domingo, 21 de marzo de 2010

5º Domingo de Cuaresma.

“Cristo nos hace hijos de Dios”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA 21-03-10

1º Lección: Números 21:4-9

2ª Lección: Hebreos 9:11-15

Evangelio: Juan 8:46-59

Juan 8:46-59 46 ¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? 47 El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios. 48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: -- ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y que tienes demonio? 49 Respondió Jesús: -- Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis. 50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. 51 De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra nunca verá muerte. 52 Entonces los judíos le dijeron: -- Ahora nos convencemos de que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: "El que guarda mi palabra nunca sufrirá muerte". 53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡También los profetas murieron! ¿Quién crees que eres? 54 Respondió Jesús: -- Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios. 55 Vosotros no lo conocéis. Yo sí lo conozco y, si digo que no lo conozco, sería mentiroso como vosotros; pero lo conozco y guardo su palabra. 56 Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó. 57 Entonces le dijeron los judíos: -- Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? 58 Jesús les dijo: -- De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, yo soy. 59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del Templo y, atravesando por en medio de ellos, se fue.


Sermón

Cuando oímos el Evangelio del día de hoy hay una cosa que es muy clara y es que Jesús ama a las personas con las cual está dialogando.

Uno podría cuestionar esta aseveración objetando que el relato de hoy lo que menos muestra es amor. Atacan a Jesús y él se defiende. Luego parece que él es quien los ataca. Y realmente lo hace. Si leemos unos versículos anteriores al texto de hoy apreciaremos a Jesús aseverando a estas personas que su padre es el diablo. Eso no suena nada cariñoso.

Cabe preguntarnos si para Jesús entablar estos diálogos tan duros habrán sido fáciles de llevar. Sabemos que él es amor. Sabemos que él ama de manera perfecta. Por consiguiente, sabemos que sólo puede ser amor lo que lleva a Jesús a hacer estas afirmaciones tan duras. Es amor lo que lleva a confrontar a estas personas con su realidad. Si él no se preocupase por ellos, sin duda los hubiese evitado o los hubiese dejado que sigan con su errónea manera de pensar. Pero no los deja en su situación, viene a su encuentro y ese amor lleva a confrontarlos.

Si fuéramos tú y yo, buscaríamos presionar para hacerlos entender y pensar igual que nosotros. Nuestro orgullo nos llevaría a probar que estamos en lo correcto y ellos están equivocados, pero Jesús no obra de esa manera. Él los quiere dirigir hacia su realidad pecadora y hacia e amor infinito de Dios.

También podríamos preguntarnos por ejemplo: ¿Qué tan satisfactorio nos resulta hablarle de manera despectiva o lastimar alguien a quien amamos? ¿Qué tan fácil nos es tolerar a que nuestros niños permanezcan enfermos o negarles algo que sabemos que les hará mucho bien?

Por mi parte no me agrada hacer cosas que lastiman a las personas que amo, aunque en ocasiones las haga.

Parece que Jesús los lastima. ¿Por qué? Simplemente porque los ama. Él no los dejará en su estado de pecado y lejanía con Dios. Él comienza por preguntar ¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? La respuesta es simple: Ninguno, pero aun así todavía no creen en mí.

Esto podría ser frustración, cólera o un deseo de defenderse, pero sus palabras surgen de un corazón que ama a esas personas. ¿Que por qué no me creen? Simplemente porque no son hijos de Dios, no sois de Dios.

“¿Cómo qué no somos de Dios?” se habrán preguntado los oyentes. Esta afirmación debe haber quedado atragantada en las bocas de muchos. Sin embrago por estas personas que no pertenecían a Dios, Él sufriría y moriría en la cruz, por ellos gritaría: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, todo con el fin de que lleguen a ser hijos de Dios, pertenencia completa del altísimo.

En su amor, Jesús los confronta, pero en vez de arrepentirse, en vez de admitir que él está en lo correcto, se defienden aún más ferozmente de este supuesto ataque. Niegan lo que él dice. Se mienten a si mismos y a él, y luego empiezan a atacar y a desprestigiar a Jesús, porque esa es la forma que una persona que se siente culpable se comporta.
Jesús quiere que ellos vean su estado, su lejanía de Dios. Él desea que vean su necesidad de Él.

Desea oírle decir: “Señor, ten misericordia de mí”, pero en esta ocasión no tendrá el gusto.
Ellos se erigen como personas autosuficientes. No ven la necesidad para suplicar por misericordia. Lo desprestigian y justifican su postura proclamando “No vamos a escucharte, porque tienes un demonio. Nunca escucharíamos las palabras de un hombre que está poseído por un demonio. Eso sería una cosa atroz. Dices cosas que no tienen sentido para nosotros, así es que debes de estar equivocado”.

No se los ocurrió, o al menos no se permiten pensar que ellos podrían ser los que estaban equivocados. Creen que son personas religiosas por pertenecer a una religión específica, a un pueblo especifico, por hablar y tener costumbres determinadas. No podían estar equivocados. Dios nunca permitiría que sean engañados con algo así, ellos no se lo merecían. Creían que Dios los protegía por lo que ellos eran y hacían y no por lo que Dios es y hace.

Por lo tanto no se doblegarán ante la opinión de Jesús. Así que no se moverán de sus pensamientos. Tienen su religión bien establecida. Acostumbran usarla como un escudo.

Acostumbran tenerla como un arma. Por eso sacar su escudo y su arma y citan a su padre, Abraham. “¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham?”, aún más traen a la discusión a los profetas ¿o acaso Jesús se considera mayor que ellos?

Reamente cae muy mal la forma en que usan su religión. Como la usan para protegerse de lo que Jesús dice. El uso de la misma religión que señalaba y esperaba a Jesús, ahora la usan para protegerse y atacar al mismo Hijo de Dios, Jesús. Y lo peor es que ante semejante hecho creen tener la aprobación de Dios. Actúan como si Dios estaría contento con las cosas que están desempeñando. A sabiendas o no, se comparan ellos mismos con el Mesías y se creen que salen ganando en esta comparación. Se colocan por encima de toda posible crítica. Su arrogancia moral y espiritual alcanza proporciones increíbles.

Lo curioso de todo esto es que nosotros no somos mejores que esas personas enfrentadas con Jesús. Una de nuestras tendencias puede ser la de compararnos con ellos y creer que nosotros hubiésemos reaccionado de una manera mejor. Pero en realidad sus impulsos son muy desemejantes a los nuestros, sus reacciones no son tan diferentes a las que tenemos en ciertas ocasiones y sus esperanzas y sus sueños de grandeza no distan mucho de lo que nos sucede cuando nos queremos gloriar de nuestros logros personales dejando a un lado a Dios.

El problema de muchas personas tanto de aquella época como de nuestros días es que piensan que son personas religiosas y que con eso alcanza. A muchos nos gusta sentirnos religioso.

Imagínate si alguien te dijera que no eres hijo de Dios. Habría varias reacciones posibles ante eso. Por un lado podríamos decir: “¿en qué te basas para hacer dicha afirmación?”. O quizá habría más probabilidad de decir “¿Quién te crees tú para decirme eso?” “¿Qué te hace pensar que yo no soy hijo de Dios?”.

Muchos trabajan duro cultivando un sentido de cercanía con Dios. Quieren sentir que Dios está cerca. Por eso que se nos diga que no estamos cerca, que estamos a una gran distancia de él a causa de nuestros pecados, es tocar una fibra muy sensible. ¿No reaccionaríamos de la misma manera si alguien nos cuestionase así? Pues si y lo hacemos muy a menudo, más de lo que creemos.

¿No creemos muchas veces que Dios tiene que satisfacer nuestros deseos y cumplir nuestras expectativas en todo lo que le pidamos? ¿No corrompemos su misericordia y su gracia creyendo que por hacer o decir algo Dios está en el compromiso de perdonarnos o de al menos considerarnos mejores personas? ¿Cuántas veces nos consideramos mejores que otros solo porque vamos a la Iglesia?

¿Somos mejores que ellos? No, no lo somos. Somos distintos por el hecho de que Dios nos ha dado la fe en Cristo para el perdón de nuestros pecados.

Todo lo que nos aparta de esos judíos de aquel entonces es la acción cariñosa y gentil de Dios. Nosotros no lo merecemos, ni siquiera ahora, no merecemos ser sus hijos. Todavía pecamos consiente e inconscientemente y constantemente necesitamos la gracia de Dios. ¡La buena noticia es que la tenemos!

Antes de nuestro texto, en Juan capítulo 8 Jesús dice: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Es la Palabra quién nos recuerda que pecamos y que confiamos más en nosotros mismos, en nuestras mentes y pensamientos mucho más de lo que confiamos y deseamos a Cristo y sus promesas. Su Palabra nos enseña la fea realidad de que somos pecadores y que necesitamos examinarnos constantemente y arrepentirnos de nuestros pecados, buscando el perdón y consuelo solo en Cristo y su obra. No podemos permitirnos creer que lo que hacemos está bien y es agradable a los ojos de Dios para que por ello nos de su gracia y mucho menos que no somos como esos judíos, o las personas que nos rodean. Nos encontramos al igual que ellos, necesitados de la gracia de Dios porque pecamos diaria y abundantemente, porque el egoísmo y la autosatisfacción nos guían más fácilmente que la voluntad de Dios.

Cuando afrontamos nuestros pecados y la realidad de quiénes somos, aun como cristianos, Dios se hace presente para darnos su Evangelio liberador. Necesitamos recibirlo para vivir la nueva vida en Cristo y también para compartirlo con quienes nos rodean. Jesús sabe que somos hombres muy débiles en los asuntos espirituales y con qué facilidad nos podemos desviar y caer en pecados, porque mientras estemos en este mundo estaremos sujetos a la inclinación hacia el mal a la cual estamos sometidos por nuestra carne. Esto hace que la redención lograda por Cristo en la Cruz cobre más significado y grandeza en nuestras vidas. Él es que él me redimió y él que te redimió. Él intercambió su Santidad y rectitud por tus pecados y los míos y cargó sobre en sus hombros el juicio de Dios que pesaba en contra nuestro, soportó el castigo que Dios tenía pensado para nosotros en la cruz. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Isaías 53:4-5. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” 2 Corintios 5:21. Su muerte en la cruz es nuestra muerte, llevada a cabo para que nosotros no tengamos que pasar por ese castigo y condenación. ¡Allí hemos recibido su rectitud y su santidad y el amor de Dios que Él ha merecido. La vida eterna que Él ha ganado es ahora nuestra por su regalo! Este es el mensaje central del tiempo de cuaresma. Cristo cargando con nuestros pecados para que nosotros carguemos con su Santidad. Cristo muriendo para que nosotros tengamos vida. Cristo tratado como el pecado mismo para que nosotros podamos ser llamados hijos de Dios.

El Evangelio es perdón y vida, pero sólo lo es para los pecadores, para quienes lo necesitan y reconocen esa necesidad. Las personas que no pueden oír la ley, que es Palabra de Dios, tampoco pueden oír el Evangelio correctamente. Oyen las palabras, pero no las reciben como la Palabra de Dios. Pero tu eres de Dios, y “él que es de Dios las Palabras de Dios oye.”

Tu nunca deberías sentirse realmente agradecido acerca de quién eres fuera de Cristo, o cómo tratas los asuntos dentro de tu sabiduría y poder. Siempre deberías encontrar un reto para vivir para Cristo y darle la espalda al pecado. Reconocerás que solo puedes encontrar la paz en Jesucristo, quien te ha reconciliado con el Padre, te ha redimido de tus pecados y que gracias a ello ahora te encuentras en la lista de los santos hijos de Dios, gracias a la rectitud que Cristo te otorga por medio de su Perdón en la Palabra y Sacramentos.

Cada día serás confrontado con dos simplemente elecciones. Analizarte bajo la Palabra de Dios, humillarte ante ella cuando te acuse de pecado, confesarlos en actitud de arrepentimiento y creer en Jesucristo como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, o disponerte a recoger piedras para rechazar esa Palabra de vida y perdón. La cuaresma nos invita al arrepentimiento y a recordar que nuestras vidas son vidas de arrepentimiento, no simplemente breves momentos de arrepentimiento.

Jesús dijo, “De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte”. Allí dónde hay perdón de los pecados también hay vida y salvación. No dudes de esto. ¿Cómo llega ese perdón a ti? De varias maneras. A través de la Palabra misma de Cristo anunciándote que por medio de él tienes ese perdón. En un sermón, sea leído u oído. Al recordar el pacto bautismal que Dios hizo contigo, donde te ha unido a la muerte y resurrección de Jesús. En la Santa Cena, cuando Cristo te llama y te dice “toma… come y bebe esto es mi cuerpo y sangre derramada por muchos para el perdón de los pecados”.

Disfrutando lo que dice el apóstol Juan en su primera epístola: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” 1 Juan 3:1. Gracias a Él, a la intervención de Cristo intercediendo por ti y por mí en la Cruz eres hijo de Dios. En estas cosas puedes estar seguro de que Dios se hace presente para afirmarte en su perdón. En estas cosas Dios te afirma en la fe de que serás levantado por Cristo para vida eterna. En estas cosas es que te mantienes guardando su Palabra de verdad. Ve en la Paz de saber que eres hijo de Dios porque has sido perdonado de todos tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo de Dios y del Espíritu Santo. Amén.

domingo, 14 de marzo de 2010

4º Domingo de Cuaresma.

“Cristo vencedor de Satanás”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

1º Lección: Isaías 55:1-7

2ª Lección: Gálatas4:21-5:1
Evangelio: Juan 6:1-15

EVANGELIO DEL DÍA

Juan 6:1-15

1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. 2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. 3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. 4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. 5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? 6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. 7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos? 10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. 11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. 12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. 13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. 14 Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.

Sermón

Jesús preguntó una vez: "¿Qué os parece del Cristo? (Mateo 12:42). ¿Qué respuesta hallaría El a su pregunta en el día de hoy? Las opiniones expresadas sí resultarían muchísimas y de gran variedad. Se oiría, por ejemplo, que Jesús para muchos no significa nada. Sólo saben que se crió en Nazaret, y que, mientras se quedaba con sus padres, todo marchaba bien en su vida. Pero cuando se atrevió a atacar a los poderosos fariseos, lo prendieron y lo mataron. En otros círculos tratan con más consideración a Jesús. Elogian sus preceptos morales. Notan que Jesús no sólo nos ha enseñado cómo conducirnos en esta vida, sino que nos ha dejado su buen ejemplo, para que sigamos sus pisadas. Algunos aun ven en Jesús Nazareno al primer comunista, que atacaba a los ricos y se mostraba compasivo con los pobres.

¿Qué opinamos nosotros respecto a Cristo? Quisiéramos ofrecer hoy tres opiniones sacadas del relato de:

LA MARAVILLOSA MUL TIPLICACION DE LOS PANES Y DE LOS PECES.

Ahí se presenta Jesús como predicador del Evangelio, segundo, como nuestro proveedor y, tercero, como nuestro Salvador.

I

Nuestro texto nos cuenta que Jesús se fué de Galilea; en un barco cruzó el mar de Galilea o de Tiberias, y, llegado al otro lado, subió a una montaña, donde se quedaba sentado algún tiempo con sus discípulos. Pero Jesús no se podía escapar de la gente, la cual a pie siguió la ribera norte del mar y pronto llegó a donde estaba Jesús. Seguían a Jesús, "porque veían sus señales que hacía en los enfermos. "

En el capítulo anterior Jesús les había predicado un poderoso sermón. Les había enseñado: "El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna" (Juan 5:24). Les había declarado: ''Ellas (las Escrituras) son las que dan testimonio de mí" (Juan 5:39). Pero la gente de Galilea no quería oír el Evangelio. Se queja Jesús, diciendo: "y no queréis venir a mí, para que tengáis vida" (Juan 5:40). Buscaban algo para la carne. Siguen a Jesús, ''porque veían sus señales. "

Pero ¿qué tiene de raro la actitud de ese pueblo? ¿No buscan muchos hoy en día lo mismo en la iglesia, algo para la carne? Si un templo cristiano no les ofrece diversiones, no se interesan. Si el interior del templo no brilla de oro o plata, no se interesan. Si no ven ahí una asistencia numerosa, no se sienten a gusto. Si no encuentran ahí amigos y parientes con quienes puedan platicar, no les interesa el culto. ¿No diría el Salvador también a ellos, "No queréis venir a mí, para que tengáis vida"?

Y sin embargo Jesús continuaba predicando a esa gente el mensaje de la salvación, y lo hizo hasta la tarde del día. Jesús tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y les comenzó a enseñar muchas cosas" (Marcos 6:34). Además, sano a los que de ellos había enfermos" (Mateo 14: 1.4), demostrando así, como lo aprendíamos el domingo pasado, que El es el Salvador prometido (Lucas 11:20).

El fiel pastor no se desanimará al notar la mente carnal de su congregación. "Escuchen o dejen de escuchar" (Ezequiel 2:7), el fiel pastor les hablará las palabras de Jesús, o sea, el Evangelio. Así lo hizo Jesús. A las gentes que no habían venido para escuchar el Evangelio, Jesús les predica el Evangelio, para encender en ellas la fe, para salvarlas. Así es que en la primera parte de nuestro texto Jesús se presenta como predicador del Evangelio.

II

Ahora continúa nuestro texto: "Alzó Jesús los ojos y vió que había venido a él grande multitud. " Aparte del bienestar espiritual de la gente piensa Jesús también en su manutención física. Piensa en comida para esa multitud y pregunta a Felipe, uno de sus discípulos: "[De dónde compraremos pan para que coman éstos?"

Pero mientras que ese pueblo recordaba bien los muchos milagros de Jesús tal parece que los discípulos se habían olvidado de/todos. No se le ocurrió a Felipe responder: "Señor, Tú sabes qué hacer. Milagrosamente hiciste el mejor vino en las bodas de Cana. ¿Por qué no haces ahora comida para la gente en este desierto?" En vez de esto viene Felipe con su matemática y sugiere: "Doscientos denarios de pan no les bastarán, para que cada uno de ellos tome un poco. " Es posible que ésa haya sido la cantidad que traían en la bolsa. Equivaldría a unos treinta y cuatro dólares en moneda norteamericana.

Andrés, uno de los dos primeros discípulos de Jesús y hermano de Simón Pedro (Juan 1:40),
vino con otra. Idea: Un muchacho (realmente, un muchachito) está aquí que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; ¿mas qué es esto entre tantos?" ¿Estaban de venta esos panes yesos pececillos? De todos modos Felipe cuenta el dinero. Andrés cuenta los panes y los peces. Los demás discípulos no pensaban más allá de las sugerencias de Felipe y de Andrés, pues llegado ya el atardecer, llegaron los doce a Jesús, diciendo: "Despide las gentes" (Mateo 14: 15). Los doce se dan por vencidos. La mente humana no halla solución al problema.

Pero el problema no puede ser más grande que el Señor. Ordena Jesús: ''Haced recostar la gente." Y había mucha hierba, o mucho zacate, en ese sitio, y la multitud se recostó en buen orden. Jesús optó por comenzar con aquellos cinco panes y los dos pececillos, pues pidió:

"Traédmelos acá" (Mateo 14:18). Cierto ministro describió dramáticamente ese comienzo del milagro, diciendo: "Aquellos panes no eran ruedas de carretas (en su tamaño). Eran panes del tamaño de un plato y del grosor de un pulgar. Y esos peces no eran ballenas. Eran sardinitas."

Faltan los detalles del milagro, pero sabemos de los Evangelios que Jesús repartió la comida a los discípulos, y los discípulos, sirviendo de meseros, llevaban la comida, tal vez en canastas, a la gente. Jesús seguía repartiendo, y la comida seguía multiplicándose. Y esa comida no resultó meramente una merienda o un refrigerio que les apagara por el momento el hambre. Nos cuenta la Palabra que todos tomaron “cuanto querían". Y todos "fueron saciados." Ya nadie tenía hambre. Antes de que la gente se lo rogara, Jesús había dado de comer a cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños que los acompañaban.

Y cuando todos estaban satisfechos, los discípulos recogieron, al mandato del Salvador, los trozos que sobraban, y recogieron doce canastas de las sobras, lo cual fué mucho más de los cinco panes y los dos pececillos que Jesús tenía a mano cuando dió las gracias y se puso a repartir la comida.

Todavía alza Jesús los ojos y nos mira. S consuela David por tanto y dice: ''Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará de mí" (Salmo 40: 17). Jehová es el Salvador hecho carne (Juan 1: 14). Todo creyente se puede consolar con David y decir: "Si Jesús piensa en mí y cuida de mí, ¿por qué he de preocuparme yo?" Nos consuela San Pedro en esta. Palabras: "Echando toda vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7). Y a base de nuestro Evangelio podemos confesar con Lutero en nuestro Catecismo: "Me provee abundante y diariamente de todo lo necesario para la vida." Jesucristo es nuestro proveedor.

III

Al presenciar la multiplicación de los panes y d los peces, "aquellos hombres" creían ver en Jesús al profeta que Moisés les había prometido. Escribió Moisés: "Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios" (Deuteronomio 18: 15). Moisés en el desierto había facilitado a su pueblo pan y carne del cielo, sin que su pueblo hiciera nada. Así, soñaban "aquellos hombres", sería el profeta prometido. Al ver cómo Jesús en otro desierto les podía hacer tan milagrosamente comida en abundancia, creían ver su antiguo sueño hecho realidad.

Vieron en Jesús al rey indicado, desde luego un rey terrenal, que echaría fuera a Herodes, y a Pilato, y a César, y que haría de Israel una utopía, un paraíso, donde ya no habría trabajo, ni sudor, ni servidumbre de ninguna índole, y donde abundaría comida, ropa y toda comodidad y gloria del mundo. Idearon, pues, planes para arrebatar a Jesús y llevarlo quizás a Jerusalén, para coronarlo formalmente ahí, a la fiesta que estaba cerca.

Pero Jesús "volvió a retirarse al monte, él solo." No había venido para hacerse rey de tierras de este mundo. "Mi reino no es de este mundo," dijo a Poncio Pilato (Juan 18:36). Pero cuando se trataba de llevar una corona de espinas y de morir en la cruz bajo el título, 'Jesús Nazareno, Rey de los Judíos": Jesús de ninguna manera se retiro, sino, que se entrego de buena gana a la tarea, diciendo: 'El vaso que el Padre me" ha dado, ¿no lo tengo de beber?" (Juan 18:11). Cuando se trataba de ser rey, es decir, Salvador del mundo, entonces Jesús sí confesó: "Yo soy rey" (Juan 18:37), pues Jesús había venido a este mundo para ser nuestro Salvador.

Jesús el Cristo es y Señor,
De toda pena os librará;
Ser quiere vuestro Salvador
Que del pecado os limpiará. Amén.

ORACIÓN

Señor Jesucristo, Tú has pensado en mí y has cuidado de mí, ya antes de que yo pudiera pensar en Ti. Me has provisto de todo lo necesario para la vida. Me has concedido el don del Espíritu Santo, el cual me ha llevado a Ti y me ha enriquecido en todas las dádivas que Tú me has comprado al hacerte mi Rey salvador en la cruz. Por estos dones inmerecidos yo quiero darte las gracias aquí temporalmente y allá para siempre. Amén.

Sermón extraído del libro “Sermones sobre los evangelios históricos”

domingo, 7 de marzo de 2010

3º Domingo de Cuaresma.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Cristo vencedor de Satanás”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

1º Lección: Jeremías 26:1-15

2ª Lección: Efesios 5:1-9

Evangelio: Lucas 11:14-28

4 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que, después de salir el demonio, el mudo habló y la gente quedó maravillada. 15 Pero algunos de ellos decían: -- Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios. 16 Otros, para tentarlo, le pedían señal del cielo. 17 Pero él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: -- Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y una casa dividida contra sí misma, cae. 18 De igual manera, si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? Os digo esto ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios. 19 Si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. 20 Pero si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros. 21 "Mientras el hombre fuerte y armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. 22 Pero cuando viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte el botín. 23 "El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. 24 "Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares secos buscando reposo; pero, al no hallarlo, dice: "Volveré a mi casa, de donde salí". 25 Cuando llega, la halla barrida y adornada. 26 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; y entran y viven allí, y el estado final de aquel hombre viene a ser peor que el primero. 27 Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: -- ¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los senos que mamaste! 28 Pero él dijo: -- ¡Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen!


Sermón

Hoy nos toca vivir en una sociedad donde todo es cuestionado y relativizado. Muchas veces ese relativismo nos quiere empujar a que veamos cosas que hasta ahora estaban mal con otro punto de vista, desde el cual se presentan como algo bueno. Es la manera en la cual el tentador describe como mal al bien, y lo que está bien como mal. Se nos confronta con el tema del aborto y si uno toma la postura de decir que no estamos a favor del mismo, somos llamados extremistas, de mente cerrada, poco tolerantes. Mientras tanto, aquellos que sostienen el derecho a matar a los neonatos son llamados sensatos, liberales, de pensamiento moderno. También vemos esto en la iglesia, donde aquellos que insisten en la fidelidad doctrinal y en la supremacía de la Palabra de Dios transmitiendo a nuestro salvador, quienes practican la comunión cerrada o quienes niegan la ordenación a las mujeres al pastorado, son designados poco amorosos, legalistas, rígidos y estancados en el tiempo. Mientras otros son llamados inclusivos, flexibles, abiertos y modernos.

De este modo las cosas también se invierten, el mal es retratado en la figura de aquellos que son comprensivos y se ajustan a los nuevos tiempos, mientras que lo que es verdaderamente bueno, noble, compasivo y bíblico es retratado como algo que hay que evitar.

En el Evangelio del hoy vemos un ejemplo de algo parecido. Jesús hace algo bueno. Expulsa un demonio de un hombre que no podía hablar a causa de la posesión, liberándolo así de este oscuro poder. Cuando el demonio fue expulsado del hombre, nuevamente pudo hablar. Las personas que vieron esto se maravillaron del milagro que Jesús había hecho.

No todos se alegraron de esa intervención divina. Algunos odiaban a Jesús, y movidos por la envidia no podían apreciar o aceptar la bondad de Jesús hacia esta persona. Así es que comenzaron por describir al bien como el mal. “Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios”. En otras palabras les decían, “la única razón por la que Jesús puede expulsar demonios es porque obtiene su poder de Satanás”. Intentaron sembrar sospechas y dudas sobre el poder, la autoridad y procedencia de Jesús en aquellos que vieron lo que él hizo.

Teniendo esta actitud, los que acusaban a Jesús de obtener su poder del diablo se convirtieron en instrumentos del mismo diablo. ¿Por qué? Porque esa es la manera en que el diablo siembra la duda y obra en contra de la fe en Jesús. Más adelante demostraron que estaban en sintonía con la obra de Satanás tentando a Jesús y pidiendo una señal del cielo. Esto es exactamente lo que el diablo hizo en el desierto cuando le pidió a Jesús que se lanzase desde la azotea del templo y dejara que los ángeles lo cuidaran e impidieran que se hiciera daño. Sin embargo ya habían tenido una señal de parte de Jesús en la expulsión del demonio. Pero la falta de fe siempre quiere algo más y diferente de lo que Jesús es y de lo que él da.

Más tarde Jesús diría que este mismo tipo de personas son una mala generación que busca una señal, que quiere caminar por lo que ve y no por la fe, que confía en experiencias y emociones más que en Cristo y su Palabra. Jesús dijo que la única señal que recibirían es la señal del profeta Jonás, la señal de un hombre inmerso tres días en el vientre de la muerte pero que se levantó de las profundidades para la vida nueva. La señal a la que la fe se apega, es la señal de la cruz, es el Cristo crucificado y levantado para salvarnos a todos los pecadores.

Esta señal de la cruz te ha sido dada en tu bautismo, grabado en tu cuerpo por medio del agua y de la Palabra. En la pila bautismal Jesús cumplió con las palabras de la liturgia que se utiliza en muchas ocasiones para realizar un bautismo: “Se va el espíritu sucio. Deja campo para el Espíritu Santo”. Como el mudo, eres concebido y nacido sin Espíritu de Dios. Por naturaleza naces alejado de Dios, bajo la posesión y en los dominios del diablo. Sin embargo, Jesús ha brillado en tu oscuridad y ha quitado tus pecados rescatándote del dominio del diablo, introduciéndote en su reino de misericordia y gracia. A esto se refiere Pablo en la epístola cuando dice “porque en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” Efesios 5:8. Sin lugar a dudas Cristo ha hecho lo necesario para que seas puesto en libertad; las garras del diablo ya no tienen poder para retenerte. Has sido introducido al reino del Hijo de Dios. Ahora el que habita en ti es el Espíritu Santo que llegó por medio de la Palabra o por el agua y la Palabra en tu bautismo. Ahora tu silenciosa lengua es puesta en libertad para agradecer, alabar y predicar sobre aquél que te ha llamado desde la oscuridad a su luz admirable. Ciertamente, Jesús lo ha hecho todo bien, lo ha hecho en nuestro favor y nos lo ha otorgado por los medios que ha dispuesto para tal fin, Palabra, Bautismo y Santa Cena, aunque el diablo se empeñe en apartarnos de ellos.

Al igual que en el Evangelio, hay personas que quieren que esta bondad y misericordia sea considerada como algo malo o que no es beneficioso para el hombre. Etiquetan al bautismo y la predicación de “sólo Cristo” y la Santa Cena como meras ceremonias que no son imprescindibles para la vida de fe del cristiano. Quieren señales y lograr una excitación visual e interna, no sólo un Servicio Divino. Otros atacan al Verbo de Dios considerándolo como una mera creación hecha por el hombre para calmar su conciencia. Consideran que los cristianos son personas limitadas intelectualmente y débiles psicológicamente. Pero haciendo frente a tal tentación demoníaca, recordamos lo que está escrito, “sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte” 1 Corintios 1:27. En un mundo que quiere señales del cielo, sabemos que Jesús mismo es nuestra señal del cielo. Él es todo lo que necesitamos. Pues otra vez está escrito, “pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura. En cambio para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder y sabiduría de Dios,” 1 Corintios 1:23-24.
Jesús es el todopoderoso que vence al príncipe de este mundo, el diablo. Pero nuestro Señor no muestra toda su fuerza, todo su espectacular poder, no exhibe toda su autoridad como podríamos esperar, con gritos, golpes, estruendos y cosas semejantes. Ni siquiera esa fue la manera en que el diablo se infiltró en este mundo ante Adán y Eva, no fue la manera en que logró someter el corazón del hombre en el jardín del Edén. Satanás vino de incógnito, como aquel que se preocupaba seriamente por mejorar la calidad de vida del hombre. Él venció al hombre en el Huerto a través de la astucia, el engaño y el fraude. Así que para vencer al diablo y rescatar al hombre, el Señor elige usar como propios la discreción que usó Satanás contra el hombre. Cristo acecha al diablo con astucia divina y emplea el camino inverso: No disfraza el mal como el bien, sino que al bien lo disfrazó como el mal. Jesús permite ser colgado en una cruz, derramar su sangre y ser ejecutado de manera denigrante. Muere como si fuera un malvado criminal. De este modo Jesús invade el dominio del enemigo, la muerte y ataca desde dentro hacia fuera. Desde detrás de las líneas enemigas derriba la armadura de poder y las armas que el diablo utiliza y confía para derrotar al hombre. Cristo se infiltra en el reino del diablo y lo conquista por medio de la misma muerte, la que el mismo diablo logró introducir en el mundo por medio del pecado.

Invierte las armas del diablo que él utiliza y las vuelve en su contra para quitarle todo el poder y destruir su reino. El hombre es puesto en libertad y es declarado libre.

En la liturgia de la Santa Cena decimos: Que en el árbol de la cruz diste salvación a la humanidad, para que del lugar de donde vino la muerte viniese otra vez la vida eterna, y que aquel que mediante un árbol venció una vez, pudiera también mediante un árbol ser vencido por Cristo nuestro Señor”. Así es que por el árbol de la cruz es por lo que el diablo está desesperado. Fue para el pecado y la muerte por lo que Satanás buscó robar la gloria del hombre, así es que por la muerte de Cristo y la carga de nuestros pecados sobre sus espaldas es por lo que la gloria del hombre es restaurada. Satanás queda atrapado en su trampa, atado y derrotado. El astuto príncipe de las tinieblas es derrotado con su misma estrategia por el Rey de Reyes y Señor de Señores, por el Príncipe de Paz, Jesucristo. Nuestro Señor después de su muerte desciende al infierno, pero no para sufrir los tormentos de la paga del pecado, sino para anunciar y proclamar su victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. La guerra se acabó. Satanás ha sido vencido. El arma más fuerte del diablo, la muerte y todo el terror que causa, es destruida. Por esto es por lo que vivimos en la esperanza segura de que en el último Día, la resurrección del cuerpo está garantizada por Cristo. Para Satanás la muerte ya no es ganancia. Pues los que mueren en Jesús participan en su vida eterna.

Esa es la verdad de Cristo por encima y en contra del engaño de aquellos que se ocupan de llamar bueno a lo que está mal y viceversa. Satanás no está dividido en contra de sí mismo. Pero Cristo no solo ha dividido sino que ha conquistado el reino de Satanás con la entrega de su vida en la cruz.

Es Jesús quien nos hace entender que la multitud y nosotros mismos no podemos mantenernos neutrales sobre este punto fundamental para la vida eterna del hombre. Nuestro Señor dice, “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. No hay una postura neutra o intermedia en lo que se refiere a Cristo y su obra, tampoco una posición centrada o moderada. O estás con Él por la fe, o estás en contra suya por medio de la incredulidad de su obra y poder. O te refugias en Él como el Rey de Reyes, el Salvador de la muerte y del pecado, como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo o lo rechazas y te refugias en otras creencias, cosa que te lleva de nuevo a las manos del diablo y te introduce en su reino. No hay terceras opciones, no hay una zona gris.

Hay muchas personas que viven como si hubiera una tercera opción, pero no te dejes engañar. No la hay. Muchos no tienen confianza plena en Dios o en las enseñanzas de la Biblia, pero por las dudas van a algún que otro servicio en la iglesia de vez en cuando, no sea cosa que se queden afuera por no sumar los puntos necesarios para recibir el ansiado premio. Otros creen que aunque Dios no existiera igualmente valdría la pena ir a la iglesia, porque allí se te incita a ser mejor persona. En el fondo lo que se busca es quedar cubiertos por la póliza de seguros espirituales que han ideado según sus pensamientos, no sea que ocurra una desgracia y si existe Dios este nos desampare. Pero cabe preguntarse, ¿Es verdadera esta fe o simplemente se busca quedar bien con Dios y con el diablo, o en todo caso con la conciencia que pone en duda la no existencia de Dios? Para nuestro pasaje del día de hoy alguien está con Cristo o no lo está. Se cree y confía en Él o no. Hay muchas personas que intentan vivir como si hubiese un punto intermedio entre la fe y la incredulidad. De lo que no se dan cuenta es que lo intermedio es incredulidad. Tales personas se oponen en contra de Cristo y su voluntad en sus corazones, y están expuestas y a merced del poder de Satanás. Pues viven fuera de la protección de Cristo, sólo cuentan con su limitado poder, que es nada ante el maligno y con su sabiduría distorsionada y susceptible a distorsionar la verdad, además de la increíble tendencia que tiene el ser humano de caer en una u otras de las trampas tendidas por el diablo para poseerlo.

Si bien el diablo ha sido derrotado y la salvación del hombre ha sido ganada completamente y definitivamente, él todavía anda como león rugiente por todas partes, engañando y haciendo creer que es fuerte, que todavía por medio de la muerte puede vencer al hombre. Trata de apartar, con engaños, a las personas de la salvación de Cristo, conduciéndolas a la duda y la desesperación. Muchos se dejan caer en la trampa, creyendo al padre de la mentira, en vez de confiar en el que es la Verdad, que da vida y libertad. Así es que los malos espíritus regresan a un buen número de personas de quien fueron expulsados. El Espíritu Santo dado en el bautismo, ha sido rechazado y desechado. “El último estado de ese hombre es peor que la primera parte”.

No es suficiente que el mal sea expulsado fuera de una persona. El espíritu sucio debe ser reemplazado con el Espíritu Santo de Cristo. De otra manera, uno queda accesible al pecado más sutil y más profundo, los espíritus más oscuros y más peligrosos. Así es que nuestro Señor nos insta aquí a permanecer firmes en la fe. Él dice, “bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen”. Mantener la Palabra de Dios es simplemente aferrarse a ella, aun cuando vaya en contra de nuestros deseos y pensamientos, confiar en ella, atesorarla y confiar en sus promesas.

Los que hacen estas cosas son benditos de Dios, como lo fue la madre de nuestro Señor cuando creyó en el anuncio del Ángel sobre el hijo que tenía en su vientre. Creemos que la Palabra de Dios es viva, eficaz y poderosa para salvar. Es el canal que ha escogido el Espíritu Santo para llegar a nosotros y llenarnos de Dios. Es el arma que ahuyenta los ataques del maligno, como sucedió con Jesús en el desierto y fue tentado por el diablo.

Finalmente, la Palabra de Dios hará que nos aferremos a Cristo y dependamos de Él para la vida de fe. Pues él es el Verbo hecho carne. Benditos aquellos que leen la Biblia y allí oyen la voz de Jesús y se apegan a Él. Pues es él refugio y la fuerza, una ayuda siempre presente en medio de los problemas. Benditos aquellos para quienes la Palabra de Cristo mora en abundancia por medio de la absolución y la predicación en los Oficios. Benditos aquellos que confían en Cristo y que se alimentan de su verdadero cuerpo y verdadera sangre para el perdón de los pecados.

Sobre semejantes cosas el diablo no tiene poder alguno. Él no te puede tocar. Pues estás bajo la custodia del “Más Fuerte”, el Señor que ha derrotado y tiene bajo su poder a la muerte, el pecado y al diablo. En los momentos de lucha, de inseguridad, temor, alza tus ojos hacia Cristo, quien te ha liberado del poder y cautividad del mal, quien ha conquistado a tus enemigos, quien es tu defensa y escudo, quien te salva de todo mal y peligro y lo confirmará en la día de la resurrección. Vive en esta seguridad porque Dios por medio de Cristo te ha perdonado de todos tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

lunes, 1 de marzo de 2010

2º Domingo de Cuaresma.

“La fe en Cristo”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
1º Lección: Éxodo 33:12-23

2ª Lección: 1ª Tesalonicenses 4:1-7

Evangelio: Mateo 15:21-28

21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquíuna mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 23 Pero Jesús no le respondiópalabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino y se postróante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

Sermón

En nuestro texto encontramos al Salvador en Fenicia. Este país, que en la Biblia se conoce como "Tiro y Sidón ", estaba situado a cuarenta millas al noreste del mar de Galilea. En Fenicia vivía en tiempos pasados el rey Hiram, que era amigo de David y de Salomón, y que proveyó los cedros para la casa del rey David y para el hermoso templo de Salomón. En Fenicia estaba también Sarepta, el lugar donde en días muy duros la pobre viuda dio de comer al profeta Elías.

¿Qué hacía Jesús en Fenicia? En Galilea, donde Jesús pasó la mayor parte de su ministerio, se estaba acumulando el trabajo entre la gente que, lejos de sentir sed por la predicación del Evangelio de su salvación, seguía curiosa a Jesús, pensando presenciar los milagros de Él.

Además, se iba aumentando la oposición de sus enemigos, de modo que Jesús se fue al extranjero en busca de paz y descanso. Digamos que estaba en Fenicia de vacaciones.

Pero aun en otro país no lo dejaron en paz. Ah lo vio una mujer que en el Evangelio según San Marcos era sirofenisa, pero que en nuestro texto se llama cananea, porque había descendido de los antiguos cananitas que ocupaban toda la tierra cuando entraron Josué y los israelitas. Esta mujer siguió al Salvador con empeño y con una fe que Jesús no había visto antes. Que el Espíritu de Dios nos acompañe en estos momentos mientras que' meditamos en

LA FE DE LA CANANEA.

I

La cananea de la cual se trata había llegado a la fe en Cristo. Esto sacamos de sus palabras que dirigió a Jesús: "He aquí una mujer Cananea, que había salido de aquellos términos, clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí.” Hace unas semanas oíamos las mismas palabras pronunciadas por la boca del ciego de Jericó; decíamos entonces que el título, “Hijo de David”, significa el Cristo prometido, o sea, el Salvador del mundo (Lucas 18:38).
Tiro y Sidón era un país pagano y tan perverso que Jesús lo pone en una categoría con Sodoma (Mateo 11:22.24). Pero la fama de nuestro Salvador, de su predicación, sus obras, había cruzado la frontera fenicia. Nos cuenta otro Evangelio que "los de alrededor de Tiro y de Sidón, grande multitud, oyendo cuán grandes cosas hacía (Jesús), vinieron a él" (Marcos 3:8). Y el Espíritu Santo, siempre activo a través de las buenas nuevas del Salvador, había creado en esta cananea la fe, ya antes de que ella viera en persona a Jesús. "La fe es por el oír; y el oír por la palabra de Dios" (Romanos 10: 17).

Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí." Hac
unas semanas oíamos las mismas palabras pronunciadas por la boca del ciego de jericó; decíamos en tonces que el título, "Hijo de David", significa el

Pero esta cananea tenía un problema muy grave. Un demonio se había apoderado de su hija. Los demonios, o diablos, no eran criaturas que se hallaban sólo en la imaginación o en la mente supersticiosa de la gente. Los demonios existían en verdad. Los demonios hablaban. En Capernaum uno de ellos exclamó a gran voz: "Dejamos, ¿qué tenemos contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios" (Lucas 4:34). Y Jesús, que nunca hubiera cometido la tontería de hablar a una cosa que no existía, hablaba a ese mismo demonio de Capernaum, ordenándole: "Enmudece, y sal de él" (Lucas 4:35).

El demonio se metía en su víctima, se apoderaba de la mente de ella y la hacía decir o hacer lo que le placiera al demonio. El pobre individuo al cual el demonio había escogido por su domicilio, era "atormentado del demonio" (Marcos 5: 15) y "agitado del demonio" (Lucas 8:29), quien "derribó y despedazó" a su víctima (Lucas 9:42) y "le arrebataba" (Lucas 8:29), "derribándole en medio" (Lucas 4:35).

La pobre madre tenía que contemplar esto todos los días en su querida hija, y nada podía hacer al respecto. La niña no era meramente turbada de un demonio. Clamó la mujer: "Mi hija es malamente atormentada del demonio." Pero afortunadamente la madre tuvo a Jesús y en toda fe llevó su pena a Él, el "Hijo de David ", su Señor y Salvador.

Pero ¡qué prueba para su fe! "El (Jesús) no le respondió palabra. " Cualquier otro fenicio se habría quejado, diciendo del trato que recibió la mujer: "¿De modo que éste es el gran benefactor cuya fama ha llegado hasta Tiro y Sidón? Entre nosotros se muestra otro. Lo encontramos apático, sordo, sí cruel, a nuestras súplicas. Ni siquiera nos concede el honor de contestar a nuestras palabras. Nos desprecia así como todos los judíos desprecian a los gentiles. Nos pasa por alto como si no existiéramos."

Hasta los discípulos manifestaban más piedad que Jesús, pues leemos: "Entonces llegándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despáchala, pues da voces tras nosotros. " A ellos se digna Jesús responder, y la mujer lo oye. Pero lo que ella saca de las palabras del Señor no es más que otro rechazo, un golpe más, y un golpe más severo que el anterior: "El (Jesús) respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel." Dicho de otra manera: "Yo soy el Salvador de los judíos, pero esta mujer es gentil y no de la misma condición que los judíos, y no tiene derecho a mis misericordias."

Estas palabras no se le escaparon a la cananea, pero no por tanto se deja desanimar. Sabemos que el Espíritu Santo es el autor de nuestra fe, pues "nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo" (l Corintios 12: 3). Notamos ahora la fe persistente que el Espíritu Santo le había proporcionado a esta mujer del extranjero. Como si Jesús no le hubiera dicho nada, la mujer continúa su petición: ''Entonces ella vino, y le adoró, diciendo: Señor, socórreme. "

Después de alguna tardanza Jesús finalmente reconoció a la cananea. Finalmente le concede el honor de una palabra, pero nos extraña mucho la forma en qué lo hace: "No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos," dice Jesús. Como la voz del trueno esta frase hubiera caído en los oídos de otra persona. Jesús le hace saber a la cananea que los de la casa de Israel son los niños privilegiados sentados alrededor de la mesa, pero los gentiles no son más que los perrillos que se permiten debajo de la mesa. A éstos pertenecía la cananea según las palabras de Jesús. ¡Qué comparación más humillante para la suplicante! No le quedaba una chispa de esperanza. Martín Lutero observa que nunca en todo su ministerio se ha presentado Jesús tan duro como en este texto.

Pero aun con esta ofensa la mujer no se da por vencida, no se deja correr. Vemos que la fe que ella había recibido a base de las palabras y obras de Jesús resulta una fe sumamente humilde. La cananea entiende bien y acepta el cuadro que Jesús pinta de ella. Quiere ser uno de aquellos animalitos debajo de la mesa. En ese cuadro halla la cananea la solución de su problema. Demanda las migajas. Dijo ella: "Sí, Señor; mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores." Tenemos aquí la fe en toda su belleza.

II

El doctor Lutero agrega el siguiente comentario respecto a esta historia: "En las palabras de Cristo efectivamente no hay ningún no. En dichas palabras hay más sí que no. Hecho es que no hay más que sí en todas sus palabras. Pero el sí se queda tan profundamente escondido que no parece ser más que un no." La cananea se dió cuenta a la postre del sí en todas las palabras del Salvador. Su fe, puesta en prueba por la actitud y por la tardanza de Jesús, llegó a ser una fe victoriosa.

Nuestro Salvador llama grande la fe humilde que Dios le había dado a la mujer, pues declara el Salvador: "Oh mujer, grande es tu fe." Dos veces se maravilló Jesús así de la fe, y en las dos ocasiones se trataba de la fe de personas gentiles. El centurión no se creía digno de que Jesús entrara debajo de su tejado (Lucas 7:6), y la cananea quiere ser uno de los perrillos debajo de la mesa de sus señores.
Y termina nuestro texto con las palabras: "Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres. Y fué sana su hija desde aquella hora. “Jesús vacilaba un rato con su socorro, pero a la postre le concedió a la mujer lo que ella quería. El "no" en sus frases sólo puso en prueba la fe de la cananea, y la fe de la mujer se hizo más brillante que nunca. Jesús si es el Salvador también de los gentiles: ''El (Jesucristo) es la propiciación por nuestros pecados: y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Juan 2:2).

Así lo hace el Señor con nosotros, pues el Salvador ha venido también a nuestros términos. Ha llegado mediante su Palabra. Y mediante dicha Palabra nos ha concedido la fe, y hemos aprendido a llamar a Jesús "Señor, Hijo de David", Salvador de nuestras almas.

Tampoco falta en nuestra vida la prueba de nuestra fe. El Señor permite tribulaciones, enfermedades y llanto en nuestra vida. Y aunque llevemos pronto estos problemas a Jesús, El con frecuencia vacila en atender nuestras peticiones. Y todo lo hace con el mismo fin: Quiere que nuestra fe brille más que nunca.

Esto es lo que nos enseña claramente San Pedro: ''En lo cual vosotros os alegráis, estando al presente un poco de tiempo afligidos en diversas tentaciones, si es necesario, para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado" (l Pedro 1:6.7).

El Salvador no puede cerrar para siempre sus oídos a nuestra humilde fe. Y aunque creamos ver solamente el "no" en Jesús, El se queda todo "sí." Nunca fallará su promesa: "Al que a mí viene, no le echo fuera" (Juan 6:37). Amén.

Querido Salvador, te damos gracias, porque has venido a nosotros con el Evangelio, pues nosotros también somos gentiles. Pero si nos comparamos con la cananea de nuestra lección, nos damos cuenta de lo muy débil que es nuestra fe, y sentimos vergüenza. Perdónanos, Señor, y no nos rechaces en tu ira. Danos más fe, pues queremos ser salvos, por tu misericordia que Tú has manifestado tanto a los judíos como a nosotros los gentiles. Amén.
Sermón tomado del libro “sermones sobre los Evangelios Históricos”