domingo, 1 de mayo de 2011

2º Domingo de Pascua.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

El Señor Resucitado nos ha adquirido la verdadera Paz.

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA 01-05-2011

Primera Lección: Hechos 2:14ª, 22-23

Segunda Lección: 1º Pedro 1:3-9

El Evangelio: San Juan 20:19-31

Sermón

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

A-El SEÑOR resucitado y victorioso completa su ministerio antes de subir al Padre.

Viendo los relatos evangélicos referidos a la Resurrección del Señor y días posteriores constatamos cómo Jesús sale al encuentro de discípulos y amigos con un único fin: hacerles partícipes de su Resurrección dándoles suficiente evidencia de ella y como consecuencia catequizarles, darles una especie de cursillo condensado de sana teología, enseñarles, fortalecerles la fe…. El SEÑOR con su cuerpo resucitado y glorioso ya ha finalizado los días de su humillación, aún permanece unos días entre sus discípulos pero sin subir al Padre, es decir haciendo un uso, en cierto modo limitado de su poder pleno como el DIOS-HOMBRE exaltado y glorificado. En todos esos relatos, el Señor hace uso explícito de lo que llamamos comunicación de los atributos: es decir su humanidad participa de los atributos propios de su divinidad. Ahora el Señor con su cuerpo glorioso traspasa los muros como si de un espíritu se tratara. En el estado de humillación, hasta el momento de la cruz, la comunicación de los atributos hizo posible que podamos decir que Dios sufrió, que Dios murió, que Dios derramó su sangre por nosotros. La perfecta divinidad del Señor no impidió que pasara por su bendita pasión y cruz. Ahora, en la exaltación la perfecta humanidad del Señor no impide que Él pueda hacer pleno uso de sus atributos divinos. Vemos al DIOS-HOMBRE resucitado y glorioso presentándose en medio de sus asustados discípulos el mismo día de su resurrección. Parece como si al Señor le faltara tiempo para transmitir la buena nueva de su resurrección a sus discípulos. Ni puertas cerradas con cerrojos, ni gruesos muros pudieron impedir que el Señor se presentara en medio de ellos. El relato no nos dice lo que pensaban y decían aquellos discípulos pero nos da una idea clara de lo que sentían: miedo e incredulidad a todo lo que el Señor les había anunciado y dicho. Todos, con excepción de Juan, habían desaparecido de la escena durante los días de la pasión y muerte de Cristo. Pedro, el valeroso Pedro, le había negado tres veces. Podemos saber algo sobre el estado de ánimo de estos discípulos viendo lo que pensaban aquellos dos de Emaús en Lucas 24:21 “Nosotros esperábamos que Él (Jesús) era el que iba redimir a Israel”. Sin duda estos discípulos ante los que el Señor se presenta están decepcionados, hundidos, desconfiados, llenos de miedo por si les ocurría algo parecido a lo que le había acontecido al Maestro, no tienen ánimo, ni siquiera para salir a la calle. No confiaban en las palabras que el mismo Salvador les había dicho en numerosas ocasiones. Para ellos todo había sido un fracaso, un fiasco.

B- EL SEÑOR les transmite la paz auténtica.

El saludo que Jesús da a sus discípulos es PAZ A VOSOTROS. Creo sin lugar a dudas que ha sido el saludo más profundo y lleno de contenido que jamás se haya oído en la tierra. La paz verdadera que Jesucristo había venido a restablecer entre el Creador y sus criaturas. Para eso Él había tenido que encarnarse, nacer, vivir en obediencia a la ley, sufrir, morir en una cruz. Ya podían tener paz, verdadera paz los discípulos. Ya podemos tener paz nosotros. El estruendo y furor del Sinaí han sido acallados. La redención ha sido completada y aceptada por el Padre, la absolución está lista. Ya ni el demonio, ni nuestros corazones, ni el mundo entero pueden convencernos de que Dios no nos ama, de que Dios nos rechaza, de que Dios no es nuestro amoroso Padre, de que Dios busca destruirnos. Ya el demonio no puede venir con amenazas .Con la cruz ha sido derrotado y la prueba de esa derrota más absoluta es la tumba vacía. Ya no hay lucha entre el Creador y los hombres. La deuda ha sido saldada. No puede haber enemistad entre Dios y nosotros. La creación rota por el pecado de Adán ha sido restablecida por la muerte del segundo Adán, el Hombre-Dios.

Los temerosos e incrédulos discípulos no pueden creer lo que ven y el Señor les tiene que mostrar sus manos y costado. Es entonces cuando se alegran, cuando se convencen de que no están viendo un fantasma, sino al Señor glorioso y resucitado. Era el mismo cuerpo que había sido clavado a la cruz. La resurrección del Señor es además una garantía y una primicia de nuestra resurrección y de que nuestros cuerpos limitados serán transformados para parecerse al suyo y de que podremos reconocer a nuestros seres queridos. ¡Qué motivación para llevarles el Evangelio si es que todavía no lo conocen!

C- EL SEÑOR otorga la misión esencial a su iglesia.

El Señor vuelve a repetir su saludo a los discípulos. PAZ A VOSOTROS como introducción al encargo que les va a hacer como a sus representantes. El Padre le había enviado a Él, ahora Él les envía y nos envía a propagar el EVANGELIO, el mensaje de la Resurrección, el perdón de los pecados a todos los hombres. Todos son sinónimos de lo mismo: la Paz con Dios por medio de Jesucristo. Les nombra sus mensajeros, sus embajadores, sopla sobre ellos y les confiere el Espíritu Santo. Ese poder del Espíritu que desde entonces hasta ahora nos da a todos los cristianos, está contenido en la Palabra en cualquiera de sus formas: oral, escrita, sacramental. Les transmite el poder de las llaves, de la llave que abre: las buenas nuevas, y de la llave que cierra, la santa ley de Dios. Los cristianos somos portadores y transmisores del poder del Espíritu Santo inherente en la Palabra de Dios. Esta es la misión esencial de la iglesia: ejercer el Oficio de la Llaves y este es el momento en que el Señor lo instituye. El perdón de los pecados que Jesús adquirió con su sufrimiento y muerte debe propagarse entre la gente por medio del anuncio del Evangelio, en privado y en público, individualmente o en multitudes. En esto consiste la absolución de los pecados. El evangelio no es solamente una noticia sobre la salvación que Jesús ha adquirido sino que es la aplicación concreta de ese mensaje, es decir la aplicación de la absolución, del perdón de los pecados, el ejercicio del Oficio de la Llaves. La persona que no acepta esta absolución se excluye de la gracia, sus pecados, señalados por la Ley de Dios, le son retenidos. Este poder y autoridad es dado a todos los creyentes, a la congregación que proclama el Evangelio. Los pastores ejercen esta autoridad en el nombre de Dios y por delegación de la congregación.

D- EL SEÑOR DECLARA dichosos a los que no vieron y sin embargo creyeron.

Tomás, llamado el Mellizo, tenía genuina devoción hacia Cristo como vemos en Juan 11:16. Por alguna razón que el relato no detalla no había estado cuando el Señor se había aparecido al resto. Cuando los testigos de la Resurrección le comunicaron las buenas nuevas él se negó a creerlas. Salta a la vista que Tomás sentía una amarga decepción por todo lo acaecido con Cristo, no le encajaba que el Señor hubiera resucitado y pidió no solamente ver al Señor sino tocar sus cicatrices. El Señor muestra su cuidado y atención hacia Tomás complaciendo sus peticiones y Tomás hace la confesión de fe que todo cristiano hace ante Cristo: mi Señor y Dios. Esta es la fe salvadora: aferrarse a Cristo como Dios y Salvador. Tomás se aferra y confiesa a Cristo porque le ve. Nosotros los demás cristianos, desde entonces hasta ahora, confesamos a Cristo no por la evidencia de lo que vemos, ni por nuestros sentimientos, ni por nuestras fuerzas sino por la fuerza inherente en esa Palabra por medio de la cual el Espíritu Santo ha suscitado en nosotros la fe. Los apóstoles, testigos de la resurrección del Señor han recogido todos los hechos concernientes a Cristo, su persona, su obra y la salvación y perdón que tenemos en Él. A través de esta Palabra tenemos comunión con Jesucristo, nuestro Dios y Señor, tenemos el perdón completo de nuestros pecados, tenemos esperanza en medio de las dificultades. La epístola de Pedro lo describe certeramente: “(A Jesucristo) a quien amáis sin haber visto, en quien creyendo, aunque no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”. Amén.

Atte. Javier Sanchez Ruiz.

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