domingo, 13 de diciembre de 2009

3º Domingo de Adviento.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Jesús disipa nuestras dudas”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Sofonías 3:14-20

La Epístola: Filipenses 4:4-7

El Evangelio del día: Lucas 7:18-28

Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí. Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

¿Has sentido alguna vez que tu vida, tus sentimientos o expectativas pendía de un delgado hilo y que Dios parecía no estar presente? La suma de ambos sentimientos (la inminente caída y la ausencia de Dios) sin lugar a dudas genera desesperación y confusión. Una de las dificultades de tal experiencia es que la iglesia muchas veces es el último lugar donde podemos exponer nuestros pecados, debilidades y dudas.

Muy a menudo, muchos cristianos, y quienes aún no lo son, piensan que la duda es lo opuesto a la fe y que un cristiano nunca debe manifestarla.

No sabemos con certeza que nos depara el futuro. Por ejemplo ¿No sabemos cómo reaccionarán nuestros hijos a los valores que les inculquemos? Cuantas veces piensas en cómo serán de mayores ¿Nuestros matrimonios parecen indestructibles? Pero hay veces en que no podemos recordar la última vez que tuvimos una conversación significativa con nuestra pareja ¿Qué pasará con el mundo y los males que padece? Con películas, informes y crisis no sabemos qué pasará con nosotros en unos años ¿Confiamos en la voluntad de Dios las veinticuatro horas del día y nos ponemos en sus manos en medio de las crisis? Muchos se ven como parte de una suma de asares y de un juego cósmico.

Pero con quién hablar de estas dudas. Parece que la duda está prohibida entre la mayoría de cristianos porque dudar es mostrarnos inseguros sobre el Dios al que adoramos. Mostrarnos inseguros es mostrarnos débiles. Esto nos pone en una posición de impotencia y lamentablemente a muchos cristianos les gusta el poder.

Tememos revelar nuestras dudas: No podemos hablarlas con nuestros amigos, porque sería demasiado bochornoso admitir que no siempre creemos lo que anunciamos o cantamos. Ni podemos hablar de ellas con quienes aún no creen en Jesús. ¿Cómo les convenceremos de que crean, si nosotros dudamos? ¿Cómo podemos guiarlos a una relación con Dios, si admitimos nuestros miedos?

Este sermón acerca de la duda se basa en la historia de dos primos: Jesús y Juan. Juan tuvo un papel principal en la sociedad. Pero él no fue político u hombre rico. Él no se juntó con reyes a comer. Él fue un predicador, pero no cumplía con los requisitos de un “líder religioso tradicional”.

Criticó a las autoridades religiosas en sus sermones, vivía marginado de la sociedad. Pasó la mayor parte de su tiempo en el desierto. Muchas personas de Jerusalén fueron al desierto para oírle predicar, pero el mensaje que les dio no fue del tipo que atrae a multitudes hoy día. Les dijo que el juicio se avecinaba, era el tiempo de arrepentirse de los pecados. Que necesitaban ser bautizados como señal de su arrepentimiento.

Juan, siendo un radical y un marginado de la sociedad, analizaba su sociedad y señalaba lo que estaba mal y cuál era la solución. Lo hizo muy a menudo, pero un día fue más allá de lo prudente y señaló los pecados del rey. Sólo los hombres valientes o temerarios señalan los pecados de los reyes. Pero Juan no fue valiente ni temerario, sino que permanecía leal a su rol: ser mensajero de Dios, el que abriría el camino al Mesías. El rey se iba a vivir con la esposa de su hermano.

Todos los buenos ciudadanos de Jerusalén no dijeron una sola palabra. Sólo Juan levantó su voz y este desafío al rey y llamarlo a arrepentirse le costó su libertad. Unos meses más tarde, también le costaría su cabeza.

Juan puede ser calificado como el fanático, el revolucionario, el predicador, el mensajero de Dios, el precursor del Mesías. Pero en un momento las dudas comenzaron a surgir en su interior y las preguntas comenzaron cobrar fuerzas y el miedo a establecerse en su ser.

A muchos kilómetros de distancia su primo, Jesús, estaba en plena etapa de popularidad. Juan había bautizado a Jesús sólo algunos meses atrás. Ahora Jesús viajaba de pueblo en pueblo, predicando, curando, resucitando a los muertos. Muchas personas se congregaban en torno de él.

Entre esas personas había algún seguidor de Juan. Observaban lo que Jesús hacía y oían lo que decía y mandaban informes a Juan en su prisión. Pero esos informes no aliviaron la duda de Juan.

Juan probablemente recordaría sus días de esplendor cuando las personas le rodearon y le preguntaban ¿eres tu el Mesías? ¿Eres tu el enviado por Dios para establecer su reino? ¿Nos salvarás de la tiranía de nuestros opresores? Juan sabía que él no era el Mesías. Ese no era su papel. Sabía lo que él estaba esperando: Esperaba a alguien que traería un bautismo de fuego, que tomaría la paja de mal, la tiranía y la opresión y la quemaría en el fuego eterno de su juicio.

Juan sabía que el Mesías que vendría, sería el enviado de Dios a establecer su reino de misericordia y justicia, era alguien con quien Juan no se compararía porque no se veía digno de desatar las cuerdas de sus sandalias.

Y este fue el problema de Juan. Él esperaba un “Terminator” (exterminador) sin embargo apareció un “Gandhi”. Él esperaba al Mesías que establecería en todo el mundo el Reino de Dios, aboliendo las ataduras de los opresores de Israel y renovando en las personas una obediencia de corazón hacia la ley de Dios. Pero en lugar de eso apareció un maestro, un obrador de milagros, un hombre humilde y sencillo. Jesús no cumplió las expectativas de Juan. Una amiga me dijo que las expectativas no satisfechas son la raíz de la mayoría de los problemas. Las expectativas insatisfechas conducen a la frustración. Para Juan, esa frustración se manifestó en duda.

Juan llamó a dos de sus seguidores y les pidió que le hagan una pregunta a Jesús. Ésta tuvo que haber sido la pregunta más difícil que Juan había formulado. Porque con ella puso en tela de juicio su todo lo que había realizado. Hizo todo lo que se le pidió, todo lo que esperaba y deseaba podía terminar en fracaso y el mayor de los ridículos. En el centro de su pregunta estaba todo lo que él creía sobre Dios, sobre él y sobre su trabajo. Juan pregunta: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?”

Juan tenía muchas razones para pensar que Jesús era el Mesías: presenció el testimonio de Dios en el bautismo de Jesús, hacía solo unos meses. Pero, ahora él está en una situación donde necesita ser afirmado en que Jesús es el Mesías, el que debía venir, quien traería ese juicio de fuego y entregar a la ley las personas. Jesús no suplía las expectativas de Juan y es por esto que le pide responda a esta pregunta. Así como Satanás le pidió a Jesús que responda a sus expectativas en el desierto. También las multitudes exigirán una señal de él para creerle. Sin olvidar que los propios discípulos de Jesús también le probarán y querrán suplir sus expectativas. Todo el mundo quiere que Jesús dé la talla de lo que esperan que el Mesías sea y haga por ellos.

¿Cuál fue la actitud de los discípulos de Juan al acercarse a Jesús? ¿Tuvieron una actitud atrevida, empujando en su camino a las personas que se interponían y exigiendo una respuesta a Jesús porque los enviaba Juan? ¿O fueron tímidos, temiendo la respuesta que buscaban? La Biblia no nos dice nada al respecto, pero sí dice que encontraron a Jesús en la mitad de un día muy ajetreado. La Palabra nos dice que en “esa misma hora” que llegaron a preguntar a Jesús, este se puso a curar a los enfermos, expulsar a espíritus malignos y darle vista a los ciegos.

Delante tuyo hay una larga fila de personas para ser atendidas por Jesús, personas que traían casos peores que una simple pregunta. Pero para Dios no hay cosas pequeñas tratándose de los hombres y sus necesidades. Todas son importantes a los ojos del creador, desde la peor enfermedad hasta la duda que parece hasta ridícula. Finalmente estos dos hombres son atendidos por Jesús. Pero no tienen un amigo enfermo de gravedad, si con una enfermedad que puede infectar el alma y llevarla a la muerte si no es atendida, no tienen un espíritu maligno, pero sí una duda que puede ser usada por el adversario para alejarlo de Dios y expulsar al Espíritu Santo, no es ciego, pero necesita de la guía divina para seguir viendo el camino por el cual transitar. Tienen una pregunta de sumo valor y peso para sus vidas y la de Juan.

¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?

¡La forma de preguntar hace pensar que Juan no estaba realmente seguro de lo que esperaba de respuesta! Porque ¿Si Jesús era la persona esperada, entonces por qué no estaba haciendo las cosas que el Mesías debía hacer? Si él no era el esperado y elegido, entonces debería esperar a alguien más poderoso que Jesús… Cualquiera de las respuestas era demasiado terrible para ser oídas en la situación de Juan.

Juan espera una respuesta directa. Su pregunta puede ser contestada con uno simple sí o no. Pero por supuesto que Jesús no le contesta en la forma que él esperaba. Aún más, en el mejor de los casos parece que la respuesta de Jesús es ambigua. “Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído.” Pero no Jesús. Necesitamos una respuesta simple: ¿eres tu o no lo eres? ¿Ser o no ser? Esta es la cuestión, escribió el dramaturgo. Parece que Jesús juega con la duda de Juan y muchas veces con nuestras dudas. Aparentemente no se da cuenta de que la vida de un hombre está en la cuerda floja y no solo me refiero a su vida terrenal, sino que además parece que su vida espiritual también estaba en esa situación. Las esperanzas de una nación entera están en juego.

“Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.”

Jesús no le contesta a Juan de la forma que este quisiera oir. Quizá a Juan le hubiese gustado oír algo como “Déjame en Paz! ¿No ves que tengo mucho trabajo por aquí? Tengo que lidiar con mis discípulos y hay un montón de leprosos que curar. Tu duda es una señal de debilidad. Déjate de tonterías, hermano y comienza a evangelizar en la prisión.” O algo peor, que Jesús le establezca tres pasos para vencer su duda y envíe a los mensajeros con un guía de servicios y cosas que se deben hacer para vencer duda. Esto puede sonar gracioso para aquellos que por el momento no tienen dudas. Pero en las situaciones de crisis de fe, de incertidumbres o dudas es crucial tener presente la respuesta de Jesús porque de ella depende nuestro vinculo con Dios, nuestra esperanza y anhelo de vida eterna.

Si un cristiano se sorprende de la duda de Juan, me atrevería a decir, que es porque antes nunca se ha encontrado con Jesús. Seguramente ha escuchado acerca de Jesús, ha hablado de Jesús y aun podría decir creer en Él. Pero puede ser que este Jesús sea una persona que tu mismo te hayas confeccionado en tu mente y no tenga nada que ver con el Jesús de la Biblia, con el verdadero Hijo de Dios. Si las dudas de Juan son una piedra de tropiezo para ti en lugar de una fuente de alivio y confort, es porque revelan tu idea de que la fe está reñida con la debilidad y la inseguridad. Pero es necesario que sepas que la Palabra de Dios puede fortalecerte en medio de tu mar de dudas, que no es necesario taparlas u ocultarlas para mostrar con un “buen y fiel cristiano”.

¿Las personas no cristianas, se sorprenderían al saber que tú eres como Juan en este momento? Si te asombras que Juan, siendo tan cercanos a Jesús aún dude de él y su función en este mundo, puedes llegar a pensar que el resto de personas que están próximas a Jesús en su vida hoy en día no te dicen la verdad acerca de sus miedos y de las luchas internas que tienen a diario.

Tal vez como Juan, muchos de nosotros aquí en esta mañana nos encontramos en esa cuerda floja de la vida y necesitamos que Jesús nos rescate con su Palabra. Quizá este herido y lastimado por lo que otros le ha dicho o hecho, por algún acontecimiento y necesitas que Jesús sea un juez justo que dictamine los pasos a seguir. Tal vez estas absorto por las complejidades de la vida: El trabajo, las decisiones familiares, las relaciones con otras personas y necesitas que Jesús te dé sabiduría. Pero el problema es, Jesús aún no ha demostrado ser esa clase de salvador que tú necesitas. Así que es aquí donde te sientas a preguntarte si es él a quien necesitas, porque establecer esta pregunta y las demás preguntas es revelar tus inseguridades más profundas y exponerse a que Jesús responda algo que nosotros no queremos oír.

¿Qué estas buscando esta mañana? ¿Qué tipo de Jesús piensas que necesitas? ¿Estás dispuesto a oír la respuesta de Jesús? Para Juan, esa respuesta no fue lo que él estaba esperando. Jesús para reconfortar a Juan usó palabras de años 800 atrás, habladas por el profeta Isaías y afirmarlo en que sin lugar a dudas él era a quien esperaba. El pasaje de Isaías 35 describe un paraíso cuando el enviado de Dios se manifieste en la tierra. Es una descripción del fin de los tiempos: Cuando la liberación de Dios es un acontecimiento que se ha realizado, no es algo que es se tiene que esperar que acontezca en algún momento en el futuro. Los milagros que Isaías profetiza y los escritos históricos de Lucas señalan que este tiempo especial ha llegado, las personas de Israel ya comienzan a disfrutar de los beneficios de esta presencia del Enviado entre la humanidad, si bien aún no está completamente realizado. Jesús le dice a Juan que recuerde el cuadro: Las sanaciones que relata Isaías nos señalan con el dedo la edad mesiánica, la gran figura de la cual el Mesías es el principal protagonista entre su pueblo. Si ese tiempo y acontecimientos se producen en el presente es porque el Mesías ha llegado.

Es como si le dijese: “Sí, Juan, yo soy el Mesías, yo soy el que habría de venir y por eso estoy haciendo el trabajo que el Mesías debe hacer. Pero tus expectativas están mal orientadas y necesitas mirar las cosas de manera diferentemente, a pesar de que tus circunstancias exigen alguna intervención de Dios.”

A diario o en acontecimientos determinados somos confrontados con situaciones en las cuales esperamos que Dios actúe de un cierto modo, pero él no lo hace como nosotros queremos o esperamos. Pensamos en que Dios nos ha fallado o se ha olivado de nosotros. Pero no es así, el problema está en que nuestras expectativas necesitan ser redefinidas. Jesús señala esto cuando habla con la multitud después de que los discípulos de Juan se van. Él les dice: “Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis. 33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. 34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Éste es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos”. (Lucas 7:31-35)

Las personas que rodearon a Juan y Jesús tenían sus propias expectativas y estas para muchos no fueron satisfechas. No les gustó el hecho que Juan fue un fanático. No les gustó el hecho que Jesús fuera amigo de los excluidos. No les gustó el hecho que Juan se mantuvo firme en sus posturas. No les gustó el hecho que Jesús le gustara la comida y el vino.

Pero Jesús está en la tarea de redefinir nuestras expectativas y la cosa más importante que él redefine es su función, que es la de predicar las buenas noticias a los pobres. Recuerde la respuesta a Juan: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados” Luego, él expresa su última tarea, la que parece menos significativa y milagrosa: “y a los pobres es anunciado el evangelio”. Jesús redefine las expectativas de Juan diciendo que al final del día la cosa más importante es que a quienes viven excluidos de la respetable sociedad es la receptora inesperada de salvación.

¿Fue esta respuesta lo suficientemente buena para las dudas de Juan? No lo sabemos, suponemos que sí, pero a nosotros Jesús nos ofrece un pensamiento más: “bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.” En el corazón de esta frase esta la cruz. Para muchas personas Jesús mismo y su mensaje es un escándalo y. Pablo toma esta idea y la refiere al llamando y anuncio del mensaje de las buenas noticias, que Cristo ha sido crucificado por nuestros pecados (incluyendo nuestras dudas), esto puede parecer una tontería y un escándalo. Juan andaba buscando un Mesías que trajera juicio y liberación, lo que él no se dio cuenta es que el Mesías cargaría con este juicio sobre sí mismo. Es este escándalo de la cruz, la locura de Dios, esto es nuestra fuerza y auxilio en esta mañana.

Tenemos buenas razones para dudar. ¿Cómo podemos creer en un Dios tan débil que muere en la cruz vencido por sus enemigos? ¿Cómo creer en un Salvador que comparte el castigo de criminales comunes, en una salvación tan tonta, tan escandalosa? Creemos porque este mensaje es el poder y la sabiduría de Dios. Porque allí se ocupa de nuestras necesidades más profundas.

No remueve nuestras dudas, deja el campo preparado para que los escépticos vengan a Dios. Tus amigos no necesitan vencer sus dudas antes de que Dios los traiga a su presencia. Por eso es que venimos frecuentemente a cantar, a orar y oír la Palabra de Dios: Necesitamos que él tome en serio nuestras dudas y nos asegure en su Palabra. Por eso es que respondemos a su llamado constantemente, para comer un pan y beber vino, pero en ellos se encuentra su presencia que afirma nuestra débil fe y que confirme nuestra esperanza divina.

Trae tus dudas ante Jesús, así como lo hizo Juan el Bautista. Pero ven preparado para redefinir tus expectativas. Si vienes, esperando decirle a Jesús lo que él necesita hacer, te escandalizaras por su misión y obra. No encontrarás respuestas en Él. Dios puede manejar tus miedos más profundos.

Gustavo Lavia.

1 comentario:

vicenterm dijo...

Hola
La pregunta que el Bautista manda hacer a Cristo, parece una pregunta retorica, buscando una confirmación; digamos "oficial" por parte de Cristo.
Si no...¿porqué manda preguntarle a él?.
Pero Cristo parece querer que los demás crean por los hechos, por las evidencias.
Tampoco parece Cristo en principio, querer constituirse como Mesías desde el primer momento y se revelando como tal poco a poco.
¿Tu eres?.
Y esa pregunta muchas veces aparece, porque aunque tengas la confianza de que Él está ahí, a veces aparece una duda, una sensación de que no hay nadie escuchando cuando oramos y en mi caso, en ocasiones me gustaría tener la certeza, de que estoy hablándole a Dios y me está escuchando.
Pero en eso también se fundamenta la fe; imagino.
En tener la confianza de que Él está ahí.