domingo, 7 de marzo de 2010

3º Domingo de Cuaresma.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Cristo vencedor de Satanás”

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

1º Lección: Jeremías 26:1-15

2ª Lección: Efesios 5:1-9

Evangelio: Lucas 11:14-28

4 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que, después de salir el demonio, el mudo habló y la gente quedó maravillada. 15 Pero algunos de ellos decían: -- Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios. 16 Otros, para tentarlo, le pedían señal del cielo. 17 Pero él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: -- Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y una casa dividida contra sí misma, cae. 18 De igual manera, si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? Os digo esto ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios. 19 Si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. 20 Pero si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros. 21 "Mientras el hombre fuerte y armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. 22 Pero cuando viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte el botín. 23 "El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. 24 "Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares secos buscando reposo; pero, al no hallarlo, dice: "Volveré a mi casa, de donde salí". 25 Cuando llega, la halla barrida y adornada. 26 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; y entran y viven allí, y el estado final de aquel hombre viene a ser peor que el primero. 27 Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: -- ¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los senos que mamaste! 28 Pero él dijo: -- ¡Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen!


Sermón

Hoy nos toca vivir en una sociedad donde todo es cuestionado y relativizado. Muchas veces ese relativismo nos quiere empujar a que veamos cosas que hasta ahora estaban mal con otro punto de vista, desde el cual se presentan como algo bueno. Es la manera en la cual el tentador describe como mal al bien, y lo que está bien como mal. Se nos confronta con el tema del aborto y si uno toma la postura de decir que no estamos a favor del mismo, somos llamados extremistas, de mente cerrada, poco tolerantes. Mientras tanto, aquellos que sostienen el derecho a matar a los neonatos son llamados sensatos, liberales, de pensamiento moderno. También vemos esto en la iglesia, donde aquellos que insisten en la fidelidad doctrinal y en la supremacía de la Palabra de Dios transmitiendo a nuestro salvador, quienes practican la comunión cerrada o quienes niegan la ordenación a las mujeres al pastorado, son designados poco amorosos, legalistas, rígidos y estancados en el tiempo. Mientras otros son llamados inclusivos, flexibles, abiertos y modernos.

De este modo las cosas también se invierten, el mal es retratado en la figura de aquellos que son comprensivos y se ajustan a los nuevos tiempos, mientras que lo que es verdaderamente bueno, noble, compasivo y bíblico es retratado como algo que hay que evitar.

En el Evangelio del hoy vemos un ejemplo de algo parecido. Jesús hace algo bueno. Expulsa un demonio de un hombre que no podía hablar a causa de la posesión, liberándolo así de este oscuro poder. Cuando el demonio fue expulsado del hombre, nuevamente pudo hablar. Las personas que vieron esto se maravillaron del milagro que Jesús había hecho.

No todos se alegraron de esa intervención divina. Algunos odiaban a Jesús, y movidos por la envidia no podían apreciar o aceptar la bondad de Jesús hacia esta persona. Así es que comenzaron por describir al bien como el mal. “Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios”. En otras palabras les decían, “la única razón por la que Jesús puede expulsar demonios es porque obtiene su poder de Satanás”. Intentaron sembrar sospechas y dudas sobre el poder, la autoridad y procedencia de Jesús en aquellos que vieron lo que él hizo.

Teniendo esta actitud, los que acusaban a Jesús de obtener su poder del diablo se convirtieron en instrumentos del mismo diablo. ¿Por qué? Porque esa es la manera en que el diablo siembra la duda y obra en contra de la fe en Jesús. Más adelante demostraron que estaban en sintonía con la obra de Satanás tentando a Jesús y pidiendo una señal del cielo. Esto es exactamente lo que el diablo hizo en el desierto cuando le pidió a Jesús que se lanzase desde la azotea del templo y dejara que los ángeles lo cuidaran e impidieran que se hiciera daño. Sin embargo ya habían tenido una señal de parte de Jesús en la expulsión del demonio. Pero la falta de fe siempre quiere algo más y diferente de lo que Jesús es y de lo que él da.

Más tarde Jesús diría que este mismo tipo de personas son una mala generación que busca una señal, que quiere caminar por lo que ve y no por la fe, que confía en experiencias y emociones más que en Cristo y su Palabra. Jesús dijo que la única señal que recibirían es la señal del profeta Jonás, la señal de un hombre inmerso tres días en el vientre de la muerte pero que se levantó de las profundidades para la vida nueva. La señal a la que la fe se apega, es la señal de la cruz, es el Cristo crucificado y levantado para salvarnos a todos los pecadores.

Esta señal de la cruz te ha sido dada en tu bautismo, grabado en tu cuerpo por medio del agua y de la Palabra. En la pila bautismal Jesús cumplió con las palabras de la liturgia que se utiliza en muchas ocasiones para realizar un bautismo: “Se va el espíritu sucio. Deja campo para el Espíritu Santo”. Como el mudo, eres concebido y nacido sin Espíritu de Dios. Por naturaleza naces alejado de Dios, bajo la posesión y en los dominios del diablo. Sin embargo, Jesús ha brillado en tu oscuridad y ha quitado tus pecados rescatándote del dominio del diablo, introduciéndote en su reino de misericordia y gracia. A esto se refiere Pablo en la epístola cuando dice “porque en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” Efesios 5:8. Sin lugar a dudas Cristo ha hecho lo necesario para que seas puesto en libertad; las garras del diablo ya no tienen poder para retenerte. Has sido introducido al reino del Hijo de Dios. Ahora el que habita en ti es el Espíritu Santo que llegó por medio de la Palabra o por el agua y la Palabra en tu bautismo. Ahora tu silenciosa lengua es puesta en libertad para agradecer, alabar y predicar sobre aquél que te ha llamado desde la oscuridad a su luz admirable. Ciertamente, Jesús lo ha hecho todo bien, lo ha hecho en nuestro favor y nos lo ha otorgado por los medios que ha dispuesto para tal fin, Palabra, Bautismo y Santa Cena, aunque el diablo se empeñe en apartarnos de ellos.

Al igual que en el Evangelio, hay personas que quieren que esta bondad y misericordia sea considerada como algo malo o que no es beneficioso para el hombre. Etiquetan al bautismo y la predicación de “sólo Cristo” y la Santa Cena como meras ceremonias que no son imprescindibles para la vida de fe del cristiano. Quieren señales y lograr una excitación visual e interna, no sólo un Servicio Divino. Otros atacan al Verbo de Dios considerándolo como una mera creación hecha por el hombre para calmar su conciencia. Consideran que los cristianos son personas limitadas intelectualmente y débiles psicológicamente. Pero haciendo frente a tal tentación demoníaca, recordamos lo que está escrito, “sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte” 1 Corintios 1:27. En un mundo que quiere señales del cielo, sabemos que Jesús mismo es nuestra señal del cielo. Él es todo lo que necesitamos. Pues otra vez está escrito, “pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura. En cambio para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder y sabiduría de Dios,” 1 Corintios 1:23-24.
Jesús es el todopoderoso que vence al príncipe de este mundo, el diablo. Pero nuestro Señor no muestra toda su fuerza, todo su espectacular poder, no exhibe toda su autoridad como podríamos esperar, con gritos, golpes, estruendos y cosas semejantes. Ni siquiera esa fue la manera en que el diablo se infiltró en este mundo ante Adán y Eva, no fue la manera en que logró someter el corazón del hombre en el jardín del Edén. Satanás vino de incógnito, como aquel que se preocupaba seriamente por mejorar la calidad de vida del hombre. Él venció al hombre en el Huerto a través de la astucia, el engaño y el fraude. Así que para vencer al diablo y rescatar al hombre, el Señor elige usar como propios la discreción que usó Satanás contra el hombre. Cristo acecha al diablo con astucia divina y emplea el camino inverso: No disfraza el mal como el bien, sino que al bien lo disfrazó como el mal. Jesús permite ser colgado en una cruz, derramar su sangre y ser ejecutado de manera denigrante. Muere como si fuera un malvado criminal. De este modo Jesús invade el dominio del enemigo, la muerte y ataca desde dentro hacia fuera. Desde detrás de las líneas enemigas derriba la armadura de poder y las armas que el diablo utiliza y confía para derrotar al hombre. Cristo se infiltra en el reino del diablo y lo conquista por medio de la misma muerte, la que el mismo diablo logró introducir en el mundo por medio del pecado.

Invierte las armas del diablo que él utiliza y las vuelve en su contra para quitarle todo el poder y destruir su reino. El hombre es puesto en libertad y es declarado libre.

En la liturgia de la Santa Cena decimos: Que en el árbol de la cruz diste salvación a la humanidad, para que del lugar de donde vino la muerte viniese otra vez la vida eterna, y que aquel que mediante un árbol venció una vez, pudiera también mediante un árbol ser vencido por Cristo nuestro Señor”. Así es que por el árbol de la cruz es por lo que el diablo está desesperado. Fue para el pecado y la muerte por lo que Satanás buscó robar la gloria del hombre, así es que por la muerte de Cristo y la carga de nuestros pecados sobre sus espaldas es por lo que la gloria del hombre es restaurada. Satanás queda atrapado en su trampa, atado y derrotado. El astuto príncipe de las tinieblas es derrotado con su misma estrategia por el Rey de Reyes y Señor de Señores, por el Príncipe de Paz, Jesucristo. Nuestro Señor después de su muerte desciende al infierno, pero no para sufrir los tormentos de la paga del pecado, sino para anunciar y proclamar su victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. La guerra se acabó. Satanás ha sido vencido. El arma más fuerte del diablo, la muerte y todo el terror que causa, es destruida. Por esto es por lo que vivimos en la esperanza segura de que en el último Día, la resurrección del cuerpo está garantizada por Cristo. Para Satanás la muerte ya no es ganancia. Pues los que mueren en Jesús participan en su vida eterna.

Esa es la verdad de Cristo por encima y en contra del engaño de aquellos que se ocupan de llamar bueno a lo que está mal y viceversa. Satanás no está dividido en contra de sí mismo. Pero Cristo no solo ha dividido sino que ha conquistado el reino de Satanás con la entrega de su vida en la cruz.

Es Jesús quien nos hace entender que la multitud y nosotros mismos no podemos mantenernos neutrales sobre este punto fundamental para la vida eterna del hombre. Nuestro Señor dice, “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. No hay una postura neutra o intermedia en lo que se refiere a Cristo y su obra, tampoco una posición centrada o moderada. O estás con Él por la fe, o estás en contra suya por medio de la incredulidad de su obra y poder. O te refugias en Él como el Rey de Reyes, el Salvador de la muerte y del pecado, como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo o lo rechazas y te refugias en otras creencias, cosa que te lleva de nuevo a las manos del diablo y te introduce en su reino. No hay terceras opciones, no hay una zona gris.

Hay muchas personas que viven como si hubiera una tercera opción, pero no te dejes engañar. No la hay. Muchos no tienen confianza plena en Dios o en las enseñanzas de la Biblia, pero por las dudas van a algún que otro servicio en la iglesia de vez en cuando, no sea cosa que se queden afuera por no sumar los puntos necesarios para recibir el ansiado premio. Otros creen que aunque Dios no existiera igualmente valdría la pena ir a la iglesia, porque allí se te incita a ser mejor persona. En el fondo lo que se busca es quedar cubiertos por la póliza de seguros espirituales que han ideado según sus pensamientos, no sea que ocurra una desgracia y si existe Dios este nos desampare. Pero cabe preguntarse, ¿Es verdadera esta fe o simplemente se busca quedar bien con Dios y con el diablo, o en todo caso con la conciencia que pone en duda la no existencia de Dios? Para nuestro pasaje del día de hoy alguien está con Cristo o no lo está. Se cree y confía en Él o no. Hay muchas personas que intentan vivir como si hubiese un punto intermedio entre la fe y la incredulidad. De lo que no se dan cuenta es que lo intermedio es incredulidad. Tales personas se oponen en contra de Cristo y su voluntad en sus corazones, y están expuestas y a merced del poder de Satanás. Pues viven fuera de la protección de Cristo, sólo cuentan con su limitado poder, que es nada ante el maligno y con su sabiduría distorsionada y susceptible a distorsionar la verdad, además de la increíble tendencia que tiene el ser humano de caer en una u otras de las trampas tendidas por el diablo para poseerlo.

Si bien el diablo ha sido derrotado y la salvación del hombre ha sido ganada completamente y definitivamente, él todavía anda como león rugiente por todas partes, engañando y haciendo creer que es fuerte, que todavía por medio de la muerte puede vencer al hombre. Trata de apartar, con engaños, a las personas de la salvación de Cristo, conduciéndolas a la duda y la desesperación. Muchos se dejan caer en la trampa, creyendo al padre de la mentira, en vez de confiar en el que es la Verdad, que da vida y libertad. Así es que los malos espíritus regresan a un buen número de personas de quien fueron expulsados. El Espíritu Santo dado en el bautismo, ha sido rechazado y desechado. “El último estado de ese hombre es peor que la primera parte”.

No es suficiente que el mal sea expulsado fuera de una persona. El espíritu sucio debe ser reemplazado con el Espíritu Santo de Cristo. De otra manera, uno queda accesible al pecado más sutil y más profundo, los espíritus más oscuros y más peligrosos. Así es que nuestro Señor nos insta aquí a permanecer firmes en la fe. Él dice, “bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen”. Mantener la Palabra de Dios es simplemente aferrarse a ella, aun cuando vaya en contra de nuestros deseos y pensamientos, confiar en ella, atesorarla y confiar en sus promesas.

Los que hacen estas cosas son benditos de Dios, como lo fue la madre de nuestro Señor cuando creyó en el anuncio del Ángel sobre el hijo que tenía en su vientre. Creemos que la Palabra de Dios es viva, eficaz y poderosa para salvar. Es el canal que ha escogido el Espíritu Santo para llegar a nosotros y llenarnos de Dios. Es el arma que ahuyenta los ataques del maligno, como sucedió con Jesús en el desierto y fue tentado por el diablo.

Finalmente, la Palabra de Dios hará que nos aferremos a Cristo y dependamos de Él para la vida de fe. Pues él es el Verbo hecho carne. Benditos aquellos que leen la Biblia y allí oyen la voz de Jesús y se apegan a Él. Pues es él refugio y la fuerza, una ayuda siempre presente en medio de los problemas. Benditos aquellos para quienes la Palabra de Cristo mora en abundancia por medio de la absolución y la predicación en los Oficios. Benditos aquellos que confían en Cristo y que se alimentan de su verdadero cuerpo y verdadera sangre para el perdón de los pecados.

Sobre semejantes cosas el diablo no tiene poder alguno. Él no te puede tocar. Pues estás bajo la custodia del “Más Fuerte”, el Señor que ha derrotado y tiene bajo su poder a la muerte, el pecado y al diablo. En los momentos de lucha, de inseguridad, temor, alza tus ojos hacia Cristo, quien te ha liberado del poder y cautividad del mal, quien ha conquistado a tus enemigos, quien es tu defensa y escudo, quien te salva de todo mal y peligro y lo confirmará en la día de la resurrección. Vive en esta seguridad porque Dios por medio de Cristo te ha perdonado de todos tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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