sábado, 31 de julio de 2010

8º Domingo después de Trinidad.

“Deudores, hijos y herederos de Dios”

Textos del Día:

Primera Lección: Jeremías 23:16-29

Segunda Lección: Romanos 8:12-17

El Evangelio: Mateo 7:15-23

Sermón

En nuestro texto de Romanos 8 me llama la tención tres cosas diferentes. En primer lugar, directamente y sin más vacilación nos llama “deudores”.

¿Estás metido en deudas con alguien o algo por el estilo? ¿Con quién? ¿Qué es exactamente lo que adeudas? Medita cuidadosamente, porque quienquiera o cualquier cosa que deba se convertirá en su amo, porque no serás puesto en libertad de tu obligación hasta que la deuda sea pagada. En los tiempos del Nuevo Testamento, literalmente esto era lo que quería decir ser deudor: A quién le debas te posee. Muchos de los que estaban metidos en deudas se convertían en esclavos para cancelar la deuda. Entonces ¿A quién le debes? ¿A quién le debes y qué es lo que debes? Esto es de vital importancia, porque en el contexto de la carta a los Romanos, también es cierto que cualquier cosa que sea su amo también será su dios.

Uno puede librarse o evitar las deudas monetarias. Pero en materia espiritual es muy fácil ser deudor, debido a nuestra naturaleza pecaminosa: En esta área es imposible no ser deudor.

Nuestra epístola advierte contra esto, porque nuestra naturaleza es un amo que no te puede salvar. Examínate sobre tus pecados favoritos y tus persistentes debilidades, ellos bien pueden ser el amo que al que le debes y al cual le pagas cotidianamente tus deudas.

Por ejemplo. Si tu pecado favorito es la vanidad, la deuda es clara: Si eres banal, le debes a tu amo lucir y verte a ti mismo por encima de los otros. Pasarás tu tiempo en función de tus intereses personales y no en relación a aquellos que te rodean. Canalizarás tus energías en tu mantenimiento personal, tu apariencia y tu conservación. Usarás tus recursos para cuidar de ti y complacerte, a expensas de ayudar otros, iglesia incluida. Si tu pecado favorito es la vanidad, eres un deudor hacia ella. Crees y trabajas duramente para satisfacer las demandas de tu vanidad. ¿Suena a una tontería el ser deudor hacia algo tan superficial, no crees? Pero es una realidad, una terrible realidad en nuestras vidas y en la vida de muchos que nos rodean. La vanidad es un amo cruel. En un mundo de pecado y decadencia, es imposible conservar a dicha vanidad feliz en todo tiempo. Como comiences a titubear, exigirá mucho de ti, deberás pagar con amargura y resentimiento hacia Dios y los otros. Ya que verás que no siempre estás por sobre los demás y que nunca estas por sobre Dios. Desbaratará tu fe, la cual querrá servir a otros en lugar de servirte a ti mismo. Aún hay algo peor que eso: A la larga cuando mueras, la vanidad no podrá darte la salvación y la vida eterna junto a Dios, no podrá declararte libre de pecado.

Si tu pecado favorito es el orgullo, la deuda es igualmente obvia: lo que debes a tu amo es no admitir los agravios, errores o las culpas. Lo que debes a tu orgullo es crear razones para afianzarte en que los pecados realmente no fueron tan pecaminosos o que la discusión y el enfado fueron el camino correcto, lo que se debía hacer. El orgullo es un amo solitario, porque a casi nadie le gusta estar con alguien a su lado si este sostiene que siempre tiene la razón y que el resto de los mortales están siempre equivocados. Pero eso no es lo peor de todo esto: Al rehusarse a admitir las fallas, errores, pecados, te rehúsas a admitir la necesidad de perdón. En las relaciones humanas, esto destruye toda clase de vínculos. En materias de salvación, debilita tu fe, porque te rehusarás a confesar tus pecados para recibir el perdón que te da vida eterna.

Si tu pecado favorito son tus pasiones, le debes a tu amo consentir e intentar llevar a cabo, cualquier tipo de vicio o deseo que se aparezca. Seguro que en muchos de los puntos de vista de la Biblia donde dice “no hagas esto, ni aquello” podrías estar dispuesto a aceptar estas cuestiones como líneas directivas para la mayoría de los aspectos de tu vida, pero no para las áreas que tu amo. Si tu amo son las pasiones, estarás dispuesto a pagar con tu honor, tu reputación, tu integridad y tu conciencia para servirle. Esa es realmente una deuda que se debe pagar a un amo que exigirá mucho y cada vez más, hasta que estés completamente arruinado.

Si la codicia es tu amo, entonces estás dispuesto a pagar por dinero. Puede sonar como un buen principio inversor, pero no es lo que quiero decir, aquí solo hay perdida. Bajo el poder de este amo estarás dispuesto a sacrificar el tiempo con tu familia, tu ética y salud para ganar tanto dinero como quieras. Ese es el precio que estás dispuesto a pagar, esa es la deuda que la avaricia exige ser pagada.

Por otro lado si la pereza es tu amo, entonces tu deuda es un pago de y en tiempo. En vez de invertir tu vida en llenar tu mente de cosas divinas, ayudando otros, mejorando tu educación y tu carácter, enfocarás exclusivamente tu atención en los vídeos juegos, las secciones de chismes, la TV o en la red. Te darás prisa de culpar otros de ser aburridos o anticuados. Cuando la pereza es tu amo, la deuda es desperdicio y una muerte larga y lenta de tu mente y fe… seguida, eventualmente, por la muerte eterna.

Cada uno debe examinarse para ver cuáles son esos amos a los cuales estamos sujetos. Haz una lista de amos reales y potenciales, confróntate con ellos y honestamente contesta cómo el estar bajo el poder de estos amos desgasta tu verdadera vida. ¿Usualmente llenas tu mente de pensamientos que provienen de tus bajos deseos o llenas tu mente de cosas divinas que provienen de la Palabra de Dios? ¿Te agrada estar en iglesia en las mañanas de domingo o solo te apetece hacer cosas que encuentras más agradables? ¿Lees y meditas regularmente en la
Palabra de Dios, o te escudas en que no la entiendes o no te resulta atractiva y carente de interés? Cualquier camino que prefieras o escojas será tu amo. Por la gracia de Dios, tu examen puede conducirte al arrepentimiento y a los pies de Cristo para implorar su perdón y ayuda.

Todos estos pecados son lo suficientemente comunes para que los encontremos en nuestras vidas y todos ellos son amos terribles. Cada demanda a la que te entregas para satisfacer a estos amos niegan a tu Salvador Jesús. Cada uno requiere grandes sacrificios sin dar nada bueno a cambio. Cada uno es un dios falso, no es más vivo que una roca con una cara tallada, lo cual quiere decir simplemente esto: Ninguno de estos te puede dar una verdadera vida, ni en esta vida ni en la venidera. Por esto es que Pablo afirma en Romanos que la paga del pecado es la muerte y eso es lo que te es requerido si es que eres un deudor en la carne, un deudor a estos amos.

La Buena Noticia es que según nuestro texto no eres un deudor según la carne. Hasta ahora solo hemos mencionado pecados personales que surgen de nuestro interior, pero deberíamos pensar también en aquellos pecados que a menudo son producto de las tentaciones que se presentan en nuestras vidas por medio de nuestras relaciones con otras personas. Piense acerca del profesor que dice: “andarás bien en mi asignatura con tal de que niegues la Palabra de Dios y escribas y opines como yo te digo”. Piense sobre aquel amor que dice “podemos tener una gran vida juntos pero sólo debes dejar esto de Jesús y la Iglesia”. Piense acerca del amigo de fin de semana que dice “sería genial ir juntos este fin de semana, pero sólo lo puedo hacer en las mañanas de los domingos así que deberás dejar de ir a la iglesia”. Piensa sobre aquel jefe que dice “vas a tener que dejar de lado algunas posturas éticas y ensuciarte un poco para beneficiar a la empresa… de lo contrario”. Piensa acerca del miembro familiar que dice: “no vas a obedecer esa parte de la Palabra de Dios por el bien de la paz familiar ¿no?”. Algunas de estas declaraciones son amenazadoras, otras son muy atractivas. Todas ellas requieren una paga: Todas ellas dicen: “tienes que sacrificar algo, pagar algo, para estar conmigo”. Quienquiera que diga esto intenta hacerte deudor y él o ella, su amo. Pero ninguno de ellos puede darte lo que más necesita: la gracia y la salvación. Todos ellos también morirán, pues también son deudores, y ninguno te puede levantar de entre muertos para darte vida eterna junto al Padre.

Así nuestro texto dice que no eres un deudor hacia la carne, ni estas en este mundo para vivir según la carne. Si usted vive según la carne, sufrirás la condenación eterna.

Como cristiano, todavía eres un deudor, pero no hacia la carne. Eres un deudor hacia el Señor Dios todopoderoso. En primer lugar porque él te creo y dio vida y sólo por esto es correcto que le sirvamos. Él continúa dándote vida y todo lo que necesitas. Por eso, en el Catecismo Menor afirmamos en el primer artículo del Credo que “creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”, a lo que la explicación que le sigue dice “Creo que Dios me ha creado a mí juntamente con las demás criaturas; que me ha dado cuerpo y alma, ojos y oídos y todos los sentidos, la razón y todos los sentidos; y los sostiene aún; además, me da vestido y calzado, comida y bebida, casa y hogar, consorte e hijos, campos, animales y toda clase de bienes; que me provee diaria y abundantemente, me protege de todo peligro y me preserva y libra de todo mal.

Y todo esto lo hace por pura bondad y misericordia paternales y divinas, sin que yo lo merezca, ni sea digno de ello. Por tanto, estoy obligado a darle gracias por todo y ensalzarle, servirle y obedecerle. Esto es ciertamente la verdad”. Esto es con toda seguridad la verdad. Creado por Dios, es correcto que le sirvas.

Sin embargo hay más que eso. El Señor también te ha salvado. Él ha redimido tu vida del foso del pecado y la muerte. Él ha conquistado el mundo y al diablo para liberarte. Él te ha dado perdón, salvación y vida eterna. Él te dio todo esto a ti en tu bautismo. Aún viene a ti en su Palabra y Santa Cena para afirmar ese pacto.

Claramente le adeudas tu vida. Por siempre y para siempre serás deudos con Dios. Estás en deuda. Así que él es tu amo por siempre.

Pero ¿qué es lo que realmente le debes a Dios? ¿Qué deuda tiene apuntada el Señor por darte tales bendiciones? El resumen de la misma es: Nada. Todo te lo ha dado de manera gratuita. Al menos, es gratis para ti. Fuiste comprado por un precio: Jesucristo, el Hijo de Dios, se hizo carne por ti. Él vivió para ti, vivió una vida en la que no sirvió a otro amo que no haya sido su Padre en cielo. Él no tuvo deuda con ningún pecado y pero pagó los el precio de todos tus pecados muriendo en la cruz. ¿Para quién? Para ti. Para ti y para todo el mundo. Y él fue levantado de
entre los muertos. Ahora él derrama su perdón, vida y salvación en ti, de manera libre, porque la deuda ya ha sido pagada. El único sacrificio que tienes que hacer es un sacrificio de alabanza, de decir gracias por todo lo que Dios te ha dado de manera gratuita.

¿Así de fácil? ¿No hay que hacer nada? ¿Qué de las buenas obras? ¿No tenemos que hacer buenas obras? Me gustaría que pensara acerca de esto de otra forma. Las buenas obras serían lo contrario de las malas obras, que definimos como pecados. Jesús le ha rescatado de todos esos pecados que exigen una deuda de los cuales la paga es la muerte. Él le ha puesto en libertad de todos ellos, te ha librado de su poder. Por la obra del Espíritu Santo, te arrepientes y eres perdonado: Así será hasta que mueras. ¿Si eres puesto en libertad del pecado, de las “obras malas”, que queda por hacer? Solo el bien. No hace estas buenas obras porque tienes que hacerlas, sino porque puedes hacerlas. Has sido puesto en libertad.

Ahora hablaremos de la segunda cosa del texto que llama la atención. El mismo lo llama deudor.

Si eres un deudor según la carne y cometes los pecados de tu amo, tienes asegurada la muerte eterna y el sufrimiento por siempre. Si eres un deudor para con el Señor, el precio está pagado y la vida eterna es tuya, todo fue cubierto con la sangre de Jesús.

Si eres deudor para con Dios nuestro texto no te llama justamente deudor. Te llama “hijo”.

Recuerda: La deuda te hace esclavo hacia a quien le debes. Pero Dios no quiere ser conocido como un autoritario o tirano. Desde que la deuda fue pagada, él no te exige que trabajes como esclavo. Él te llama “hijo”. Por el Bautismo, te ha adoptado en su familia, y por el trabajo del Espíritu, tu le puedes llamar: “Abba.”

“Abba” es una palabra íntima dirigida hacia un padre, es equivalente a decir “papito”.
Aquí se expresa de una manera muy grande el amor de Dios hacia ti. Él no te llama “miserable”, porque ha decidido dejarte entrar en cielo por la obra de Jesús. Él no te llama “esclavo” que le adeuda una cuantiosa suma por la crucifixión de Jesús. Ni siquiera te llama “la oveja negra de la familia” a la cual tolera. Antes que todas estas cosas te llama “hijo”, muestra de eso es que le puedes llamar “Papa”. Él expresa su profundo amor de esta manera.

Por último, sabemos que por la fe en Cristo, todos somos hijos de Dios. Pues si usted es un hijo de Dios, también eres heredero. ¡Un heredero! Esa es la tercera cosa que nuestras el texto de hoy.

En ocasiones, un hijo heredó todo mientras los otros hijos tuvieron que encontrar una fortuna en otro sitio. Jesús, el primogénito de entre los resucitados, no ha ganado la salvación para algunos hijos de Dios, sino para todos. Si eres perdonado, eres hijo de Dios, y si eres hijo de Dios, también eres un heredero del reino de los cielos. El reino de Dios es tuyo para siempre: El Espíritu mismo da testimonio de esto cada vez que te da el perdón por medio de Jesús, pues cada regalo de perdón renueva en ti la promesa de Dios de que el cielo es suyo.

Tu no es un deudor hacia la carne. Eres un deudor hacia el Señor, pero la deuda ya ha sido pagada por Jesús en la cruz. Por consiguiente, eres un hijo de Dios y un heredero del reino de los cielos. Ten presente: El diablo, el mundo y tu propia carne no recibe bien esta Buena Nueva. Ellos te quieren endeudado con ellos. Cada día, te tentarán, todos esos presuntos amos de la carne que mencionamos antes trabajaran para esclavizarte. Como te rehúses, puedes esperar sufrir por eso. Solo basta con contemplar cómo trató el mundo a nuestro salvador, tu amo.

Espera lo mismo para ti. Por esto es que nuestro texto concluye que lo haremos “si es que padecemos juntamente con él”. No es que ganemos la salvación sufriendo o debamos pagar una deuda de dolor para alcanzar el perdón. El perdón y la salvación son tuyas, comprados y pagados por Cristo. Pero el diablo, el mundo y tu carne odian estas noticias y así es que te deben atacar a ti porque no pueden derrotar a tu amo.

Tu amo es Jesús y ha conquistado estos enemigos por medio de su muerte y resurrección. Él no te llama esclavo, sino hijo. Y si eres hijo, eres heredero de Dios y de todo su reino. Alégrate de esto, eres hijo y herederos de Dios, porque has sido perdonado de todos tus pecados. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Romanos 8: 12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
14 Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, 15 pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!»
16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

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