Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu
se regocija en Dios mi Salvador. Lucas
1:46-47
El
que quiere engrandecer a Dios con muchas palabras y con gritos estrepitosos,
procede como si Dios fuera sordo o hubiera perdido el conocimiento, y tuvieran
que despertarle. Esto es difamar a Dios, más que glorificarle.
Pero
el que con un corazón sincero piensa en las obras de Dios y con admiración y
gratitud las contempla, quiere, con celo santo, alabar y glorificar a Dios.
Entonces las palabras avanzan por sí mismas y el corazón rebosa, como si
quisiera hablar todo el cuerpo.
Este hombre engrandece a Dios en espíritu,
y verdad, y en sus palabras con fuego, luz y vida.
Martín Lutero.