domingo, 31 de enero de 2010

4º Domingo después de Epifanía.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

4º domingo después de Epifanía

“Cristo es el Señor”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
1º Lección: Éxodo 14:21-31

2ª Lección: Romanos 13:8-10

Evangelio: Mateo 8:23-27

23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?

Sermón

I. Cristo es el Señor del universo.

¿Quién es Cristo para ti?

Los vientos y los mares tienen muy claro quién es este que en apariencias era un hombre sin más. ¿Pero qué había detrás de ese hombre? ¿Quién es Jesús para que incluso los vientos y los mares oigan su voz y le obedezcan?

Esta es una pregunta muy interesante para que tú también te hagas ¿Quién es Cristo para ti? ¿Qué significa para tu vida? ¿Por qué quieres oír su voz? ¿Por qué deseas de todo corazón obedecerle? ¿Porque su palabra te calma?

Las tempestades

Sé que teniendo aún tan presente las terribles consecuencias del terremoto en Haití es difícil no preguntarse que si Cristo tiene poder para intervenir en la naturaleza

¿Porqué no lo ha hecho en este caso? Cuestiones de este tipo pueden hacer mella y desestabilizar incluso a personas de fe que buscan una respuesta sincera.

Es verdad que Cristo tiene poder para hacer que un terremoto no acontezca. La biblia nos relata grandes proezas relacionadas con la intervención de Dios en la naturaleza. La más impactante de todas fue el diluvio universal. Pero también Dios envió plagas a Egipto, abrió el mar Rojo, e incluso Jesús caminó sobre el agua. Pero sin duda la obra más maravillosa de todas fue la creación. Es evidente que Jesús tiene poder para contener a la naturaleza, pero en ningún momento Él se ha comprometido a evitar en todas las situación que ella no nos dañase. Sin embargo eso no significa que Dios no esté interviniendo y sujetando a su creación para que no acontezcan más daños Seguramente estará evitando muchas otras posibles catástrofes, ya que Dios contienen mucho de todo el mal que nos puede suceder porque sino ya hubiese acontecido el fin del mundo.

Las agresiones

La creación atenta contra la humanidad ya que el ser humano se reveló contra su creador y contra la naturaleza misma. Sólo en el paraíso la naturaleza y el ser humano vivíamos en perfecta armonía. Ahora mismo ni siquiera entre los seres humanos vivimos esta armonía y unos atentamos contra otros. Atentamos incluso contra Dios y su Palabra ¿Cómo pretendemos la armonía? Nos agredimos constantemente y sin muchos reparos.

Este terremoto no es un castigo a quien lo sufre ni es un premio el que a nosotros no nos suceda. Y no tenemos respuestas al porque le sucedió a esta gente que ya bastante tenía con su pobreza. Lo cierto es que ha acontecido, que Dios no lo evitó y que nos enfrentamos a un escenario terrible: Gente sufriendo mucho, y a una oportunidad de brindarnos a aquellos que nos necesitan. La pregunta que debemos hacernos es ¿Cómo puedo ayudar a esta gente? ¿De qué manera puedo yo, tal como los vientos y los mares, obedecer a Cristo para calmar en alguna medida las necesidades, miedos, y problemas que tienen los que me rodean? La fuerza de la naturaleza produjo en este caso concreto agresión y daño a estas personas ¿Cómo podemos nosotros oír la voz de Cristo y actuar en consecuencia para ayudar a nuestros semejantes? Repasemos diariamente los diez mandamientos y meditemos en el carácter positivo de ellos y no sólo intentemos contenernos de hacer daño, sino que también esforcémonos por ayudar a prosperar en todo a nuestro prójimo.

Esta catástrofe nos ha mostrado nuestras miserias y nuestra vulnerabilidad, pero también nos ha mostrado la rápida voluntad de muchos para ayudar. ¡Que Dios nos mueva a amar y ayudar en todo al prójimo!

II Cristo, el Señor de tu vida

Tu vida como una tormenta que arrasa

Los vientos y los mares en el evangelio de hoy se convirtieron en una amenaza para los discípulos que estaban atormentados. Sin embargo, incluso la fuerza de la naturaleza se somete al señorío de Cristo y acata su mandato. Tú como ser humano pecador también produces desastres con tu paso por este mundo. A causa del pecado tú también produces daño. Tu ímpetu, tu fuerza, tu carácter, tu genio, tu orgullo, tu ira, tu egoísmo, tus pasiones descontroladas, tu soberbia, etc. también producen tormentas que atemorizan y arrasan a otros pudiendo dañar sus vidas. Incluso tus seres más queridos pueden ser víctimas de tus tempestades.

Los vientos y los mares son cosas útiles y necesarias, pero también pueden causar daño. Nosotros, a causa del pecado, somos potencialmente peligrosos y no debemos perder de vista esta realidad. Por lo tanto necesitamos diariamente oír la voz de Cristo en su Palabra y someternos a su voluntad. Es un ejercicio diario.

Bajo la autoridad de Cristo

Nosotros necesitamos circular por este mundo pero estar bajo el control de la palabra de Jesús. Debemos refrenarnos, debemos calmarnos, porque de forma descontrolada el ser humano produce caos y desastre.

En nuestro diario andar podemos atemorizar, confundir y dañar. Jesús desea cambiar esa situación. La nueva criatura en Cristo refrena al viejo hombre y lo ahoga diariamente a fin de que surjan los frutos del espíritu.

Oigamos la voz de Cristo que nos llama al arrepentimiento, al control, a la oración y la meditación. Nos llama al perdón y también a las obras. Cristo se comprometió contigo en tu Bautismo a guiarte hacia la Paz del perdón y su Palabra. Te ha dado el Espíritu Santo para que genere en ti los frutos agradables ¡búscalos día a día!

No hemos podido evitar el terremoto en Haití y Dios dejó que sucediera. No había prometido lo contrario y no sabemos mas. Sin embargo Jesús, aquel poderoso, nos envía a ayudar a quienes lo necesitan. ¿Quién es este Jesús para ti? ¿Es real el poder que dices que tiene? ¿Tiene autoridad en tu vida? ¿Le quieres obedecer?

La epístola de hoy nos dice:

14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. 17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

El Señor de nuestras vidas nos pide que incluso ayudemos a nuestros enemigos y nos dice “no seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. En ocasiones encontramos muchas excusas para no brindarnos a los demás y el egoísmo o la indiferencia vence al bien que podemos llegar a hacer. Cristo tiene poder y autoridad para revertir esto, trabajando diariamente contigo. Tus vientos y tus mares pueden ser mansos y tranquilos para que otros naveguen por ellos. Cristo está contigo y desea calmar tus momentos bravos y agitados. Te perdona y te envía en paz al mundo.

No sólo tenemos en Haití gente a la que ayudar, sino que las oportunidades se multiplican diariamente. Nuestros familiares, vecinos o amigos pueden estar atormentados y sufrimiento a causa del pecado. Háblales de aquel que puede clamar las tormentas y pueda traerles perdón y paz a sus vidas.

Conclusión

Si bien atravesamos esta vida tormentosa, llena de peligros, nuestras vidas y temperamentos huracanados deben estar bajo el control de la Palabra de Cristo que nos manda a detenernos, a calmarnos y a Amar. En Cristo podemos canalizar la fuerza, el ímpetu, el deseo, la inteligencia para servir en bien de mi prójimo.

Cristo viaja con nosotros en este barco, y aunque en ocasiones por nuestra débil fe nos pareciera ajeno a nuestro sufrimiento y desesperación, aunque lo percibamos dormido, Él está a tu lado para calmar tus temores. Y no sólo los calma para dejarte tranquilo, sino que lo hace para que tú puedas llevar esa paz y tranquilidad a otros.

El te deja en Paz con el Padre, te perdona todos tus pecados, calma la ira tormentosa Dios que se desataba contra tu vida a causa del pecado. Te alimenta con la Palabra y los sacramentos y todo ello por amor. Sal tú al mundo a trasmitir este poderoso mensaje de Perdón, Paz, Vida y Amor en Cristo Jesús. Amén

Pastor Walter Daniel Ralli

domingo, 24 de enero de 2010

3º Domingo de Epifanía.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a
La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Epifanía

“Hoy se cumple la Palabra de Dios ante nosotros”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Nehemías 8:1-3, 5-6, 8-10

La Epístola: 1 Corintios 12:12-31

El Evangelio del día: Lucas 4:16-30

16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor. 20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? 23 Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra. 24 Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. 28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.

SERMÓN

En el capítulo del Evangelio de hoy encontramos que nuestro Señor Jesucristo ha regresado del periodo de tentación y se hizo presente ante las personas de la región de Galilea. Para estas personas el hijo del carpintero desaparece por lo menos por seis semanas y repentinamente regresa del desierto. Su aspecto físico probablemente reflejaba los 40 días de ayuno y las adversidades por entonces vividas en aquel inhóspito lugar. Ahora convertido en predicador ambulante peregrina a todo lo largo del país y enseña en las sinagogas. Al final llega el día cuando este hijo de Nazareth regresa al lugar donde creció, jugó y se relacionó con muchas de personas.

El que comenzaba a ser orgullo de un pueblo que había perdido este sentimiento hace mucho tiempo regresa a sus tierras. A un lugar sagrado en su tierra, a la sinagoga, centro de fe, culto, religión y tradiciones. Jesús no emite inicialmente muchas palabras, pero las que pronuncia causan mucho estupor. Oigámoslo nosotros también: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

Puede parecer normal que Jesús haya causado revuelo entre sus oyentes pero hasta ahora no se había producido ningún altercado ni debate público. Hasta el momento había hecho todo bien. Llegó a Nazareth, donde había sido criado. Fue a la sinagoga y como era su costumbre fue en el día de sábado. Se lo invitó a leer le fue dado el libro o rollo del Profeta Isaías. Lo abrió y encontró el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.

Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

Sin duda muchos de los presentes sabían cosas de Jesús. Habrían llegado a sus oídos el informe sobre la voz que se oyó desde el cielo a la hora de ser Bautizado por su primo Juan “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” Mateo 3:17. O cuando en medio del desierto Juan mismo se puso a gritar “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29. A quien al bautizarlo y sobre el cuál descendió el Espíritu Santo. Ya tenía trayectoria, poca pero la tenía, en hacer milagros, curaciones en Capernaúm. Los ojos de todos se posaron sobre el Señor ya que si todas estas cosas habían sucedido en otras tierras desconocidas por Jesús, cuanta más gloria, milagros y poder se manifestaría entre los suyos, en medio de los del pueblo que vio crecer al hijo de María y José.

Jesús, el Cristo, llegó a Nazareth, donde había sido criado. Fue a la sinagoga, como era su costumbre y en día sábado. Se le pidió hacerse cargo de la lectura y la explicación de la misma. Le fue dado el libro del profeta Isaías. Los ojos de todos se posaron sobre el hijo del carpintero, el Verbo Encarnado y Manifestado a los hombres acerándose y haciéndose uno con el Verbo Escrito. Abrió el rollo de papel y comenzó a leer. ¿Y qué leyó? Fue un sermón reutilizado, que el mismo Jesús le había dado hace unos 700 años atrás al profeta Isaías.

El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.

Sin duda un gran texto para comenzar su ministerio publico. Texto que describe de manera maravillosa, bella y elegante. Donde las promesas desbordan por las imágenes y las maravillosas promesas referidas al Mesías. Describiéndolo en esta Palabra profética concerniente al Ungido, al Mesías prometido, el Cristo que se hace presente, el Liberador y Redentor. Gracias a estas Palabras muchos corazones fieles se han aferrado a la Esperanza transmitida aquí y desear que estas Buenas Nuevas se hagan realidad entre nosotros hoy día. Para muchos hombres pobres en espíritu es reconfortante saber de la herencia del Cielo, de las riquezas del Paraíso, del año agradable del Señor.

El Ungido de Dios viene a proclamar que la esclavitud de Satanás está destruida, que los grilletes de muerte están hechos añicos y que las cadenas del pecado ya no tienen capacidad para mantener cautivo a nadie, que son destruidas. Que a partir de ahora las personas pueden regocijarse en que el alma que estaba en las mazmorras de la oscuridad han sido puestas en libertad, que ahora los ciegos pueden contemplar al Ungido del Señor en quien el Espíritu ha descendido. ¡Qué promesas y cómo deseamos que esta Buena Nueva, que este Evangelio que libera de la prisión de la tristeza, el temor y la muerte se haga presente en nosotros ahora y siempre!

¿Quién no anhelaría ese día? Ciertamente, los judíos fieles habían oído esta Palabra de Dios y la habían aprendido de memoria por varios siglos. En algún momento el Mesías, descrito por Isaías prometió, proclamaría “el año agradable al Señor”.
Jesús de Nazareth cerró el Libro y se lo devolvió al hombre que estaba encargado de cuidar la conservación de la Palabra en ese lugar. Los ojos de los fieles así como los ojos de los ciegos espirituales, todos los ojos estaban fijos en Jesús, en su cómo se sentó en esa sinagoga, adoptando la postura de maestro. Y comenzó una de las predicaciones más corta de su ministerio. Pero no por corta poco efectiva. Les dijo simplemente “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.". Estas palabras de Jesús son impresionantes y maravillosas para que estemos seguros, pero no dejemos de asombrarnos de oír esta maravillosa noticia. Todos en la sinagoga oyeron el Verbo de boca del mismo Hijo de Dios y se sorprendieron de la proclamación del Evangelio, “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”

Estimados que se congregan en esta sinagoga de Nazareth, la esperanza cristiana y el sueño Mesiánico expresado en la Palabra profética de Isaías se ha cumplido hoy mismo, aquí, ante vosotros. Jesús, el Cristo, el Ungido por el Espíritu del SEÑOR.

Soy el Cristo, he venido a Galilea para traerte la Buena Nueva. He sido enviado a vosotros los quebrados de corazón, para sanarlos, a los cautivos en sus temores espirituales para liberarlos. He sido enviado a perdonarte de todas tus transgresiones y pecados, pues he venido a sufrir todas tus transgresiones, a ser puesto en prisión en tu lugar y pagar por todas tus transgresiones y tus pecados.

Estoy aquí para darte vista a tus ciegos ojos que no podían ver la Salvación en mí, pues he venido a padecer tu muerte, en la oscuridad de este mundo y vivir la muerte que tu te merecías. Estoy aquí para anunciarte que todos los esclavos del pecado, la muerte y el diablo son puestos en libertad, pues yo he derrotado a estos enemigos de la humanidad en tu lugar. He venido a anunciar que éste es el año de Jubileo del SEÑOR, en dónde los esclavos son puestos en libertad, las deudas son suprimidas y muchas riquezas son otorgadas gratuita y libremente.

Además de todas estas cosas, hay dos palabras en particular que llaman la atención. La primera es la palabra “Cumplido” en la frase: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. Esta palabra no es usada con el significado que algo ya se ha cumplió, concretado o realizado... como cuándo se nos encomienda una tarea y al realizarla podemos decir que la hemos cumplido. No, la palabra que se utiliza da la idea de una acción y realidad permanente, la intención es que veamos y creamos que las Sagradas Escrituras se han cumplido y siguen realizando ese cumplimiento. Por ejemplo, que Jesús es el Cristo, no es solo algo demostrado en el pasado, sigue siendo una realidad en el presente y una realidad permanente y continua por los siglos de los siglos. Que “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” fue un presente y una realidad permanente para los asistentes en la sinagoga de Nazareth y lo sigue siendo para nosotros hoy día.

La otra palabra que Lucas escribió en el texto de Evangelio que necesita ser enfatizada es la palabra “comenzó”. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. El Espíritu Santo, a través de Lucas, nos dice que “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años” Lucas 3:23. Lucas nos cuenta en el primer verso de Hechos de los Apóstoles que “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,”. Así, el Evangelio entero de Lucas, la vida entera de Jesús desde su concepción hasta su Ascensión, es lo que él COMENZÓ a hacer y a enseñar.

Entonces, uno podría preguntarse: ¿ese comienzo tuvo un final? Pues bien, la respuesta es NO. Ese comienzo no tuvo final. De hecho, él no se ha detenido de enseñar en 2000 años.

Es necesario ver que lo Jesús continúa haciendo y enseñando lo que comenzó en Nazareth de Galilea. El Señor Ascendido toma los Escritos Sagrados y se los da al hombre encargado de velar por la Santa Palabra en ese lugar y a fin de preservarlo para que las personas que se han reunido allí puedan oírlo en más oportunidades.

¿Qué es eso de que Jesús continúa haciendo? ¿Cómo lo sigue haciendo? La respuesta es ésta: Nada más y nada menos que lo que él comenzó a hacer y continua haciendo desde entonces como aquel día en Nazareth. Lo que Jesús continúa haciendo lo hace por medio de su Palabra, sea a través de la predicación pública, la lectura privada y de los medios de gracia. La fe nos hace vivir el llamado a predicar la Buena Nueva a quienes no tienen la fe puesta en el Señor de la Cruz, contándoles sobre este Evangelio de Dios, llamados a proclamar la liberación a los cautivos, a absolver al penitente de sus pecados, llamados a darle vista a los ciegos mostrándoles ellos a Cristo crucificado para lograr el perdón de los pecados. Poner en libertad a aquellos que están oprimidos llevándolos a la tumba vacía de Semana Santa y animarlos a leer la Palabra de Dios a fin de fortalecer y animar la fe que Dios obra en ellos.

¿Cuál es la autoridad que tenemos para salir a predicar esto? Es que en este mismo día, la Palabra de Dios te dice “El Espíritu del Señor está sobre ti y te ha ungido para predicar Buena Nueva para los pobres….”. Él te envía a proclamar liberación para los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año agradable del SEÑOR”.

¿Qué garantías tienes de que Dios está contigo? La misma que tuvieron los oyentes en la sinagoga: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. ¿Qué Escritura se cumple en los Oficios habitualmente? Cuando el mismo Jesús se hace presente en la Santa Cena y te dice “Toma y come… Toma y bebe, esto es mi cuerpo y mi sangre derramada para el perdón de tus pecados”. Podrás salir con la seguridad de “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. Con la seguridad de que todos tus pecados te han sido perdonados en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Atte. Pastor Gustavo Lavia

domingo, 10 de enero de 2010

3º Domingo de Epifanía.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a
La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Epifanía

“El Padre y el Espíritu Santo Testifican del Hijo”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Salmo 29

La Epístola: Romanos 6:1-11

El Evangelio del día: SAN MATEO 3:13-17

SERMÓN

Nos encontramos en el tiempo de la Epifanía, y para esta temporada se ha escogido este texto.

Epifanía significa manifestación y se refiere a la triple manifestación de Jesús como Salvador del mundo, a saber: primero, a los gentiles, los magos del Oriente conducidos a Jesús por la estrella maravillosa, como precursores de todos aquellos paganos que en el correr del tiempo vendrían a Jesús; segundo, la manifestación a su pueblo, que relata nuestro texto, en el que el Padre y el Espíritu Santo testifican de Jesús; y tercero, la manifestación de Jesús a sus discípulos mediante su primer milagro, en las bodas de Cana.

Jesús seguirá manifestándose hasta el fin del mundo mediante la predicación del Evangelio y la administración de los Santos Sacramentos. El precursor del ministerio de la Palabra, en el Nuevo Testamento, era Juan el Bautista, que predicaba y bautizaba en el desierto de Judea.

Para que nadie creyera que el ministerio de la Palabra era invención humana, Dios mismo ratificó la predicación de Juan por la voz procedente del cielo y confirmó el bautismo por la aparición del Espíritu Santo en forma de paloma, demostrando así que todos los bautizados reciben el Espíritu Santo para su salvación. A este testimonio se refiere Jesús ante los judíos incrédulos cuando les dice: “El testimonio que yo tengo, mayor es que el de Juan... el Padre también que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí” (Juan 5:36-37).

Nuestros cultos tampoco se celebran por iniciativa humana, sino por el mandato de Cristo que ordena predicar su Palabra a todas las naciones. Cristo confirma nuestra predicación cuando declara: “El que a vosotros oye, a mí me oye” (Lucas 10:16).

Tengamos en cuenta, pues, que el sermón es el testimonio de Dios mismo, de su Hijo, para que en Él tengamos vida eterna. Que para este fin Dios bendiga también su Palabra en tanto que consideramos en este momento el siguiente tema:

El Padre y el Espíritu Santo Testifican del Hijo

1. La ocasión en que fue dado este testimonio;

2. El significado de este testimonio.

1. La Ocasión en que Fue Dado Este Testimonio

Jesús se presenta en el lugar donde Juan estaba bautizando. (Vs. 13-15.)

Desde su nacimiento y desde su adoración por los pastores, representantes de su propio pueblo, y los magos, representantes de los gentiles que vendrían al Cristo, según la profecía de Isaías (capítulo 60), no sabemos nada de Jesús hasta los doce años, cuando dice en el Templo que Él debe estar ocupado en las cosas de su Padre celestial. Con estas palabras declara públicamente ser el Hijo de Dios. Después de este destello de su gloria, nuevamente desaparece en la obscuridad y las puertas de la carpintería de Nazaret se cierran tras Él. Podemos imaginárnoslo trabajando como carpintero, dando buen trabajo a precio justo. Santifica así el trabajo manual y demuestra que ese trabajo no es humillante, sino que en todo servicio honrado podemos servir a Dios, haciendo el trabajo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, esto recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. (Efesios 6:8). Pero así como una corriente pequeña, que desaparece ante nuestra vista por entre las rocas y en la obscuridad de la selva para reaparecer como torrente impetuoso en su curso inferior, con potencia para accionar turbinas, asimismo Cristo vuelve a presentarse, después de dieciocho años de retiro voluntario, a la edad de treinta años y en la plenitud de su personalidad, para cumplir con su misión. Para ello guarda las herramientas y cierra la puerta de la carpintería y se encamina hacia el desierto de Judea, donde Juan el Bautista anuncia la proximidad del reino de Dios, predicando el arrepentimiento y bautizando para el perdón de los pecados.

Juan topa las mismas dificultades que topa cualquier otro predicador. Se presentan hombres que consideran el bautismo una mera costumbre y en vez de servir con sus costumbres a Dios, hacen de su servicio a Dios una costumbre. Son ellos los representantes de todos aquellos que también hoy en día tienen a la religión por una costumbre a la que se adaptan según las circunstancias. Se hacen bautizar como de cierta iglesia cuando están entre los de esa iglesia, y como evangélicos cuando están entre los evangélicos. A los tales Juan amenaza con el fuego del infierno.

(Mateo 3:7-12.) Por no arrepentirse de sus pecados, se fueron sin el bautismo, como dice la Biblia: “Los fariseos empero y los doctores de la ley, desecharon contra sí mismos el consejo de Dios, no habiendo sido bautizados por Juan” (Lucas 7:30).

También se presenta el caso contrario, cuando Juan siente su propia insuficiencia ante una responsabilidad tan grande, como es el santo ministerio de la Palabra. Esto sucede cuando Jesús se pone en la misma fila con los pecadores para ser bautizado y Juan reconoce su inferioridad. Trata de disuadir a Jesús de hacerse bautizar por él, creyendo más bien en la necesidad de ser él bautizado por Jesús.
Jesús empero insiste en ser bautizado por Juan, honrando así el ministerio, y enseñando por su ejemplo que la eficacia del ministerio no depende del oficiante, sino de la institución divina. Aunque veamos en el pastor debilidades, que de seguro tiene, porque es pecador, no por ello debemos tener en poco el oficio de la Palabra sino que debemos creer que lo que el pastor trata con nosotros en nombre de Cristo, es tan válido y cierto, también en el cielo, como si nuestro Señor Jesucristo mismo tratase con nosotros.

El bautismo de Jesús es parte de su oficio. Jesús no necesitaba el bautismo para su persona. Pero igualmente estaba ansioso de bautizarse porque quería someterse a toda institución de Dios para salvación del mundo, y para dar testimonio de la necesidad del bautismo para la salvación. Además, el bautismo de Jesús simboliza su muerte y resurrección. Es el pecador el que debe ser hundido en las olas del juicio final por sus pecados. Pero es Cristo el que toma su lugar ante Dios y cambia el juicio en perdón, pues como Él resucitó de entre los muertos y vive y reina en la eternidad, así también el pecador, por los méritos de Cristo, vivirá en eterna justicia y bienaventuranza. Así el bautismo no sólo debe ser aplicado a Jesús, sino que también halla su cumplimiento en la obra de Jesús.

Reconociendo que el bautismo formaba parte de la obra de Cristo, Juan, al día siguiente de haberle bautizado, anuncia a Jesús como Salvador, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

Ya que Jesús no necesitaba el bautismo para su propia persona, tampoco necesitaba confesar pecados ni ser amonestado al arrepentimiento. Dios mismo pronunció el sermón bautismal y elevó a su Hijo a la compañía de la Santísima Trinidad, y expresó su complacencia en la obra de su Hijo.

2 El Significado de Este Testimonio

Dios manifiesta su complacencia en su Hijo. Ante Dios no existe lo pasado ni lo futuro, sino que todo es eternamente presente. Por esta razón ve la obra de su Hijo como ya finalizada y manifiesta su complacencia en Él. La voz del cielo es el “amén” al “consumado es” que se escuchará desde la cruz.

El Evangelio nos relata cómo Jesús cumplió este testimonio. Se manifestó como el Hijo de Dios con palabras y obras. Su primera palabra que habló en público, en el Templo a los doce años, fue una declaración de que Dios era su Padre; y su última palabra en la cruz, consistió en encomendar su alma al Padre. Entre estas dos palabras se desarrolla todo el plan de la salvación, para cuya realización había sido enviado. Para comprender la necesidad de la muerte propiciatoria debemos acordarnos del “Santo, Santo, Santo”, que entonan los ángeles ante e1 trono de Dios y que cantamos nosotros todas las veces que celebramos la Santa Cena. Aunque los hombres nieguen sus pecados, no se atreven a declararse santos. Los más empedernidos sostenedores de su propia bondad admiten, acusados por su conciencia: “Es cierto, no soy santo.” Pero con ello admiten su condenación, porque Dios quiere que sean santos, cuando les dice: “Santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios” (Levítico 19:2). Así como el fuego y el agua no pueden ser unidos porque son dos elementos incompatibles entre sí, así mismo no pueden ser unidos el hombre pecador y el Dios santo porque son dos seres incompatibles; el hombre pecador no puede quedar en compañía del Dios santo. Por esto los hombres, después de haber caído en el pecado, fueron echados del paraíso, de la presencia de Dios, y el cielo les quedó cerrado. Si la Palabra de Dios es cierta (y sabemos que lo es) y si las amenazas de la Ley de Dios no son palabras vacías (y sabemos que no lo son), entonces es seguro que de todos los hombres que nacieron ninguno se habría salvado si no hubiera prestado satisfacción a Dios por sí mismo.

Es aquí donde interviene Cristo, pues “Él llevó sobre sí nuestros pecados y fue traspasado por nuestras transgresiones, el castigo nuestro cayó sobre Él y por sus llagas nosotros sanamos” (Isaías 53). Reconciliados con Dios por los méritos de Cristo, Dios ya no mira nuestros pecados sino que nos mira tal como somos en Cristo. Y como tiene complacencia en su Hijo, también tiene complacencia en los que están en Cristo. Si nos sobreviene algún sufrimiento, no es el castigo de un Dios iracundo, sino la reprensión de un padre amoroso que procura nuestro propio bien, como lo explica San Pablo: “Castigados somos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Corintios 11:32).

Testimonio para nuestro bautismo. A causa de su obra, Jesús pudo ordenar la predicación de su Evangelio como la palabra de la reconciliación e instituir los Santos Sacramentos como medios de gracia, por los cuales ofrece, da, y asegura a los creyentes el perdón de los pecados, paz para con Dios y el poder de llevar una vida cristiana.

Así como en el bautismo de Jesús el Espíritu Santo se manifestó en forma de paloma para testificar ante Juan y el pueblo que Cristo es el Hijo de Dios, asimismo nosotros hemos recibido en nuestro bautismo el Espíritu Santo para nuestra salvación como el don más precioso.

Este hecho debe manifestarse en nuestra vida diaria. La paloma es símbolo de paz y mansedumbre. Con nuestra amabilidad en el trato con el prójimo, por nuestra mansedumbre, por nuestra sinceridad debemos mostrar que tenemos el Espíritu Santo.

Pero el Espíritu Santo es también Espíritu de poder, pues en otra oportunidad vino con ímpetu, cual viento fuerte, sobre los apóstoles, los fortaleció para llevar adelante la causa de Cristo, sin temor aun a la misma muerte. En el bautismo de Jesús se abrió el cielo sobre Él. Los discípulos sabían que también a ellos les sería abierto el cielo, una vez cumplida su misión en este mundo. El Espíritu Santo ha de fortalecernos para que llevemos adelante la causa del Señor en este tiempo de Epifanía, pues también para nosotros está abierto el cielo por los méritos de Cristo, abierto para nuestras oraciones, que se elevan allí, abierto para todas las bendiciones que bajan desde allí, pero también abierto para recibirnos en la hora de nuestra muerte.

Previendo la oposición del mundo impío, el Padre y el Espíritu Santo testifican del Hijo para fortalecer a Juan en su difícil ministerio. Que el poder divino nos acompañe también a nosotros en nuestra obra de evangelización, para nuestra salvación y la salvación de aquellos que nos oyen, y para la gloria del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Jacobo Felahuer.

domingo, 3 de enero de 2010

Epifanía.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Epifanía

“Cristo, nuestra luz se hace presente”

Hoy reflexionaremos sobre la implicancia de la Epifanía, la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Hoy, una vez más, todas las lecturas, todos los himnos, y todas las luces señalan a la verdadera Luz de estas fiestas: Jesucristo.

Oímos la lectura del libro de Isaías para esta Epifanía: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. 2 Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.”

También lo expresa Juan en su primera carta cuando dice: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”

¿Ha estado alguna vez en un cuarto totalmente oscuro? Si no ha estado en uno intente imaginarse en una gran habitación, en la cual no pueda verse ni siquiera la palma de la mano. Imagínese un sitio bien amplio, pero oscuro a tal punto que mire para donde mire no pueda ver nada. No ve donde pisa, no ve donde están las paredes, no ve si hay obstáculos, no hay señales luminosas que indiquen una salida de emergencia. Ni siquiera puede ver que altura tiene el techo porque no sabe siquiera si hay techo. De pronto se hoye un estruendo y “PUMMM” una gran explosión de fuegos artificiales en lo alto de su cabeza. Imagínese las “fallas valencianas” alumbrando su entorno. Habrá una sonrisa en su rosto, muestra de alivio por ver algo a su alrededor y por la belleza de los fuegos artificiales, habrá seguramente un suspiro o una exclamación de “que belleza” “que impresionante”, “Magnífico”.

Quiero pensar que ese fue el estado de ánimo de muchos ángeles cuando Dios, al principio del tiempo, cuando no había luz, creo la luz. Todo era oscuridad. El universo entero estaba completamente a oscuras. Dios estaba sentado allí en ese universo oscuro. Dios miró al mundo, estaba obscuro y guardó silencio. Repentinamente, unas palabras suyas hizo que explotara la luz y los destellos. Todos esos destellos pequeños se fijaron en el cielo y se convirtieron en estrellas y cuando Dios vio las estrellas, y luces creadas dijo “Es bueno, es bello. Un buen trabajo”.

Creo que parte de esto nos lo podemos imaginar cuando en las celebraciones navideñas, de noche vieja o de alguna fecha importante de nuestro pueblo o ciudad se conmemoran con pirotecnia de gran porte. Allí nos sentamos a esperar que comiencen los fuegos artificiales para el deleite de nuestra vista. Es lindo ver a los niños esperando este acontecimiento, con los ojos tratando de ver qué va a suceder y llegado el momento la luz en sus ojos y en sus sonrisas. Repentinamente, la función comienza y un cohete sube velozmente en el aire y se suelta en un ataque de luz multicolor, toda la gente comienza a dar exclamaciones. Creo que la mayoría de las personas reaccionamos de la misma manera, con asombro y fascinación. ¿Por qué será que compartimos esta fascinación por las luces en el cielo? ¿De dónde viene ese interés?

Me gusta pensar en que tiene que ver con que todos los seres humanos somos hechos a imagen y semejanza de Dios. Caídos en pecado, es cierto, pero que conservamos vestigios de esa imagen y semejanza. La diferencia está en que Dios es luz y en Dios no hay oscuridad en absoluto. Sin embargo en nosotros si hay oscuridad y pecados.

En estas fiestas de Navidad y Epifanía celebramos que por la gracia de Dios se nos ofrece su luz a cada uno y a todas las personas. Todos los seres humanos reaccionan positivamente y favorablemente a la luz, porque en nosotros está la remembranza del ser hechos a la imagen de Dios.

Déjeme citar otros ejemplos. Tomemos un bebé de seis meses de edad y pongámoslo delante de un árbol de Navidad. El bebé no hará nada. Pero si encendemos las luces de colores titilantes de ese árbol de Navidad, los ojos del bebé centellean y se iluminan a la par de las luces del árbol.

¿Por qué responden todos los bebés de la misma manera hacia la luz? ¿Por qué será que a los seres humanos nos fascina y nos atrae tanto el tema de las luces? Creo que en parte es porque somos hechos a imagen de Dios. Dios es luz. Anhelamos la presencia de Dios, ya que en él no hay oscuridad alguna.

En este ámbito también cabe decir que hay una parte negativa. Porque así como somos atraídos a la luz, también tenemos rechazo y miedo a la oscuridad. No somos atraídos por lugares o espacios oscuros. En algunas oportunidades realmente nos da miedo la oscuridad, aunque no lo admitamos. A nadie le agrada conducir de noche por un camino sinuoso que no conoce y menos si la visibilidad es escasa o nula. ¿Por qué están la mayoría de niños pequeños les asusta la oscuridad? Si eres un niño y debes entrar en una casa oscura, a menudo dejas a tu madre y tu padre entrar primero así ellos que pueden encender las luces. Como adultos a menudo encendemos las luces para asegurarnos de que no hay nadie extraño en la casa. Cuando tenemos que subir por las escaleras de un edificio no nos sentimos tan seguros subiéndolas a oscuras que con las luces encendidas.

Ni hablar en lo relacionado al clima. No nos apetece nada que amanezca lloviendo y mucho menos cuando aún está oscuro. Tenemos una predisposición natural para disfrutar de la luz. No nos gusta la oscuridad en absoluto. Incluso aquellos lugares en los cuales se trasnocha están llenos de luces.

Pero en nuestra vida espiritual esto tiene un sentido totalmente inverso. Dios es luz, se hizo luz entre nosotros, pero nuestra tendencia natural es a rechazarlo, a alejarnos de él. Preferimos naturalmente habitar en la oscuridad de nuestros pecados y dolencias espirituales. Allí nos sentimos solos y creemos que como nadie nos ve, estamos a salvo. Que en esa oscuridad podemos ocultar nuestros pecados de la vista de las personas y de Dios. Pero Dios no nos deja allí, se manifiesta, se hace presente en la historia de la humanidad y en tu historia. Podríamos afirmar que tu historia comenzó en el pesebre de Belén. Allí tu vida comenzó a resplandecer, allí dejaste de caminar en la oscuridad y pasaste a disfrutar de la gracia de Dios. ¿Cómo afrontar entonces esa dualidad que vivimos como cristianos, entre la oscuridad en nuestras vidas y la luz de Dios resplandeciente en ellas?

Es cierto que en este año que comienza habrá dos realidades concretas. Una serán los problemas y pecados que nos asediarán constantemente. Otra el amor de Dios buscándonos para perdonarnos y fortalecernos. Es así que Dios por medio del profeta Isaías, nos dice, “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. 2 Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.”

Este pasaje cobra un significado mayor al conocer el trasfondo por el cual se invita a los oyentes a levantarse a disfrutar y alegrarse del brillo y presencia de Dios sobre ellos. Fue escrito por Isaías al pueblo judío cuando habían regresado de sus campamentos como prisioneros de guerra. Ellos habían regresado a la tierra prometida, de regreso a Jerusalén, de regreso a sus casas y granjas después de mucho tiempo de exilio. ¿Cuáles fueron los sentimientos de las personas? Más allá de la alegría que les producía el volver a sus tierras, los embargaba un sentimiento de depresión y angustia. Sin lugar a dudas muchos de nosotros también nos habríamos deprimido al ver sus casas, sus granjas, su sitio de culto y país cuando regresaron. Todo había sido destruido y saqueado por la guerra. Cómo te habrías sentido al regresar a Hamburgo, Alemania después de la Segunda Guerra Mundial y ver que todas sus catedrales, sus casas y sus fábricas habían sido destruidas con explosivos y todo lo que podría verse era escombros. Cuándo estos judíos regresaron a Israel después de estar en campamentos de prisioneros de guerra, sus granjas eran escombros, sus ciudades eran escombros, sus negocios eran escombros, sus hijos habían sido asesinados, sus esposos eliminados. Y lógicamente con semejante panorama todo el mundo estaba deprimido.

En esa deprimente situación de la secuela de guerra, el profeta Isaías escribió a aquéllos que
caminan en la oscuridad: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.”. A los caídos, a los vencidos, a quienes no tienen fuerzas les dice “Levántate”. Aquéllos de vosotros que caminan con la cabeza gacha, por la derrota del pecado en sus vidas, por el fracaso de la realidad que los rodea. Aquéllos de vosotros que han cerrado sus ojos a toda esperanza, a quienes han dejado de esperar en Dios, “levántense”. Aquéllos de vosotros que están hundidos en la depresión, despierten y levantantense. No porque tu realidad vaya a cambiar de inmediato, sino porque Dios se ha hecho presente, su luz ha llegado, Dios es con nosotros. Estas inspiradoras palabras no fueron escritas en el tiempo en que Abraham tenía todo tipo de posesiones, muchos niños jugando a su alrededor, mucho ganado y ovejas. Las cosas iban viento en popa para Abraham y así es que él no oyó las palabras “Levántate, resplandece, levántate y sígueme que mejorará tu vida.” Estas palabras aún no estaban escritas ni siquiera en tiempos del Rey David, quien fue un héroe militar. “Levántate y resplandece David, y ganarás más batallas.” Ni fueron dichas al Rey Salomón quien tuvo muchísimas riquezas de las que el mundo alguna vez ha visto. “Levántate, resplandece Salomón y serás aún más rico.” Nada de eso.

No. Estas palabras fueron escritas para vivificar a quienes estaban siendo oprimidos por la realidad de sus vidas. Estas palabras son para personas que sintieron el abandono, que estaban a punto de darse por vencidas, que tenían ganas de tirar la toalla y dejarse morir.
¿Qué tienen que ver esta Palabra de Dios con nosotros casi tres mil años más tarde? Tres mil años más tarde es mucho tiempo. ¿Pueden tener alguna relevancia para nosotros hoy día? La respuesta es un rotundo SI.

Seguramente en el 2010 afrontaremos problemas y situaciones complejas. No hay excepciones. No conozco a nadie que no haya vivido en un lecho de rosas por siempre. Aun los niños experimentan períodos de tensión y angustia. La vida parece un sube y baja, un constante fluctuar, en algunos con más intensidad que otros, pero todos tenemos esos periodos de bajón. Puede sonar muy negativo comenzar el año así, pero creo que es realista y positivo hacerlo porque ahora podemos fijar una promesa fundamental de nuestro Dios. Es que en medio de la oscuridad que nos puede rodear, en medio de los bajones o golpes que nos puede deparar este 2010 tenemos las palabras de Dios por medio del profeta Isaías “Levántate, resplandece, porque ha venido Tu y la gloria de Jehová La ha nacido sobre ti.”

Podrás objetar este llamado de Dios diciendo “no tengo ganas de levantarme. No tengo fuerzas para levantarme. No sé cómo hacerlo.” Eso está bien. Porque reconocerás que el poder no está en ti. El Señor es el que pondrá sus manos debajo de sus brazos y comenzará a levantarte, inicialmente con las Palabras de Isaías. Afirmándote que Dios se ha hecho presente en tu vida, para traerte luz, para guiarte y en especial para perdonarte todos tus pecados. Así como se hizo presente en Belén y brillo de tal manera que los sabios llegaron desde el oriente para adorarlo.

¿Cuáles pueden ser algunas de las circunstancias que nos afectarán? ¿Cuáles son esas circunstancias que harán que queramos tirar la toalla? La pérdida de un conyugue. Si usted pierde a su marido o su esposa, sin dudas pasarás por un periodo de bajón anímico. La pérdida de un hijo. Es uno de los dolores más profundos que una persona puede sentir. La pérdida de un matrimonio. Cuando se acaba un matrimonio, asumirlo es difícil para todo el mundo, el marido, la esposa, los niños, los familiares y amigos. La pérdida de salud. Sobre todo cuando ocurre repentinamente y los planes de vida cambian inmediatamente cuando somos confrontados con muerte o una enfermedad seria. La pérdida de trabajo. Muchos, lamentablemente, saben qué es perder su trabajo y las dificultades que acarrea en las finanzas familiares y el ego personal. La pérdida de autoestima, de sueños y esperanzas y la lista sigue sin parar. Todos nosotros estamos expuestos a esta gran colección de dificultades y amenazas que nos acechan.

¿Nos deja Dios vivir en nuestra depresión, aún estando justificados delante de él? Cuando las ciudades judías, las casas y las granjas eran escombros, sobre todo su templo no era más que un montón de escombros y sus vidas eran escombros. En medio de esa situación en donde a pesar de contar con el favor de Dios estaban deprimidos, tristes y angustiados, Dios le dice a su pueblo: “Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”.

Levanta tu rostro. Abre tus ojos. Ponte de pie porque estoy contigo. El propósito de las palabras de Dios es ponernos en movimiento, darnos ánimo y esperanzas, levantarnos una vez más para no volver a caer en nuestros pecados o depresiones, que podemos experimentar en diferentes etapas de nuestras vidas.

Qué quiere decir cuando Dios nos dice: “ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.”

Lo más obvio es que la luz de Dios está en ti. Cuando fuiste creado, a imagen y semejanza de Dios fuiste creado en el vientre de tu madre. Pero como persona pecadora esa imagen y semejanza estaba totalmente distorsionada. Por eso en tu segunda creación, en tu bautismo, Dios te dio de su luz divina. No comprendemos cómo logró llegar, pero así lo ha prometido que él habita en nosotros por medio del bautismo. Dios habita en ti y en mí. La luz sagrada de Dios está en nosotros. Simplemente cuando te sientas sin ánimos para seguir adelante, con ganas de dejar todo y de tirar la toalla, recuerda que Dios te dice “Levántate. En marcha. No abandones, yo estoy contigo.” Son palabras que quizá olvidemos pronto. Pero recuerda que el tiempo Epifanía trata de reforzar la idea de que Jesús se ha manifestado y lo sigue haciendo. Por ello en los
Oficios Divinos siempre está la Palabra de Dios recordándote que él está en ti y por ti. Esa presencia de Dios se manifiesta cuando se te anuncia el perdón de los pecados, cuando participas de la Santa Cena, allí Dios te dice una y otra vez “ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.”

Allí encontraras tu fuente de energía. Humanamente sabemos que no podríamos sobrevivir son la energía que nos brinda el astro rey, el sol. Espiritualmente también sabemos que no podemos sobrevivir son la energía que viene de esa luz que es Cristo, de su nacimiento, muerte y resurrección. Insisto en lo importante de volver a la Palabra y Sacramentos, porque allí nos es dada la “manifestación de Jesús” para ayudarnos a ponernos de pie, esa misma luz está por encima de ti y de tus problemas, dándote energía. Y así es que tienes a Dios en tu interior, también protegiéndote de todo mal y peligro. Para todos nosotros en este día y en el resto de nuestras vidas, el mensaje de Dios es “Levántate. Resplandece. Mi luz ya ha venido en Cristo Jesús. Mi luz está en ti y por encima de ti. Mi luz es tu guía, búscala en mi Palabra y Sacramentos. Mi luz es tu poder. Levántate. Mi luz ya ha venido a ti.” Amén.

Mateo 2:1-12 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: 6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel. 7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Efesios 3:1-12 Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; 2 si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; 3 que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, 4 leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, 5 misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: 6 que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, 7 del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder. 8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, 9 y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; 10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, 11 conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, 12 en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él;

Isaías 60:1-6 Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. 2 Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. 3 Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. 4 Alza tus ojos alrededor y mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas serán llevadas en brazos. 5 Entonces verás, y resplandecerás; se maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti. 6 Multitud de camellos te cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Sabá; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová.