podemos estar seguros de nuestros esfuerzos, pero podemos tener la seguridad de hay uno que sí es suficiente: Cristo ha muerto por todos nuestros pecados. Él ha sido levantado y le otorga el perdón de todos sus pecados. Si todos sus pecados son perdonados, el trabajo está hecho y por ello es que tienes fe, vida y esperanza. No por algo que haya hecho, sino porque él ha hecho todo y eso es suficiente.
Esto es lo que aprendemos de cuando nuestro Buen Pastor nos llama por nuestro nombre. Esto lo hace por medio del Bautismo, allí él viene a nosotros, nos llama. Él nos une con su sacrificio para limpiar nuestros pecados. Él nos une con su muerte y resurrección de entre los muertos. Él nos otorga su rectitud, su vida y su fe. Él no hace estas cosas porque hayamos hecho un gran sacrificio o incluso uno pequeño. Él ha hace estas cosas porque él es compasivo, porque así es como él tiene piedad de nosotros.

Incluso dentro de la cristiandad, muchos objetan ¿Cómo afirman que el bautismo hace cosas tan grandes en bebes que ni siquiera tienen un año de vida? La cuestión es si los bebes ¿Debe entender el por qué lo alimentan antes de que sus padres puedan darle su comida? No, si bien ellos no tienen idea de qué hace la comida, aún así los beneficia. ¿Deben comprender el concepto de frazadas y ser arropados antes de que se los protejan del frío? Nuevamente NO. ¿Si están enfermos, deben comprender lo que el doctor hace, o cómo puede la medicina curarlos, antes de que sean tratados? Otra vez, la respuesta es no.

El Señor provee comida, ropa y la medicina para ellos y nosotros en esta vida y nos beneficiamos aun sin que sepamos cómo lo hace. El Señor provee fe, perdón y vida en el Bautismo por siempre. Asimismo nos beneficia aunque en su momento non hayamos comprendido el cómo.
Esto es afirmado por las palabras de Jesús: “Misericordia quiero y no sacrificio”. Lo que nos dice es que un niño no debe ser lo suficientemente conciente para entender antes de que pueda creer. Él dice que todos nos salvamos por un sacrificio. No debemos ofrecer sacrificios para entender que el Señor tiene piedad de nosotros.
Es fácil entender esto en un infante. Lo que debemos creer es que esto también es verdadero para los adultos. Somos salvados y permanecemos así solamente por la misericordia del Señor.
Porque Dios nos ama nos da estos años de la vida. Hemos aprendido y continuamos aprendiendo las enseñanzas de la fe de no a ganarnos el favor de Dios, porque el Señor ya nos revelándonos y dándonos su gracia por medio del Verbo encarnado, no sea que nuestra ignorancia nos desvíe hacia una falsa enseñanza. Creemos porque Dios ya nos favorece por Jesús y así es por él que nos da la fe para creer.

Recuerda que nos salvamos solamente por la misericordia del Señor, no por nuestros esfuerzos. Somos congregados por la obra de Dios. En la liturgia decimos “Señor, tenemos piedad de nosotros”. Por este verso de la liturgia, reconocemos que no podemos impresionar a Dios con nuestras obras y nuestros sacrificios. Estamos aquí porque no podemos salvarnos. Por consiguiente, reconocemos que estamos aquí a fin de que el Señor pueda tener piedad en nosotros y salvarnos solamente por su obra y su gracia.
Alégrate porque así como recitamos “Señor ten piedad”, no es porque estamos tratando de persuadirle, para hacerle entrar en razón. Estamos de acuerdo con él, es lo que él viene a hacer, no viene a medir nuestros sacrificios, sino para tener misericordia de nosotros. Y porque él esta aquí para tener piedad de nosotros, es que puedes estar seguro de esto: Eres perdonado de todos sus pecados en nombre del Padre y del Hijo de Dios y del Espíritu Santo. Amén

Atte. Pastor Gustavo Lavia.

sábado, 24 de mayo de 2008

2º Domingo de Pentecostés. 25/05/08

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17


2º Domingo de Pentecostés

“Jesús nos envía al Espíritu Santo”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Deuteronomio 11:18-21, 26-28

La Epístola: Romanos 3:21-25, 27-28

El Evangelio:

Mateo 7:15-20

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20Así que, por sus frutos los conoceréis.

Sermón

Introducción

Todos estarán al tanto de los falsos policías de Coslada. Vestían uniforme, estaban acreditados oficialmente con placas y armas, pero aún así eran falsos. Falseaban su oficio. Debían velar por el bien y la seguridad de los ciudadanos, pero como aves de rapiñan les amargaban la vida. Los extorsionaban, robaban, presionaban, humillaban, etc. Esos eran los frutos que comían los vecinos de su labor policial.

Lo falso es peligroso. Lo falso corrompe. Lo falso es nocivo. Lo falso va contra lo verdadero. Engaña. Priva de lo original al que cae en sus trampas. Lo falso tiene el fin egoísta de beneficiarse de algo a través de la simulación, el ocultamiento, la imitación pero siempre es en desmedro de otro. Por esto nos dice Cristo hoy tan clara y enérgicamente: GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS.

¿De dónde nace la falsedad?

El diablo es un mentiroso farsante. En Edén falseo la Palabra de Dios con el malicioso objetivo de hacer caer a la creación de Dios en pecado. Porque el diablo “ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Jn. 8:44
Como consecuencia de la obediencia que Adán y Eva le prestaron a las mentiras con las que Satanás los sedujo contra la Palabra que Dios, el corazón humano perdió la verdad. Por lo tanto todos, sin excepción vivimos en apariencias, engaños, falsedades, disimulos, etc. Pues “de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos,… el engaño… Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”. Mr. 7:21

¿De dónde viene la verdad?

Para dar libertad a la humanidad prisionera del pecado heredado y del engaño al que Satanás la somete ha venido Cristo: la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Jn. 1:17. Cristo mismo es la verdad: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Jn. 14:6
Jesús nos da esa verdad para que la conozcamos y la vivamos. Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Jn. 8:31-32. Por eso Cristo pide al Padre: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Jn. 17:17. En la Palabra de Dios radica nuestra libertad, pues es ella la que nos habla de la obra de redención que Cristo y sólo ella nutre la fe que nos ha sido dada. Cristo es el todo de la doctrina y todas las doctrinas hablan de la salvación gratuita que nos logró.

Hay una verdad de Dios. Las diferentes doctrinas bíblicas que Dios nos presenta en su Palabra son verdad. Pero no hay verdades diferentes sobre una misma doctrina. Lo que hay son falsas doctrinas. Esto es porque Satanás, que es el príncipe del engaño, sigue diseminando mentiras: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. 1ª Pedro 3:8.

Su objetivo de ataque es la iglesia, el conjunto de los creyentes que se reúnen en torno a la Palabra y los Sacramentos, pues es “la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. 1ª T. 3:15. Satanás siempre ataca la verdad. Por lo tanto ten por seguro que los ataques vendrán pero la iglesia “prevalecerá” Mt. 16:18
Para tal propósito la estrategia de Satanás va en dos direcciones: 1. Lanza sus flechas encendidas abiertamente desde afuera de la iglesia en contra de ésta y la Palabra de Dios. 2. Lo hace encubiertamente con apariencia cristina. De esta última estrategia nos habla el Evangelio de hoy.

Los profetas falsos

El mayor esfuerzo del I+D+I del diablo va dirigido a promover falsos profetas. Ahí invierte tiempo.
Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras… Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado. 2ª Pedro 2:1-2. Ver también Mateo 24:11, 1ª Timoteo 1:3-7

Si el diablo se nos presentase con un rabo con punta de flecha, cuernos, de color rojo y con un tridente en la mano, no sería difícil reconocerle, ya que esa es la imagen que nos hemos hecho de él. Pero lo falso se camufla e imita para intentar confundirnos. Muchos nos asociaron la imagen del diablo con el tabaco, el baile descontrolado, el alcohol, etc. Pero el Diablo es mucho más peligroso que eso. ¿Qué cuando el diablo, disfrazado de profeta, con su traje arregladito y bien peinado se sube a un púlpito y comienza a predicarnos? ¿Qué cuando dejamos a nuestros niños en sus manos para que los eduquen?

Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras. 2ª Co. 11:13-15
¡Cuidaros! ¡Guardaros! ¡No os expongáis a ellos!

Al diablo lo que siempre le ha interesado es el rol de profeta más que las actitudes y acciones en sí mismas. Estas vendrán como consecuencia de su enseñanza. Que Eva comiera del fruto prohibido fue consecuencia de que antes el diablo había hecho su trabajo de falso profeta. Y cuando Eva le creyó, en ese mismo instante ya había caído. Luego vino la acción de comer. Los frutos de un profeta no son como muchos interpretan comportamientos externos. Estos son imitables. Incluso Pablo nos habla de “fe no fingida” (2ª T. 1:5) dando a entender que algunos pueden fingir hasta la fe ante los hombres. El ser amable, bondadoso, etc., no son garantía de verdad. Aunque es cierto que estos adjetivos adornan a los cristianos, hay algo inimitable: la verdad misma.

Tener cuidados no es estar paranoicos. Tener cuidado es estar atentos tomándonos en serio la advertencia de Cristo. Escudriñar y contrastar las Escritura (Hch. 17:11). No creer a todo espíritu Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 1ª Jn. 4:1. No porque te digan “yo también soy cristiano” o te digan “hermano” o lleven una cruz o un pez como pegatina en su coche es garantía de nada. Eso es perfectamente asumible por un falso profeta. Eso es falsificable.

El ecumenismo (la búsqueda de la unión entre las distintitas denominaciones cristianas) barato que se nos vende hoy día no es más que eso: un caldo de cultivo para que los falsos profetas campen a sus anchas. “Somos todos iguales” “lo importante es Cristo”, “tenemos un mismo Dios”, eso suena bien e incluso nos costaría rebatir esta idea sin miedo a ofender una verdad bíblica. Pero: ¿Qué Cristo es ese en el que tú crees? Hablemos de él, de su obra, de cómo se hace presente, como te rescata, etc. A ver si no estamos hablando de personas diferentes. Pues también hay falsos cristos, y ya no hablo de personas físicas, sino de concepciones falsas de Cristo que moldean una imagen incorrecta de él y te lo presentan como el verdadero Cristo cuando en verdad es falso.

¿Cómo reconocerlos?

Lo que de ninguna manera es asumible para un falso profeta es la verdad, la doctrina pura. Ahí se retuerce y se revuelca. Eso es lo único que no puede asumir, ya que si lo asume deja de ser falso profeta. Justamente ahí se entabla su lucha. Su trabajo consiste en rebatir, con sutilezas, medias verdades, generalidades ambiguas, con artimañas emocionales, racionales, paranormales, las que hagan falta, las doctrinas puras y verdaderas de Dios.
Satanás no se espanta con crucifijos, ni con chillidos, y lejos de huir de las Escrituras, las usa falsamente. Los falsos profetas usan la palabra de Dios y parten de ella para falsearla. Satanás para tentar a Cristo utilizó textos bíblicos descontextualizados, mal interpretados y falsamente aplicados a la persona de Cristo.

Hay una anécdota que ilustra la manipulación. Se dice que un entusiasta exaltado de estos impuso a Dios el mecanismo de que cada mañana al abrir su biblia y al azar marcar con su dedo una porción bíblica, Dios debía darle un mensaje puntual para él en ese día. Una mañana abrió su biblia y su dedo reposó sobre Mateo 27:5 “Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó”. Al quedar confuso con lo que Dios quería decirle con esto abrió nuevamente la biblia y su dedo marcó Lucas 10:37 “Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”.

Los frutos de los falsos profetas son sus enseñanzas distorsionadas. El Oficio de los profetas es dar a conocer la Palabra de Dios. Por lo tanto el falso profeta hablará falsedades en nombre de Dios y con su palabra en la mano. Ellos saben que “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina”. Permanecer y perseverar en la sana doctrina trae sufrimiento, marginación, burlas, rechazos. La presión que Satanás mete es mucha. Tanto que algunos terminan cediendo.
Pero tú ten presente que si alguien insinúa que “debes hacer para que Dios te de”, si te dicen que Cristo sí pero también la virgen, los santos u obras te ayudan a la salvación de tu alma, si te dicen que los niños no pueden tener fe, o que no deben ser bautizados, que el bautismo no regenera, que el ser humano tiene que dar un paso decisivo hacia Dios y aceptarlo, si en la Santa Cena no está el cuerpo y la sangre de Cristo contradiciendo así abiertamente su palabra, ten por seguro que esos son frutos. Y ten por seguro que son falsos engaños frutos.

¿Cómo nos resguardamos?

Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque… con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos. Ro. 16:17-18. Ver Gálatas 2:4-5
Por todo esto los luteranos tenemos comunión cerrada, porque nos tomamos muy en serio la advertencia de Jesucristo. Hay muchos lobos disfrazados de ovejas que lo que quieren es devorar tu fe en la verdad de Cristo. No siempre lo hacen abiertamente sino poco a poco van carcomiendo los fundamentos de la fe con sutilezas aparentemente inofensivas, pero que a base de repeticiones van calando y formando criterio y doctrina. Por esto tenemos claramente definidas las doctrinas bíblicas y contrastadas con la Palabra. Por eso promovemos la educación en la Plabra. Sabemos dónde Satanás con sus falsos profetas atacan. Jesús nos lo ha dicho.
Así como hay falsos profetas, falsos cristos, falsos cristianos, falsas iglesias, también hay falsos luteranos. Éstos últimos usan este nombre para engañar y sacar provecho de la credulidad de algunos. Sacan rédito del renombre que le pueda dar la figura de Lutero, aunque en verdad no crean en las doctrinas bíblicas que Lutero defendió hasta su muerte. Aquí en España ya empiezan a asomar su cabeza algunos. ¡Guardaos de ellos!

¿Qué hacer ante las falsas doctrinas?

Debemos distanciarnos claramente de ellas y denunciarlas. No podemos consentirlas o tolerarlas ya que nos haríamos partícipes de ella. Pero a su vez debemos enseñar la verdad con toda paciencia y benignidad. Lamentablemente hay muchos engañados y los responsables máximos son los falsos profetas que dicen falsas doctrinas. Hay mucha gente “evangélica o romana” que nunca oyó otra cosa. “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. 2ª T. 4:1-5 “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”. 1ª T. 4:16

Verdaderos profetas de Dios

Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. He. 13:17 Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios... lean He. 13:7-9. 1ª T. 5:17-18

Lamentablemente nuestra naturaleza pecadora nos hace darnos cuentas cuando ya no los tenemos la bendición que Dios nos ha dado cuando nos envía hombres fieles para pastorear a la iglesia. ¡Valorad cuando tenéis líderes y profetas de la verdad, pura y plena, pues no sabéis el tesoro y lo afortunado que sois! Lo que sobreabunda hoy son los falsos profetas y lo que escasea son profetas verdaderos fieles a la Palabra a pesar de lo anti popular que esto sea. Dad Gracias por ellos para que nos os llegue el día que anunció Amós 8:11-12: “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán.
Debemos pedir en todo tiempo que Dios nos envíe profetas que proclamen su verdad. Debemos dar gracias a Dios por los pastores que dedican su tiempo a proclamar y enseñar esta verdad y velan para que ella siga entre vosotros. Son un regalo valioso y debéis apoyarlos y velar por ellos. Y debemos también enseñar y preparara cada uno en la iglesia para que se nutra de la verdad de Dios. Fortificaos en su Palabra y Sacramento. Amén.

sábado, 17 de mayo de 2008

Domingo de Trinidad 18-05-08

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

DOMINGO DE TRINIDAD

“La Fe en el Dios Trino”

Textos del Día:

Primera Lección: Génesis 1:1-23

Segunda Lección: 2 Corintios 13:11-14

El Evangelio:
Mateo 28:16-20

“16Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén


Sermón

Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su unigénito Hijo, nuestro Señor. Y creo en el Espíritu Santo.

La fiesta de hoy se llama “el Domingo de la Santísima Trinidad”. Fueron razones de mucho peso, y una necesidad muy grande, las que impulsaron a la iglesia a disponer que esta fiesta fuese celebrada, cada año, a fin de que mediante dicha celebración se reconociera y conservara este artículo de nuestra fe. Pues los cristianos creemos que hay un solo Dios, y este único Dios es Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y este artículo es lo básico y principal de nuestra fe, como lo ponemos de manifiesto al orar: “Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; y en Jesucristo, su Hijo unigénito, nuestro Señor; y en el Espíritu Santo”. Si falta uno solo de estos artículos, está perdido todo.

En tiempos antiguos, en los días de Arrio[1], se suscitó a este respecto una violenta controversia. Todos los considerados santos y poderosos, emperadores, reyes y obispos, se dejaron arrastrar por la herejía. Apenas dos obispos[2] se mantuvieron fieles a la doctrina sana, todos los demás adhirieron a la herejía de Arrio. Pues parece tan natural, y concuerda tan bien con lo que nos dice la razón humana, que haya un Dios único y además, es la pura verdad. Pero lo que la razón no puede concebir es cuando tú dices que hay un solo Dios, y luego añades que este único Dios tiene consigo al Hijo y al Espíritu Santo. Esto -objetan- es hacer de un solo Dios, tres dioses. Y se vienen con pasajes bíblicos como Deuteronomio 6 (v. 4): “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, y recalcan que en las Escrituras se lee por doquier que los profetas advirtieron al pueblo que no levantaran otros dioses sino que se quedaran con el Dios único. Esto le entra a la razón sin ninguna dificultad. Aquel otro artículo empero del Dios Trino no lo puede admitir. Por eso los turcos[3] y los judíos se obstinan contra nosotros y dicen que no hay en la tierra gente más execrable que los cristianos, que predican que hay un solo Dios, y en realidad adoran tres dioses. Ellos en cambio se jactan de ser el verdadero pueblo de Dios, y dicen que lo que nosotros enseñamos acerca de Dios, es tan disparatado como el sostener que en un mismo bogar pueda haber tres jefes. Así se burlan de nosotros los judíos. Algunos hay, si, que se convirtieron, y que se dieron la apariencia de que querían hacerse cristianos, pero al fin siguieron en sus creencias anteriores.

Es por esto que la iglesia ha dispuesto que se celebre esta fiesta para que en el día de hoy se trate este artículo, a fin de que permanezca en vigencia entre los cristianos. En caso contrario, si no se lo trata siempre de nuevo, bien pronto podría ocurrir que los falsos profetas nos seduzcan a abrazar la fe de los turcos. Y ya veréis que algún día, esto volverá a suceder. Si el diablo no logra sofocarnos mediante el papa y por la fuerza de las armas, tratará de introducir en nuestras filas predicadores deshonestos y malvados que atacarán este artículo, como ya lo están haciendo algunos. Antes, cuando la palabra del evangelio estaba proscripta, el diablo no obstaculizó mayormente la predicación de este articulo. Pero ahora, al ver cuánto daño le estamos causando, buscará una forma de incomodarnos de nuevo, si bien la doctrina acerca del Dios Trino ya no será lacerada con tanta saña como en tiempos de Arrio, a la inversa de lo que ocurre con los sacramentos, que también sufrieron ataques ya en el pasado, pero no tan furiosos como los que tiene que sufrir ahora[4]. Sin embargo, en el Apocalipsis se nos asegura que “el Cordero los vencerá” (cap. 17:14).

1. La fe en el Dios Trino se funda exclusivamente en la palabra divina. Las cavilaciones de la razón nos inducirán a la incredulidad.

En primer lugar, lo que urge ante todo es que se excluya a la razón humana, y que se evite tratar de dilucidar con ayuda de ella este artículo. Ahí tenemos a los herejes: ellos quisieron comprender a toda costa cómo es posible que en una sola deidad haya tres personas -y cayeron en el error. Esa es la manera como Satanás le presenta a uno la palabra de Dios, y pregunta: ¿Cómo concuerda aquí lo uno con lo otro? Así lo hizo con Eva al preguntarle: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1). Y Eva, nuestra madre, en este momento no dio mayor importancia a la palabra de Dios. Entonces, Satanás le abrió los ojos con su pregunta insidiosa: ¿Por qué Dios habría de prohibir que se coma de este árbol? Ahora, Eva se puso a reflexionar acerca de esta cuestión y quiso discutirla con Satanás, y ahí mismo, él logró seducirla. Por consiguiente, no nos creamos tan sabios, y cuidémonos de querer investigar lo divino con la razón humana. En cuanto al artículo del Dios Trino, lo único que debe oírse y decirse es la palabra de Dios, lo que él mismo dice con respecto a la Trinidad. En este sentido observa Hilario: “¿Quién puede hablar con más propiedad acerca de Dios que él mismo?”[5].Qué es Dios, y qué no es, nadie lo sabe mejor que él mismo. El que intente presentar definiciones mejores, obscurecerá las cosas o las empeorará, o hará que los demás las entiendan menos aún que antes. Por cierto, no hay hombre en la tierra que sepa decirnos qué quiere Dios, y qué es Dios en su verdadera esencia. Por consiguiente debemos oírlo de él mismo, y expresarlo con sus propias palabras. Mas si queremos saber cómo concuerdan las cosas en Dios, estamos perdidos junto con Eva y todos los herejes. Por eso, cállese la razón, y abra los oídos, y escuche lo que Dios nos dice.
También los eruditos deben sujetarse a las Escrituras.

Los eruditos por su parte, los que tienen que disputar con los herejes, tienen que leer el Evangelio según San Juan y las cartas de Pablo. Allí oirán que hay un solo Dios, y no obstante, un ser divino tal que como Padre, tiene consigo al Hijo y al Espíritu Santo. El Hijo, así como también el Espíritu Santo, es una persona con él, vale decir, en él. No están separados uno del otro como están separados Dios y las criaturas, sino que Padre, Hijo y Espíritu son Dios en sí mismo. Este Dios es el que se dirige a nosotros mediante la palabra[6]; de lo contrario, nadie podría haber tenido noticia acerca de lo que hay en el interior del ser divino. Ahora empero oímos que su esencia es tal que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es el solo y único Dios, y que no hay otro Dios sino este Uno. Y este Uno tiene tres personas, y no obstante, indivisas en una misma esencia divina[7], sólo que son tres personas distintas, las que, sin embargo, llevan uno y el mismo nombre y hacen una y la misma obra. En Juan 5 (v. 21) leemos: “Como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida”. Estas palabras son una prueba irrefutable de que el Hijo es Dios; pues realiza la obra divina de dar vida a los muertos. Los judíos entendieron correctamente que con esto, Cristo se hacía igual a Dios, razón por la cual procuraban apedrearle (Juan 5:18). Sin duda, el tener vida en sí mismo (Juan 5:26) es una obra que por su naturaleza puede atribuirse exclusivamente a Dios. De la misma manera, también el Espíritu Santo da vida; así lo afirma Pablo (en Romanos 8:11): “El Espíritu que mora en vosotros vivificará vuestros cuerpos mortales”. Satanás puede matar; pero vivificar y crear -esto no lo puede hacer ningún ángel, ni otro ser creado alguno. Muchos otros pasajes semejantes a éstos hallarán los eruditos en las Sagradas Escrituras, pasajes que evidencian que los nombres y las obras de las tres personas de la Santísima Trinidad no admiten división ni separación.

El laico aténgase a lo que dice el Credo.

Pues bien: en lugar de querer penetrar con nuestra mirada en el interior de la Majestad divina, debemos prestar oídos a lo que Dios mismo nos dice. ¡No atendáis a lo que sostienen los que se jactan de iluminaciones directas del Espíritu, al margen de las Escrituras[8]. Esto lo recomiendo encarecidamente a los eruditos a quienes les incumbe defender nuestra fe. También los laicos hacen bien en participar de esta defensa; sin embargo, al común de los cristianos sencillos les basta con decir: Creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Con la misma fe con que crees en el Padre, cree también en el Hijo; y con la misma fe con que crees en el Hijo, cree en el Espíritu Santo. Esto será tu armadura, la más sencilla y a la vez la más fuerte. Contra ella, nadie puede argumentar nada; porque las palabras del Credo expresan con inequívoca claridad que tú crees en el Hijo igualmente como en el Padre. Ningún otro empero puede ser el objeto de nuestra fe sino el Dios único. Toda la Escritura es un elocuente testimonio de que no se debe creer en hombres; ante todo, no debes confiar en ninguno como que pudiera ayudarte a alcanzar la vida eterna. A los hombres hay que amarlos, sobrellevar con paciencia sus debilidades, aunque fueren muchas. Pero la vida eterna y el perdón de los pecados los obtendrás sólo por el hecho de creer en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta fe te da todo lo que se nos promete en el Credo. Pues si el Hijo no fuera Dios ni lo fuera el Espíritu Santo, no tendrías perdón de los pecados ni vida eterna. Mas como el dar perdón y vida eterna es una obra que se atribuye a cada una de las personas de la Trinidad, consecuentemente cada una de ellas es Dios. Y como con la misma fe adoras al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, consecuentemente hay “una fe, una vida eterna, un bautismo” (Efesios 4:4-6). Y por eso mismo hay un solo y único Dios; porque este honor de ser el que perdona los pecados y resucita a los muertos, no lo puedes tributar sino al verdadero Dios, puesto que ni un ángel ni tampoco Satanás pueden darte tales cosas. Ni tampoco está escrito que puedas esperar de los hombres lo que el Credo atribuye a Dios.

II. La fe en el Dios Trino está profundamente arraigada en la iglesia. Su perduración en la iglesia es testimonio de su invariable vigencia.
Esto ha sido la confesión unánime de toda la Iglesia por más de 1.500 años; y aunque el papa obscureció el significado del Credo, no obstante Dios hizo que quedaran intactas las palabras del mismo, por amor de los que permanecieron fieles en la fe. Siendo pues que esta confesión perduró en la iglesia por tanto tiempo, y sin que nadie haya podido desacreditarla, ella constituye para ti el fundamento en que puedes basarte sin temor alguno. Arrio se levantó contra ella; todos los reyes, emperadores y príncipes la hicieron objeto de sus ataques. Todos ellos yacen postrados en tierra; pero este artículo de la fe, tan ajado y desprestigiado, permanece aún en pie, y permanecerá para siempre. Sea pues tu fundamento el que puedas decir: “La fe que yo confieso reza así: Creo en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a causa de la vida eterna y del perdón de los pecados. Todo esto lo espero del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, pues así es como Dios habla de sí mismo.” De esta manera permaneces en Dios y puedes tratar con él, y además puedes decirte: “Lo que yo confieso ahora, lo viene confesando la cristiandad entera ya durante siglos y siglos, a despecho de la oposición de tanta gente -casi cinco docenas de herejes- y de todos los poderosos y sabios de esta tierra. Por lo tanto, lo que la iglesia cristiana ha conservado con tanto celo, también yo quiero creerlo”[9]

También la fórmula bautismal da testimonio del Dios Trino.

La segunda confirmación para tu fe en el Dios Trino puedes derivarla del bautismo. En este sacramento recibimos de parte de Dios, que se llama Padre, Hijo, Espíritu, el perdón de los pecados. Así lo observáis en el acto del bautismo; todos los niños son bautizados de la siguiente manera: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, y esta práctica, común en toda la cristiandad, se ha conservado en forma invariable; aun hoy, todos son bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Por lo tanto, di: “Mi bautismo se basa en que me fue aplicado no sólo en el nombre del Padre, ni sólo en el nombre del Padre y del Hijo, sino en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, porque así reza la fórmula bautismal. Y este Padre, Hijo y Espíritu Santo es un solo Dios, un solo Creador, un solo Señor y Rey, y sin embargo, hay tres personas distintas en ese único Ser y Nombre. Si el Hijo y el Espíritu Santo no fuesen Dios, se estaría blasfemando de Dios y se le estaría deshonrando, porque se estaría atribuyendo el nombre .y la obra de Dios a uno que no es Dios. Pues así leemos en el libro de Isaías (42:8): ‘Dios no quiere dejar a otro su gloria y su nombre’; y no obstante, ambos los deja al Hijo y al Espíritu Santo. De esto concluyo: o tiene que haberse equivocado la cristiandad entera, o aquellas tres personas son el Dios único y verdadero, puesto que así como el Padre da vida en el bautismo, la da también el Hijo y el Espíritu Santo.”
Con esto tienes, por lo tanto, dos fuertes armas contra Satanás. Dile sin más ni más: “Primero: no entro en discusión contigo; porque al hacerlo, me inducirías a querer defender el evangelio y la palabra con raciocinios humanos. Antes bien, he sido bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y me quedaré con lo que ha perdurado ya tanto tiempo. En segundo lugar: Mi fe que confieso tiene una base firme: Creo en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Mediante esta fe obtengo el perdón de los pecados y la resurrección de entre los muertos; porque esto, perdón y resurrección, no lo puede efectuar nadie sino el solo Dios. Y si bien lo efectúa en mí por los medios del bautismo y de la predicación, no obstante es él, Dios, el que lo efectúa.” Vencer a Satanás y dar la vida eterna son por lo tanto obras divinas. Quien da tales cosas, es Dios. Y ¿quién nos las da? ¡Tú, Padre, Hijo y Espíritu Santo!

No disputes, pues, sino aférrate a la palabra. Y no olvides que tienes dos buenos testigos: primero, el Credo, y segundo, el bautismo. Con esto defiéndete, persevera en ello, y así podrás resistir a Satanás. Y así terminemos la meditación sobre este tema.

Sermón para el Domingo de la Santísima Trinidad. Fecha: 4 de junio de 1531.

Martín Lutero





[1] Arrio, presbítero de Alejandría (m. en 336) sostuvo que Cristo es un ser que fue creado de la nada y elevado por Dios al rango de Hijo a causa de sus sobresalientes cualidades morales. Arrio y los arrianos negaban por lo tanto la divinidad de Cristo. Su doctrina, tras haber causado estragos en la iglesia durante largos años, fue condenada como herética en el Concilio Ecuménico de Nicea, año 325, convocado por Constantino el Grande,
[2] Uno de ellos era Pafnucio, a quien Lutero menciona repetidas veces como modelo del hombre que defiende la verdad aun contra los personajes más poderosos y sabios de esta tierra.
[3] En el uso idiomático de Lutero, turco es sinónimo de mahometano.
[4] Respecto de la doctrina acerca de los sacramentos del bautismo y la santa cena, Latero estaba en oposición no sólo a la teología católica, sino también a lo que enseñaban Zuinglio, los iluminados y los anabaptistas. (Véanse también los datos bibliográficos de la Nota 3 del Sermón 5, página 67).
[5] Hilario, De Trinitate, y 21 (Migne II 117): “A deo discendum est, quid de Deo lntelligendum sit” = lo que se ha de entender en cuanto a Dios, debe aprenderse de Dios mismo.
[6] Juan 1:14
[7] Comp, el Credo Atanasiano: “Y la verdadera fe cristiana es ésta, que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y la Trinidad en la unidad; no confundiendo las personas, ni dividiendo la substancia.”
[8] El término empleado en el original es Schwermeri, latinización del alemár Schwarmer = “fanáticos”, como se traduce a menudo, o mejor: “iluminados”
[9] Esta última oración se encuentra sólo en el Códice Nuremberguense.

martes, 6 de mayo de 2008

7º domingo después de Resurrección. 04-0-07

Estamos en el de tiempo de Pascua de resurrección, que se extiende hasta Pentecostés. La palabra hebrea Pascha tiene el significado de Pasar (por alto o de largo), y rememora la preservación de la vida de los primogénitos judíos en la décima plaga en Egipto Aquí la iglesia cristiana medita sobre la implicancia de la muerte y resurrección de Cristo en la vida de los seres humanos que creen en Él. Se conmemora que Cristo liberó al mundo de la esclavitud del pecado y de la muerte. Esta fiesta se celebra hasta el domingo de Pentecostés.


“Jesús nos muestra la Gloria del Padre entre nosotros”

Textos del Día:

Primera Lección: Hechos de los Apóstoles 1:1-14

Segunda Lección: 1 Pedro 4:12-17, 5:6-11

El Evangelio:

Juan 17:1-11a

Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; 2 como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 3 Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. 6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. 11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti.

Sermón

Gracia, misericordia y paz sean hacia vosotros de parte de nuestro Padre Dios y nuestro Señor, Jesucristo, quien fue levantado en la cruz para que podamos tener perdón, vida y salvación en su nombre. Amén.
En el Evangelio de esta mañana, encontramos lo que se ha dado en llamar “La oración Sacerdotal de Jesús”. En ella Jesús comienza diciendo, “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti”. La hora ha llegado, recordemos que Jesús está en el huerto de Getsemaní en la noche de Jueves Santo. En breve será arrestado en dicho huerto, será atado, sometido a un juicio fraudulento, recibiría burlas e insultos, lo escupirán y lo golpearán hasta dejarlo casi muerto. Finalmente, será sentenciado morir en la cruz, donde finalmente sería levantado. Al día siguiente, Jesús sacrificara su vida, como paga por tus pecados, los míos y los de todo el mundo.
En este contexto de sufrimiento, burla, humillación y muerte, es interesante ver qué es lo que Jesús le pide a su Padre “glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti”. ¿A qué se refiere Jesús con la Gloria de Dios? Jesús procede a hablar de esa gloria en el versículo 4 de nuestro texto cuando dice: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”. La obra de redención fue completa. Es por eso que al morir en la cruz Jesús exclamó: “Consumado es” (Juan 19:30). El plan de Dios para nuestra salvación, fue consumado en su totalidad a través de la vida, muerte y la resurrección de nuestro Señor y nuestro Salvador, Jesucristo.

En la segunda parte de su oración sacerdotal, Jesús ora por sus discípulos. En esa oración manifiesta algo muy raro a su Padre, le dice que: “he sido glorificado en ellos”. La pregunta que surge con esta lectura del evangelio es “¿Cómo sucede esto de que Jesús es glorificado en sus discípulos?”. ¿Cómo fue eso que los discípulos de Jesucristo le glorificaron y así llevaron gloria al Padre Eterno? Cuando comprendamos cómo es que ellos manifestaron la gloria de Dios, sabremos cómo es que nosotros glorificamos a Dios el Hijo y manifestamos la gloria del Padre.
Los Discípulos Glorifican su nombre por el camino que marca la Palabra de Dios
Hay dos puntos principales de nuestro texto que nos traen la respuesta a la pregunta: ¿Cómo es esto? Ante todo, los discípulos glorifican el nombre de nuestro Señor por la relación que tienen con la Palabra de Dios. Jesús dice “7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron”. Es curioso pero los disipulos de Dios existimos doblemente gracias a la Palabra, porque llegamos a ser discipulos de Jesús por medio de la misma Palabra que nos ha dado la vida.

El capítulo seis del evangelio de Juan es uno de esos capítulos en la Biblia que me intrigan. Porque en ese capítulo, Jesús habla de sí mismo y dice: “Yo soy el pan de vida”. En el comienzo del sexto capítulo tenemos la historia de la alimentación de los cinco mil. Los cinco mil hombres, que si se hubiese contado a las mujeres y niños la cantidad de personas reunidas para ser atendidas se podría estimar en al menos quince mil.
¿Por qué traigo a colación el capítulo seis de Juan? Porque allí vemos la gran popularidad de Jesús. Las personas viajan, y se reúnen en grandes grupos para estar con él. En aquel capítulo las personas aún quieren oír lo que él tiene para decirles. Juan mismo nos dice que después de la alimentación de los cinco mil, las personas quisieron hacer de Jesús su rey (Juan 6:14-15). Y estaban dispuestas a hacerlo incluso por la fuerza. Pero Jesús tenia bien claro que él estaba entre nosotros para llevar a cabo una obra más importante que la de liberar a un pueblo de su esclavitud temporal, siempre tuvo muy presente que su misión era la manifestar el amor de Dios, liberando al mundo de la esclavitud y muerte eterna, como él mismo nos dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Al oír estas palabras, nos imaginamos que ellas produjeron un alivio y paz en los oyentes. Cómo no lo haría el saber que tenemos la buena noticia de que Dios ha enviado a su Hijo a este mundo a vivir, morir y resucitar por nosotros para que pudiésemos tener vida eterna y tener la seguridad de que en el día final seremos levantados de la tumba para vivir con Dios por la eternidad. Pero es interesante lo que ocurre en los oyentes de tal noticia. Dentro de sus corazones, de aquellos que quisieron hacerlo Rey, se produce un cambio de estado de ánimo y de actitud hacia Jesús. Lo que sigue en el relato del capitulo seis de Juan verso del texto dice, “41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.”(Juan 6:41).

Hacia el final del capítulo seis, muchas de las personas que seguían a Jesús lo abandonan. Básicamente, lo que ha ocurrido es que han rechazado su palabra, han rechazado la Palabra de Dios. Jesús mirando a quienes habían permanecido todavía con él, les pregunta, “¿Queréis acaso iros también vosotros?” (Juan 6:67). A lo que Pedro responde: “¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Juan 6:68)
Lo que quiero resaltar del capitulo seis de Juan es que Jesús no compromete su enseñanza para mantener a las personas con él, no cambia sus postulados teológicos para que la sociedad se sienta cómoda y satisfecha. No se deja llevar por la aparente gloria que recibiría al tener miles de seguidores si lo hacían rey a cambio de adaptar la Palabra de Dios a las conveniencias y opiniones sociales. No hizo una encuesta para adaptar sus doctrinas a la voz del pueblo. Él pregonó la verdad de la Palabra de Dios y luego las personas tuvieron que decidir si ellas se aferraban a su mensaje o lo rechazaban. Pero él no comprometió la verdad de Dios para ganar popularidad o adeptos. Él siempre proclamó la Verdad de Dios. Por esto la manera en que los discípulos dan gloria a Jesús y glorifican al Padre, es la manera que tratan y se relacionan con la Palabra de Dios, la forma en que la aceptan y la manera en que la enseñan. Para Dios este es un asunto muy importante. El cual no debe ser tomado a la ligera o negado como se hace en muchos círculos cristianos hoy en día. Ya que son sus enseñanzas las que producen la fe salvadora en las personas y la que mantiene y fortalece dicha fe.

En el Antiguo Testamento, tenemos a varios profetas que habían tergiversado la Palabra de Dios y el Señor trae advertencias muy severas acerca de esa actitud, especialmente las encontramos en el libro de Jeremías. Donde Jeremías escribe lo que el Señor le dice: “El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Jehová” (Jeremías 23:28). Note que Dios dice “mi Palabra verdadera” en contraposición de “los sueños” de algunos profetas que pueden ser reales pero que no tienen nada que ver con la voluntad de Dios. Lo que tenemos en las Sagradas Escrituras es nada más ni nada menos que la Palabra de Dios, fuera de ella solo tenemos suposiciones, dudar e inventos humanos. Para glorificar a Dios, es importante tener presente cómo utilizamos es Santa Palabra. Con anterioridad a Jeremías, Dios, habló a través de Moisés, dando estas instrucciones: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordene.” (Deuteronomio 4:2). Todo aquel que desea glorificar a nuestro Dios, deberá utilizar su Palabra correctamente, aceptando esto de no agregarle cosas que pensamos que deberían estar allí, ni quitarle cosas cuando leemos u oímos cosas que no nos gustan que estén allí. Nosotros debemos dejar la Palabra tal cual está y gozarnos por lo que nos dice la misma Palabra de Dios. El mismo Jesús en el evangelio de Marcos acusa a los fariseos de haber inventado leyes que Dios no había dado y de someter a las personas a ellas como si fueran divinas, “invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas. (Marcos 7:13)

No cambiamos el mensaje de Dios, ese mensaje que nos recuerda repetidas veces cómo el pecado nos separara de Dios, cómo el pecado destruye nuestras relaciones, nuestra vida y finalmente cómo por el pecado merecemos la condenación eterna. No cambiamos ese mensaje, porque es el mensaje de Dios para la humanidad. Y no cambiamos el mensaje de Dios que nos dice que ese Jesucristo es el Salvador, el único Salvador. Él es el único camino, la única verdad y la única vida. No hay otro camino al Padre Eterno que no sea por medio del Hijo de Dios. Pablo escribe a los corintios “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. 2 Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios.” (2º Corintios 4:1-2) Glorificamos a nuestro Señor y Salvador y glorificamos a nuestro Padre Eterno, cuándo utilizamos correctamente esa Palabra que nos fue dada. No cambiamos el mensaje de Dios, sino que el mensaje de Dios nos cambia a nosotros.

Los Discípulos Glorifican a su Nombre viviendo en concordancia con la Palabra de Dios
Es así que los discípulos manifiestan la gloria de Dios por la forma que enseñan y proclaman la Palabra que Dios nos ha dado. Otra de las maneras en que los discípulos manifestamos la gloria de Dios está marcada por la manera en que vivimos regidos por esa Palabra de Dios.
Una vez más en nuestro texto, Jesús, hablando de sus discípulos, dice: “6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra”. ¿Puede apreciar el amor que Jesús tiene hacia sus discípulos, una especie de orgullo en su obediencia? Él sabe cómo tendremos que luchar contra el mundo, el diablo y con su propia carne. En aquella época como ahora Jesús no siempre fue muy popular, pero lo importante es que los suyos sigan prendidos a él por medio de su Palabra. Jesús se enorgullece realmente de ellos. Él es consciente de que en breve ellos van a abandonarlo, que Pedro va a negarle tres veces. Pero aún así Jesús ora por ellos, él habla de cómo han vivido según la Palabra, de cómo han obedecido al Verbo Eterno.

En Mateo capítulo cinco, tenemos esas palabras familiares de Jesús: “16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Pero ¿Qué es esa luz que debe brillar delante de los hombres? Esa luz es nuestra fe, la fe que Dios nos ha dado, manifestándose en nuestro modo de hablar, en lo que hacemos a diario, por la manera en que interactuamos con otras personas, por la manera en que perdonamos a otros las ofensas, por modo en que amamos a quienes nos rodean. Cuando vivimos según la Palabra de Dios, cuando dejamos que nuestra luz brille, eso glorifica a Cristo Jesús, eso glorifica al Padre Eterno. Cuando no hacemos eso, cuando permitimos que nuestro viejo hombre asuma el control de nuestra vida y afloran en nosotros los malos los deseos de nuestra mente o cuándo tenemos pocos deseos de perdonar o no estamos dispuestos a amar a Dios y al prójimo, deshonramos el nombre de nuestro Dios.
Pablo, en la carta a los romanos, escribe sobre esas personas que estaban tan preocupadas acerca del cumplimiento de la ley. Él dice: “Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? (Romanos 3:23). Imagino que cada uno de nosotros puede pensar las veces que en nuestras vidas las personas nos han visto deshonrar a nuestro Dios por la manera en que hemos hablado, por el modo en que nos hemos reaccionado ante algún hecho concreto, por lo que hemos hecho y dicho, esto ha causado daño en nuestro testimonio y en permitir que la luz de
Dios brille ante ellos.

En la primera lección del hoy, oímos de como Jesús estaba listo para ascender al Cielo. Allí él dijo a sus discípulos, “me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.8). Al aplicar estas palabras vemos que somos llamados a ser testigos de Dios, allí mismo donde nos encontramos, en nuestra casa, en el barrio, la comunidad, el país y también en todo el mundo. Por la fe estamos llamados a glorificar a nuestro Dios por la forma que proclamamos y enseñamos su divina Palabra y por la manera en que vivimos nuestras vidas según ese Palabra. Quiera Dios bendecirnos y guiarnos a fin de que la luz de su Palabra brille en nuestra proclamación, enseñanza y vidas. Quiera Dios guiarnos a su encuentro con él diariamente en la lectura o audición de su mensaje, guiarnos al encuentro de su Palabra proclamada en los mensajes dominicales y guiarnos al encuentro con su presencia real en la Santa Cena, a fin de nutrirnos, ser transformados y salir enriquecidos para vivir y glorificarle con toda nuestra entera. Amén.

Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Colosenses 3:15-17

Atte. Pastor Gustavo Lavia