TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA30-06-2013
Primera Lección: 1 Reyes 19:9b-21.
Segunda Lección: Gálatas 5:1, 13-25
El Evangelio: Lucas 9:51-62
“Jesús viene a nosotros de
manera sencilla”
INTRODUCCIÓN
“¿Qué haces
aquí, Elías?” Esta pregunta le dirigió Jehová al profeta Elías. Este se
encontraba en la oscuridad de una cueva a medio camino entre la tierra de los
judíos y Egipto. Grandes cosas había visto Elías en su tierra. En el monte de
Carmelo fuego había descendido del cielo, consumiendo el holocausto de Elías y
a los profetas de Baal, Jehová los había entregado en manos de Elías. Se
esperaría entonces que todo el pueblo de Israel se tornara a Jehová en sincera
penitencia. Pero tan pronto tuvo que saber el profeta lo indigna de confianza
que se puede mostrar la gente. Un día claman: “¡Jehová es el Dios! ¡Jehová es
el Dios! ” (1 Reyes 18:39), y poco después derriban los altares de Jehová y
buscan a Elías para quitarle la vida. Elías se vio obligado a huir del país. Se
refugió por algún tiempo en Judea, llegando hasta Beer-seba, al sur,
donde en su desaliento deseaba morirse. Durante cuarenta días recorrió el
desierto hasta que llegó a los alrededores del monte Horeb. ¡El gran profeta
Elías, que antes había desafiado al poderoso rey Achab, ahora se
esconde completamente descorazonado en una cueva! “¡Cómo han caído los
valientes!” (2 Samuel 1:25).
No es de
extrañarse que Jehová, al encontrar ahí a Elías, le pregunte: “¿Qué haces aquí,
Elías?” Lo había buscado como el Señor busca a la oveja descarriada y lo había
hallado.
Hoy
Jehová manifiesta su gloria a Elías y lo hace mediante
UN SILBO
APACIBLE Y DELICADO.
Le dice al
hombre en la cueva: “¡Sal fuera!” Jehová iba a pasar delante de la cueva. Vino
primero “un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las
peñas delante de Jehová”. ¿Quién ha oído hablar jamás de un viento tan fuerte
que quebraba cosas tan duras como los montes y las rocas? Pero pese a semejante
huracán, “Jehová no estaba en el viento.”
Tras el viento
vino algo igualmente espantoso. Visitó a aquel lugar un terremoto. La tierra se
puso a temblar y retumbar en todas partes. Pero, no obstante esta convulsión en
la naturaleza, “Jehová no estaba en el terremoto.”
Acabado el
terremoto, llegó en su lugar un fuego. Habrán sido erupciones de fuego lo
suficientemente calientes y deslumbrantes para cegar al profeta. “Más Jehová no estaba en el
fuego.”
No vino mediante ninguna de estas demostraciones en la naturaleza. Y tal parece
que Elías, decepcionado y aún más desanimado, volvió a su cueva.
Pero entonces se
oyó por ahí un silbo, o sea una voz, una vocecilla. La voz se describe como un
silbo apacible y delicado. A otros la voz les hubiera parecido tan tenue, tan
suave y ligera, que les hubiera pasado inadvertida por completo. Pero Elías
reconoció la voz y vio en ella la presencia y la gloria de Jehová. Tanta
reverencia le mostró a esa gloria que, saliendo de la cueva, se cubrió el
rostro. Por último tuvo la seguridad de que el Señor había venido.
¡Cuántos en la actualidad no
intentan ver al Señor en cosas imponentes, o sencillamente en cosas terrenales!
Suponen que dondequiera que haya un templo grande y magnífico, en el cual entra
una multitud de personas, allí estará el Señor. Esta actitud no tiene nada de
raro. El esplendor del templo de Salomón ya deslumbraba a los judíos antes del nacimiento
del Salvador,
de modo que decían con orgullo: “Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de
Jehová es éste” (Jeremías 7:4).
Otros suponen
que dondequiera que haya mucha publicidad, tal vez gran poder político que nos
deje con personalidad o notabilidad, esa iglesia se gozará de la presencia de
Jehová. No se puede negar que aquí se halla el motivo por el cual gran número
de hombres se unen a diferentes iglesias.
Cierto guía
mormón nos dijo esto: “En nuestras salas de diversiones sanas convertimos a más
personas que en el templo.” Las diversiones ciegan también, haciendo a la gente
creer que en las diversiones hay la vida y salvación de la iglesia.
¿Conque en estas
cosas terrenales se manifiesta el Señor con su gloria? ¡Qué error! Jehová no
nos viene mediante las cosas que atraen a los sentidos. Se quedará conspicuo
por su ausencia en las atracciones para la carne. A las gentes que buscaban
algo para el estómago dijo nuestro Salvador: “Trabajad no por la comida que
perece” (Juan 6:27). Refiriéndose a las mismas atracciones carnales, escribió
San Pablo: “La intención de la carne es muerte” (Romanos 8:6). La abundancia de
cosas terrenales en una iglesia no indica la abundancia de vida, sino más bien
la abundancia de muerte.
El Señor, al
igual que en los días de Elías, nos viene mediante una voz. Es una voz como la
de Juan Bautista, el cual señalando a Jesús, dijo: “He aquí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Siempre que oyes la buena nueva,
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición”
(Gálatas 3:13), o, “El (Cristo) es la propiciación por nuestros pecados: y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (2 Juan
2:2), oyes esa voz apacible y delicada, la cual oía Elías en nuestro texto.
Cada vez que oyes el Evangelio de Cristo, las buenas nuevas de nuestra
salvación en Cristo Salvador, pasa delante de ti la gloria de Jehová en todo su
resplandor. En el Evangelio está Jesús. Dice El, “Predicad el evangelio”
(Marcos 16:15), y agrega en otro lugar: “Yo estoy con vosotros” (Mateo 28:20). También llega a nosotros
por medio de su presencia en la Santa Cena y nos dice “toma y come… toma y
bebe… esto es dado y derramado por ti y por muchos para le perdón de los pecados”.
(Mateo 26:26ss.)
REACCION A LA
PRESENCIA DE DIOS
El profeta
Elías, después de oír ese “silbo apacible y delicado” aún se queda inmóvil a la
boca de la cueva, de modo que Jehová tiene que preguntarle nuevamente: “¿Qué
haces aquí, Elías?” Quería decir: “¿Todavía te quedas aquí después de escuchar
mi voz? ¡A trabajar! Vete luego a tu tierra y diles a tus paisanos lo que has
visto y oído. Señálales la gloria de Jehová que en el Evangelio se manifiesta.”
El profeta,
descorazonado aún, repite: “He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos;
porque los hijos de Israel han dejado tu alianza, han derribado tus altares, y
han muerto a cuchillo tus profetas; y yo solo he quedado; y me buscan para
quitarme la vida.” Quería decir: “Pero, Señor, sería inútil. Con todos mis
esfuerzos por la salvación de mi pueblo, nadie me ha hecho caso, nadie ha
creído a mi anuncio. Yo soy el único creyente en todo el país. Y si
volviera a predicarles tu Palabra, la historia se repetiría, mi pueblo no me
haría caso. Mi regreso me resultaría puro suicidio.”
A esto respondió
Jehová en efecto: “En esto sí estás equivocado, pues yo he hecho que queden en
Israel siete mil; todas rodillas que no se han encorvado a Baal, y bocas todas
que no lo besaron. Mi Espíritu obrando por el mensaje salvador de profetas como
tú, ha llevado a la fe siete mil. Pese a tus tristes experiencias y la mucha
oposición a tu trabajo, no has trabajado en vano entre tu pueblo, y no
trabajarás en vano. Los siete mil esperan tu regreso y te necesitan. Además,
vas a pensar en el porvenir de la Iglesia. Ungirás a Eliseo, para que siga en
tus pisadas, y con el mismo Espíritu que te ha inspirado a ti. Hasta vas a
disfrutar de respeto a la corte de los reyes, ungiendo a Hazael de Siria y Jehú de Israel.
Vuelve, pon mano en el arado.” Y así sucedió; después de oír la voz apacible y
delicada, después de ver pasar la gloria de Jehová, Elías fue animado a volver
a pastorear a Israel.
CONCLUSIÓN
A cada uno de
nosotros, que hemos oído la dulce voz del Evangelio y que por la gracia de Dios
hemos reconocido la gloria de Dios en el crucificado Salvador, busca nuestro
Señor, diciéndonos: “¿Qué haces aquí? Id, decid” (Mateo 28:7).
No se puede
negar que nuestra labor en España tiene mucho en común con la del profeta Elías.
En el campo nos encontramos con una oposición y con dificultades que afligen
menos a los misioneros en otras tierras. Más de un misionero e iglesias en estas tierras se han sentido con la tentación
de darse por vencido, concluyendo en su desesperación: “Es inútil predicar aquí
el Evangelio, nadie nos acepta, nadie cree en nuestro anuncio.” Pero si por lo difícil del trabajo
nos desalentamos, nos acobardamos y nos quedamos ociosos, ¿quién será salvo? Es
cierto, razón tiene el Señor al llamarnos: “¿Qué haces aquí? Vete a trabajar.” Si por timidez o por
pereza nos callamos, nos advertirá el Señor: “Sus atalayas ciegos son, todos ellos mudos, no
pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir” (Isaías 56:10), y “¡Ay de los reposados en
Sion!” (Amos 6:1).
A pesar de nuestros problemas en el campo
español, nuestra labor no puede
ser en vano. Habrá aquellos “siete mil”. El que nos ha enviado nos promete: “Mi
palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, antes hará lo que quiero, y
será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:11), y “Estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es vano” (1 Corintios 15:8). Amén.
Señor, Dios mío,
gracias te doy por la voz del Evangelio, donde me manifiestas a tu Hijo
Jesucristo como mi Salvador. No permitas jamás que por indiferencia o dureza de
corazón yo pierda el don de tu Palabra, pues sin Cristo no puedo vivir. Sin
Cristo no puedo morir. Óyeme por los méritos del que se entregó a sí
mismo por mí. Amén.
Pulpito
Cristiano. Adaptado por Pastor Gustavo Lavia.
Congregación
Emanuel. Madrid.
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