lunes, 7 de julio de 2008

8º domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“Jesús nos enseña sobre los distintos terrenos”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Isaías 55:10-11

La Epístola: Romanos 8:18-25

El Evangelio: Mateo 13:1-9, 18-23

Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga.

Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

Sermón

Es interesante, y a veces sorprendente, cómo personas reaccionan al escuchar una noticia. Mucho depende de la perspectiva de la persona que oye lo que ha pasado. Una buena noticia para una persona puede ser algo trágico para otra. Por ejemplo, en una convención de la iglesia, cuando anunciaron que un señor ganó como presidente, muchos de los participantes se levantaron y aplaudieron, y luego cantaron Adoremos a Dios. Por otro lado, algunos se quedaron sentados con caras largas y bocas cerradas. Quizá no fue una demostración del amor cristiano, pero así somos los seres humanos. Tenemos varias perspectivas, y a veces una buena noticia para mucha gente puede ser un desastre según el punto de vista de otros.

En nuestro evangelio de hoy, vemos como nuestro Señor Jesucristo se sentó en una barca al lado de la playa para enseñar a la gente sobre el reino de Dios. Jesús, como de costumbre, habló en parábolas. Decimos que una parábola es una historia terrenal con un significado celestial. Y cuando Jesús hablaba en parábolas, su propósito fue enseñar cómo son las cosas en el reino de Dios. ¿Qué podemos esperar? ¿Cómo será el reino? ¿Cuáles son las características en el reino de Dios? Aquí, vemos que Jesús, a través de la parábola de sembrador, nos ensaña sobre el
tema de:

¿CÓMO REACCIONAMOS A LA NOTICIA DEL EVANGELIO?

Y aquí Jesús describe cuatro respuestas posibles:
I. Algunos no lo creen.
II. Algunos creen pero tropiezan por las pruebas.
III. Algunos creen pero se desvían por las tentaciones del mundo.
IV. Y algunos permanecen en la fe a pesar de pruebas y tentaciones.

La manera didáctica de Jesús es muy comunicativa. Solía usar ilustraciones e historias de la vida
diaria de los oyentes. El reto para nosotros hoy en día es entender el significado de las parábolas, pues el estilo de vida de hoy ha cambiado considerablemente desde hace dos mil años. Si tú has tenido experiencia con la agricultura es posible entender mejor esta parábola del sembrador. En aquel entonces fue común sembrar, especialmente un grano como trigo, tirando las semillas sobre la tierra. No fue como hoy, cuando los agricultores usan equipos estratégicos muy científicos y bien calculados para producir la mejor cosecha posible tomando en cuenta científicamente las características de la tierra, el fertilizante que se puede usar, el clima, y un montón de factores que impactan el fruto que el terreno produce.

En aquel entonces, los agricultores no tenían estos equipos ni habían descubierto toda la ciencia que hoy en día es parte crítica de la agronomía. Y así que, un sembrador salía caminando por su terreno, tirando la semilla a mano. Naturalmente, algunas semillas caían en lugares no muy fructuosos o productivos, donde la semilla no brotaba, o si brotaba, no tenía raíces o nutrientes suficientes para perdurar o sobrevivir.

Así que, en primer lugar, Jesús habla de la semilla que cae “junto al camino.” Bueno, ¿cuál es la característica de la tierra junto al camino? Es duro. La semilla queda sobre la tierra seca y no germina. Además, está totalmente expuesta a los pájaros que rápidamente vienen a comerse las semillas.

Por supuesto aquí Jesús no se refiere a semillas literalmente, sino al hecho de que en el reino veremos que habrá personas que no pueden recibir el mensaje del evangelio, pues sus corazones son duros. Han tenido la oportunidad de escuchar el evangelio, pero en verdad no penetra sus corazones. Posiblemente lo consideran, pero rápidamente lo rechazan. Es porque sus corazones son duros.

Es triste cuando una persona no se deja convencer. Cuando una persona no ve la necesidad de arrepentirse y recibir el mensaje de perdón, vida y salvación. Generalmente tal persona no está convencida del pecado en su propia vida, pues, si una persona no reconoce la situación ante Dios en la cual se encuentra apartado de Jesús, no verá tampoco la necesidad del evangelio.
Había un joven, lo vamos a llamar Pedro, que no pudo recibir el evangelio. Era buena genta, gracioso, cortés, amable, amigo de todos. Pero rechazaba el evangelio a pesar de los intentos de su amiga de persuadirle a recibir a Cristo como su Salvador. La conversación duró por más que tres años. Decía, “Yo creo en un Dios, pero no veo porque me exigiría creer en Jesús.” Finalmente su amiga se dio cuenta del problema—Pedro no necesitaba oír tanto el evangelio sino la ley de Dios. Es decir, hablar más y más del evangelio no tenía impacto o significado porque Pedro no veía su situación verdadera ante Dios.

En su caso, finalmente al entender porqué fue necesario que el Hijo de Dios se hiciera hombre y viviera una vida perfecta por nosotros, y muriera por nosotros, más resucitara por nosotros, la palabra del evangelio tuvo su impacto, como dice en Isaías, y fue “prosperada en aquello para que la envié,” y Pedro, podemos reportar, hoy en día goza de la plena confianza de que sus pecados quedan perdonados y su salvación está garantizada y puede gozar de la vida en abundancia que Jesús nos promete.

Pero, según Jesús nos enseña aquí, no será así en todos los casos. Habrá quienes rechazan el reino de Dios, que, en la dureza de sus corazones, lo ven, como dice San Pablo, como “tontería.” Dios no quiere que sea así, porque sabemos también que él no desea que “ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (1 Pedro 3:9). Pero así es en el reino de Dios, y aunque no nos gusta, no debemos sorprendernos, ni afligirnos a nosotros mismos, cuando vemos tal dureza. Porque así es en el reino.

En segundo lugar, Jesús habla de la semilla que cae sobre los lugares rocosos, “los pedregales,” donde hay poca tierra y la semilla pronto brota, pero, también pronto se seca y muere porque no hay mucha tierra y agua. En el centro del país de Canadá, hay lugares dónde la tierra no está muy profunda, y lo que queda debajo de un poco de tierra son piedras y rocas. Es impresionante ver cuán alto los pinos allá llegan a ser. Son inmensos y bellos. Pero a menudo hay una tempestad y un viento fuerte, y los pinos no tienen como mantenerse en pie y fácilmente se caen, porque no tienen profundidad de raíces para sostenerlos frente al viento.
Es algo semejante en el reino de Dios. Jesús, cuando usa el ejemplo de la tierra rocosa, está hablando de personas que reciben el mensaje del evangelio, y aun lo reciben “con gozo,” pero cuando llega el momento de enfrentar las pruebas a causa del evangelio, como su fe no está bien enraizada, prontamente comienzan a cuestionar la validez del evangelio. Prontamente comienzan a dudar. Prontamente comienza a decirse, “¿Cómo puede ser que el evangelio es ´poder de Dios´ y me pasan estas cosas?”

Creo que todos hemos visto esta tragedia cuando una persona ha recibido el evangelio, pero luego comienza a dudar, y las dudas finalmente se conviertan en un rechazo completo del mensaje del evangelio. Podemos pensar en la iglesia primitiva, cuando vinieron las persecuciones de los emperadores romanos tales como Nerón, Domiciano y otros sobre los cristianos. En los primeros dos siglos después de Cristo, miles y miles de los cristianos murieron en lugar de negar a su Señor Jesucristo. Por otro lado, había muchos que no se mantuvieron firmes ante las amenazas de los oficiales romanos de: o renunciar a Jesucristo o morir.
Dicen que hoy en día hay miles de personas alrededor del mundo que perseveran en la fe a pesar de amenazas y aun la muerte. La organización “La Voz de los Mártires” afirma que ha habido más personas perseguidas por su fe en Jesucristo en los últimos cien años que en toda la historia anterior del cristianismo. Pero hay otros que flaquean en su fe, no porque sufren amenazas de muerte, sino simple y sencillamente porque no quieren sufrir las burlas y críticas de los demás. O sea, la persecución más sutil a veces es suficiente para causar que unos tropiecen en la fe porque la palabra no está bien enraizada en ellos. Lo hemos visto también.

En tercer lugar, Jesús habla de la persona que ha oído la palabra, la recibe, la cree, pero las distracciones del mundo, el afán de este siglo, como dice el texto, llega a ahogar la fe de tal persona. Es fácil caer en esto, porque la verdad es que nosotros los seres humanos naturalmente nos preocupamos por cosas como la comida diaria, el hogar, nuestra salud, el bienestar de nuestros hijos o familiares. Y muchas veces cuando tenemos una dificultad que enfrentar, buscamos en todos lados por una solución, o nos preguntamos, “¿por qué a mí?”
Es interesante que en el idioma inglés, la palabra para decir “preocupación” o “ansiedad,” [worry] viene de la palabra que significa “ahogarse.” Cuando estamos preocupados, es como ahogarnos, y estamos paralizados—incapaces de funcionar. Esto, a pesar de que Jesús nos enseña que no nos preocupemos, pues Dios tiene los cabellos de nuestras cabezas contados.
También es fácil creer que las cosas materiales nos van a satisfacer a largo plazo. Es cierto que Dios nos ha dado Su creación, y la ha declarado “buena,” y podemos y debemos disfrutar de las cosas de este mundo, pero no en un sentido absoluto, sino que reconociendo que son bendiciones de Dios, y que finalmente no nos van a satisfacer o dejar contentos en sí mismas, sino que nuestra satisfacción y nuestro contentamiento vienen de Dios.

Así que Jesús finalmente habla de la semilla que cae en la buena tierra, y esa semilla brota y
produce fruto treinta veces, o sesenta veces o cien veces. Esto representa la persona que recibe la palabra de Dios y permanece en ella, se mantiene en la fe, en la obra de Cristo. Es la persona que sigue confiando en Jesucristo en medio de las burlas, y aun persecuciones, y que recuerda que su seguridad y confianza en la vida vienen del evangelio, y no del engaño de las riquezas mundanas. Es la persona que confía con San Pablo en Cristo, como dice, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef. 1:7).

El mensaje de esta parábola es importante porque a veces nos cuesta ver que tantas personas rechacen el mensaje de Dios. Nos da lástima ver que personas que han recibido el mensaje, aparentemente con gozo, luego se aparten de lo que han creído y confesado al enfrentarse con pruebas. Nos puede incluso causar dudas a nosotros mismos, los creyentes, sobre el poder del evangelio. Nos puede desanimar y desalentar al ver que el reino de Dios no viene con la potencia o la fuerza tal como nos gustaría ver según nuestra perspectiva humana. Pero podemos recordar las palabras del Profeta Isaías en nuestra lección del Antiguo Testamento de hoy, quien nos comunica la promesa de Dios respecto a Su palabra: “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.”

Aun cuando dudamos de la veracidad y del poder del mensaje que Dios tiene para con nosotros, aun cuando sentimos como Elías en los tiempos pasados, quien fue a esconderse en la cueva porque según su punto de vista, era casi el único fiel en la tierra, podemos recordar que aunque la palabra no permanecerá en todos, estos asuntos del reino están en las manos de Dios, quien nos promete que Su palabra no saldrá en vano, sino que será prosperado en aquello para que la ha enviado.

Descansemos en esta parábola de Jesús hoy. Descansemos en el conocimiento que el mensaje del evangelio es poderoso para con nosotros, y que podemos tener la confianza y seguridad de nuestra salvación, y que a pesar del hecho que algunos no lo recibirán, su palabra es poderosa y eficaz, y ha prosperado en nosotros, y seguirá consolando y animándonos en todo momento. En nombre de Jesús. Amén.

Profesor Douglas Rutt