domingo, 14 de junio de 2009

2º Domingo de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Unidos en Cristo, proclamamos fielmente”

Textos del Día:

Primera lección: Deuteronomio 5:12-15

La Epístola: 1 Corintios 4:5-12

El Evangelio: Marcos 2:23-28

5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.

Sermón

Pronto vienen los problemas. Ellos acuden sin cita previa. Nuestra humanidad es capaz de grandes emprendimientos, pero a la vez de aportar grandes desastres y conflictos. Una palabra mal entendida, un mal gesto o a destiempo, un e-mail con un tono o una respuesta que no esperábamos, una actitud o acción contraria a la que tenemos por norma en nuestra mente, todo eso puede ser causa de conflictos.

El corazón de todo ser humano genera y abriga discordias, envidia, celos, rivalidad, orgullo, afán de protagonismo; deseo de reconocimiento, de gloria y poder; ambiciones desmedidas y distorsionadas, preferencias, etc. Esto es así, y no es una noticia muy alentadora, lo sé. Sin embargo es real y verdadera. Pero es esta mala noticia es la que nos lleva a la Buena Noticia, al Evangelio de Jesucristo.

Conflictos en la vida de fe de las iglesias

Las comunidades cristianas no están exentas de que esta conflictiva naturaleza humana se manifieste en ellas. Hoy vamos a meditar sobre la epístola que Pablo, inspirado por Dios, le escribe a la Congregación de Corintios, a fin de examinar nuestra vida y reorientarla una vez mas a la luz de la Palabra de Dios.

A poco que el apóstol Pablo predicaba el Evangelio de la verdad, venían problemas, conflictos, rivalidades y por supuesto, la joya de la corona “las falsas doctrinas”, para destruir el trabajo. Pablo tuvo que aguantar ser desacreditado como apóstol al ser comparado con los llamados irónicamente “superapostoles” que eran elocuentes predicadores de mentiras. Luego de años de entrega y trabajo, de un momento para otro su ministerio es cuestionado porque llegaron personas mas “guays” con mensajes “mas guays”.

Las llamadas cartas de las lágrimas de Pablo a los Corintios expresa la angustia por aquellos que están siendo víctimas de sus propias inclinaciones y de aquellos aprovechados ávidos de una plataforma o púlpito para exhibir sus persuasivas doctrinas personales tan atractivas para las masas. Hoy el Señor nos quiere advertir de este asunto para que nuestra fe se refugie única y exclusivamente en Cristo y así crezca.

No nos predicamos a nosotros mismos:

El objeto, el tema, el centro, el contenido del mensaje que anunciaban los apóstoles no eran ellos mismos. Esto es realmente asombroso y difícil de realizar, ya que nuestra humanidad desea también ser objeto de predicación: ¡qué buenos somos! ¡que bien lo he hecho ¿lo haz visto?! ¡Para ser feliz tienes que hacer como yo! Y no solo desea ser objeto de alabanza sino que también se lanza con nuevas e innovadoras ideas y doctrinas para incorporar a las quizás ya desfasadas, y por lo tanto poco atractivas, que ofrece Dios en su Palabra. Recetas y más recetas basadas en la capacidad y experiencia personal del ser humano que se pretenden ensalzar como normas aplicables a otros o modelos de religión.

Los apóstoles hablaban, sí, porque está escrito “Creí, por lo cual hablé” “nosotros creemos, por lo cual también hablamos” 2ª Co. 4:13, esa es la misión del cristianismo. Pero lo verdaderamente importante de la oportunidad de hablar no es exaltarnos a nosotros y nuestras particulares ideas, sino trasmitir el mensaje de Cristo. No debemos desvirtuar el mensaje de Cristo ni llamar la atención hacia otro asunto que no sea Cristo. Pues solo él salva y no nosotros mismos.

¿Por qué hace falta aclarar esto?

Pablo se vio en la necesidad de aclarar que los cristianos “no nos predicamos a nosotros mismos” porque es evidente que nuestra inclinación natural tiende a eso y necesitamos ser concientes para ponerle un freno. La gloria personal, el afán de protagonismo, de reconocimiento y admiración a nuestra personas pide su cuota de alimentación. Esto nos juega una mala pasada. Por esto hay tanto “maestro de fe”, y cada uno “con su librito”. Abundan las prédicas de todo tipo, el mercado de los mensajes variopintos abruman. El afán de exaltar al ser humano es un proyecto que no necesita mucho patrocinador y las comunidades cristianas parecen blancos tentadores para tal propósito.

Pero es que vivimos en un sistema que nos dice que la propaganda de uno mismo importa mucho a la hora de ser aceptado y reconocido en los distintos ambientes. “¡necesitamos hacernos un lugar en el mundo”!. Darnos a conocer, anunciarnos, vendernos a nosotros mismos y a nuestros talentos, virtudes y capacidades es lo que abre las puertas al éxito en este mundo. Vivimos en un mercado comercial, donde nuestra imagen “vende”. Y para ello es muy importante “Quien es el que habla y cómo lo dice” y no tanto “qué es lo que dice u ofrece”.

Nuestra sociedad año tras años se llena de referentes que se anuncian a sí mismos como productos a consumir. Si Hanna Montana hace tal o cual cosa, millones de adolescentes están ansiosos de repetir sus frases y seguir sus pisadas sin mucha reflexión de lo que ello signifique.

Pero los adultos también “adolecemos” y a menudo aparcamos para tiempos mejores nuestra sensatez y caemos en la trampa de no reflexionar los mensajes, sino que los aceptamos sin más según de quien venga. Si lo dice la ciencia, palabra santa, si lo dice “la iglesia” ¡cuidado! Si lo dice “el más guay del Paraguay” hay que imitarlo y tenerlo, si lo dice un pobre infeliz, seguro que ni caso. En ocasiones solo quedamos anonadados ante el envase, sin prestar mucha atención al contenido que compramos y consumimos. Así es como el mercados publicitario nos exige mostrar cosas que llamen la atención y dejen cautivado a los oyentes ¡luego se verá lo que se le ofrece o lo que quieren!. La iglesia es susceptible de caer en esto y exaltar su humanidad a favor de mostrarse atractiva pero en detrimento del mensaje de Cristo. Por eso Pablo remarca “no nos predicamos a nosotros mismos”.

El modelo de éxito

El modelo de éxito de hoy día, de esplendor, gloria, placer, poder, se contrapone al modelo del reino de Dios, que es llamado “modelo de la cruz” donde no hay gloria aparente. Y no debemos olvidar que la Divina empresa que administramos la lleva el Espíritu Santo, y que el mensaje que anunciamos pertenece a Dios y lo que tenemos para ofrecer es a Cristo. Con esto digo que no demos cambiar el modelo de la cruz para remplazarlo por otro, porque sencillamente estaríamos dejando la empresa de Dios para montarnos la propia y usando fraudulentamente el nombre de iglesia cristiana.“estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y esto no es sorprendente, porque el mismo Satanás se disfraza de Ángel de Luz. Así que no es extraño si también sus ministros se disfrazan de ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”. 2ª Co. 11:13-15

Si vemos un poco de tele, nos damos cuenta de que los “opinólogos” abundan y se constituyen en referentes dando cátedra de cuanto se le ponga en la mesa. Concursantes de reality shows sentados en platós de TV hacen circular sus mensajes convirtiéndose en mentores solo por ser producto de la industria del “famoseo”.

Pero esto ya viene de lejos. La figura del “más popular de la clase”, aquel que ejerce influencia desmedida sobre los demás por haber alcanzado un puesto en la “manada” a base de demostrar su fuerza y poder, dominando y sometiendo al resto a sus encantos, es lo que se sigue buscando.

Seguimos referentes de moda, de consumo, e incluso muchas veces de masa. Estos generan mucha presión y quedarnos fuera sería darle una patada en el trasero a nuestro amado ego ¿Y quién está dispuesto a quedarse a fuera de la movida? Vamos detrás de la novedad, como hacían los residentes de Atenas (Hechos 17:21).

Así también los lideres cristianos y las congregaciones pueden caer en lo mismo. Necesitan renovarse o “morir” dicen algunos. Y es verdad que los códigos y la forma de comunicación van cambiando y es necesario estar atentos y abiertos a ellos. Renuevan estilos, ideas, etc., pero lo trágico de esto es que en su carrera hacia el éxito muchos se olvidan de que son mensajeros de “un mensaje” inalterable. Lo que nos se puede es cambiar los principios de honestidad, fidelidad y lealtad al mensaje que, que no es nuestro, sino de Cristo. Que el mensaje no puede ser el objeto de renovación. El contenido de la palabra, como la Palabra misma permanece para siempre y es el mismo ayer, hoy y siempre. En el afán de tener éxito y ganar masas muchos intentan cambiar el mensaje para hacerlo más agradable al oído del oyente “pues vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el oído”. 2ª Ti. 4:3-4 (ver Efesios 4:14)

Y este problema se encontró Pablo en Corintios “pero me temo que así como la serpiente engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera también extraviados de la sincera fidelidad a Cristo, porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis. Creo que en nada he sido inferior a aquellos “grandes apóstoles, pues, aunque sea tosco de palabras, no lo soy en conocimiento” 1ª Co. 11:3-6

La fidelidad a Cristo y a su Palabra:

Pablo necesitó remarcar el principio de fidelidad a la Palabra: “por lo tanto, que los hombres nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado fiel” 1ªCo. 4:1-2. Y advertía de lo importantísimo de este tema a los nuevos pastores como Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen” 1ª Ti. 4:16

Pablo se desmarca de los apóstoles fraudulentos diciendo: “pues no somos como muchos que se benefician falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”. 2ª Co.2:17 Muchos falsifican, fuerzan, y cambian deliberadamente la Palabra para colar sus propias consignas y que parezcan de Dios. Nuevas revelaciones personales, apariciones, estrategias “inspiradas”, parecen ser buenas medidas para un mundo cambiante y un mercado en constante innovación. Intentos de estirar como chicle la doctrina de Cristo para amalgamarla con las nuevas tendencias de los tiempos. Todo esto trae un beneficio aparente y pasajero a quienes lo hacen. De echo somos testigos de cómo esto sucede. Sin embargo Pablo dice: ¡Pues nosotros no! “Renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios. Por el contrario, manifestando la verdad, nos recomendamos, delante de Dios, a toda conciencia humana”. 2ª Co. 4:2 Pablo estaba dispuesto a seguir sufriendo antes de que falsificar la Palabra para obtener resultados vanos, pues sabe que el poder está en Cristo y no en él.

Por lo tanto tú, amigo lector, ten cuidado, porque así como no todo lo que brilla es oro, así tampoco todo lo que dice ser cristiano lo es. Por lo tanto imita a los fieles de Berea que: “escudriñaban cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” Hechos 17:11. El Espíritu Santo te guiará a toda verdad en la palabra de Dios

Pablo, el apóstol de la debilidad al Servicio del poder de Dios.

Pablo en más de una ocasión contó las debilidades humanas por las que pasaba: hambre, persecución, cárcel, Pero ¿quién querrá oír y permanecer en un mensaje de una persona así? La verdad que humanamente no es muy atractiva la vida de Pablo. Es poco comercial llamarse débil y mostrarse débil. Pero ante el gran poder desplegado por los falsos apóstoles él prefiere no ponerse a competir a ver quien es mejor y más elocuente, sino que muestra su debilidad y fragilidad humana. Y dice “si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es mi debilidad”. Pablo sufrió mucho a causa del mensaje de Cristo, y tanto sufrimiento y problemas parece que le jugó en contra, ya que el éxito personal es lo que se admira y se quiere imitar de las personas. Pero Pablo ponía su propia vida en juego por llevar y trasmitir inalterable el mensaje del Evangelio, que es “poder de Dios para salvación” (Ro. 1:16)

El Apóstol Pablo advierte de que la elocuencia, la persuasión o la habilidad oratoria no es nada si el mensaje que se trasmite no es el evangelio puro. No importa quien lo diga o como lo diga, pues el envoltorio no alimenta sino la comida y sus nutrientes. “Cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios... ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría” 1ª Co. 2:1, 4

Pero Pablo no focaliza su ministerio en su persona, sino en el mensaje, que es el de Cristo. “Por eso tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios u no de nosotros” 2ª Co. 4:7 y dice: “No que estemos capacitados para hacer algo por nosotros mismos; al contrario, nuestra capacidad proviene de Dios, el cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto...” 2ª Co. 3:5

Somos seres débiles que predicamos a Cristo como Señor.

“Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad” 2ª Co. 12:8 Muy por el contrario de lo que nos puede parecer, el fuerte y poderos es Cristo y su mensaje, pero no nosotros que somos “vasos de barro”, frágiles y débiles, que contenemos un tesoro, poderoso e inalterable, que es el Evangelio de Jesucristo.

Todos nosotros, a quienes nos han encomendado administrar públicamente de la Palabra y los Sacramentos, y a quienes Dios ha llamado a ejercer su sacerdocio universal del creyente dando testimonio de Cristo, somos frágiles en nosotros mismos. No tenemos de qué gloriarnos personalmente y en referencia al evangelio de Cristo, por eso Pablo dice “El que se gloría, gloríese en el Señor” 1ª Co. 1:31. Pues el Señor es quien dio su vida para perdonar los pecados del mundo. Él es quien salva. Él es quien da nueva vida por su Palabra de vida.

El mensaje que le fue encomendado a Pablo sonaba a broma en los oídos de los intelectuales griegos o los religiosos Judíos ¡¿qué Dios se hizo hombre y murió en una cruz para salvarme a mi que se supone soy pecado?! Anda ya Pablo. ¿Y me lo dices tú que andas a los tumbos en tu vida? “La Palabra de la cruz es locura a los que se pierden, pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” 1ª Co. 1:18

Pero no desmayemos, pues como Pablo “Estamos atribulados en todo, pero no angustiados, en apuros, pero no desesperados, perseguidos, pero no desamparados, derribados, pero no destruidos”. Mantengámonos fieles hasta que Cristo venga en gloria a Buscarnos.

Amén Pastor Walter Ralli

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