miércoles, 2 de marzo de 2016

Miércoles de Ceniza.

Míercoles de Ceniza, Sermón sobre Salmo 51
Pastor Adam Lehman, traducido por Pastor J. García  

Salmo 51
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.
13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis labios,
Y publicará mi boca tu alabanza.
16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu benevolencia a Sion;
Edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda del todo quemada;
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.




En el Nombre del Padre, y del + Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
     El Salmo 51 es un regalo maravilloso para la iglesia. De hecho, la comprensión de este bendito Salmo es necesaria y profundamente útil de muchas maneras. Este salmo contiene la instrucción de las partes principales de toda la fe cristiana. Nos enseña sobre el pecado, el arrepentimiento, la gracia y la justificación, así como la enseñanza sobre el culto que debemos prestar al Único Dios Verdadero. Finalmente, nos enseña sobre la confesión y la absolución, y por eso, es referido a menudo como un "salmo penitencial."

Tal como enseñamos en el Catecismo Menor:  La confesión tiene dos partes.
     En primer lugar, confesamos nuestros pecados, y en segundo lugar, recibimos la absolución, es decir, el perdón del pastor como de Dios mismo, sin dudar, y con la convicción de que por medio de ella nuestros pecados son perdonados ante Dios en el cielo. (Catecismo)

     A través de la pluma del Rey David, nuestro Señor nos presenta ambos (confesión y absolución) ante nosotros esta tarde. Al comienzo del salmo le vemos profundamente preocupado por el conocimiento de su pecado y el peso de su conciencia. "Ten piedad de mí, oh Dios," escribe, "limpia mi pecado! Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. ". Y al final del Salmo vemos a David consolado por la gracia y la misericordia del Señor. Está tan lleno de alegría por el perdón de los pecados que simplemente no puede contenerse. Y así escribe, "mi lengua cantará tu justicia. Señor, abre mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza. ". David sabe que ha sido perdonado de su profunda maldad. De hecho, la historia en 2º libro de Samuel, capítulo 12 es bien conocida. Los pecados de David incluyeron el adulterio, la mentira, el asesinato, abuso de autoridad, y encubrimiento de sus pecados; acumulando pecado sobre pecado.



     Con esto en mente, vemos que David es un ejemplo de todos los hombres, incluidos nosotros. Uno a uno rompió cada uno de los mandamientos del Señor. Sin embargo, se negó a reconocer su pecado. Y esta negativa a reconocer el pecado fue lo más peligroso para su alma eterna. David quería ser conocido como un rey justo y santo. Él quería que sus pecados fuesen secretos para todos. Por lo tanto, se negó a admitir su pecado. Se negó a arrepentirse. Es por esto que el Señor envió a Natán el profeta a David: para enfrentarse a él con la Ley, pero no para destruirle, aunque lo merecía. Dios envió a Natán a David para llamar a David al arrepentimiento, a fin de que pudiera recibir el perdón. Y con el perdón, él también recibiría la vida y la salvación.

     A la luz de lo expuesto, la tragedia de David se convierte en un ejemplo muy emotivo del pecado, y aún más, de la gracia. Y sin esta visión de la vida de David, tendríamos una imagen totalmente distorsionada de este patriarca en la fe.

     Si la Santa Escritura no nos hubiera hablado de este vergonzoso recuento ¿quién creería que un hombre tan santo podría caer tan bajo? Después de todo, a través del Espíritu Santo, David había instituido el culto de Jehová en el tabernáculo. Había escrito bellos himnos cantados por los fieles ... Había ganado muchas batallas militares, en las que el Señor había luchado en su nombre. Confió totalmente en el Señor para la victoria. De hecho, fue el elegido directamente por el Señor para servir como el rey. Incluso el propio Mesías sería luego conocido como el Hijo de David.

     Y, aun así, un hombre tal cayó en pecado. Y el gran rey David no cayó en un mero "pecado pequeño", sino en muchos pecados realmente graves.  Y lo que es peor, cayó en la impenitencia. Cayó en una arrogancia tal que se negó a arrepentirse. Y si un hombre como David pudo caer tan miserablemente que Natán tuvo que enfrentarse con él cara a cara, entonces desde luego, nosotros no estamos exentos de una caída similar que puede hasta destruir el alma. Nosotros también debemos ser confrontados con nuestro pecado. Nosotros también tenemos que tragarnos nuestro orgullo pecaminoso, y humildemente caer de rodillas ... Arrepentirnos ... pidiendo la misericordia de Jehová. Debemos ser honestos con nosotros mismos sobre lo que realmente somos: pobres, miserables pecadores, mendigos ciegos que necesitan desesperadamente de la misericordia de Jehová.

     Esta noche el Señor nos habla palabras que son muy difíciles de escuchar. Pero también nos entrega las palabras más dulces que los oídos pecaminosos pueden jamás oír. Incluso, al mismo tiempo que estamos abatidos por el reconocimiento de nuestras transgresiones profundas, somos elevados por la bendita palabra de su perdón. Nuestro Señor nos llama a arrepentirnos de nuestros pecados, y por ninguna otra razón que con el fin de que recibamos el perdón, la vida y la salvación. No confesamos nuestros pecados por el mero bien de la confesión de nuestros pecados. No, confesamos nuestros pecados, a fin de que recibamos la sagrada absolución.

Como dice en el Catecismo, En primer lugar, confesamos nuestros pecados.
En segundo lugar, recibimos la absolución ...
Es decir, el perdón del pastor como de Dios mismo ...
Sin dudar, pero con la convicción de que por ella nuestros pecados son perdonados ante Dios en el cielo. (Catecismo)



     Natán fue enviado a David con el fin de que pudiera ser llevado al arrepentimiento, y que pudiera recibir el perdón, la paz, y el gozo de ser justo antes con Dios. Nos hemos reunido aquí esta tarde para el mismo propósito. Habéis llegado a confesar vuestros pecados, a fin de que podáis recibir el perdón, la paz, y el gozo de ser justo antes con Dios. Y debido a la pasión y muerte de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, estáis perdonados. De las llagas de Cristo Crucificado fluye el perdón de todos tus pecados. Y de esas heridas fluye la paz eterna entre tú y tu Padre celestial. Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesucristo es el Cordero de Dios que ha muerto para el perdón del pecado de David. Jesucristo es el Cordero de Dios que ha sufrido y muerto con el fin de que tú puedas vivir. Por ello estás perdonado.



Como dista el oriente del occidente, tus pecados son perdonados, en el Nombre de Jesús +. Amén.