domingo, 15 de noviembre de 2009

24º Domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Jesús nos enseña sobre el Juicio Final”

Textos del Día:

Primera lección: Daniel 12:1-3

La Epístola: Hebreos 10:11-25

El Evangelio: Marcos 13:1-13

Mateo 25:31-46 31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; 32 y todas las naciones serán reunidas delante de él. Él separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos; 33 y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "¡Venid, benditos de mi Padre! Heredad el reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; 36 estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí." 37 Entonces los justos le responderán diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?" 40 Y respondiendo el Rey les dirá: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis." 41 Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recibisteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis." 44 Entonces le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?" 45 Entonces les responderá diciendo: "De cierto os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco lo hicisteis a mí." 46 Entonces irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna.

Sermón basado en SAN MATEO 25:31-46
Está pronto a ser estrenada la película “2012” donde se recrea una vez más por medio de la ficción un tema que, por la gran cantidad de asistentes a este género de films, nos hace pensar que el tema del fin de la humanidad no pasa inadvertido para muchos. Por lo visto crea cierta intriga y morbo en cómo y cuándo será el fin: Alarmas nucleares, invasiones alienígenas o desastres naturales, son mayormente las bases de estas películas.
Por otro lado la cristiandad está llegando al fin del año litúrgico y como es costumbre los textos sobre los cuales se reflexiona también hablan del fin del mundo, del día del juicio final y de la vida después de la muerte. Pero en nuestra sociedad hay muchas posturas sobre qué sucede luego de la muerte. Nosotros tenemos que estar seguros en lo que la Palabra de Dios nos enseña al respecto, para vivir en paz, tranquilidad y gozo de que Dios es nuestro amparo y fortaleza y que nuestra esperanza está puesta en él.
Dice la carta a los Hebreos “Está establecido a los hombres que mueran una vez, y después el juicio” Hebreos 9:27. No hay nadie en el mundo que no piense en la muerte y en el juicio.
Sabemos que hemos de morir, pero no sabemos cuándo ni cómo. Como resultado de esta incertidumbre, muchos viven en constante temor a la muerte. No se sienten felices porque los inquieta pensar en la muerte y en lo que sucederá después de la muerte. Aún más, hay quienes pierden toda esperanza y hasta se suicidan por el temor obsesionante respecto a lo que ha de suceder. Otros tratan de no pensar en la muerte y en la eternidad, burlándose de ambas. Dicen: “Si al fin y al cabo tenemos que morir, conviene gozar de la vida mientras ésta dure. Comamos, y bebamos y holgazaneemos, que con la muerte todo se acaba.”
También los cristianos piensan en la muerte y en el juicio final, pero no se entregan a la desesperación ni tratan el asunto frívolamente. Acuden a la Palabra de Dios y se esfuerzan por aprender lo que Dios dice acerca de estas cosas en su santa Palabra. En ella encuentran la iluminación que necesitan. El texto para hoy nos instruye respecto a éste asunto. Aprendamos, pues, lo que la Palabra de Dios nos dice sobre El Juicio Final:
1. ¿Quién será el Juez?
2. ¿Quiénes serán juzgados?
3. ¿Cómo será el Juicio?
Según nuestro texto, el Juez será el Hijo de Dios. El término bíblico señala a Jesús, que nació de la virgen María, como verdadero ser humano. Tomó sobre si carne y sangre y se hizo nuestro hermano. Nuestro Juez no nos será un extraño, sino como uno de nosotros; uno que nos amó de tal manera que bajó del cielo a este mundo “tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz", Filipenses 2: 6-8. Es Jesús, el Buen Pastor, el que dio su vida por las ovejas.
Pero cuando el Hijo del Hombre venga otra vez, no lo hará en la humildad con que vino la primera vez. Nuestro texto dice que Él vendrá “en su gloria”. Durante su estancia aquí en la tierra ocultó su gloria y anduvo en humildad. “Fue despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” Isaías 53:3. ¡Grande es el contraste entre su primera y su segunda venida! Él viene en su gloria. Ante Caifás testificó: “Os digo, que desde ahora habéis de ver al Hijo del Hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo” Mateo 26:64.
El Cordero de Dios es el León de la tribu de Judá, que ha vencido (Apocalipsis 5:5) y que tiene el cielo y la tierra en el poder de sus manos. De Él se nos dice: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, a la gloria de Dios Padre” Filipenses 2:10-11.
Será reconocido como el Señor de los señores y el Rey de reyes. Nadie osará abrir su boca en contra de Él. Su majestad asombrará a todos sus enemigos.
Cuando vuelva otra vez vendrá acompañado de una multitud de ángeles. Éstos serán su comitiva celestial, mayor que ninguna comitiva que pueda escoltar a un gobernante terrenal. Le acompañarán no sólo para engrandecer su gloria sino también para servirle. (Hebreos 12:22; Apocalipsis 5:11; 14:1)
“Entonces se sentará sobre el trono de su gloría.” El Padre sujetó todas las cosas debajo de sus pies (1 Corintios 15:27; Salmo 110:1). También el juicio. La Biblia declara específicamente que “el Padre a nadie juzga, mas todo el juicio dio al Hijo", Juan 5:22.
II ¿Quiénes serán juzgados?
“Y serán reunidas delante de él todas las gentes.” Mediante estas simples palabras el evangelista nos dice quiénes serán juzgados. Todas las personas, esto es, todas las naciones, todos los habitantes de la tierra, desde la primera persona hasta la última que nazca. Incluirá a todos los billones de personas que estén vivas en ese gran día. Los vivos serán transmutados.
Repentinamente, en un abrir y cerrar de ojo, se despojarán de lo corruptible y se vestirán de lo incorruptible. También incluirá a todos los billones que han muerto durante los muchos años de la existencia de este mundo. Éstos serán despertados por el sonido de la trompeta y saldrán de dentro de la tierra mediante el poder del Señor. Muchos de ellos hubieran deseado no haber salido jamás de la tierra. Tratarán de esconderse en cuevas y entre las rocas de los montes, y dirán a los montes y a las rocas: “Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero: porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?" Apocalipsis 6:16 -17. Pero de nada valdrá esto, “porque es menester que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo", 2 Corintios 5:10. Esto se aplica a reyes y súbditos, ricos y pobres, grandes y pequeños, justos y pecadores. Nadie evadirá ese acontecimiento.
III ¿Cómo será ese juicio?
Veamos ahora qué dice el Salvador acerca de ese juicio. “Serán reunidas delante de él todas las gentes; y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.” O expresado en otras palabras, habrá una gran separación. Toda la humanidad será dividida en dos clases. Las ovejas son los que oyeron la voz del Buen Pastor y le siguieron. Respecto a ellos dijo Él en otro lugar: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”, Juan 10:27. Los cabritos son los que rehusaron oír la voz del Buen Pastor; los que siguieron por su propio camino. Sólo existen dos clases. No existe una tercera clase ni una clase neutral. “El que no es conmigo, contra mí es”, Mateo 12:30. Los hipócritas que se hicieron pasar por ovejas serán descubiertos. Les será quitada la máscara. No habrá error en la clasificación que ha hecho el Juez. Su juicio es justo y terminante. La sentencia se hará sin la menor sombra de duda. “A los que estarán a su derecha dirá: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: 'Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles.” De esta condena no se podrá apelar.
¿En qué basa el Señor su veredicto? Antes de que un juez terrenal dé su veredicto tiene que oír la evidencia. Se investiga el caso. Se aducen testigos. Después de haber sido oído todo el testimonio, el juez llega a un veredicto y pronuncia la sentencia.
Jesús, nuestro Juez celestial, no necesita investigación ni testigos. Él lo sabe todo. Él conoce toda obra, toda palabra, y todo pensamiento del hombre. Nuestra vida le es un libro abierto. Mira dentro de tu corazón y conoce exactamente la relación que existe entre ti y Dios. Sabe exactamente quiénes son los creyentes y los incrédulos. Sin embargo, aún se pone a justificar su veredicto y a mostrar que no ha cometido error alguno. Por lo tanto, declara lo siguiente:
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí”.
Hay quienes han interpretado falsamente estas palabras. Alegan que Jesús basa su invitación de entrar en su reino en el servicio que se presta. Pero pasan por alto los claros pasajes de la Escritura que declaran que sólo mediante la fe puede hacerse alguien hijo de Dios y heredero del cielo. Olvidan que aun aquí el Señor dice: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino.” Primero hay que ser heredero antes de poder heredar algo. Sólo mediante la fe en Jesús nos hacemos herederos.
Pero, aunque la fe es invisible, los frutos de la fe no son invisibles. Clara evidencia de esto son los frutos de la fe que han obrado los que están a la derecha de Cristo. Es del todo imposible al corazón humano creer y confiar en Jesús como en Aquel que nos ha librado del pecado, de la muerte y del infierno, y no amarle. Donde existe el amor, existen también las obras del amor. El amor no puede ser ocultado. El que ama, lo muestra, y otros lo notan. Así sucede en el caso del marido y la mujer. Y los hijos que aman a sus padres lo muestran de diversas maneras.
Asimismo, las buenas obras de los cristianos muestran el amor que hay en sus corazones. Hay que observar que las buenas obras que hicieron los que están a su derecha fueron hechas a Él:
“(Yo) tuve hambre, y me disteis de comer; (yo) tuve sed, y me disteis de beber; (yo) fui huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.” No basta dar de comer a los que tienen hambre, vestir a los que carecen de ropa y visitar a los enfermos. Lo importante es que se haga “a Él”. Sólo lo que hacemos por Él y por causa de Él es perdurable.
Pero, ¿qué hay de las cosas malas que hacemos? ¿No las mencionará en el juicio? No. Todas han sido perdonadas. Han sido lavadas en la sangre del Cordero. Nunca jamás las recordará. Las únicas obras que quedan son las que hicimos por amor a Jesús. Conviene, pues, que seamos celosos en hacer lo bueno a fin de que realmente podamos mostrar que somos de Él.
De igual modo probará el Juez la justicia de su veredicto al decir a los que están a su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.” El fuego del infierno no fue preparado para humanos, sino para el diablo y sus ángeles. Dios envió al mundo un Salvador para todos los hombres. Mandó que el Evangelio se predicase por todo el mundo.
“Dios quiere que todos los hombres sean salvos.” Pero la mayor parte de la humanidad no quiso aceptar el Evangelio. Decidieron no seguir al Padre celestial, sino al diablo. Por consiguiente, pertenecen a las moradas infernales. Y por las obras de ellos el Juez prueba que pertenecen a las moradas infernales. Conviene observar otra vez: “No lo hicisteis a mí.” Es posible que hayan hecho muchas obras que parecen buenas a la vista humana. Sabemos por experiencia que muchos incrédulos avergüenzan a muchos cristianos respecto a ciertas obras de caridad y empresas filantrópicas. Y no obstante, sus obras son inútiles ante el Señor porque no emanan de
la única fuente verdadera: la fe en Jesucristo, el Redentor. La Biblia declara: “Empero sin fe es imposible agradar a Dios” Hebreos 11:6. De modo que para los tales el Juez sólo puede pronunciar el siguiente veredicto: “Apartaos de mí”
Nuestro texto termina con las siguientes palabras: “E irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna”. La gran separación será un hecho y será terminante. ¿A qué lado del Señor te encuentras actualmente? Quiera Dios que en este mismo momento y para siempre te encuentres a la derecha de Jesús y sirviéndole y amándole como fruto de tu fe, de modo que en el Juicio Final puedas oír estas sublimes palabras de los labios del Salvador: “Bien, siervo bueno y fiel: entra en el gozo de tu Señor.” Amen.
Herman A. Mayer. (Adaptado por Gustavo Lavia)


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