domingo, 26 de octubre de 2008

24º domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17
Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“Jesús nuestro Señor nos llama s su servicio”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Malaquías 3:14-18

La Epístola: 1ª Tesalonicenses 3:7-13

El Evangelio del día: Mateo 25:14-30

14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. 15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. 16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. 17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. 18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. 20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. 21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. 23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. 29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Sermón

Jesús, tú Señor, te ha llamado a su servicio.

La palabra “servir” se ha llenado de connotaciones negativas. ¿Quién quiere servir y ser considerado un siervo? Preferimos usar otras palabras hoy día. Pero en el Reino de Dios nos ennoblece ser considerados siervos, ya que nuestro Señor es Jesucristo al cual servimos con amor y alegría. No es un problema para nosotros, ni una deshonra. Pues nuestro Señor nos ha enseñando el verdadero sentido del servicio con su propia vida, incluso él mismo dijo que: “no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” Mt. 20:28

Sin ser empleados en el servicio del Reino de Dios somos mendigos que vivimos en la miseria, marginados de todo bien espiritual. Somos esclavos del amo de turno que quiera explotarnos.

Pero el Señor nos rescata del sinsentido de la vida y nos llena de contenido, significado y vocación. Nos perdona, nos limpia, nos viste y nos da una nueva vida. Nos emplea y nos da todo.

Nos dice quienes somos, quién nos creó y para qué, nos hace parte de su Reino y nos hace útiles a él prometiéndonos al final de esta vida terrenal una vida eterna en plena paz y amor. Nos pone a su servicio. Nos da una ocupación, un trabajo. Servimos para algo más que andar pululando sin más por este mundo. Nos hace comprender y nos hace parte de sus su realidad. Ahora “Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” Ro. 14:7-8 Y esto porque “El amor de Cristo nos constriñe… y él por todos murió, para los que viven, ya no viva para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. 2ª Co. 5:14-15

Sabemos a quién servimos. Sabemos cuáles son nuestras tareas y los intereses de nuestro Señor por los cuales tenemos que velar: Predicar el evangelio en toda su pureza y dimensión. Los siervos de Cristo tenemos la Palabra de nuestro Señor, en la cual debemos meditar para saber qué es lo que él quiere que hagamos y así coger motivación. Él no les confío sus bienes y la tarea de invertirlos a otros, sino a sus siervos. En esta parábola tú tienes que verte e identificarte con el siervo del Señor Jesucristo. Él te ha confiado sus bienes y te ha dado una responsabilidad.

Ahora deberás examinar ¿Cuál de las actitudes de los siervos de la parábola es la tuya? Todos los seres humanos servimos a algo o a alguien. A nuestros propios intereses, a las ideologías, al sistema, al diablo o a Cristo. Por la fe que se te ha dado en el Bautismo tú sirves a Dios.

¡Reconócete siervo y sirve con alegría!

Distribuyó según su capacidad

El Señor no repartió los talentos a todos por igual y esto no supuso ningún problema entre los siervos. El orgullo, la envidia, los celos o rivalidad no deben ser parte de los siervos, sino la humildad de aceptar y valorar con alegría lo que el Señor nos entrega. Muchos pasan sus vidas tristes por lo que no tienen, perdiendo así la oportunidad de disfrutar y trabajar con lo que sí se les ha dado. El Señor nos da lo que sabe que podemos llevar, porque junto con el talento nos da la capacidad de administrarlo. Cuando alguien administra algo para lo cual no tiene la capacidad idónea, pronto vemos como termina la cosa. Dios te ha dado sus bienes según tus capacidades para que los administres sabiamente. No te disperses pensando en lo que no tienes, sino invierte el tiempo en trabajar con lo que sí tienes porque “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” 1ª T. 6:6

¿Qué son los talentos?

En su origen Talento era el plato de una balanza. Luego talento pasó a llamarse a la moneda de curso legal en Grecia y Roma. Muchos coinciden que fue la parábola de Jesús la que le dio el significado que nosotros heredamos hoy. Un talento pasó a ser, en el lenguaje cristiano, un bien de Dios que nos ha sido confiado por Él para invertirlo en este mundo en beneficio del trabajo de su Reino.

La Biblia dice que “Del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo, y los que en él habitan”. Sal.

24:1. Incluso todo lo que tenemos nos es dado por Dios ya que “Nada hemos traído a este y, sin duda nada podremos sacar” 1ª Ti. 6:7. Por eso los cristianos atribuimos a Dios todos los bienes que nos da. Job lo reconoció diciendo: “Dios dio y Dios quitó” y en 1ª Cr. 29:14 leemos: “Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos”. ¡El Señor nos colma con sus bienes! “Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”.

Nuestra vida es un bien que nos ha sido dado por Dios para que la administremos e invirtamos correctamente. En ella se nos dan muchas cosas como el tiempo, el trabajo, la esposa/o, los hijos, etc. Todo ello debe ser visto como bienes que nos han sido dados a nuestra custodia. Es nuestra responsabilidad velar por ellos.

También tenemos vocaciones para servir en nombre de Dios a esta sociedad. Tanto si eres electricista como ingeniero, si te dedicas a la educación o a trabajar en los quehaceres de la casa, tienes una tarea que hacer, una vocación que cumplir encomendada y confiada por tu Señor.

Debemos tomárnoslas muy en serio y realizarlas como si para Dios fueran. “y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”. Col 3:23-24

Como cristianos debemos reconocer que el primer bien que se nos ha dado es el tesoro de la fe.

La confianza en Cristo es algo que no hay que esconder por los miedos que nos puedan infundir en este mundo. Necesitamos poner esa confianza, y multiplicarla: “aumentar nuestra fe” en el ejercicio diario de la lectura, la oración y el testimonio. Esta fe nos ha sido dada por el oír la Palabra. La Palabra también es un bien de Dios que se nos ha puesto en nuestras manos, no para enterrarla, ni tampoco distorsionarla, sino para difundirla. Es nuestra responsabilidad como siervos anunciar el Evangelio de nuestro Señor. Dios también nos ha dado diferentes dones para ponerlos al servicio de la iglesia. ¡Piensa en ello, descubre cuál es el tuyo y ejercítalo!

No olvidemos que el Espíritu Santo también produce frutos en nosotros: “El fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” Gál. 5:22-23

¿Qué está produciendo nuestra vida? Somos pacificadores o producimos odio, rivalidad, conflictos, etc. El Espíritu Santo nos dota de habilidades y de frutos. ¡No los enterremos sino pongámoslo al alcance de este mundo!

¿Invertir?

¿Qué debemos hacer con nuestros talentos? ¿Cuál es nuestra misión? Esto de ser inversores nos suena a negocio, y por lo general no deseamos mezclar la fe con los negocios. Pero lo importante es saber distinguir entre los negocios en el Reino de Dios y los negocios en este mundo. Las estrategias, valores, motivaciones y ambiciones son distintas. Con estos negocios no buscamos engrosar nuestros bienes, prestigio y poder, sino los de Señor sirviendo en amor, entrega y renuncia a uno mismo. Nuestra tarea es poner en circulación, es decir invertir en el mundo, aquel tesoro que nos fue confiado. Necesitamos invertir el Perdón de Cristo, el Amor de Cristo, la Fe que nos ha sido da, La Palabra de Cristo, todo ese valioso capital no debemos enterrarlo. Cuando tú perdonas a tu vecino, cuando le anuncias el Evangelio, cuando ayudas al necesitado, cuando pones paz en una situación, cuando elevas una plegaria por alguien, cuando cantas un himno y lo haces por y en nombre de Cristo, estás invirtiendo los bienes del Señor y eso repercute en ganancia: “Poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud, a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Si tenéis estas cosas y abundan en vosotros, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. 1ª P. 1:5-8

Nuestro campo de inversión es el mundo, nuestra sociedad, nuestro barrio, nuestra familia.

¡Invierte tiempo y esfuerzos para propagar el Evangelio, en el cual se encuentran todos los bienes que podemos recibir!

Las dos actitudes.

Los dos primeros siervos no perdieron el tiempo. Tenían clara su tarea y con gran amor y entrega se dedicaron a ella. Tenían una motivación muy buena. Se habían tomado muy enserio el servicio a su Señor y lo hacían como si aquello fura suyo. Trabajaron con los talentos y eso redundó en más bienes para el Reino de su Señor. Amaban a su Señor y querían servirle de la mejor manera buscando sus intereses. Pero el último ocultó el dinero de su Señor. Reconoce que no es suyo. Pero a su vez actúa con miedo. Prefiere ocultar y enterrar antes de exponer.

La hora de las cuentas

“He aquí el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” 2ª Co. 6:2. Ahora es el momento de trabajar con los bienes que Dios nos ha dado para su Reino. Hoy es el día. “Mañana”, cuando regrese el Señor, habrá que hacer cuentas. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por lo tanto no seáis necios sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” Ef. 5:15-16. Debemos redimir el tiempo. Si el siervo infiel escondió el talento ¿a qué dedicó el tiempo que debía dedicar a producir con ellos?

Los tres siervos de la parábola tienen bien claro que los bienes no son suyos sino de su Señor y que les fueron confiados a ellos para que lo administren en beneficio del Reino. ¡Hay que entregarlos! ¡Hay que hacer cuentas!

Nada de lo que tú tienes te pertenece. Ni siquiera el aire que respiras es tuyo. Lo coges prestado.

Dios te lo ofrece a través de su creación. Ni siquiera la vida es nuestra, sino que nos ha sido dada.

¿Cómo administramos nuestra vida, nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestros pensamientos para que repercutan en beneficio del reino de Dios? Pues de eso se trata la parábola, del reino de Dios y no de construir nuestro propio reino en este mundo.

El Señor deja un tiempo antes de regresar. Ese tiempo le llamamos de Gracia. Es un tiempo de posibilidades, pues cuando el Señor regrese ya no las habrá. “Ahora es el tiempo acepto”. La cosecha está lista. Se necesitan trabajadores en la mies. ¡Es tiempo de coger los bienes de nuestros Señor y ponerlos en el mercado! ¡Anímate!

La recompensa: No importa cuánto, importa qué hacemos con ello.

Que el Señor te declare “bueno y fiel” ya es toda una recompensa. Fiel es una palabra muy importante en el lenguaje bíblico. La fidelidad es algo de un valor incalculable. Dios es fiel.

Siempre es fiel a su Palabra. A sus promesas. A nosotros. No rompe un pacto o un acuerdo jamás. La fidelidad requiere un pacto. Entre el Señor y sus siervos hay un pacto claro establecido. “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. “Yo te puse por luz a las naciones”. “Vosotros sois sal y luz”. Somos “pueblo adquirido por Dios para anunciar sus virtudes”. La Palabra está llena de declaraciones de Dios hacia nosotros y promesas de fidelidad: “yo estaré contigo todo los días”.
El buen siervo no se mide por la cantidad que ha recibido, sino por la fidelidad a su Señor que ha demostrado en el uso de lo que se le ha confiado para administrar. Por eso en el Reino de Dios no debe haber rivalidad por “cuanto”, pues lo que importa es la fidelidad en lo que se nos da. Si no eres fiel en lo poco ¿Cómo lo serás en lo mucho? Si eres negligente con lo que se te confía, con lo que no es tuyo ¿cómo pretendes que se te confíe más?

Hay que notar que la recompensa es la misma tanto para el de cinco como para el de dos talentos: “entra en el gozo de tu Señor”. El Señor no mide por la grandeza de los bienes confiados, sino por la fidelidad del siervo. Eso es lo que mira Dios. “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de vida”.

Pidamos a Dios fidelidad. Pidamos valor y coraje. Pidamos sabiduría para administrar sus bienes. Pidamos que nos ayude a ser responsables con nuestro cuerpo, mente y alma, con todo aquello con lo que tenemos que amar a Dios como el primer y gran mandamiento nos dice. ¡Caminemos como si para Dios diésemos cada paso!

El siervo infiel

El siervo se pone a la defensiva y para ello ataca a su Señor. Dicen que un buen ataque es la mejor defensa. Le quiere hacer ver que es muy duro, exigente e injusto. Que “siega donde no sembró”. Pero en el intento de echarle la culpa de su inoperancia descubre que en su corazón solo hay miedo y nada de confianza, nada de amor, nada de solicitud por los intereses de su amo. No se involucró en las cosas de su Señor, sino que veló por sus propios intereses. Intenta justificarse achancando al miedo que le infunde su Amo su pereza y dejadez, pero Jesús de demuestra que ni siquiera el temor lo movió a actuar a favor de su amo. Porque queda demostrado que no amaba, pero tampoco temía a su Señor del cual sabía que recogía sin haber sembrado. Y si lo sabía ¿por no lo hizo? El siervo no quiere ser siervo y servir, y aunque se sabe siervo, su soberbia lo hace actuar como si no lo fuera.

Antes de involucrarnos y comprometernos es más fácil limitarnos a conservar lo que se nos ha dado y para eso lo enterramos No hacemos ni bien ni mal. Ahí estamos, vegetativos. Atender los asuntos de nuestro Señor requiere amor, entusiasmo, esfuerzo, dedicación y trabajo. Nadie dijo que sería cómodo. Tú no estás para cuestionar al amo, criticarlo o manipularlo a fin de encubrir tu negligencia. Tú estás para servirlo. ¿Qué justificación puede encontrar un siervo para no cumplir con su tarea? ¡Sirve a los intereses de tu Señor!

Si esta parábola te hace ver que te has dejado estar y que estas siendo negligente con los bienes que se te han confiado. Si vez que la pereza y la dejadez por los asuntos del Reino están dirigiendo tu vida. Si te sientes infiel en lo que se te ha confiado. Ahora es un buen momento para reconocerlo, pedir perdón y reencontrarte con la alegría del servicio. Pide a Dios que te de fuerza y la motivación de su Evangelio, para seguir sirviéndole en fe y entrega. El Señor te ama y te perdona. El Señor te quiere en su servicio. ¡Alégrate!

Pastor Walter Daniel Ralli

sábado, 18 de octubre de 2008

23º domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“En Jesús amamos a Dios y a nuestro prójimo”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Levítico 19:1-2, 15-18

La Epístola: 1 Tesalonisences 1:5b-10

El Evangelio: Mateo 22:34-46

1 Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos,
se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.

Sermón

I. La gran necesidad de AMOR

Creo que la gran mayoría de las personas coincide en que este mundo funcionaría mucho mejor si habría lás amor entre las personas. Es difícil estar en desacuerdo con esa idea. Realmente este mundo sería un lugar mejor si habría más amor.

En la lección del Evangelio de hoy, el Señor Jesucristo declara que el mandamiento mas grande es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Pero luego hacer un gran
declaración realiza una inclusión que llama mucho la antención: “De estos dos mandamientos depende toda la ley ylos profetas”. Aquí es donde nos encontramos un gran desafío, así como en los sermones anteriores decíamos que si no comenzamos bien las interpretaciones de las parábolas no terminaremos bien su interpretación, aquí sucede lo mismo con el concepto de amor. Si entendemos mal de qué amor nos habla Jesús vamos a interpretar mal todo este pasaje de la Sagrada Escritura.
Entonces ¿A qué clase de amor se refiere Jesús en este pasaje? El tipo de amor del que Jesús habla aquí es un amor que se plasma en una vida de servicio y sacrificio hacia otros. Es el tipo de amor que antepone a los otros y sus necesidades a lo propio.

Si queremos ver ejemplos prácticos de este amor, no tenemos más que ir a la a la lección de Antiguo Testamento para hoy en Levítico 19:15-18 “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo.” Si amamos a los otros no nos seducirá la posición económica que tenga la otra persona, sino que de manera justa emitiremos nuestros juicios hacia los demás.

“No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo.

Yo Jehová.” porque la murmuración lastima a tu vecino mientras que infla tu orgullo por saber los secretos. “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado”. Por más que tu hermano sea un borde o pesado, estas llamado a trabajar para solucionar los problemas con él. El amor no oculta la maldad ni disimula como si nada hubiera ocurrido. Al contrario llama a las personas al arrepentimiento y al perdón. “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.”. La venganza es una actitud que brota de nuestro ser egoísta, mas que justicia, muchas veces lo que busca es infligir daño y traer la satisfacción personal. Amar implica trabajar duro siempre, porque este se manifiesta hacia todos, incluso a quienes nos han hecho mal.

Es una lista bastante buena de ejemplos la que nos aporta esta lectura del Antiguo Testamento, ya que en ella nos muestra que el amor no es fácil de vivir día a día. Que es un trabajo arduo. Pero de todas formas, las buenas cosas no llegan fáciles en este mundo pecaminoso. Creo que es válido admitir que gracias a las personas que trabajan duro en el amor, el mundo es un sitio mejor.

También es real que existe un peligro verdadero y es el de que ese amor se vuelva frío, distante. Esto sucede cuando el cristiano falla al amar a su vecino como debiera.

En cuanto se deja de trabajar en el amor hacia el vecino,
el vecino que está necesitado de dicho amor, sufrirá si sólo nos preocupamos solo por nuestros intereses.

Además, nuestro fracaso en trabajar duramente en el amor hacia otros es un mal testimonio de la fe que confesamos, surge la pregunta si Dios es amor ¿cómo es que los suyos no pueden amar?

Pero confesamos que la fe nos otorga el amor de Dios y desde ese amor es que realizamos las buenas obras. Si su fe no está basada en el amor de Dios, no podrá amar a Dios y a su prójimo como a si mismo.

Es importante que amemos, pues Dios nos ha ordenado que hagamos eso. Pero tristemente, no le podemos afirmar a Dios qué día llegaremos a amar lo suficiente para decir que hemos cumplido con este mandamiento.

Siempre habrá en nosotros vestigios y muestras de egoísmo. En ocasiones habrá más personas que necesitan más amor del que pudiésemos haberles dado. Aquí debemos reconocer nuestra incapacidad de amar como Dios manda.

Esto nos conduce a otro pecado mayor y más peligroso. En vez de hablar de la Ley y el Evangelio solo nos interesa hablar de aquello que no nos complica en relación con los otros, hablamos solo del Evangelio negando o tapando la Ley, este un pecado que lastima la proclamación del Evangelio. Esto se plasma generalmente una enseñanza que se manifiesta en la frase de “Dios te ama” o “Dios es amor”. Así el amor e vuelve en el tema central de estos cristianos. Se cree que con tal de que obremos hacia el otro con amor, obramos como Dios nos pide que vivamos. Esto suena muy bien hasta ahora, pero hay algo implícito en esto y que causa mucho daño. Si nuestro
punto central solo es el amor, las otras cosas no tienen tanta importancia por ejemplo la pureza. Hoy día para establecer una familia se dice que solo es necesario que los integrantes se amen. Ya no tiene importancia estar casados en el sentido legal, ni formalizar este acontecimiento. En ese caso, mientras “ame a mi pareja”, aparentemente cumpliré el sexto mandamiento.

Asimismo, podemos aplicarlo a un tema del cual ya no se debate ni se quiere mencionar en las reuniones eclesiásticas, que es la discusión sobre los contenidos doctrinales, ya que para muchos esto no es tan importante como el amor. Pero sin darse cuenta, esta ausencia de debate hace estragos en la Iglesia y en las personas en general. Porque se piensa que si uno ama a las personas, no tiene que entrar en discusiones con ellas, para no agredirlas o molestarlas, es así que se llega a sacrificar la doctrina por cuidar de ellos. Por otra parte, si uno insiste en afirmar la verdadera doctrina, no faltará tiempo para que se llegue a catalogar como poco cariñoso. Por
consiguiente, se deduce y enseña que no se puede amar y ser firme en el aspecto doctrinal. Pero sin duda esto es una enseñanza y pensamiento falsos.

Necesitamos afirmar tres punto en esta discusión, a fin de no caer en un error sobre el tema de la firmeza doctrinal y el amor. En primer lugar, es absolutamente cierto que Dios es amor: La Biblia lo afirma en más de una ocasión, solo es necesario recordar 1 Juan 4:8 “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.

Sin embargo, la Biblia también afirma de que Dios es santo, de hecho, en la lección del Antiguo Testamento se afirma lo que Dios mismo declara, “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.”. A continuación, en el resto del capítulo, se dice cuál es la manera de ser santos: “amando al prójimo”. El amor y la santidad van juntos. Es decir que el amor y la pureza de corazón, pensamientos y obras van juntos. Además, Jesús, el Hijo de Dios, que por consiguiente también es amor, declara en Juan 14:6, “Yo soy ... la verdad”. El amor, la santidad y la verdad van juntos. Así que es verdad que Dios es amor. Y que también es santo, por esto es que odia la impureza.

Como es la verdad, odia el error, el engaño y la mentira. Decir que él es amor, pero negar su santidad y verdad, niega la esencia de Dios, lo contradice y lo vuelve contra sí mismo.

Nuestra segunda respuesta es que en la lección del Evangelio de hoy, Jesús declara que el amor a Dios y el amor hacia nuestro prójimo son los máximos mandamientos. Éstas son las dos máximas de la ley de Dios, son el resumen de los Diez Mandamientos. Así Romanos 13:10 declara “ El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”. ¿Cuál es el propósito de la Ley de Dios?

Sabemos que ella no puede salvarnos, pues nunca podemos amar lo suficiente a Dios y a nuestro prójimo. El propósito de la Ley es acusarnos, mostrarnos nuestro pecado, demostrar que no podemos salvarnos de la condenación que nos acarrean nuestros
pecados, nos recuerda que por ellos estamos perdidos y condenados. Cuando Jesús nos ordena que amemos, él lo hace eso para mostrarnos que no podemos amar. Aquí nos aplica la Ley que nos dice que no podemos amar, ni ser santos, ni justos, ni puros ante Dios.

Por consiguiente nuestra tercer punto es que no esta bien ni es verdadero decir que el foco principal de la cristiandad y de nosotros mismos es el amor. Tampoco es la Ley de Dios, ya que la Ley no nos puede salvar. No, nuestra fundación y foco central, nuestra roca de sustento, es nada más ni nada menos que Jesucristo y este crucificado.

II. Cristo

Ésta es nuestra Buena Nueva de salvación, nuestra alegría no desaparecerá, nuestra esperanza no será defraudada. No te salvas por tu amor y por como lo manifiestas a los otros, sino que eres salvo por el amor de Dios hacia ti. Por el amor de Dios, queremos decir la gran obra que realizó por medio de Cristo. Por su servicio de sacrificio. Porque “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”(Juan 3:16). Como en las palabras de Jesús hacia sus discípulos en la última cena, simplemente horas antes de ser traspasado por los clavos en la cruz: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”

(Juan 15:13). Ese es el amor, la gran obra, el servicio de sacrificio que ha logrado tu salvación.

El amor es el cumplimiento de la Ley. En un perfecto amor hacia ti, Jesús ha cumplido con la Ley de Dios.

Veamos nuevamente los ejemplos en Levítico 19. Donde has cometido actos de injusticia, él ha sido perfectamente justo. Donde has favorecido injustamente a los pobres por sobre los ricos o a los ricos en lugar del hombre pobre, él ha tratado a todos con justicia. Donde has divulgado cuentos, mentiras, murmuración y especulación infundadas, él sólo ha dicho verdad. Donde has guardado rencor a otros, él se sacrificó para salvar aun a sus acusadores. Donde se te ha olvidado o has tenido temor de reprender a tu vecino y llamarlo al arrepentimiento, Jesús proclamó la Ley y llamó todos al arrepentimiento. Él no tomó venganza de quienes le odiaron y rezaron en la cruz, sino que exclamo con gran voz “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Y perfectamente habiendo conservado todos los mandamientos, sufrió el juicio de Dios por cada pecado y cada falta de amor de todo el género humano. Él dio su vida como el Sacrificio por los pecados del mundo. Él dio su vida para que seas redimido de todos los pecados y disfrutes de la vida eterna.

Tu Salvador todavía trabaja duro en el amor hacia ti hoy día. Él está sentado a la diestra de Dios para continuar trabajando, continuar dándonos su gracia, su fe y su vida. Ya lo cofirmó cuando en la pila bautismal declaró “Yo te bautizo. He guardado todos los mandamientos en mi vida y así es que comparto esa vida y justicia contigo. He muerto por tus pecados y así es que me uno a ti a fin de que tengas los beneficios de mi muerte a fin de que no tengas que morir a causa de tus pecados”.

Cuando Jesús anuncia la Absolución en el Oficio, declara, “te perdono todos tus pecados, porque yo los he cargado en la cruz a causa del amor que tengo hacia ti”. Y cuando él te llamada a su mesa para ofrecerte su verdadero cuerpo y su verdadera sangre, es el anfitrión que presta servicio, otorgándote en el pan y el vino su verdadero cuerpo y su verdadera sangre para el perdón de todos tus pecados. Por eso es que llamamos al Oficio Divino de esa manera, porque ante todo es el Hijo de Dios quien ejerce su Oficio, de ser nuestro Sacerdote, Profeta y Rey. Es su amor el que tiene importancia, no el nuestro. Y justamente porque él nos ha amado primero, es que somos puestos en libertad para amar a otros de la misma manera.

Así es que gustosamente y alegremente proclamamos a Cristo y a este crucificado, pues ese es el mensaje de amor de Dios para tu salvación y la del mundo. Por la gracia de Dios, también nos regocijamos al conservar su doctrina, porque cada error doctrinal nos conduce lejos de Jesucristo, el camino la verdad y la vida. Es así que predicamos el amor de Dios, no el tuyo, ni el mío. ¿Por qué gastaríamos el tiempo diciéndole cosas que debe hacer, cosas que sabe que de cualquier manera no las podrá hacer lo suficientemente bien para lograr su salvación. En lugar de decirle que debe hacer tenemos la enorme alegría de anunciarle el amor de Jesús que lo salva de sus pecados y le asegura la vida en la eternidad Esto es, después de todo, el por qué “toda la Ley y los Profetas” dependen de estos mandamientos de amor.

Toda la Ley y los Profetas señalan a Jesús, tu salvador que ha cumplido con la Ley para ti y ha muerto porque tu no podías cumplir con dichas Ley. Un pastor una vez comentó “puedes salvarte sin mi amor, pero no sin la doctrina divina”. Tal declaración es muy criticada en estos tiempos, como si Lutero y quienes están de acuerdo con él, trataran de conservar la doctrina a expensas de las almas de las personas. Pero el punto del pastor simplemente fue que todo nuestros intentos y nuestro amor y buenas obras no hacen nada para salvar a las personas de este mundo.

Porque si esto hiciese algo ¿qué necesidad tendríamos de Jesús? La “doctrina divina” o la verdad dada por Dios, es que Cristo ha muerto por todos tus pecados y los de quienes te rodean. Eso es lo que Cristo ha llamado a su Iglesia a proclamar. Así que estimados en Cristo, no hay nada más preciado para nosotros que llevar a cabo ese llamado y proclamar el Evangelio para todos quienes nos rodean diariamente.

En este evangelio está el poder de salvación para todo el que cree, para mi y para tí incluidos. Porque declara que tu y yo somos perdonados de todos nuestros pecados.

En nombre del Padre y del Hijo de Dios y del Espíritu Santo. Amén

Atte. Pastor Gustavo Lavia

domingo, 12 de octubre de 2008

22º domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“Jesús sale victorioso de la encerrona”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Isaías 45:1-7

La Epístola: 1ª Tesalonicenses 1:1-5

El Evangelio del día: Mateo 22:15-22

33 Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. 34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. 35 Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. 36 Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. 37 Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. 38 Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. 39 Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. 40 Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? 41 Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo.
42 Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras:
La piedra que desecharon los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
43 Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. 44 Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.

Sermón

¿La Palabra produce odio?

Los fariseos habían oído las parábolas precedentes (Mt. 21:28-44) y se vieron descubiertos y acusados por la ley que contenían. Pero su orgullo era tan grande que en vez de arrepentirse se encendieron en ira. Pues ante la Ley hay dos caminos, o te reconoces culpable y pides clemencia o luchas para encubrir tu pecado y te alejas del perdón de Cristo. Ellos no estaban dispuestos a ir por el camino del reconocimiento, arrepentimiento y perdón, pues se negaban a mostrarse pecadores y débiles. Entablaron una lucha cara a cara con Dios. Se resistían con todas sus fuerzas a la obra que él Espíritu Santo quería hacer a través de la Palabra que oían. Por eso luego de la parábola de “los labradores malvados” se dice: “al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que hablaban de ellos. Pero al buscar cómo echarle mano, temían al pueblo, porque éste lo tenía por profeta”. Mt. 21:45-46.

Acabar con el problema

Para seguir con su vida “normal” los religiosos entendieron que debían acabar con aquello que los incordiaba mostrándoles sus miserias. Esta es una actitud muy humana. Siempre intentamos tapar nuestros errores o acallar a aquel que nos lo muestra ya sea por la evasiva, la auto justificación, la desacreditación de quien se convierte en una amenaza para nuestra “imagen” de gente buena, minimizando nuestro pecado o descafeinando la ley. Intentamos acabar con la Ley pura y verdadera, pues en el fondo queremos seguir fingiendo que la cumplimos.

Los que creen cumplir la ley, los que escogen ese camino, en última instancia lo que intentan es acabar con Cristo. Pues Él se presenta como Salvador, como aquel lleno de misericordia que da su vida por nuestros pecados, que nos brinda el perdón y la paz que por nosotros mismos no podemos conseguir. Por eso la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas es CONVENCERNOS de pecado (Jn. 16:8). Y esto no en una ocasión puntual, sino diariamente. Pues de lo contrario nos estaremos apartando del Cristo redentor, del Cristo que nos ofrece perdón, para caminar junto a un cristo legislador que nos muestra nuevas leyes que cumplir, un cristo inventado.

Ley y Evangelio

Me es necesario aclarar, pues hay confusión, que la Ley no es algo del Antiguo Testamento y el Evangelio algo del Nuevo Testamento. Tanto en uno como en otro hay Ley y hay Evangelio.

Estas dos doctrinas van juntas y son las dos caras de la única Palabra de Dios. Tampoco es que Jesús solo nos predicaba Evangelio, sino que él usaba la Palabra completa, en toda su dimensión y plenitud. Cristo usaba la Ley para que desesperen de ellos mismos y corran hacía él clamado piedad. Y también anunciaba el Evangelio a los pecadores aterrados por la ley para consolarlos y anunciarles el perdón que él logro para sus vidas.

El plan de los fariseos

Luego de oír la parábola de “la fiesta de la boda” (Mt. 22:1-14), y desesperados por ocultar sus miserias que quedaban expuestas en las palabras de Jesús, se reúnen para tramar un plan y acabar con el “problema”. Es paradójico que la Palabra de Jesús pueda resultar un problema siendo que es nuestra única solución.

El texto refleja claramente la intención del corazón de los fariseos que buscaban “cómo sorprenderlo en alguna palabra”. Pero como hemos visto antes, un inconveniente que se interponía era el pueblo. Pero los fariseos eran expertos y sabían cómo manipularlo. Conocían lo que ellos querían oír y lo que no, y sobre todo sabían que así como te pueden tener en lo más alto también te pueden bajar hasta el suelo y pisotear. Y cómo no, una moneda sería el medio para intentar poner a Jesús en un aprieto.

El plan estaba todo pensado. La jugada era “maestra”. Les enviaron a sus discípulos (ellos no querían ponerse en evidencia) y para que esté todo bien atado también enviaron a los “herodianos” quienes eran ultras del partido de Herodes y que podían ser testigos directos de algún acto de sublevación al Imperio por parte de Jesús.

El cebo

El cebo que le pusieron a Cristo fue una pregunta aparentemente simple e inofensiva pero cargada con una cuidada dosis de maldad: “¿Está permitido dar tributos al Cesar, o no?”. Como no podía ser de otro forma el dinero adquiere un lugar determinante. Con él en juego se puede ofender al Cesar o se puede ofender al Pueblo. No hay nada más delicado y controvertido para el ser humano que cuando le tocas el bolsillo ¡Él desata guerras!

Entre la espada y la pared

El cebo, según los maquiavélicos gestores de este plan, pondría a Jesús en una encrucijada. Si decía que no había que pagar tributos al Cesar, caería inmediatamente en manos del gobierno romano que exigía el pago de impuestos. Jesús podría ser acusado de sublevación. Por el otro lado, el pueblo judío veía en el tributo que tenían que pagar anualmente el signo del sometimiento a Roma y eso revolvía su orgullo nacional. Por lo que si Jesús decía que era justo pagar tributos al César ellos podrían agitar al pueblo judío en su contra presentándolo como un partidario de Roma y por ende un traidor al pueblo de Dios ¡La maldad es inteligente y astuta! Pero Dios más.

La adulación.

Pero tras toda esta malicia había que ponerse un traje de bondad e inocencia para encubrir la trampa. Así se pone en escena la emboscada. Como lobos con piel de cordero se dirigen a Jesús con actitud de respeto y reverencia. Fueron sigilosos como el gato que agazapado acecha a su presa. Se camuflaron en la maleza de la adulación. Vale la pena releer el peloteo que le hicieron a Jesús:

“Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece…”

La adulación es una estrategia para bajar nuestras defensas. Nos gusta sentirnos alagados y reconocidos por los demás. Sube nuestro orgullo, estima y vanagloria. No son pocos los que andan buscando este tipo de reconocimiento y se sienten realizados con ello. Se inflan al oír hablar de lo maravillosos que son. Sin embargo las intenciones que se esconden detrás de tanto “dulce” son malas y amargas ya que buscan nuestra ruina. La adulación consiste en alagar a alguien con fines interesados. Jesús, a quien nosotros adoramos y a quien le reconocemos su gloria y poder, no cayó en la trampa de la adulación. Dios busca adoradores agradecidos no aduladores mal intencionados. “No todo lo que brilla es oro” reza el refrán, y visto quedó que tras semejante adulación se escondía un interés malsano. ¡No todo el que me diga Señor, Señor, entrará al reino de los cielos!

Jesús conoce los corazones:

Jesús conoce a los aduladores y en esta ocasión muestra clara señal de su divinidad descubriendo las verdaderas intenciones que llevaban: “Conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?”. Ante la vista de Jesús nadie puede ocultar sus intenciones ni pensamientos.

De cara a nuestro entornos podemos ocultar o engañar encubriendo tras una máscara la realidad. El pecado hace que el mundo entero funcione así. Pero Dios ve y conoce el corazón humano y no solo su apariencia, cosa que los religiosos habían admitido en la adulación a Cristo. Por lo tanto en vano es querer aparentar ante Cristo. Es imposible engañarlo. Eso es justamente lo que nos debería dar paz, ya que Él conoce nuestras miserias y quiere cubrirlas con su perdón y amor. ¡No te ocultes!

Dadme una moneda:

Gracias a tener registrado toda la ponzoña humana contra Cristo condensada en esta actitud de los fariseos, que lejos de ser ajena a nosotros se presentan como modelo de la miseria humana que todos y cada uno de nosotros vivimos en la carne, hemos podido ser beneficiarios de la tan popular y magistral respuesta del Señor: “Dad, pues, al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.

Vaya varapalos que sufrieron estos discípulos de fariseos. Pensaban que su encerrona era perfecta y que el “jaque mate” era evidente, pero el Señor se salió de él con una jugada “divina”.

Podemos estar seguros que a pesar de las emboscadas el Evangelio de Jesucristo siempre sale del paso. Nadie podrá detenerlo ni eliminarlo pues Cristo mismo ya ha vencido. Cuando te aflijan, te cuestionen, intenten desacreditarte por anunciar la Ley y el Evangelio de Dios, no desesperes. Piensa en Cristo. ¡Él vence!

¿Qué es del Cesar y qué es de Dios?

Jesús deja claramente evidenciado la doctrina de los dos reinos, el terrenal y el celestial. Estos no se pueden mezclar aunque tengamos que convivir en este mundo entre ambos. Los cristianos somos ciudadanos del cielo (Fil. 3:20), y no somos del mundo, pero estamos en él (Jn. 17:14-17) y debemos someternos a las autoridades establecidas (Ro. 13:1-4) y caminar en este reino terrenal con los derechos y obligaciones que se nos establecen. Más allá de nuestros ideales políticos o si nos parece justo o injusto, nosotros debemos obedecer en todo y hacer uso de los derechos que el estado nos brinda para intentar cambiar aquellas cosas que creamos conveniente cambiar en este mundo. Pero de la misma forma también debemos darle a Dios lo que le corresponde: el primer lugar en nuestras vidas. Amar a Dios sobre todas las cosas es nuestro primer mandamiento. Debemos poner nuestras vidas a su servicio y darle la Honra en todo.

Y sólo cuando el “Cesar” de turno nos demande darle lo que le corresponde a Dios, y/o hacer cosas contrarias a su voluntad, ahí tendremos que decir como los apóstoles: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29), y exponernos a situaciones como las le pasó al profeta Daniel y a sus amigos, o como le pasó a Esteban, pues en esa ocasión será el “Cesar” quien invada el terreno celestial y demande lo que no le corresponde. Muchos han muerto por defenderse del “Cesar” que quería arrebatarlos de su obediencia a Dios. La historia de la iglesia está llena de mártires y la tierra española no está librada de su sangre. ¡Sé fiel tú también!

El peligro de querer agradar a las masas o al “César”.

El miedo a ir contracorriente hoy está dominando los escenarios teológicos. Muchos son los que seden y entregan al mundo las pertenencias celestiales o intentan meter en el reino de los cielos parte del terreno, eso es: sus estrategias, ambigüedades, relativismo, humanismo, racionalismo, etc. Las masas en ocasiones meten mucha presión y algunos para no perder el agrado ceden terreno descafeinando la verdad y haciéndola más agradable a los oídos. O en ocasiones renuncian a anunciar la Palabra de Ley para que nadie se ofenda y los persigan. También hay sobrados ejemplo de cómo muchos se ponen del lado del “César” para conseguir beneficios. Pero la vida del cristiano está marcada por la cruz, y el que quiera evitarla y salvar su vida e imagen terrenal, la perderá. Por eso tú aférrate a la Palabra y busca la voluntad de Dios aunque el mundo se derribe a tus pies.

¿Aniquilar a Cristo confundiendo su doctrina?

El ser humano intenta darle caza a Dios. Pero esto es tan ridículo como si una hormiga quisiera dar muerte a un elefante. Como sabemos la lucha espiritual se da en el campo de la Palabra de Dios. Se confía en lo que Cristo dice o se le cuestiona o ignora. Pero como hemos visto, también está la opción de querer aniquilarlo. Esto consiste en intentar mezclar y confundir doctrinas como la de los dos reinos, la Ley y el Evangelio, el pecado y la justicia del cristiano o la salvación por fe y las obras. Lamentablemente hay muchos aduladores sueltos que con palabras bonitas sobre

Cristo lo que hacen es liarlo todo para no reconocer la magnitud de la ley y el pecado.

¡Tergiversar el sentido de las doctrinas es catastrófico! Por ello insistimos tanto en la correcta doctrina de Cristo.

¿Aduladores nosotros?

En muchas ocasiones los cristianos caen en las redes de la adulación que alimenta nuestro ego: “¡Aquí está el hermano más bueno, el que no falta a ningún Oficio Divino, el que más ofrenda, el que mejor aconseja!” Muchos caen en la trampa de ser los acreedores de estos “piropos” y luego su objetivo se convierte en tener que dar la talla para mantener el status. Y es ahí cuando se
pierde el norte. Cuando uno se olvida que es un pecador que por sí mismo y en sí mismo no es nada y que si algo hace es por la obra misericordiosa de Dios en él. Y por lo tanto la gloria es suya. Todos nosotros somos “siervos inútiles, que solo hacemos lo que tenemos que hacer” ¿qué mérito hay en eso? No nos dejemos guiar por las leyes y presiones que la adulación nos pone y que nuestro orgullo atiende encantado. ¡Vive en la Gracia de Dios en la humildad de la cruz de Cristo!

Nuestras trampas

A los cristianos también nos hacen preguntas trampa. El objetivo de ellas no es saber la respuesta, pues ellos ya tienen la suya propia, sino que se trata de dejar en evidencia alguna declaración que nos comprometa.

Pero nosotros también debemos cuidar de no caer y utilizar estas maliciosas estrategias para nuestras vidas. En ocasiones entablamos batallas dialécticas y estamos pendientes de pillar al otro en una palabra mal expresada o confusa para desarticular su argumento y darle caza.

Sacamos provecho de lo que el otro pueda decir y lo aplicamos en su contra, no para crecer sino para destruir al contrincante que puede ser un amigo o familiar. Muchos buscan la paja en el ojo y están pendientes de lo que dices, no porque eso le interese para su vida, sino para destruir la tuya. Esto es triste que pase entre los seres humanos, pero pasa. Y como todo lo que pasa en esta vida, Jesús también lo padeció. Por eso refugiémonos en él y alimentémonos con su Palabra y Sacramento.

Pastor Walter Daniel Ralli

sábado, 4 de octubre de 2008

21º domingo de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“Jesús nos hace parte del gran banquete celestial”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Isaías 25:6-9

La Epístola: Filipenses 4:4-13

El Evangelio: Mateo 22:1-14

1 Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: 2 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; 3 y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. 4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. 5 Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; 6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. 7 Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. 9 Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. 10 Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. 11 Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 14 Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.

Sermón

Creo que es muy conocida la frase “Lo que mal comienza, mal acaba” y que el fin no justifica los medios, porque si se utilizan los medios inapropiados el fin será inapropiado también, aunque parezca loable. Si con las parábolas, sobre las cuales venimos reflexionando, comenzamos su interpretación de manera incorrecta, es más que seguro que vamos a acabar en el lugar equivocado, sacando conclusiones y dogmas equivocados. Porque digo estas cosas, porque por lo general, parece ser que la mayoría de las personas interpretan incorrectamente dichas parábolas. En la parábola que nos toca en el día de hoy, se puede comenzar incorrectamente al enfocar la atención en todas las personas de las cuales nos habla el texto, los primeros invitados, los últimos, los siervos enviados y las consecuencias de las acciones. Pero como venimos llamando la atención, Jesús habla en estas parábolas del Reino de los Cielos y el foco de atención de la parábola es el Rey del Cielo. Jesús no intenta decirnos qué debemos hacer, sino proclamar las cosas que Dios ha hecho por y para nosotros. Por lo tanto en la parábola enfocaremos la atención en el Rey y describiremos la relación de este con los invitados a la boda, haciendo unos comentarios al respecto.

Como las anteriores parábolas es una historia simple. El rey ha arreglado un matrimonio para su hijo y no escatima en gastos para la fiesta. Para semejante evento envía las invitaciones a aquellos de quienes desea su compañía. ¿Quién va a decir que no a tamaña invitación? Es el rey el que invita. En el peor de los casos, se acepta porque se quiere estar seguro de que el rey sepa que se asistirá. En mejor de los casos, si es que puede existir un “mejor caso”, ésta va a ser la celebración del año, de la que todos hablarán antes, durante y después de la celebración. Dónde no se escatimará con el jamón de entrada o la carne del plato principal, allí no va a tener una barra de bebidas limitada por tiempo o cantidad. La música no va a estar montada por un amigo que tiene una recopilación de los temas del verano, ni los camareros serán los amigos del novio.

Habrá comida y se beberá en abundancia. Todo va a ser perfecto. Nadie quisiera perderse esta fiesta. El Rey no dejará nada librado al azar, ni escatimará en gastos.

Pero para sorpresa de muchos, cuando los siervos del Rey van a llamar a los invitados para asistir a la boda, estos no quieren presentarse a dicho evento. Sin embargo el bondadoso anfitrión, el rey, vuelve a enviar a sus sirvientes a buscar a los invitados rebeldes, esta vez con un mensaje: “¡Todo el trabajo está hecho y todas las cosas están listas! ¡Todo es gratis! ¡Vengan a disfrutar de la fiesta de mi hijo!”. Una vez más, ¿Quién diría que no? Tendría que ser ciego, tonto o tener un gran rechazo hacia el rey para despreciar esta invitación. Pero a pesar de todo el ofrecimiento, de la bondad, de lo importante de la fiesta, los invitados rechazan su invitación, diciendo que deben mantener su trabajando en la granja o en sus negocios. Locas, pero algunas personas prefieren limpiar el ganado o ponerlo en el establo que pasar un día con el Rey. Y es aquí dónde la historia toma un giro imprevisto y realmente dramático, porque no solo se rechaza la invitación sino que además algunos agarran a los sirvientes, los tratan terriblemente y los matan.

El Rey los invitó a la fiesta de buena voluntad y ellos no solo rechazaron su ofrecimiento, sino que además le responden con la sangre de sus sirvientes. Con semejante maldad deberían de haber esperado que el Rey mande a su ejército y destruya a quienes mataron a sus los mensajeros, que solo llevaban buenas noticias ¿Pero qué pasa ahora? Los planes ya están hechos, la fiesta de boda ha sido concretada y anunciada y el rey no va a echarse para atrás en su palabra. Si bien la primera lista de invitados resultó ser hostil, él todavía desea que haya invitados en la boda de su hijo. Por lo cual dice a sus sirvientes: “Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.” Los sirvientes salen e invitan a todo aquel que encuentran. Es, sin duda, un banquete muy diverso el que se reúne para la boda. Entre los invitados no encontramos el tipo de personas que normalmente se encontraría alrededor del Rey. No solo nosotros no podríamos imaginar la variedad de personas invitadas sino que esas mismas personas jamás su hubiesen visto en este acontecimiento de tamaña magnitud. No obstante, los sirvientes prosiguen extendiendo la invitación del rey y el salón de la boda comienza a verse repleto de invitados. Una de las cosas más gratificante que ocurre es que entre los invitados no hay ninguna diferencia .No hay miradas raras hacia la vestimenta que porta cada uno, nadie está desaliñado, porque el Rey se ha encargado de todo. Como era la costumbre en las bodas en el tiempo de Jesús, el Rey no solo invitaba a la celebración, sino que a cada comensal se le daba una prenda para llevar puesta durante la fiesta. Ésta es boda de su hijo, y él no escatima en gastos. Quienquiera que reciba su invitación y venga a la boda recibe su ropa, comida y bebida, esto está disponible aún para aquellos que estaban lejos de ser invitados, todo esto está disponible solo por la generosidad o gracia del Rey. Una vez que los invitados están en la fiesta, todos se parecerán, incluso a los propios hijos del Rey, porque el Rey provee de todo lo necesario.

Esto es así y de tal manera que cuando el Rey recorre la sala de la fiesta, hay una persona que no lleva puesta la prenda provista para tala acontecimiento. Esto no es cuestión de pobreza de parte del invitado, ni de limitación del que invita, porque el rey ha preparado todo en abundancia. Pero está claro que el invitado ha dicho, “iré a la fiesta del Rey, pero iré tal cual soy, iré con una ropa que me siente cómoda y sea mía”. Esto puede sonar muy sincero y proveniente de una persona que quiere vivir en libertad, pero su apariencia o modo de presentarse ante el Rey es una señal de falta de respeto que causa rechazo al Rey, y este no toma dicha actitud a la risa o a la ligera, sino que para Él es un gran ofensa. “Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” Para los asistentes a la boda es un honor estar en la presencia del Rey y cierto decoro es requerido por este. Es el Rey quien extiende la invitación a la celebración, es el Rey el que permite que estemos en su presencia, es el Rey quien determina cómo debemos ir vestidos, es el Rey quien ha preparado el banquete que será degustado por los comensales. Es el Rey el que establece por medio de su Palabra las reglas y condiciones.

Puede ser que sea criticado por destruir al primer grupo de invitados, por matar a sus sirvientes que llevaban buenas noticias. Pero en caso de presentarse un titular en los periódicos de la comarca sin duda que abarcaría sobre la acción del Rey de arrojar fuera al invitado que no estaba vestido adecuadamente, aunque tal acontecimiento se produjera por la imprudencia del hombre de no ir vestido para tal situación. Pero creo que no se debe perder un punto asombroso y maravilloso de la parábola, y es que el salón de la fiesta está como las sardinas en una lata, lleno de personas que no tenían ni la más remota idea ni esperanza de ser invitados por el Rey.

Si eres uno de los invitados que se burlan de la generosidad del Rey, desde luego no le va a gustar esta historia, por el final que conlleva para quienes desprecian y rechazan semejante oferta. Pero si esa destrucción te despoja de tus seguridades o eres de aquellos que deambulan por los caminos secundarios, esta parábola tiene un final feliz para tí. Cuando comenzó el día, eras un cualquiera, yendo quien sabe hacia que destino. Ahora, el Rey te ha dado las buenas noticias por medio de sus mensajeros, te ha llevado a su presencia y te ha vestido con sus ropas, te alimenta y satisface tus necesidades. Y mientras que esta fiesta dure, eres un invitado del rey, eres uno de los miembros de su familia. He aquí hay más buenas noticias: La fiesta va a durar para siempre.

Recordemos que esta parábola se trata del reino de los cielos. En el Apocalipsis 19 lo que ocurre en cielo es descrito como “Las Bodas del Cordero” (7). Allí se nos relata como el Rey realiza la consumación de la fiesta matrimonial de su Hijo como su esposa. Allí el Señor nos dice “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.” (Apocalipsis 19:9). Aquí hay una muy buena razón para alegrarnos y esperanzarnos, tanto hoy como siempre: El Señor te llama a esa celebración de matrimonio. Él ha hecho todo lo necesario para preparar lo que se necesita para asistir a ella. En lugar de matar al ganado engordado, ha sacrificado a su Hijo. El Hijo de Dios ha muerto para liberar y preparar a la futura esposa. Pero también ha levantado a su Hijo, Jesucristo, de entre los muertos a fin de asegurarnos que dicha boda tendrá lugar y será por siempre. Así que esté seguro de que la fiesta de matrimonio entre el Hijo de Dios y su esposa ocurrirá sin lugar a dudas.

A lo largo de los siglos, el Rey ha anunciado en voz alta su invitación. Para Israel en el Antiguo Testamento, se encargó de enviar a los profetas, profeta tras profeta. Las palabras podrían haber sido diferentes, pero la invitación era siempre la misma: “Recuerda Israel que yo Jehová te he prometido enviar un Salvador y cumpliré mi promesa. Él morirá por todos, es así que el cielo será tuyo. Por consiguiente, apártate de los ídolos y los dioses falsos que no le pueden levantarte de entre los muertos. Abandona esos pecados que te mantienen alejados de mí. La fiesta del cordero llega y estás invitada a ella.”

Sabemos lo que sucedió. Continuamente, las personas rechazaron tal invitación del Rey del cielo y de la tierra. El Señor continuó enviando profetas a llamarlos para la celebración de la fiesta pero por la dureza de corazón, el amor al pecado y la ceguedad espiritual, comenzaron a golpearlos, apedreares, despreciarlos, aún llegando a matarlos. A la larga, el Señor dijo basta, hasta aquí habéis llegado. Permitió que los asirios, los babilónicos y otros pueblos hasta los romanos conquistaran y sometieran a Israel a la esclavitud y destrucción. Si las personas no deseaban su ayuda y su protección, no las obligaría a que lo reconozcan como Dios y salvador.

Porque lo rechazaron y mataron a sus mensajeros, ellos y sus ciudades fueron destruidos.

El Señor sigue enviando a sus mensajeros hoy día y no sólo a Israel, sino que a todas las naciones. Alrededor del mundo, los pastores públicamente predican, por mandato de Jesús, la Buena Nueva de que todos son invitados a la fiesta del cielo para la gloria de Jesús. Alrededor del mundo, todos los cristianos comparten el Evangelio cada vez que tienen oportunidad entre aquellos que aún no creen. Alrededor del mundo, el Espíritu Santo trabaja por medio de esa palabra sembrada. Las personas oyen, creen y son mantenidas en la fe por el trabajo del Espíritu y así es que son contadas entre los invitados de las bodas del cordero por la eternidad.

Pero también es cierto que hay muchos que aún no creen. De hecho, muchos tratan de impedir que la Iglesia siga adelante con el mensaje de Jesús. Muchas veces nos parece difícil creer que los cristianos sufren y que sufran persecuciones a causa del mensaje que transmiten, a causa de proclamar el Evangelio. Pero es cierto que aún en los días en que vivimos los mensajeros del rey todavía sufren por invitar a las personas a la fiesta.

Con esto no quiero asustar a nadie, sino traer a cuenta que el ser un portavoz del Rey tiene consecuencias que no desearíamos que ocurran. El ser tratados como chalados que se reúnen los domingos para asistir a un Oficio Divino, el confesar que comemos y bebemos del cuerpo y de la sangre de Cristo de manera real para el perdón de los pecados puede producir en las personas sensaciones de rechazo, burla hasta desprecio. Pero el mayor problema es que el diablo tratará de convencernos de abandonar a Cristo y su proclamación, no sea que sufras semejante adversidad a causa de tu fe. Cuando seas tentado de ocultar lo que crees para evitar problemas en este mundo, confiesa que eso sería un pecado y si has caído en él, confiésalo a Jesús y recibe su perdón y fuerza para seguir adelante con tu proclamación. Recuerda que por la obra de Cristo disfrutas de la fiesta eterna.

Ya que estamos trayendo cosas a cuenta cabe una última consideración, la de tener cuidado de caer en la tentación del invitado sin ropas aportadas por el Rey. Cuando el Señor te invita a la boda, él te da todas las cosas apropiadas para que asistas. Por su Palabra, él da la fe para creer y así él transforma a las personas pecadoras en sus hijos. Por el Bautismo, él nos reviste de Cristo, de su rectitud y justicia (Gálatas 3:27). Por el agua y la Palabra, somos preparados y cubiertos con la túnica para disfrutar de la boda celestial. Por su Santa Cena, él nos sostiene, alimenta en el perdón de los pecados hasta que llegue la hora de disfrutar de la boda del Cordero en cielo.

Ciertamente, cada comunión es un anticipo de la fiesta que va a venir. Jesús se presenta aquí, por medio de su cuerpo y su sangre en el pan y el vino. En el cielo, estaremos en la presencia gloriosa del Salvador resucitado y la fiesta seguirá por siempre.
Por consiguiente, no peques tratando de llevar puestas tus propias ropas para la boda. El viejo Adan siempre te tentará a creer que el cielo es tuyo por lo que has hecho, porque eres lo bastante bueno, o no has hecho demasiado mal como para quedarte fuera. No importa cuál de estas tentaciones te seduzcan diariamente, pero ellas harán que creas que vas a la boda por tus propios esfuerzos. Ellas te dicen que tus obras son justas y son un traje correcto para llevar puestas en la presencia de Dios.

Por consiguiente, cabe mencionar y prestar atención a la palabra del Señor que nos llegan por medio del profeta Isaías: ¡Nuestras obras no son gloriosas ante Dios! “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Is. 64:6). El que busca entrar en la fiesta eterna por sus propios esfuerzos, solo logrará llevar puestos trapos muy sucios para la boda. Al hacer eso, estaría negando que el Salvador murió para vestirle con la rectitud de su justicia. Por lo cual será expulsado a la oscuridad, donde estará llorando y rechinando sus dientes. Por esto es que debemos diariamente confesar nuestros pecados, deshacernos de los harapos sucios y alegrarnos en el perdón de Cristo, quien nos viste de manera inmaculada para el día de la boda.

Pues ésta es la Buena Nueva: tienes un sitio en las bodas del Cordero y la fiesta durará por siempre.

Como si esto fuera poco permitidme compartir una Buena Noticia más. No eres un invitado más. Formas parte de la Iglesia, la prometida, la novia del cordero. Pablo escribe que “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:25-27). Sería más que una bendición ser el portero en la casa del Señor, pero ese no es el plan del Señor para ti, ni para mi. No eres un invitado mas, Dios nos ama tanto que somos la prometida de su Hijo y él ya nos ha limpiado y preparado, nos ha purificado y ha hecho santos por su santa y preciosa sangre, y por su amarga pasión y muerte. No solo somos invitados a una boda eterna, sino que somos invitados a nuestra boda, donde viviremos unidos con nuestro Salvador por siempre. En Cristo, nuestra vida no es una vida de oscuridad en la eternidad,
llorando y rechinando los dientes. En Cristo, el banquete celestial es nuestra boda, pues él lo ha hecho así: Pues somos perdonados de todos nuestros pecados: En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén