domingo, 27 de noviembre de 2011

1º Domingo de Adviento.

“Esperando a cristo con gozo”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

Primera Lección: Isaías 64:1-9

Segunda Lección: 1 Coríntios 1:3-9

El Evangelio: San Marcos 13:24-37
Sermón

Introducción

Entramos hoy en el tiempo de Adviento, un tiempo de espera confiada en el que nos preparamos para rememorar la venida de nuestro Salvador. Las fechas que están por llegar en breve, el tiempo de Navidad, harán que nos preparemos a conciencia para estas celebraciones. En este caso, hablamos de una rememoración, es decir, de recordar algo que ya sucedió, algo que nos llena de gozo sin duda, pero un hecho pasado. El Evangelio de hoy anuncia sin embargo un hecho futuro, trascendental y definitivo respecto a nuestra realidad. Un hecho que genera alegría, aunque no obstante, también puede generar inquietud en los creyentes, pero una inquietud totalmente infundada desde nuestra fe.

La fe que soporta la tribulación

La tribulación de la que se nos habla en el versículo 24, está descrita un poco antes de nuestra lectura de hoy: “Porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó” (v19). Si bien este texto se asocia a la profecía sobre la destrucción de Jerusalén y el templo, acaecida cuarenta años después, sus palabras tienen un valor escatológico para nosotros. Pues en ellas vemos también la descripción de la alteración global que sufrirá nuestra realidad en los últimos tiempos, y que como un anticipo de aquellos momentos, podemos vislumbrar ya en muchas partes del planeta. Y en esta descripción, se describen hechos sombríos, donde abundarán la persecución de los creyentes, hambre, destrucción y guerras y el surgimiento de falsos profetas y falsos “Cristos” (v5-23). Todo ello justo antes del fín, como en una especie de intento del mal para avivar el pecado del hombre, entregándolo a la perdición total. Pero un vano intento por cierto, por evitar lo que ya es un hecho consumado: la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte (1 Jn 5:4). Son palabras que pueden causar un fuerte impacto en nosotros, haciéndonos temer la llegada de estos momentos finales, pero su intención no es atemorizarnos, sino todo lo contrario, alentarnos a resistir, tal como lo hace la higuera en invierno (v28), sabiendo que tras esta oscuridad, llegará la Luz a nuestro mundo: Cristo el Señor. Hay sombras en el horizonte, cierto, pero Jesús está a nuestro lado: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33)

Desde la consumación del sacrificio expiatorio de Cristo en la Cruz y su resurrección, los creyentes vivimos en una continua espera. Pues nuestro fin no es vivir permanentemente en esta realidad, sino caminar hasta las puertas del Reino, de un reino que es nuestra verdadera morada, el lugar a donde pertenecemos gracias a nuestra fe bautismal. Y es precisamente este Reino el que llega a nosotros, junto con toda la corte celestial, para acoger a los escogidos, a aquellos que han mantenido viva la llama de la fe. Pues esta fe es la que nos hace dignos de ser aceptados en las moradas celestiales, ya que: “por gracia sois salvos, por medio de la fe” (Ef 2:8).

Y la llegada de estos tiempos, tendrá además efectos claros y visibles para el hombre, con lo que es importante estar atentos a las señales de los tiempos. Señales de calamidad en primer lugar, y naturales seguidamente, donde la realidad física experimentará cambios radicales: “el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas” (v24), indicando que el orden natural de las cosas, ha llegado a su fin, y donde una nueva realidad hará su aparición, una realidad totalmente espiritual, donde todo lo demás quedará en un segundo plano. No conocemos el alcance completo de estos cambios, pero la Palabra es clara en cuanto a su realidad futura, y no debemos dudar de ello pues Jesús recalca que tanto el cielo como la tierra son pasajeros, “pero mis palabras no pasarán” (v31) y todo se cumplirá inexorablemente. La Palabra de Dios es sólida, veraz, inmutable, y ella será nuestro mejor refugio si, llegado el momento, nos tocase vivir los acontecimientos anunciados.


Hoy puede ser el momento anunciado

Los primeros cristianos tenían una viva conciencia de vivir una vida pasajera en este mundo, pues afrontaban el martirio y la persecución casi constantemente. Eran perseguidos por los judíos, que los veían como herejes y blasfemos, y también por los romanos y otros pueblos mediterráneos que aborrecían sus enseñanzas sobre el perdón, el amor al prójimo y la prédica de la paz. Para colmo su Dios era un hombre crucificado, muerto y supuestamente resucitado.

Absurdo tras absurdo para la mente de aquellos hombres, pues “la cruz es locura a los que se pierden” (1 Cor 1:18). Y así los cristianos no dudaban de que en cualquier momento, el encuentro con su Creador podía llegar sin aviso. Las cosas cambiaron y con el tiempo la cristiandad pasó de ser perseguida, a ser la religión del Estado. Y con ello se fue perdiendo ésta sana conciencia, que hacía decir al Apóstol Pablo sin temor: “porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filp 1:21). La vida futura en el Reino pasó a ser una aspiración del creyente, pero que podía esperar, y cuanto más mejor. Y con ello la llegada de Cristo fue perdiendo su inmediatez, para ser algo de un futuro lejano, muy lejano. Pero Jesús nos advierte de dos cosas muy claras: “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aún los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (v32). Sólo el Padre sabe pues la hora en que abrirá los cielos y dará paso a los ejércitos celestiales. Y la segunda es igualmente una seria advertencia: “Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo” (v33). El momento podría ser hoy mismo, ahora mismo, en cualquier momento.

Somos exhortados pues a estar despiertos, a velar, a mantener viva la llama de nuestra fe, de esa fe expectante que anhela la llegada de Cristo a este mundo. Pues no olvidemos que Jesús viene a juntar a sus escogidos, a aquellos que por medio de la fe en su sacrificio vicario, le han confiado la salvación de sus almas, y que gracias a su bautismo, han sido incorporados a la familia celestial. No obstante, esta llegada inesperada e inminente, puede despertar inquietud y cierto temor en nosotros. Temor a no estar preparados, a dudar de nuestra fe, de si seremos suficientemente dignos ante Cristo. Y si esta es nuestra situación, recordemos que estas dudas son las armas del maligno, el cual quiere arrancar de nosotros la seguridad de la salvación. Él intenta hacernos dudar de si habremos hecho “lo suficiente” para ganarla, torciendo y tergiversando el puro Evangelio que nos anuncia que, no gracias a nuestra supuesta “dignidad”, ni a nada que provenga de nosotros, sino sólo a la justicia de Cristo que nos cubre con su sangre, es por lo que seremos contados junto a los escogidos: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida” (Rom 5:18). Cristo viene a recoger el fruto de su obra redentora, a nosotros, pecadores arrepentidos y justificados en la Cruz. ¡Recordémoslo cuando nos asalte la inseguridad o la más mínima duda sobre nuestra salvación!

Estar preparados para el encuentro con Cristo

Jesús nos exhorta igualmente a estar activos hasta su llegada, a no dormir. Ha dado autoridad a sus siervos, a su Iglesia, para predicar la Palabra y administrar los Sacramentos, y con ello sostener a su pueblo en fe. También nos ha dado a cada uno una obra para realizar en esta vida, allí donde Él nos ha puesto. Pues tanto el ama de casa, como el trabajador o el estudiante, viven día a día en sus tareas santificando sus vidas por medio de la fe en Cristo. No hemos sido llamados a una mera vida de espera inactiva espiritualmente, sino a vivir día a día con la mirada en el Reino. Debemos mantener viva la llama de la fe, y esto es en verdad la tarea más importante que tendremos en esta vida: “velad, estad firmes en la fe” (1 Cor 16:13), sin olvidar por supuesto que mientras esperamos al Salvador, debemos poner en práctica también el amor de Cristo que vive en nosotros, en la persona del prójimo. Pero si importante es atender las necesidades materiales del prójimo, aún más lo es el atender sus necesidades espirituales, pues aunque Cristo viene a juntar a sus escogidos (v27), el impacto de su llegada afectará a toda la humanidad. Y por ello, y por lo inesperado de Su llegada, es por lo que el mandato de Jesús: “id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mat 28: 19), cobra aún más relevancia. Cada minuto cuenta, y cada uno de nosotros debe contribuir a que el puro Evangelio del perdón de pecados y la figura de Cristo, sean escuchados por todos, independientemente de su raza, cultura o religión.

Una tarea aparentemente gigantesca, pero que mirando a aquellos primeros doce discípulos y su fruto hasta el día de hoy, nos hace tomar conciencia del tremendo poder de conversión de Dios en su Palabra. Una Palabra necesaria para el hombre, pues el tiempo pasa, y el Reino se acerca ya a las puertas: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3:20).

CONCLUSIÓN

La venida definitiva de Cristo a la Tierra, el fin de los tiempos, son hechos que, paradójicamente han generado entre los cristianos inquietud e incluso temor. Sin embargo nuestra fe es una fe que mira al futuro, igualmente con gozo y esperanza, pues tal como nos recuerda la Escritura (v26-27), Cristo volverá una segunda vez a este mundo, y ahora rodeado de toda la gloria celestial para buscar a los suyos. Y esta noticia debe servirnos de estímulo para estar preparados para Su llegada, que será además definitiva e inesperada. Por eso debemos vivir cada día como si fuese el de la llegada de Cristo, el día en que veremos a nuestro Rey y Salvador cara a cara. Que así sea, Amén.

J. C. G.  / Pastor de IELE/Congregación San Pablo, Sevilla

lunes, 21 de noviembre de 2011

Último domingo de Pentecostés.

“Nuestra resurrección en Cristo”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

Primera Lectura: Ezequiel 34:11-16

Segunda Lectura: 1 Corintios 15:20-28

El Evangelio: Mateo 25:31-46

Tanto en nuestros días como en los días que el apóstol Pablo escribió a los Corintios, hay muchas personas que tienen problemas con creencia sobre la resurrección. No sólo con la resurrección de Jesús, sino además con la resurrección en general. En nuestro mundo racionalista y empírico, cada vez es más generalizada la creencia que los muertos no vuelven a la vida, ya que es algo que la ciencia corrobora. No se realizan censos de cuántas resurrecciones se han producido en los últimos diez años, o incluso en el siglo pasado. Hoy en día muchos piensan que alguien que se muere, se lo entierra o crema y nada más. Que es imposible que pueda volver a la vida.

Por estas ideas pasadas y presentes es que el Espíritu Santo mueve al apóstol Pablo para escribir este capítulo, en el que se afirma la verdad de la resurrección de Jesús, y que va más ya cuando Pablo muestra lo que la resurrección de Jesús significa para ti y para mí.

Jesús realmente resucitó de los muertos. El texto de hoy es lo contrario al terrible viernes de Semana Santa. A quienes dicen que no hay resurrección de los muertos, Pablo les dice que Dios opina algo contrario a la razón, a la lógica y a las estadísticas humanas. El Apóstol unos versículos antes de nuestra perícopa afirma que si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. (1Corintios15:14). Lo que es peor, en realidad estamos mintiendo cuando predicamos. Es más, nuestra fe no vale nada. No nos hace ningún bien creer en una persona que está muerta y enterrada. Además, todos nuestros pecados, que nos condenan y separan de Dios, están aferrados a nosotros y todos los que han muerto están sufriendo las consecuencias de sus pecados en el tormento eterno del infierno. Pero Pablo nos dice “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos...”

Lamentablemente muchos ven en la resurrección un hecho que sucederá en el futuro y que no tiene nada que ver con nuestras realidades cotidianas. Pero la declaración de que Cristo ha resucitado tiene gran poder en nuestras vidas. Tanto los corintios como nuestra naturaleza humana pueden decirnos que la gente no se levanta de entre los muertos. Pero la realidad de Dios es algo muy, muy diferente a nuestros dicho, opiniones y creencias. Porque Cristo ha resucitado de entre los muertos.

Con una simple afirmación Pablo deja a un lado todas las objeciones: “¡Cristo ha resucitado de entre los muertos!” Tenemos un Salvador resucitado, un Rey que vive. Él, que estaba muerto y enterrado, ahora físicamente está resucitado, no está muerto sino que está verdaderamente vivo.

Pero ¿Cómo puede esta afirmación infundirnos alegría y ser de ayuda en nuestros momentos de debilidad y duda? Primero que nada, saber que incluso el creyente más fuerte puede olvidarse o no tener en cuenta la resurrección de Cristo en su día a día.

Catalina Von Bora utilizó un recurso muy original para animar a su esposo, el Dr. Martin Lutero, en esta gran verdad bíblica. Dicen que un día Catalina estaba vestida de luto y lloraba desconsoladamente.

Cuando Lutero la oyó, corrió hacia ella y le preguntó: “¿Qué te sucede?”
“¡Es mi Señor, Él está muerto!” Respondió.
“¡Eso es absurdo!” Reaccionó Lutero. “Nuestro Señor no está muerto. Él ha resucitado y está reinando”.
“Entonces dime ¿por qué has estado abatido toda la semana pasada como si Jesús estuviera muerto?”, dijo Catalina. “A juzgar por la forma en que mi gran doctor Lutero estaba actuando, pensé que el Señor había muerto,”.

Constantemente necesitamos que se nos recuerde que ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos y que Él es nuestro Rey viviente. Esto marca una gran diferencia en nuestras vidas. Porque una de las cosas que el Cristo resucitado nos asegura es que vamos a resucitar como Él lo hizo.
El apóstol nos dice que nuestro Salvador resucitado “se ha convertido en las primicias de los que durmieron es hecho.”

Nuestro Señor resucitado es la primicia, el primero de los incontables millones que lo seguirán en su resurrección. Así como Cristo fue resucitado, para que todos los que creen en Él resuciten en la cosecha de Dios.

Otra imagen que Pablo introduce aquí es vamos a ser despertados del “sueño” de la muerte. Eso es lo que la muerte es para aquellos que están en Cristo: “un sueño”. La muerte no es un terrible estado, algo contra lo cual luchamos hasta lo último, a lo cual resistimos con todas nuestras fuerzas y tenemos que vencer. Por el contrario, para los cristianos, la muerte es estar “dormidos en Jesús”. Sabemos que al morir, en poco tiempo Jesús nos despertará para la vida eterna, como cuando echamos una cabezadita o de cerramos los ojos en la siesta, y nos despertamos sin tener noción del tiempo que ha pasado.

Su resurrección nos garantiza ese despertar para la vida eterna junto a Él. La vida de Jesús es las primicias de los que durmieron en Él. Pablo subraya esta verdad, haciendo hincapié en que a partir de una historia bíblica. Él dice que “la muerte entró por un hombre”. El hombre al que se refiere es Adán. Por el pecado entró la muerte en el mundo y la muerte no sólo para él y Eva, sino para todos. Ahora “en Adán todos mueren” ya que llegamos a este mundo bajo la pena de muerte eterna. Pero ahora, por “otro hombre”, nuestro Señor Jesucristo, el Hijo del Hombre, se ha reparado lo que hizo el primer hombre.

A través de Jesús llegó “la resurrección de los muertos”. En su resurrección, Jesús, ha vencido y destruido el poder de la muerte sobre nosotros. Ahora todos los que creen en Él “volverán a vivir” con Él. Jesús nos resucitará y disfrutaremos de la vida eterna con Él para siempre.

Cuando Pablo habla de la consecuencia del pecado usa la palabra “muerte”. Él no intenta reducir la dureza del pecado o suavizar sus consecuencias, como nuestro mundo e incluso algunas iglesias los hacen. “Pecado”, “muerte” e “infierno o condenación eterna” son palabras prohibidas en nuestra sociedad. Nuestro mundo ha sustituido estas palabras con términos médicos, de salud mental o con palabras que sólo tienen un significado social. Ya no se habla de que las personas se rebelan contra Dios o violan su santa voluntad. Eso es demasiado duro e insensible. En cambio, se dice que alguien “errado el camino” o “se ha equivocado”, como si usar términos más suaves resolvería el problema. Sin embargo, Pablo habla de una ley clara y específica, señalando que el pecado ha traído la “muerte” al mundo y la separación eterna de Dios. Pero también anuncia que el obrar del Señor ha sido directo. Así es que ya no habla de “muerte” sino que lo sustituye por “resurrección de los muertos” y “los que mueren” lo sustituye por “ser vivificado”.

En la cruz, de nuestro Salvador, pagó en su totalidad la condena por todos los pecados, satisfaciendo así las exigencias de la justicia divina. Al resucitar en la mañana de Pascua, nuestro Rey, removió la piedra delante de la tumba y nos abrió la puerta al cielo a todos los creyentes.

¿Cómo celebramos la gloriosa noticia de que vamos a vivir eternamente por la vida de Jesús?

Tal vez podemos seguir el ejemplo de Lutero y escribir un graffiti en nuestros hogares. Lutero tenía sus días de dudas y desalientos, tal como los tenemos hoy en día. Cuando eso sucedía, Lutero escribía “¡Vivit! ¡Vivit! ¡Vivit” en letras grandes en su mesa y las paredes de su estudio, “¡Él vive! ¡Él vive! ¡Él vive!”. Así se recordaba a sí mismo que tenía un Dios vivo. Sabiendo que hace toda la diferencia en la vida del pueblo de Dios.

Tenemos la certeza de que nuestro Señor nos ha librado de la muerte de la muerte eterna.
Tenemos la certeza de que a pesar de morir, la muerte no es más que una breve siesta antes de que nuestro Señor nos despierte a tiempo para la vida eterna. Afirmemos en nuestros corazones y mentes para alegrarnos en todo momento que ¡Él vive!

Además nuestro Señor Resucitado ha iniciado una nueva era. El ver la vida, incluyendo la final de esta, desde la resurrección de Cristo nos da un panorama muy distinto. Sabemos, por un lado, que la muerte no es el fin de todo. Aceptamos el hecho de que un día que nuestro cuerpo frío y sin vida irá a parar a una tumba en algún lugar. Es cierto que la muerte temporal todavía nos afecta, o al menos afecta a nuestro cuerpo. Pero no afecta nuestra alma, que de inmediato va a estar con nuestro Señor. Pero incluso nuestro propio cuerpo no estará en la tumba mucho tiempo, porque Jesús ha resucitado de entre los muertos y nosotros haremos lo mismo.

Muy pronto, cuando nuestro Señor regrese, los que pertenecemos a Cristo por la fe volveremos a vivir otra vez. En realidad, todas las personas resucitarán, tanto los no creyentes como los creyentes. Todos se enfrentarán al juicio de Jesús. Pero la diferencia es que en los creyentes en Cristo está la fe que afirma que Él es el primer fruto y que ellos serán como Él. Cuando vuelva Cristo “vendrá el fin”, dice Pablo. El fin del mundo en que vivimos y el final de la vida aquí en la tierra como la conocemos ahora.

Mientras tanto el Señor nos ha dejado un recurso de suma importancia que no solo nos recuerda su muerte y resurrección, sino que además nos deja entre ver el futuro que nos depara como hijos de Dios. Este recurso es la Santa Cena. Allí él se hace presente una y otra vez para decirnos que Él ha vencido al pecado, la muerte y el diablo y por nos otorga por medio de la fe su perdón vida y salvación. Esto lo seguirá haciendo hasta el día en que vuelva en gloria para buscar a su pueblo y llevarlo a su presencia.

¿Y sabes cuál va a ser la mejor parte de ese día? Tú y yo seremos aquellos que cantan alegremente la canción celestial. Nuestro corazón no conocerá más alegría que la vivida ese día.

Ninguna voz cantará con más placer que la nuestra al decir: “Nuestro Señor Jesús ha resucitado y nuestro Rey reina”. Ahora, que han sido resucitados con él, también reinaremos con nuestro Rey por toda la eternidad. Nuestra canción de celebración comienza ahora y nunca se detendrá, aunque regrese nuestro Señor, ya que nos lleva con Él, y seguiremos cantando con una alegría aún mayor en el trono del Padre.

Ya lo afirmamos hace unas semanas. La Biblia nos revela el final de la historia, pero no por eso nuestra vida deja de ser atractiva, sino que se llena de esperanza para vivir ahora y disfrutar de aquello que se nos ha prometido: La vida eterna. Ahora sabes que eres liberado de todos tus pecados y de la consecuencia de todos ellos. Esto es tuyo porque eres perdonado de todos sus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Atte. Pastor Gustavo Lavia

domingo, 13 de noviembre de 2011

22º Domingo de Pentecostés.

"La fe en Cristo”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

1º Lección: Sofonías 1:7-16 2ª Lección: 1ª Tesalonicenses 5:1-11 Evangelio: Mateo 25:14-30


EVANGELIO DEL DIA

Mateo 25:14-30 25:14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. 25:15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. 25:16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos 25:17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. 25:18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. 25:19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. 25:20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. 25:21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 25:22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. 25:23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 25:24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25:25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 25:26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 25:27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 25:28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. 25:29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 25:30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Sermón

INTRODUCCIÓN

Recuerdo que de niño, cuando los maestros nos ponían a hacer actividades y se marchaban un momento, nosotros perdíamos rápidamente la concentración de nuestras tareas y nos dispersábamos. De ahí la frase que me solían decir: “cuando el gato se va, los ratones están de fiesta”, indicando que sin vigilancia nos “desmadrábamos”. Ahora que he crecido sé que eso también les sucede a los adultos. Es evidente que cuando no existe presión, solo queda la responsabilidad y la fidelidad a lo que nos hemos comprometido. Pero como no somos perfectos, podemos perder el rumbo fácilmente. Desde un político hasta un pastor pueden relajarse al punto de ser infieles a sus vocaciones. Hay trabajadores que no hacen su trabajo si no son controlados, hay hijos que cuando los padres no los ven hacen lo que no deben, hay maridos y esposas desleales a sus compromisos cuando no son vistos. Es decir que la ausencia de un “vigilante” puede suponer una tentación a ser desleal. Esta lamentable inclinación se potencia más cuando nuestra conducta solo la motiva la ley y el miedo, es decir que hacemos las cosas solo “porque hay que hacerlas”, y no entendemos, compartimos o no amamos la norma. Pero cuando nos motiva el amor todo cambia. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. 1 Jn 4:18

También con nuestro Señor nos podemos relacionar por presión o miedo a la represalia. Y de hecho es lo que le ha sucedido a uno de los siervos en la parábola de hoy. El miedo nos paraliza, nos agobia, nos limita. El miedo produce inseguridad, y puede apoderarse de todos los ámbitos de nuestra vida. En ocasiones el miedo viene por falta de información o de infravaloración de lo que somos y tenemos. Pero fundamentalmente el miedo viene por la ley, por eso nos dice el Señor: “todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” Col. 3:23.

Porque cuando la motivación viene de un corazón lleno de confianza y amor al Señor, aun cuando nos cuesten y cansen, las cosas son más fáciles de hacer y llevar, y el resultado es el disfrute, la alegría y la satisfacción.

El Señor se ha ido, pero vendrá: La parábola que se nos presenta está en el contexto de la segunda venida de nuestro Señor y es una sana advertencia y una grata motivación para ejercer la responsabilidad que nos ha sido dada en este mundo, y que no es otra que la de anunciar fielmente el evangelio en toda su dimensión y con toda nuestra vida. Jesús después de morir, resucitar y ascender a los cielos, prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Él no nos ha abandonado. Pero su presencia es diferente a la que experimentaron los discípulos antes de su muerte ya que ahora es por medio de su Palabra y de los Sacramentos. No es por vista sino por la fe que el Espíritu santo engendra. Y esto para muchos, con una idea errada de Cristo, puede derivar en infidelidad. Sin embargo Jesús hoy nos llama a ser administradores fieles de los bienes que nos ha dejado y que vendrá a recoger.

Todos los cristianos hemos recibido talentos: Los talentos de la parábola son dinero, que representan los bienes del Señor. Para nosotros los talentos son todo el capital que el Señor nos confía. Unos bienes potenciales que puestos al servicio del Reino de Dios en este mundo producen beneficios y se multiplican. Es importante no limitar estos talentos a algún tipo de capacidad personal o espiritual, sino mirarlos desde una perspectiva amplia, ya que según las Escrituras “Todo es tuyo, y lo recibido de tu mano te damos” 1 Cr. 29:14. Por eso, al hablar de talentos debemos recordar que todo lo que tenemos es del Señor. TODO (1 Ti 6:7). Nosotros confesamos que Dios nos da la casa, los hijos, el alimento, el trabajo, la sabiduría, el dinero, etc. Pero sobre todo Dios nos da la fe en Cristo, el gran don. Todos los seres humanos recibimos cosas de parte de Dios, pero sólo por fe en Cristo y su Palabra las reconocemos como suyas. Y por medio de esta fe salvadora es por lo que somos capaces de confiar, amar y entregarnos a su causa.

Por la fe en Cristo tenemos la capacidad de reconocer nuestros pecados y pedir perdón. Él nos ha dado el amor que nos hace compasivos y romper con el aislamiento egoísta. Nos ha dado los frutos del Espíritu, “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gá 5:22-23, y todo ello son talentos puestos por Dios para que redunden en beneficio de muchos. Hay diferentes dones (1ª Co. 12 y 13), pero el camino del amor en Cristo hace que todos sirvan en pro de la única causa: La proclamación del Evangelio.

Él Señor es quien reparte los talentos: Esto nos pone en una situación de humildad ante Él. Primero porque no son nuestros y no tenemos de que vanagloriarnos “Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” 1 Co. 4:7. Y Segundo porque debemos valorarlos con contentamiento, porque lo que tenemos, poco o mucho, “mejor o peor”, “más lindo o más feo”, todos adjetivos que solemos atribuir, son en verdad lo que el Señor nos ha dado y sólo por ello deberían ser de un valor precioso. Nuestra familia, el trabajo, el poder adquisitivo, la salud que tenemos, por todo debemos dar gracias, ya que nada merecemos por cualidades propias “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 1 Ti 6:6

Lutero solía decir que de seguro habría cosas mejores que las que él tenía, pero las suyas eran las más preciadas porque eran las que el Señor le había dado. Y con este sano pensamiento de fondo nuestra vida será seguro más agradable. Seremos más agradecidos y menos desagradables ante Dios y nuestros semejantes. Dios da a cada uno de forma distinta. Tenemos historias, temperamentos, capacidades diferentes y Dios no nos trata como máquinas en serie, sino como a seres únicos e irrepetibles que somos. Cada uno de nosotros somos una obra exclusiva de Dios. Dios dio a cada uno cosas, talentos y dones diferentes, pero esto no es para vanagloria, rivalidad, ni envidia, sino para servir mejor y complementarnos. Debemos estimar y apreciar lo que somos y tenemos como lo que Dios nos ha dado para invertirlo responsablemente en este mundo,
sabiendo que cuando regrese tendremos que devolverle todo.

Objetivo: El Señor reparte sus bienes entre sus siervos para que ellos los administren. Este viaje temporal del Señor hace que la actitud, su tenacidad para los “negocios del Padre”, su tesón, valentía y sabiduría de los siervos sean puestas a prueba. Tener la responsabilidad de gestionar los bienes de otro puede suponer un trago que muchos no quieren afrontar. Solemos preferir la comodidad, la seguridad, y no comprometernos o arriesgarnos, y eso le sucedió al temeroso siervo que pecó de precavido. Nosotros también estamos viviendo una etapa de espera hasta la segunda venida de nuestro Señor, y también tenemos talentos dados por Dios. Y el objetivo es que con ellos sirvamos a la causa de Dios para anunciar el evangelio en este mundo, porque “Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz”. Lc 8:16. El Objetivo de Dios sigue siendo el mismo: “que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. 1 Ti 2:4 y para ello reparte sus bienes entre sus siervos, con el fin de que circulen en este mundo, y que a través de ellos se den glorias a Dios nuestro Creador, redentor y santificador.

No siempre somos conscientes del efecto multiplicador que producen nuestros principios y actitudes, nuestras palabras y gestos nacidos del amor en Cristo y su Palabra, pero Dios nos asegura sus talentos puestos al servicio se multiplican. Salgamos pues y pongamos todo lo que somos y tenemos como cristianos en movimiento en este mundo, confiando que son dones de
Dios que sirven a su causa y pueden producir el efecto multiplicador.

¿Cuánto? En ocasiones quedamos mediatizados por lo resultados, números y cifras comunes a nuestra filosofía de mercado occidental, pero en el Reino de Dios los números humanos no cuentan, sino la fidelidad a la causa por amor a Dios y al prójimo. Gracias a Dios el Señor nos eximió del pesado yugo de los números y resultados y podemos encontrar verdadero descanso y consuelo evangélico en Él, ya que la eficacia la ha puesto en su Palabra y Sacramentos y no en nuestra vida. Por lo tanto los talentos se multiplicaran más o menos, pero el tema primordial está en no enterrarlos ni esconderlos, sino ponerlos al servicio de la proclamación de la Palabra de Dios. Esa es nuestra bendita responsabilidad y lugar en el plan de Dios y en el mundo. No debemos aislarnos, ni ocultarnos, ni tener miedos infundados, sino servir con alegría, confiando en que la Palabra de Dios es eficaz y que por su medio el Espíritu Santo hace su trabajo.

La fidelidad: La clave de esta parábola no está en la cantidad recibida ni en la cantidad producida sino que la lección se centra en la fidelidad del siervo para con el trabajo que el Señor le ha encomendado. Somos administradores de los bienes que él Señor nos ha dado. Y el punto clave es entender que no son nuestros y por lo tanto no los podemos usar a nuestro antojo y capricho, que no son para esconderlos, y que son dignos de nuestra valoración y aprecio. Dios es amor y todo lo que nos da proviene del amor y es para invertir en el amor. Tú tienes cosas para dar a este mundo, no porque seas alguien importante, sino porque Dios te las ha dado para generar más a través de ellas. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 1 Pedro 4:10. No estamos para ocultarnos ni ser simples espectadores. Hay que administrar los talentos con “cabeza”, con criterio, con sabiduría, pero administrarlos al fin y al cabo, y no hay excusas para no hacerlo. Nuestra vida es un servicio a Dios y somos “ofrendas vivas” Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. 1 Co. 4:1

CONCLUSIÓN

Este no es un texto sólo de la ley, aunque muchos predicadores lo utilicen para amenazar al rebaño. Este es un texto que muestra una realidad clara, pero que nos motiva en el amor. Dos de los siervos entendieron el plan de su Señor, el objetivo para el que les daba sus bienes y amaron esa tarea, y fueron fieles a su Señor. Podrían haber ganado más o quizás menos, pero eso no era lo importante, sino su disposición al servicio, su amor, porque ellos habían sido amados primero.

Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 1ª Jn 4:18

Solo uno de los tres actuó por miedo. Su teología era errónea y su misma auto justificación lo condenó: “si sabías que recojo donde no siembro..”. Su imagen de su Señor estaba distorsionada y por lo tanto no pudo servir fielmente. Hizo lo que él estimó más adecuado a su propio bienestar, y no lo que su Señor pretendía. Lamentablemente muchos enseñan y muchos otros oyen sólo teología de la ley y no de la gracia de Dios. El énfasis lo ponen en “… debes comprometerte más, entregarte más, debes consagrarte más, porque sino…” en vez de motivar con el amor del evangelio, la buena noticia de Dios. Y esta nos dice: Él Señor te ha amado a tal punto que envió a su hijo Jesucristo a morir por ti. Te ha escogido como su siervo sin que tú lo merezcas. Te ha perdonado tus pecados. Te ha dado la fe y con ella el don de la vida. Te ha dado su Palabra y Sacramentos. Te ha dado un lugar en este mundo dónde habitar, te ha dado techo, cobijo, comida, calzado, te ha dado familia, amigos, te ha dado la posibilidad buscar una iglesia dónde congregarte y ha puesto a pastores fieles que enseñen la verdad, y todo ello sin que tu lo merezcas, solo por gracia, por amor. Y no sólo te ha dado todo eso para ti sólo, sino que te involucró en su plan que abarca a más personas. Porque este Señor ama al resto de las personas de este mundo y desea trasmitirle todos aquellos dones de los que tú eres un consciente beneficiario y ya disfrutas por medio de la fe.

Por lo tanto, en esa misma fe y certidumbre fortalécete una y otra vez en la Palabra y los Sacramentos, alégrate y agradece por todo lo que tienes, y ve a tus actividades sabiendo que los talentos que Dios te ha dado, el Espíritu Santo los usará para multiplicarlos en este mundo al cual tanto amó Dios. Amén
Walter Ralli




EVANGELIO DEL DIA
Mateo 25:14-30 25:14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. 25:15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. 25:16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos 25:17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. 25:18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. 25:19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. 25:20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. 25:21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 25:22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. 25:23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 25:24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25:25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 25:26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 25:27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 25:28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. 25:29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 25:30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

domingo, 6 de noviembre de 2011

La Celebración de los Vivos.

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

Primera Lectura: Apocalipsis 7:9-18

Segunda Lectura: 1º Juan 3:1-3

El Evangelio: Mateo 5:1-12

Hace una semana se celebró la fiesta de Hallowen. Fiesta en la cual las personas se disfrazan de espíritus terroríficos y predomina el color negro. En los orígenes de esta fiesta se creía que ese día los espíritus de un inframundo venían a la tierra para llevarse a los espíritus de las personas de este mundo. Así que por medio de horribles disfraces las personas evitaban que se los llevasen al otro mundo terrorífico. En el día de hoy el texto de Apocalipsis nos relata otra fiesta, una fiesta que se celebra en torno a la vida, una fiesta que comienza con nuestro bautismo y que no tiene fin.

Lo primero que nos encontramos es un grupo que está ante Dios y que no es un número pequeño, es una gran multitud. Hoy en día parece que la Iglesia está en proceso de extinción, pero en el relato vemos que en el final de los tiempos Dios tendrá un pueblo inmensamente numeroso ante Él. Están de pie delante del trono y del Cordero. Están de pie con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Esta acción de agitar las ramas sólo aparece dos veces en la Escritura: el Domingo de Ramos y aquí, en Apocalipsis 7. El Domingo de Ramos, la gente agitaba palmas cuando Jesús entró a Jerusalén montado en un pequeño burro. Gritaban: “¡Hosanna” ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Jesús iba a Jerusalén con un propósito, sabía que sería levantado en una cruz y moriría por los pecados del mundo. En el relato de hoy las ramas son similares pero todo es diferente. En lugar de la cruz, hay un gran trono. En lugar de la preparación para el sacrificio, Cristo está presente como el Cordero resucitado. En lugar de ser despojado de sus vestidos, todos están vestidos con ropas blancas que Él les ha dado. En vez de gritar, “¡Sálvate si eres el Hijo de Dios!”, todos declaran que “la salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono y al Cordero”.

¿Quiénes son estos? Están en compañía muy especial, están de pie con los ángeles alrededor del trono. También hay unos ancianos. Cuatro seres vivientes y un coro que canta “La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén”.

Se nos dice que han salido de la gran tribulación. Algunos dirán que esto se refiere a un período de tiempo especial de determinados años justo antes del fin del mundo, pero es una interpretación errada. No se puede negar que las cosas se complicarán antes del final. El Apocalipsis describe que habrá una gran iglesia que dirá ser cristiana, pero en realidad ha desvirtuado el verdadero Evangelio de Cristo, así como un mundo que rechaza completamente a Cristo y que tampoco favorecen a aquellos que se aferran al Evangelio. Algo similar a lo que sucede hoy en día. Sin embargo, una interpretación más sólida de la “gran tribulación” es creer que la vida en este mundo, desde que Adán y Eva cayeron en pecado, es el tiempo de gran tribulación para el pueblo de Dios. En contraparte, está la multitud en el cielo, que es la reunión de los que ya no están en la tierra, sino que están de pie delante del trono de Dios en el cielo.

¿Cómo ha llegado allí? Gracias a que han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Las vestimentas blancas y la sangre, normalmente no van de la mano, de hecho, las manchas de sangre son a menudo las peores de quitar. En este caso, sin embargo, la sangre del Cordero ha quitado toda mancha. Toda mancha de pecado de esa gente, no sólo de uno o dos, sino de toda la multitud. Ellos son santos y puros delante de Dios, sus ropas blancas, porque Cristo ha pagado hasta el último de sus pecados.

¿Dónde están? Ellos están “delante del trono de Dios”, pero el trono no está vacío. Ellos están en la presencia de Dios, con “el que está sentado en el trono”. La palabra para tienda o tabernáculo nos traslada al Antiguo Testamento. El tabernáculo fue el templo de Dios en el desierto, con el cual el pueblo de Israel viajaba hacia la Tierra Prometida. Dios habitaba con su pueblo en la habitación interior de la tienda, denominada como el lugar Santísimo. Él se ocultaba allí porque el pueblo no podía ver su gloria, ya que vivan manchados por el pecado y lo profano no podía estar cerca de Dios. Él tuvo que esconderse por el bien de su pueblo. Ahora, en Apocalipsis 7, los refugia en su presencia. En otras palabras, están dentro de la tienda, dentro del Lugar Santísimo, con Él. Eso es el cielo, es la vida en la presencia gloriosa de Dios, para siempre. Pueden estar en su presencia, porque el Cordero los ha limpiado con su propia sangre, porque Él se hizo carne y puso su tienda de campaña entre las personas con el fin de salvarlos del pecado (Juan 1.14). Ellos están en la presencia de Dios porque son santos y sólo las cosas santas pueden estar en la presencia de Dios. Esto explica por qué allí no hay hambre, sed, calor abrasador ni tristeza.

¿Quiénes conforman esta gran multitud de todas las naciones, reunidos alrededor del trono de Dios junto con los ancianos y los seres vivos? ¿Quién tiene el honor de estar tan cerca de Dios con ropas blancas, agitando palmas y cantando alabanzas al Cordero? ¿Quiénes son estos que han sido liberados de la gran tribulación, que no sufrirán más por el pecado, el dolor o las aflicciones?

¿Quiénes son estos? Junto con el resto del pueblo de Dios, uno de ellos eres tu. Así es, estás entre aquellos que Dios ha reunido desde todas las naciones. Estás entre aquellos que son limpiados con la sangre de Cristo y vestido con la túnica blanca de su justicia, porque todos los bautizados en Cristo habéis sido revestido de Cristo. Lo que nos muestra el texto es tu futuro. Esto no es una posibilidad o una alternativa entre muchas, esto es lo para lo cual Cristo te ha redimido.

Cristo te ha redimido para la vida eterna en la presencia de Dios. Quizá suene un poco abstracto, pero es como la vida en el Jardín del Edén antes de la caída en pecado. El hombre estaba en la presencia de Dios y Dios caminaba junto al hombre. No había pecado, no estaba la paga del pecado, no había hambre, ni sed, ni dolor, ni lágrimas. El pecado trajo todo esto como parte de su maldición. Cristo vino y vencido al pecado, al sufrimiento, al hambre, a la sed, al dolor, a las lágrimas y todas los juicios de Dios sobre el pecado. Al hacerlo, cambió la maldición, porque Él ha ganado la salvación para ti, tus pecados te son perdonados. El cielo es tuyo. El cielo es estar en la presencia de Dios, el Dador de todo bien, por toda la eternidad. Así es como Dios diseñó las cosas desde el comienzo.

Por el contrario, el infierno es no estar en la presencia de Dios, o al menos donde Dios no está presente con su gracia y misericordia. Para aquellos que no quieren tener nada que ver con Dios, reciben lo que quieren, a pesar de que tendrán una existencia terrible. Pero el infierno no es para ti. Ya que has sido lavado por la sangre del Cordero. Tu futuro en la eternidad es la vida en su presencia, disfrutando de todo lo bueno. Eso es lo que Dios ofrece a todas las personas a través de Su Hijo Jesucristo, para que todos los que creen en Él sean salvos del infierno y obtengan el cielo.

Por ahora no estás en el cielo o el infierno. Estás en este mundo, más o menos en el medio de uno y otro. Aquí hay un poco de infierno, porque todavía somos testigos y vivimos la paga del pecado como la enfermedad, problemas familiares, ansiedades y todo lo que contribuye a vivir en la gran tribulación. Pero este mundo no es el infierno, porque Dios está presente en este mundo. Aquí también tenemos un pedacito de cielo, precisamente porque Dios está con nosotros, tan cerca como sus medios de gracia. Esto hace que estés vestido con su túnica blanca de la justicia de Cristo desde tu bautismo, Él sigue anunciando y otorgando su limpieza con su absolución y te da un anticipo de la fiesta celestial en su Santa Cena. Pero este mundo no es el cielo, aunque Dios está presente. Dios todavía tiene que esconderse en su Palabra, en ella unida al agua, unida al pan y al vino. Tiene que hacerlo así porque los pecadores no pueden estar ante su gloriosa presencia y vivir. Así que por ahora estás entre el cielo y el infierno, permaneces en un mundo en el cual conviven tanto la tribulación y la gracia celestial.

Apocalipsis 7 está para recordarte tu futuro. Este mundo no es el fin ni tu destino final. Tu lugar en la multitud alrededor del trono de Dios ya está asegurado, ya que el Cordero ha derramado su sangre por ti y te ha perdonado todos tus pecados. Al igual que un heredero de una fortuna que va en el coche de camino a la lectura del testamento. Es sólo cuestión de tiempo, la herencia es suya. Simplemente que aún no lo ve.

Lo único que impediría al heredero recibir la herencia es si salta del coche y sale corriendo. Ese es el truco que el diablo utiliza para que huyas de los dones de Dios, del perdón y del cielo, y que escojas el pecado y finalmente el infierno. Él tratará de hacer que el pecado sea atractivo y tu Viejo Adán cooperará y elegirá el pecado sobre la gracia y la Tierra Prometida. También tratará de hacerte dudar de la presencia de Dios y que creas que te ha abandonado, que ya estás en el infierno. Pero como este mundo sigue siendo visitado por Dios, no podemos tener una idea real de lo que es en realidad el infierno.

En comparación con tus fuerzas y habilidades, la tribulación a la que te enfrentas es grande, pero Cristo es más grande y la prueba es que todas las tribulaciones a las que te enfrentas son causadas por pecado y acarrean la muerte. Lo bueno es que Cristo ya ha vencido a la muerte. Él salió de la tumba, ya no muere y si Él conquistó al mayor enemigo que es la muerte, sin duda es mayor que la tribulación que te aflige.

Por la gracia de Dios te puedes aferrar a Él. Este tiempo de tribulación cesará, porque el enemigo ya está derrotado. Todo lo que tiene poder para separarnos de Dios ha sido desarticulado en la cruz. La vida eterna, en su gloriosa presencia, ya es tuya, donde no habrá hambre, sed, ni calor abrasador o cualquier otro sufrimiento más. Esas cosas no pueden estar allí, porque son el resultado del pecado. Estarás allí, porque Cristo ha quitado tus pecados. Por su amor, Él enjugará toda lágrima de tus ojos.

¿Hasta cuándo tendremos que esperar? Pronto la noche de llanto y tribulación será el amanecer de los santos, de los limpiados por Dios, de los que vivirán por siempre en la gloria de Dios, de aquellos que clamaran en el cielo ante el altar de Apocalipsis. Oramos para que el Señor venga pronto y nos libre de toda tribulación, pero por mucho que el Señor tarde, en su sabiduría y misericordia, nos ha dejado la visión del apóstol Juan en Apocalipsis 7. Ya conoces el final de la historia. La vida eterna, liberado de todo pecado y de la consecuencia de todos los pecados. Esto es tuyo porque eres perdonado de todos sus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Atte. Pastor Gustavo Lavia

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Iglesia Evangélica Luterana Argentina

FICHERO DE CULTOS N° 566

Ing. Silveyra 1639/55, B1607BQM - Villa Adelina, Buenos Aires

Tel/Fax (011) 4766-7948

presidencia@iela.org.ar

Lema: “Siervos en Misión, Compartamos lo que Vivimos.”


Villa Adelina, Buenos Aires, 1 de noviembre de 2011.


Derecho a la vida

Ante el inminente inicio, el martes 1 de noviembre, del estudio de los proyectos que intentan legalizar el aborto en nuestro país, los cristianos de la Iglesia Evangélica Luterana Argentina (IELA), expresamos nuestro rechazo a la práctica del aborto.

Vivimos en un país en cuyo preámbulo constitucional invocamos “a la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”. Prestemos, pues, oídos a su Palabra.

Creemos y confesamos que Dios es el autor de la vida y nos ama desde nuestra concepción, tal como lo expresa en su Palabra. El mandamiento divino “No matarás” protege la vida humana desde su concepción y nos indica que ningún ser humano tiene derecho a disponer de la vida de sus semejantes.

Creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo murió en la cruz por todo el género humano y resucitando, venció a la muerte. Él nos propone Vida. La solución de los conflictos humanos pasa, pues, por la vida que nos ofrece Jesús y no por la muerte.

Exhortamos a los legisladores a proteger la vida humana desde la concepción, con leyes responsables, conformes a la voluntad de Dios.

Rechazamos toda ley que apruebe el “aborto legal, seguro y gratuito” y exhortamos a la sociedad argentina a dirigir sus esfuerzos en la preservación de la vida de sus semejantes, los nacidos y los aún por nacer.

Como siervos y siervas de Dios, ofrecemos nuestra ayuda, contención y orientación basada en la Palabra de Vida (La Biblia) tanto a las futuras madres que dudan acerca de continuar con su embarazo, como a las mujeres que han tomado la triste determinación de terminar con una vida y sufren por haberlo hecho.

Por el derecho de todos los seres humanos, nacidos y por nacer, de disfrutar de la Vida plena que Jesucristo nos ofrece.



Pastor Ricardo Weigum Pastor Carlos Nagel
Presidente del Distrito Sur Presidente de la IELA
Registro de Firma Nº 9251