domingo, 27 de septiembre de 2009

17º Domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“La locura de la fe nos mueve a confesar”

Textos del Día:

Primera lección: Isaías 50:4-10

Segunda Lección: Santiago 2:1-5, 8-10, 14-18

El Evangelio: Marcos 8:27-29

27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. 29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.

Sermón

Las cosas claras y el chocolate espeso.

Se dice que el cacao llegado desde America a España no gustó hasta que se le agregó azúcar. A partir de ahí el nuevo producto se extendió por Europa. Esta difusión hizo que el chocolate sufriera cambios en su forma de servirse. De ello resulto el debate de: ¿cómo debía ser en verdad el chocolate? Para algunos, el chocolate se debía beber muy cargado de cacao, por lo que preferían el chocolate espeso, o sea, "a la española"; para otros, lo mejor era "a la francesa", esto es, más claro y diluido en leche. Finalmente prevaleció en estas tierras la idea de que el chocolate es chocolate, bien cargado, y sin diluirlo con otras cosas. ¡Vamos! ¡A la española!, sin más. Por lo que la expresión “las cosas claras y el chocolate espeso” se popularizó en el sentido de llamar a las cosas por su nombre.

Creo que este principio de tener las ideas claras y “llamar a las cosas por su nombre” estuvo siempre arraigado en la idiosincrasia española. Muchas frases y refranes aluden a eso: “No me líes”, “Irse por los cerros de Úbeda”, ¡Aclárate!, “Andarse sin rodeos”, “Ve al grano”, “Al pan, pan, y al vino, vino”. “Mas claro, agua”, “Claridad meridiana”, o “la Biblia en verso”. Desear ser concreto y claro es una gran virtud. La confusión no es un buen ambiente para desarrollarnos. Dios es un Dios de orden y claridad, y en el fondo, todos vemos este principio como bueno aunque no siempre lo practiquemos. Quizás cada vez nos cueste más asumir la claridad. Ya “las cosas no son lo que aparentan”. La ambigüedad se pone de moda y la verdad es relativa. Sin embargo necesitamos y deseamos cosas clara y firmes para movernos seguros. Dios también lo desea para nosotros y nos lo da.

“Las cosas como son”... pero… ¿Cómo son las cosas?

Jesús confronta a sus discípulos ante la pregunta ¿Quién es Jesús para la gente? Muchos son los que tienen referencia de Él, incluso podríamos preguntarnos ¿Qué creen de Jesús los musulmanes, los Judíos, los Budistas, los Testigos de Jehová, la cienciología, los teólogos de la prosperidad o los de la liberación, los agnósticos, lo ateos, o las diferentes iglesia cristianas? ¿Qué cree tu vecino o tu familia sobre Jesús? Difícilmente alguien niegue la existencia del Jesús histórico, pero pronto nos daremos cuenta que Jesús es objeto de diversas definiciones.

Pero ¿quién es realmente Jesús? Si dejamos librado a nuestra propia percepción humana tendremos ideas humanas para todos los gustos y colores, sin embargo no tendremos la verdad absoluta. La gente pensaba que Jesús era un gran hombre, un profeta, un referente, un modelo, alguien elegido por Dios para una misión especial. Y aunque eso no es incorrecto no es la verdad esencial, y por lo tanto no sirven más que para reverenciar a un hombre más.
Jesús, la luz, del mundo, quiere que nos “aclaremos”

Jesús ahora pregunta: Y vosotros ¿Quién decís que soy? Esta es una pregunta que todo Cristiano debe responder ¿Quién es Jesús para ti? Tu respuesta define la relación. Hoy más que nunca debemos recordar que tener cosas claras y fundamentos sólidos en asuntos de fe no es un pecado. "Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina" Ef. 4:14. Es verdad que existen muchas doctrinas diferentes pero Dios quiere mantenernos en la verdad: “Estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido”. 2 Ts 2:15 Cristo es la luz que ilumina aquello que nosotros no podemos ver. Él se presenta como “el camino la verdad y la vida” y dice que su Palabra es la verdad (Jn. 8:31 y 17:17). Por lo tanto Dios, que es claro, nos pide claridad en asuntos de fe. Necesitamos “aclararnos” ¿Qué es lo que creemos en verdad? Debemos definir claramente nuestra fe. Somos luz. Es decir: debemos ofrecer claridad y no confusión a los demás. Debemos llamar las cosas por su nombre.

La confesión de fe de Pedro

Tú eres el Cristo. Eso fue lo que dijo Pedro. Cristo en Griego equivale a Mesías en Hebreo que significa "el ungido". Los reyes de Israel eran ungidos con aceite en el nombre de Dios significando así su investidura con el Espíritu de Dios. Los judíos esperaban al Mesías definitivo, al "rey venidero" prometido por Dios. Pero la espera generó expectativas erróneas. Moldearon en sus mentes un libertador terrenal, un rey esplendoroso a caballo que derrote a los opresores de su pueblo con fuerza y poder. Sin embargo aparece un hombre sin mucha gloria, montado en un burro. Jesús bien podía ser un profeta de Dios ¿Pero el Mesías? ¿El Rey de los judíos? Los líderes religiosos fueron incapaces de identificar a Jesús con el Mesías porque no cumplía sus expectativas. Esta incompatibilidad queda manifiesta en el “irónico” letrero de la cruz “el rey de lo Judíos” Mr. 15:26. Pedro era Judío y también esperaba al Cristo y esa es la noticia que recibe cuando su hermano le dice: "Hemos hallado al Mesías……Rabí, tú eres el hijo de Dios; Tú eres el rey de Israel." Jn 1:41,49 Eso era justamente lo que había que creer y confesar y Pedro lo hizo.

"Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" Jn 20:31.No valía otra confesión o definición de Jesús, pues no llevan a ningún lado. No salva otra fe diferente por más respetable que sea humanamente hablando. NO SALVA. Porque "en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch 4:12).

Jesús, el Señor, es Dios.

El Mesías ha venido a salvarnos. Él vino a ocupar nuestro lugar en la cruz. Él es el Emanuel, el Dios con nosotros. El es la “locura” del Dios encarnado. La segunda persona de la Trinidad. El verbo que era Dios desde el principio y por medio de quién todas las cosas fueron hechas (Jn. 1:1-3) incluido el ser humano “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” Gn 1:26. Es el mismo Dios que se humilló hasta la muerte (Fil 2) como se profetizó en Isaías 55. Es el mismo Dios que reconoce Tomás y confiesa: Señor mío y Dios mío. Jn 20:28

La iglesia del Nuevo Testamento identifico rápidamente y confesó, por obra del Espíritu, a Jesús, el Cristo, como Señor y Dios (kyrie en Griego), el mismo Señor y Dios confesado en el Antiguo Testamento (Adonai en Hebreo). El “Rey de Reyes y Señor de señores” (Ap. 17:14). Y así fue como se formuló la primera confesión: “Jesús es el Señor” 1º Co 12:3. Confesión que produce la fe salvadora "si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado." Ro. 10:9. Porque al fin y al cabo el día del juicio todos deberán reconocer y confesar esta verdad que hoy proclaman los cristiano "toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor" Fil 2:11. Una vez que Dios se nos muestra en Jesucristo y vemos en él a Dios solo podemos decir: “Señor ¿A quien iremos? tu tienes palabras de vida eterna” Jn. 6:68 y “Señor auméntanos la fe” Lc. 17:6.

Solo Dios nos revela quién es Dios

Pero Pedro no llegó a esa conclusión por ser muy listo (Hch 4:13), ni por las evidencias que había, y que no eran pocas (“los ciegos ven, lo sordos oyen”), pues esas mismas evidencias otros las negaban o se la tribuían al diablo (Lc.11:15). ¡Que fácil resulta manipular y confundir! ¡Qué rápido el caos se hace presente para hacer de lo claro algo oscuro y cambiar el nombre de las cosas! Por eso el reconocer en Jesús a nuestro Dios y salvador no es merito de de nuestra razón, sino que es algo que nos es dado por Dios y por eso firme y seguro. Es Él quien nos hace ver, oír y confesar por fe a Cristo. “Bienaventurado eres, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” Mt. 16:17

En Pedro hubo algo más que simple deducción lógica. Sentía en su interior una certeza, que aun sin poder explicarla racionalmente, la creía firme y segura. La convicción de lo que no se ve (He 11:1). Esa certeza es la que nos hace caminar por fe (2 Co 5:7). Y es una certeza que nos es revelada desde fuera y penetra en lo más profundo de nosotros. ¡Bienaventurado Pedro, esto no te lo reveló carne ni sangre! Solo Dios puede quitar el velo de los ojos. Y ese es un gran milagro que aconteció también en tu vida. Los cristianos podemos y debemos trasmitir el claro contenido del Evangelio porque ese es el medio que Dios usa para revelase de forma personal. Y por ello la obra es segura, porque no depende de otro ser humano sino del Espíritu Santo y por ello podemos fiarnos. Tú eres un bienaventurado. Tú ves a Cristo, a tu Dios y salvador. Muchos leen la biblia pero no ven al verdadero Dios hecho hombre. Tú ves y oyes. Se fiel a Cristo y su Evangelio. No diluyas su Palabra. Recuerda que el mensaje es de Dios y no nuestro.

Confesar es asumir riesgos

La formulación de la confesión implica mucho más de lo que parece. Por eso, lamentablemente, cada vez más las confesiones son genéricas y difusas ¡para que nadie se ofenda por lo que creo y confieso!

Reconocer a Jesús como rey del reino de Dios implica decir que es más que un hombre. Eso traía sus riesgos en la época de Pedro. Era ir contra corriente, contra lo que se espera oír, ya que la postura oficial representada por los líderes religiosos era contraria. Pero no solo era un problema religioso que abarcaba a todo su pueblo y comunidad de fe, sino que también era un problema político. Reconocer que Jesús es Rey y Señor no le causaba ninguna gracia al Cesar que veía amenazado su poder y dominio del pueblo.

En las sociedades democráticas actuales existen muchos “señores” que pretenden nuestro servicio y obediencia camuflados bajo apariencias de libertad. Jesús dice claramente que no podemos “servir a dos señores, porque amaremos a uno y aborreceremos al otro”. ¡La fe nos hace definirnos!

La fe no es privada.

Otro intento de reducir el cristianismo es decir que la fe es un asunto del ámbito privado. Por lo tanto si queremos evitar problemas, mejor no hablar de esos temas. Mejor callar. Esa estrategia la usaron ya en Hechos 4:17-20, 5:28-29 amenazando a Pedro y Juan para que “no hablen”. Sin embargo Cristo nos envía a “anunciar”. Y nosotros “no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”, porque “nosotros también creemos, por lo cual también hablamos” 2ª Co 4:13. La fe es personal, eso está claro, pero no está confiscada al ámbito privado. Eso es un engaño. La fe se confiesa. Y todos confiesan lo que creen en todos los ámbitos de la vida, ya que relacionarse es compartir lo que uno tiene dentro. Jesús dijo: “si éstos callaran, las piedras clamarían” Lc. 19:40. Los cristianos necesitamos confesar claramente lo que creemos, sin complejos y sin miedos. Y lo debemos hacer con el más puro y profundo amor. Con respeto y claridad.

La locura de la fe

Al ver y confesar de forma clara lo que otros no ven ni creen puedes ser considerado un loco, y llevan razón, lo eres. Eso es la fe. Es “la convicción de lo que no se ve” (He 11:1) que nos lleva a ser “locos” para quienes solo tienen el método racional humano para observar e intentar entender lo divino, es decir para quienes como muchos judío en su época, ven a Jesús con ojos terrenales. “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son LOCURA, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” 1 Co 2:14.

Pero no te aflijas, pues esta fe “irracional” a los ojos de la razón es más sensata que cualquier otra cosa: Lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres, (1 Co 1:25).

Esta fe nos mueve a hacer “sensatas locuras” tales como declararnos pública y abiertamente pecadores, débiles y necesitados. Nos lleva a confesamos culpables y no auto justificarnos. Nos convence de que no podemos hacer nada por nosotros mismos para salvarnos. Nos mueve a hacer locuras tales como encontrar sentido a nuestras vidas en un libro llamado Biblia que nos habla del perdón en Cristo. Nos lleva a creer en el poder de la Palabra de Dios para transformar vidas. Creemos la locura de que a través del agua que derramamos en el Bautismo sobre la cabeza de un niño declarando en firme confianza las palabras que Jesús nos envió a creer y proclamar, Dios interviene en esa vida haciéndolo nacer de nuevo, engendrando fe, dándole perdón de pecados, vida y salvación. Nos hace creer en la locura de la presencia real de Cristo con su verdadero cuerpo y sangre que se nos da en, con y bajo el pan y el vino en la Santa Cena.

Creemos en la locura de la cruz. Creemos en la locura de la resurrección y la vida eterna.

Lo sé, son locuras, pero benditas locuras que nos mueve a confesar nuestro Dios, así como lo
movió a Pedro y al resto de apóstoles, y lo seguirá haciendo con más personas. Pablo también tuvo que aguantar que lo tratasen de loco al anunciar el Evangelio: “Festo a gran voz dijo: Estás LOCO, Pablo; las muchas letras te vuelven LOCO. Mas él dijo: No estoy LOCO, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura”. Hch 26:24-25. Sabemos que el gran conflicto que produce rechazo es el contenido puro del evangelio. Se hace pesado de digerir si antes no se nos quebranta con ley. Pero la impaciencia o el deseo de agradar a las masas nos hacen desconfiar de la eficacia de la Palabra de verdad. Y es ahí cuando somos tentados a diluirla para poner cosas de nuestra cosecha que creemos más elocuentes que la propia palabra de Dios.

Pero debemos saber que “la palabra de la cruz es LOCURA a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. 1 Co 1:18. Debemos imitar a los apóstoles que aún sabiendo eso decían: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles LOCURA” 1 Co 1:23. Lo hacían porque tenían claro y confiaban en el método y poder de Dios: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la LOCURA de la predicación”. 1 Co 1:21

Bienaventurado los “locos” que creen que Jesús es el Mesías y que con convicción confiesan de forma clara el contenido del Evangelio. Bienaventurados los que llaman a las cosas por su nombre y no diluyen las doctrinas de Cristo por miedo. Bienaventurado tú si en Jesucristo ves al Dios hecho hombre y te rindes en confianza absoluta a su obra redentora. Bienaventurado si crees y confiesas fielmente el contenido del mensaje de Dios. Bienaventurado si confías en el poder regenerador del Bautismo. Bienaventurado si ves a Cristo en cuerpo y sangra bajo el pan y el vino de la Santa Cena. Eres bienaventurado porque eso no te lo pudo revela hombre alguno sino tu Padre celestial. Amén.

Walter Daniel Ralli
“Porque si estamos LOCOS, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros”. 2 Co 5:13:

lunes, 21 de septiembre de 2009

16º Domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Jesús nos enseña a ser importantes”

Textos del Día:

Primera lección:
Jeremías 11:18-20
La Epístola: Santiago 3:13-4:3

El Evangelio: Marcos 9:30-37

30 Habiendo salido de allí, caminaban por Galilea. Él no quería que nadie lo supiese, 31 porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: "El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, y le matarán. Y una vez muerto, resucitará después de tres días." 32 Pero ellos no entendían esta palabra y tenían miedo de preguntarle. 33 Llegó a Capernaúm. Y cuando estuvo en casa, Jesús les preguntó: --¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? 34 Pero ellos callaron, porque lo que habían disputado los unos con los otros en el camino era sobre quién era el más importante. 35 Entonces se sentó, llamó a los doce y les dijo: --Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el siervo de todos. 36 Y tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: 37 --El que en mi nombre recibe a alguien como este niño, a mí me recibe; y el que a mí me recibe no me recibe a mí, sino al que me envió.


Sermón

Santiago 4.4 dice una de las lecturas para hoy que “cualquiera que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios”. Sin duda, se ha transformado en una costumbre que está muy de moda ser los primeros, ser el número uno, ser el más grande,, estar en la cima o en la cumbre. Ya desde niño se nos marca esta tendencia con “todo es mío”, la actitud de servirme primero a mi porque si no vean la que monto. Así como los niños los adultos nos empujamos muchas veces en a la salida del tren o metro para adelantar al otro en la subida de la escalera mecánica, así sea que lo tenga que apartar de un empujón para estar delante de él. Ni hablar al conducir. Pero creo que dónde se manifiesta de manera más palpable es con el amor que tenernos hacia los deportes.

Queremos que nuestro equipo sea el número uno en todo. Pero muchas no decimos “son los primero o los número uno”. Decimos “somos los número uno o vamos primeros”. Como si en realidad nosotros tuviésemos algo que ver con que nuestro equipo esté primero o sea el campeón. Nos gusta ser el blanco de las miradas, requerimos atención, queremos reconocimiento, como dijo una vez dijo un director de cine: “En el futuro todo el mundo será famoso por 15 minutos”. Programas como los reality shows hacen de su comentario una realidad. Por supuesto, casi a todo el mundo le gusta ser popular, una parte ser una parte sobresaliente de la multitud.

Esto es justamente una parte de nuestra naturaleza humana. Por esto es que no deberíamos sorprendernos cuando en la lección del evangelio de hoy se nos dice que los discípulos discutían acerca de ¿Quién era el número uno? ¿Quién era el más importante? Así es que, como un padre con su hijo pequeño, Jesús tiene que educarlos, sentarse ellos y mostrarle que esa no es la forma en que se manejan las cosas en el reino de Dios. Nuestro Señor Jesús también nos habla esta mañana cuando él dice: Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el siervo de todos.

Así es que si quisiéramos ser los primeros en el reino de Dios debemos ser un criado humilde. ¿Un humilde siervo? ¿No suena muy encantador este tipo de vida y aspiración? Sin duda que no tendremos muchos adeptos a esta manera de vivir, pero sin duda que si el Señor lo dice es por algo.

Y así es que primero debemos comenzar con nuestra actitud. Pero si nuestro pensar no es correcto luego nuestras obras tampoco pueden ser correctas. Como en los días de Jesús, y en todas las sociedades, había una jerarquía de mandos, unas personas de mayor categoría que miraban desde lo alto al resto de la humanidad. Esta jerarquía de mandos era determinada por el dinero, el oficio y el estatus social. Arriba estaban los ricos y poderosos. En el fondo estaban los débiles y los pobres. Pero Jesús estaba más preocupado sobre qué hay en el corazón de las personas y la relación que tienen con Dios. A Él le interesaba más la actitud del orgullo que dice: “soy mejor que tu”. Esta actitud se da en todos los ámbitos sociales. En nuestros días a menudo oímos de políticos abusando de su jerarquía para promocionarse o beneficiarse económicamente y socialmente, en lugar de servir a las personas que los eligieron. No citaré casos específicos pero es cuestión de leer los periódicos para recabar algunos ejemplos. Los directivos de grandes empresas o bancos de envergadura que están muy preocupados sobre la caída de sus millonarias ganancias y beneficios pero no les interesa en lo más mínimo el trabajador común o los clientes a quienes les cobran comisiones usureras. Los niños y los adolescentes no quedan ajenos a esta tendencia, ya que en sus niveles sociales también se hayan muy preocupados sobre su estatus, ver quien es estupendo y quién no lo es, quien se viste de determinada manera o tiene lo último en móviles y demás.

Jesús no quiere esas clases de actitudes en su iglesia. Pero sin duda que muchas veces las podemos encontrar en las personas de la iglesia. Cuantos hombres desean convertirse en pastores por razones equivocadas: El poder, el control, el prestigio o por algunas otras razones que servirían para satisfacer sus propias necesidades y elevarían su propia autoestima. Asimismo los miembros cristianos de las congregaciones, pueden realizar muchas actividades solo para mostrar que su fe es más grande que la de los demás. Nada de esto es nuevo, ha estado en la iglesia desde el principio. En nuestra segunda lectura que correspondía al libro de Santiago habla del orgullo y la arrogancia en una congregación cristiana, cuando él dice: ¿De dónde vienen las guerras y de dónde los pleitos entre vosotros? ¿No surgen de vuestras mismas pasiones que combaten en vuestros miembros? Se supone que la iglesia debe obrar de una manera opuesta a la del mundo como Santiago dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.

Así es que Jesús dice: “Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el siervo de todos”. Para asegurarse de que los discípulos entendieron el mensaje, él trajo a un niño y lo puso en el centro. Los niños no tienen poder. Dependen de otros para su supervivencia. Además servir a los niños habitualmente no trae honor, prestigio o poder. Más aun, en nuestra sociedad el ser madre o padre y dedicarse exclusivamente a cuidar de niños no es algo muy impresionante como tener una carrera, ser ejecutiva o tener su propio negocio. Da más prestigio y suena más atractivo realizar cualquier oficio que decir que se afronta diariamente con los retos de cada día de criar a los hijos. Pero aun así si una madre o padre tiene otro trabajo, es necesario que recalquemos que en el reino de Dios el trabajo más importante es el de encargarse de los niños. El punto de Jesús es que los niños deben ser servidos no por los beneficios que nosotros recibimos de eso, sino simplemente por amor y devoción. Esto debe ser así no sólo de parte de una madre o padre sino de todos los cristianos. Pues Jesús puso el ejemplo de un niño para todos sus seguidores. Él nos dice que todos sirvientes en el reino de Dios y que nadie está fuera de nuestro oficio de sirvientes.

Así Jesús dice que cuándo servimos a los débiles y despreciados, si son niños o no, en realidad recibimos a Jesús y al Padre que le envió. Pues Jesús fue también débil y despreciado. El fue verdadero Dios, y verdadero hombre. Pero él no se aprovechó de su estatus y poder. Jesús dice: “El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, y le matarán. Y una vez muerto, resucitará después de tres días”. Esto es el por qué Jesús es el más grande en el reino de Dios.

Así es que cuando Jesús nos pide a nosotros que seamos humildes sirvientes, él no nos pide a nosotros que hagamos algo que él mismo no haya hecho.

Y así es que según nuestro Señor está bien que deseemos ser los primeros, pero para ello debemos seguir los estándares del reino de Dios que nos dice que si queremos ser grandes debemos ser humildes sirvientes. Al tomar esta actitud debemos estar preparados para sufrir dolor y ser incomprendidos. Necesitamos prepararnos para vivir con la falta del aprecio de muchos e incluso sin el honor o la gloria que creemos que recibiremos por nuestra manera de vivir. Pues cosas así a menudo resultan cuando ponemos las necesidades de otros delante de nuestras necesidades. No siempre somos apreciados. No siempre estamos seremos reconocidos por aquellos a quienes ayudamos y servimos. No siempre obtendremos reconocimiento y gloria. Ésta es una lección muy ardua de aprender. Es una lección que debemos aprender nuestra vida entera.

Esto se hizo realidad en los discípulos. Al principio de la lección del evangelio no es relatado que Jesús desea apartar a sus discípulos para enseñarle, deseaba evitar las distracciones de todo el mundo y enseñar sobre su humildad y su muerte, así como también de su resurrección. Pero ellos no captaron el mensaje. No lo entendieron. Todavía pensaban en poder y estatus. Pues todavía pensaban de Jesús en términos de políticas y ejércitos terrenales, pensaban en términos humanos. Muchos cristianos siempre han intentado mezclar la iglesia y política, aun en nuestros días. Pero los resultados siempre son malos para la iglesia. Pues la iglesia se debe dedicar a vivir en un humilde servicio. La política se trata de poder. La iglesia y el evangelio siempre son dañados cuando la política se convierte en una parte de la iglesia. Así es que Jesús tuvo que llevar a los apóstoles a un lado y explicar estas cosas otra vez.

Por esto es que Jesús también nos llama aparte, para estar con nosotros y para enseñarnos. Él hace esto cada domingo. Le llamamos culto, sea familiar o congregacional. Jesús está con nosotros esta mañana. En este santuario que estamos separados por estas paredes de las actividades y rutinas diarias. Aquí nuestro Señor Jesús se hace presente y nos habla a través de su Palabra.

Cada domingo él nos recuerda que él fue crucificado y muerto por nuestro bien y que en el tercer día resucitó de entre los muertos. Además en su cena humildemente viene a nosotros en el pan con su cuerpo crucificado y en el vino con su sangre derramada. Allí, en ese encuentro con él nos da la voluntad y la habilidad para tomar nuestra cruz y seguirle como humildes sirvientes de los demás.

En cada servicio recibimos su bendición, su bendición a fin de que podamos regresar al mundo que es hostil a este tipo de vida y allí ser sus humildes sirvientes. En medio de este mundo Dios nos da muchas oportunidades. En nuestra familia: Los maridos y las esposas pueden ser humildes sirvientes el uno del otro, padres que pueden mostrar a sus niños lo que los humildes sirvientes hacen y dicen. Los niños también pueden aprender a servir a sus padres, con amor y respeto. En escuela: Los estudiantes pueden ver a esos compañeros que necesitan ayuda, aquellos que no son populares y acercarse a ellos para hacerlos conocer del amor de Dios por medio de su compañía. En el trabajo podemos ser humildes sirvientes, haciendo esas cosas que no tenemos que hacer, pero las hacemos porque sabemos que hacen una diferencia, no porque esperamos ser recompensados por nuestros jefes. Con nuestros amigos y nuestros vecinos podemos ser humildes sirvientes haciendo más de la cuenta para ayudarlos. Y aquí en la Iglesia tenemos oportunidades para ser humildes sirvientes buscando formas de ayudar a nuestros hermanos en la fe y cuidar unos de los otros.

Varios años atrás leí la historia acerca de una mujer rica que dio grandes sumas de dinero para ayudar a sostener a una colonia de leprosos. En una oportunidad, ella pudo realizar un viaje para hacer una visita al sitio. Mientras estaba allí ella vio a una enfermera cristiana que tiernamente trataba la piel de uno de los leprosos. La mujer rica fue impactada por la escena que presenciaba.

Se acercó a la enfermera y le dijo que ni por todo el dinero del mundo ella podría hacer lo que la enfermera estaba haciendo. La enfermera muy tranquila le contestó que: “Tampoco yo podría. Lo que yo hago lo hago por amor”. Pues el amor no está relacionado con nuestro ego, sino con el servicio hacia los otros. Por esto recuerda que Jesús fue a la cruz y allí te otorgó el perdón de todos tus pecados. Y éste es el amor que nos hará sirvientes y grandes en su reino. Ve en la seguridad de su perdón, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Pastor Gustavo Lavia.

martes, 15 de septiembre de 2009

15º Domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Dejad a los niños venid a mí”

Sermón predicado en el Oficio Divino del 13 de septiembre en ocasión del Bautismo de Camila Ralli Lucas

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
1º Lección: Proverbios 22:6
2ª Lección: 2ª Timoteo 3:14-15

Evangelio: Marcos 10:13-16

13. Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. 14. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. 15. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Sermón

I. Cristo se relaciona con los niños.

Dejad a los niño venid a mi y no se lo impidan porque de tales es el reino de los cielos

Todos somos influenciados desde pequeños por lo que los adultos nos han enseñado. Yo tengo muy presente en mi memoria que mi padre me enseñó a hacer aviones de papel y estoy seguro que eso se lo enseñaré a mis hijas diciendo: “Cuando era niño mi padre me enseñó esto…”.

También recuerdo que mi abuela y mi madre me enseñaron a orar y a confiar en Cristo. Son
recuerdos que han afectado mi vida y no se borran de mi mente. Cuanta verdad hay en esta frase: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Pr. 22:6

El Apóstol Pablo, conocedor de esta verdad, apeló a los recuerdos de la infancia del joven pastor Timoteo para que de ahí sacara fuerzas y ánimos para afrontar su vida de fe: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”. “Persiste tú en lo que haz aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido desde la NIÑEZ has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. 2

Ti. 1:5 y 3:15

La niñez es una etapa fundamental para la vida de fe de los niños y Cristo lo sabía bien. Por ello dijo: Dejad a los niños venid a mí y no se lo impidáis. Él quiere enseñar e influir positivamente en la vida de los niños desde sus primeros pasos en esta vida. El bautismo es un punto vital en la relación que el Señor entabla con nosotros y al cual debemos volver siempre como punto de referencia de la relación de amor que Dios entabló con nosotros.

II. Los adultos somos responsables de los niños ante Cristo

Somos la puerta de acceso

Los adultos, somos los responsables de los niños y debemos velar por ellos. Cubrimos sus necesidades y moldeamos poco a poco su persona a través de la enseñanza en valores, actitudes y ejemplos que le vamos dando. Todos influimos en nuestros niños. Lo que le demos, tendrán, y lo que no le demos, pues no tendrán hasta que quizás lo consigan de adultos. Por eso Cristo se dirige directamente a nosotros y nos dice: Dejad a los niños venid a mí y no se lo impidan. El Señor desea que los niños tengan acceso a él y su obra salvadora. Desea que conozcan al Dios Padre creador, al hijo Redentor y al Espíritu Santo Consolador. Quiere que conozcan y experimenten su perdón, paz y amor en el Bautismo, y que sepan y crean que sus vidas tendrán perpetúa bienaventuranzas en la vida eterna que Cristo ganó para ellos. Para ello apela a los adultos y nos dice “dejadlos venir a mí”.

Cristo nos llama a confiar en él

Los niños van dónde los adultos les dejamos ir. Pero ¿Con quien dejamos ir a nuestros niños? Llevamos a nuestros niños a cursillos, a campamentos, al colegio, a cumpleaños, o lo dejamos en la casa de un familiar o del vecino porque nos fiamos de que nuestros hijos van a estar bien y seguros, de lo contrarios no los dejaríamos. La confianza marca las relaciones. Por ello protegemos a los niños de lo que creemos malas influencias o peligros.

El de Cristo es un llamamiento doble. No solo nos pide el Señor que dejemos a los niños ir a él, sino que nos está diciendo a nosotros los adultos: Conocedme y confiad en mí, que soy bueno, soy buena “influencia” para vuestros hijos y para vosotros. En verdad quiere entablar una relación de confianza con nosotros para que así también podamos confiar a nuestros niños y dejarlo ir a él.
Es sabido que nuestras relaciones personales “adultas” afectan a la de nuestros hijos. Si estamos peleados con algún familiar o amigo, nuestros hijos quedan afectados en esa relación ya que o no hablamos de esas personas ni estimulamos su vínculo o directamente hablamos mal de ellos.

Nuestra relación de fe con Cristo también afectará a la relación de nuestros hijos con él. Hubo una publicidad que decía: “Si tú lees, tu hijo lee”, yo agrego, si tu oras, tu hijo ora y si tú confías en Cristo, tu hijo también lo hará. ¡No te prives ni prives a los niños de esta relación!
¡Dejadlo venir a mí, no se lo impidáis!

Los niños van donde les dejamos y si no van a Cristo es por responsabilidad y negligencia nuestra. El Señor nos aplica la ley y es tajante cuando dice: “Cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”. Mt. 18: 6 Si por el motivo que sea somos un tropiezo o un impedimento para que los niños tengan acceso por la fe a Cristo, eso es lo más vil y trágico que podemos hacer, espiritualmente hablando, a un pequeño.

Sin embargo hoy se nos presenta una nueva oportunidad. “si oyes hoy su voz no endurezcas tu corazón”. Si hoy oyes la voz de Cristo que te dice: Dejad a los niños venid a mí y no se lo impidáis, Dios te está dando una nueva oportunidad si crees que no has sido responsable en este asunto. En Cristo hay perdón y una nueva oportunidad cada día. Tómate en serio esto y aprovéchalo.

III. Cristo quiere que los adultos confiemos como niños

Hacerse como niños

Nuestros complejos razonamientos intelectuales, nuestros miedos, orgullo y egoísmo hacen muy complicada las cosas simples y sencillas de la fe. Si no nos hacemos como niños no entraremos en el reino de los cielos. Lo niños no andan con muchas complicaciones racionales maliciosas. Creen sin más. “Hermanos, no seáis NIÑOS en el modo de pensar, sino sed NIÑOS en la malicia, pero maduros en el modo de pensar”. 1 Co. 14:20. No solo debemos combinar nuestra madurez con la falta de malicia de los niños en asuntos de fe sino también se nos pide que deseemos “como NIÑOS recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” 1 P. 2:2, Esto es la Palabra de Dios.

Conclusión

Dejad a los niño venid a mi y no se lo impidan

Cristo nos pide abierta, clara y directamente que dejemos a los niños ir a él. Y reafirma contundentemente: No se lo impidáis. Por lo tanto nos dice: Traedlos a mí, facilitadles el acceso.
Es un derecho del niño tener acceso a Cristo. Quien se lo niegue, entorpezca o no favorezca está atentando espiritualmente contra los niños y será responsable de ello ante Cristo.

¿Por qué Cristo nos pide que dejemos y facilitemos el acceso de los niños a él?

Porque todos deberíamos querer y procurar lo mejor para los niños. Cristo se presenta como lo
mejor para nuestros hijos. Él nos amó de tal manera que Dios su vida por nosotros. Nos ofrece Perdón de Dios. Algo fundamental para poder vivir en Paz. Sentirse amado y perdonado por el creador del universo es la mejor herencia que podemos dejar a los niños. Él nos ofrece esperanza y seguridad para andar por la vida sabiendo que el creador y salvador de este mundo está conmigo. Y nos ofrece la vida eterna. Acercar a los niños a Cristo, a sus valores, a su mensaje de amor, perdón y esperanza es el mayor bien que podemos darles.

¿Cómo podemos hacer que los niños vayan a Cristo?

Lo hacemos cuando los llevamos al bautismo y no lo impedimos. Lo hacemos cuando le enseñamos a ser agradecidos y rezar. Cuando le enseñamos a confiar en el Creador. Cuando le compramos una Biblia para niños y se la leemos. Cuando lo instruimos en casa sobre los conceptos básicos de la fe. Cuando lo llevamos a la iglesia. Cuando le enseñamos y trasmitimos el concepto del error (no autojustificación encubriendo sus faltas) y el perdón.

Dejad a los niño venid a mi y no se lo impidan porque de tales es el reino de los cielo. Necesitamos aprender de los niños y su forma natural de confiar. Necesitamos hacernos como niños para relacionarnos con Cristo y ser parte, como ellos, de su Reino. Seamos como ellos en simpleza y no al revés, incitando a los niños a ser complicados adultos que cuestionan a su creador. Observemos su forma de ser, y creer y aprendamos.

Qué Dios nos asista en esta hermosa tarea. Amén.

jueves, 10 de septiembre de 2009

14º Domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Jesús declara y justifica su amistad con nostros”
Textos del Día:
Primera lección: Proverbios 27:1-11
La Epístola: Romanos 5:6-8
El Evangelio: Juan 15:9-17ç

Juan 15:9-17 9 Como el Padre me amó, también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 "Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo. 12 Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamo más siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todas las cosas que oí de mi Padre. 16 "Vosotros no me elegisteis a mí; más bien, yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y para que vuestro fruto permanezca; a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre él os lo dé. 17 Esto os mando: que os améis unos a otros. Que la Gracia y la Paz de nuestro Señor y nuestro Salvador Jesucristo, sea contigo.


Sermón

En nuestra sociedad hay muchas palabras que pierden sentido y las aplicaciones a nuestra vida también surgen modificaciones, y la palabra AMISTAD es una de ellas. Muchas personas creen que Jesús es nuestro amigo y que cumplirá cualquiera de nuestros deseos. Hasta se cree que si oramos a nuestro amigo Jesús, él nos lo concederá y nuestros problemas quedarán solucionados.
Pero esta idea no es realmente una idea que se encuentra en la Biblia. Si queremos conocer a Jesús como nuestro amigo el texto para hoy es un buen lugar para comenzar. Hoy vamos a ver cómo es que llegamos a ser amigos de Jesús, lo que Jesús ha hecho para establecer esa amistad y que implicancias tienen esta relación en nuestras vidas. Véase lo que él dice:
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
¿Crees que Jesús realmente quiere que obedezcas los Diez Mandamientos? ¿Jes´su condiciona la amistad que tenemos con él al cumplimiento de los mandamientos? Muchas veces los luteranos hablamos tan mal de la salvación por las obras, que creemos que intentar cumplir los mandatos de Dios no es para nosotros, nos da miedo decir que Dios realmente quiere que nosotros obedezcamos los mandatos. Por eso la respuesta a la pregunta inicial debe ser un definitivo “¡sí!”.
De hecho eso es lo que nos pide Jesús, es lo que implica ser su amigo, producir los frutos de la fe y obedecer los mandatos. Consideremos los mandamientos del 4º al 10º. Estos nos relacionan con las personas que nos rodean, nuestros amigos, familiares, vecinos y demás. Lutero siempre tiene el cuidado de decir en sus descripciones sobre los mandatos qué no hacer y qué hacer. ¡No mates pero debes proteger la vida! ¡No cometas adulterio, ama a tu novio o novia! ¡No acodicies, ayuda a que otro conserve lo que es de él! Todos éstos son los frutos que Jesús espera de sus amigos.
Eso es lo que Jesús quiere decir cuando él nos habla de dar “nuestras vidas por nuestros amigos”. No hay mejor forma de ser un amigo que hacer todas las cosas que nos dicen los mandamientos que hagamos a las personas que tienen cabida cotidianamente en nuestras vidas. Nuestros amigos, nuestra familia, nuestros vecinos y ¡aun a nuestros enemigos!
La cosa más interesante en este texto es que Jesús llama a sus discípulos sus amigos y describe su relación con ellos de manera específica.
El amor de Dios fluye a través de Jesús. Él es su amigo. Pero hay más cosas aquí que lo que percibimos a primera vista. La definición de un amigo no es completa a menos que miremos a Jesús, quien es nuestro verdadero y perfecto amigo. Nadie hace eso mejor. Miremos a Jesús, el amigo de los discípulos. Él se quita su túnica, se arrodilla y lava los pies de los discípulos.
Juan 13:1-8 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora para pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Durante la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas hijo de Simón Iscariote que le entregase, 3 y sabiendo Jesús que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que él había salido de Dios y a Dios iba, 4 se levantó de la cena; se quitó el manto, y tomando una toalla, se ciñó con ella. 5 Luego echó agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Entonces llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: --Señor, ¿tú me lavas los pies a mí? 7 Respondió Jesús y le dijo: --Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás después. 8 Pedro le dijo: --¡Jamás me lavarás los pies! Jesús le respondió: --Si no te lavo, no tienes parte conmigo.
Jesús es el cuadro perfecto de alguien que sirve. Recuerda cómo alimentó Jesús a las miles de personas con solo unos panes y un par de peces. O cómo sanó a los enfermos que recurría a él en busca de ayuda. Y cómo resucitó a su amigo Lázaro. ¡Sin lugar a dudas este es el tipo de amigo que tu y yo deseamos tener! Esto es lo que Jesús entiende por AMISTAD. No es una relación entre iguales. Él es el amigo que siempre da. Nosotros somos los amigos que siempre recibimos.
9 Como el Padre me amó, también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Para ayudarnos a comprender un poco a Jesús y su concepto de amistad necesitamos para ir a otro texto. En Juan 19, donde Jesús está delante de la multitud que lo quiere ver muerto, mientras Pilato trata de encontrar la manera de soltarlo. Pero los enemigos solicitan a Pilato que sea ejecutado.
Desde entonces Pilato trató de soltarle, pero los judíos gritaron “Si sueltas a éste, no eres amigo del César. Todo aquel que se hace rey se opone al César”. Juan 19:12
Es necesario recordar que Pilato no era amigo del César porque salían a tomar cervezas por la tarde. Sino porque él descubrió un complot en contra el Cesar y lo delató. Ésta no era una amistad de iguales. César estaba por encima y Pilato era su criado. Los enemigos de Jesús lo amenazan con delatarlo. Si tu no matas a Jesús echaremos a perder tu reputación con el César.
Ya no serás su amigo. Pilato acepta y la multitud se apacigua. Jesús es enviado a la cruz. Pilato no está dispuesto a morir por un hombre que está por debajo de él.
Y eso nos lleva a la cruz. Aquí está el centro de la amistad de Jesús. Somos amigos Jesús, pero no porque Jesús dice ser nuestro amigo. Nosotros no estamos en condiciones de llamarnos amigos de Jesús, no somos las personas con las cuales él desearía relacionarse. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. Jesús es nuestro amigo porque él dio su vida por nosotros. Esto es lo asombroso de su amistad. No somos iguales. Es como si el Cesar diera la vida por Pilato. Pilato diera la vida por uno de sus sirvientes. Como si tu dieras la vida por tu enemigo, por aquella persona que secuestró a Madeline o que perpetró los atentados en Londres o Madrid. Jesús muere por sus futuros amigos. Él da todo, nosotros no damos nada. Él se lo da a aquellos que no se merecen nada de él. Jesús es el que da su vida para sus amigos. El Dios del universo, el creador de todo, muere por el bien de aquellos que él mismo creó. El máximo amor allí en la cruz.
¿Qué decir acerca de nuestro amor de nuestra amistad? Pues bien, sin duda que nuestra manera de vivir la amistad es condicional. La damos cuando sacamos algo de eso. Se lo damos a los que pensamos que se lo merecen, a los que tienen códigos en común. No se lo damos a los que pensamos que están por debajo de nosotros, a menos que nos haga sentirnos bien. Muchas veces es condicional. “Si le presto algo, no quiero que lo gasten en tonterías.” “No te ayudo más; ¡Aun no me has dado las gracias de la última vez!” “Los ayudaré si ellos cambian radicalmente.”
Muchas veces nos ponemos en el lugar de Dios, o en lo que creemos que sería el lugar de Dios. Miramos por encima del hombro a personas que necesitan ayuda y la damos solo penando en cómo ello nos beneficiará. Ciertamente eso no es el amor de Dios fluyendo a través de Cristo en nosotros para nuestros amigos y prójimos. Nuestras acciones no están regidas por los Mandamientos, orientadas hacia el bien de nuestros vecinos. Lo que merecemos es no ser los amigos de Dios. En nuestro pecado, eso es exactamente lo que nuestro amor condicional es, somos los enemigos de Dios. Merecemos su recibir su ira. Merecemos su castigo. Merecemos morir. ¡Merecemos Infierno!
¡Pero nuestro AMIGO, Jesús, sufre y muere en la cruz por el perdón de nuestros pecados! Allí la ira de Dios, el castigo que merecíamos es derramado sobre Jesús. Jesús en su amor hacia sus amigos muere como ninguna otra persona lo ha hacho. Cuando él entrega su vida por sus amigos es mucho más que una simplemente muerte, es el castigo eterno de nuestro egoísta pecado.
Jesús es nuestro amigo, el amigo verdadero que entrega su vida por sus amigos. La próxima vez sobre que pienses en la amistad de Jesús, no olvides que está fundada en el perdón de los pecados que obtenemos de por su muerte en la cruz.
Pero Jesús no lo deja allí, va a mas ¿Te asombra que Jesús da todo? Esperoa porque aun hay más para dar. Él lo dice aquí.
16 "Vosotros no me elegisteis a mí; más bien, yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y para que vuestro fruto permanezca; a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre él os lo dé. 17 Esto os mando: que os améis unos a otros.
Damos frutos. Podemos dar frutos porque estamos en la vid. Jesús dice que el amor de Dios fluye a través de él, hacia nosotros y de nosotros hacia… nuestros amigos. ¿Cómo es esto? ¿Dónde comienza? Jesús dice pide cualquier cosa, él lo dará. Pide dar frutos de fe. Pide ser un buen amigo. Pide poder dar de ti mismo como dio Jesús. Pide, ora… que es lo mismo. Jesús dice, pide y te será dado. “Señor, hazme un mejor amigo.” “Jesús, ayúdeme a servir a mi vecino”, “Dios mío no aguanto más a esta persona, ayúdame a cambiar y a que cambie, ayúdame a servirla.” “Jesús haz que vea las necesidades en mi familia, los niños, mi novio/a y en la iglesia.” “Dame un corazón que desee dar y no espere nada a cambio.” “Ayúdeme a ver las necesidades a mi alrededor, en mi comunidad, en mi país, en el mundo.” Eso pone una perspectiva nueva en la oración y en la relación con Dios. “Pida cualquier cosa que necesites para servir a tu vecino, tu amigo y te lo daré.” ¡Así sea!
¿Cómo estar seguros de esto? Solo recuerda tu Bautismo. Allí Cristo te ha cubierto con su sangre, te ha dado vida, perdón y salvación. Esto lo reafirma en la Santa Cena, donde comes su cuerpo y bebes su sangre derramada en la cruz por ti. Allí el te llama por tu nombre, te dice que eres su amigo y que puedes disfrutar de esa amistad y compartirla con otros.
Jesús es nuestro amigo. Él nos da todo; El perdón a través de su vida, su muerte y su resurrección. Esto es todo lo que necesitamos para tener amistad con quienes nos rodean. Viven en el amor y perdón de Dios diariamente porque has sido perdonado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Pastor Gustavo Lavia.