sábado, 13 de septiembre de 2008

18º domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“Jesús nos introduce a una Viña Injusta”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Isaías 55:6-9

La Epístola: Filipenses 1.18b-27

El Evangelio: Mateo 18:21-35

Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. 2 Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; 4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. 5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. 6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? 7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. 8 Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. 9 Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? 16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

Sermón

EL título de hoy se debe a que lo que el hacendado hace no es justo. Veámoslo desde el punto de vista de los trabajadores que fueron contratados al comenzar el día y ellos podrán afirmar que fue así.

Ellos se han levantado temprano, han ido al mercado a primera hora. El señor de la viña viene y les ofrece un trato normal por un trabajo de doce horas: Un día de trabajo en su viña por el pago de un jornal al final. Ellos van. Cumplen con las horas, en medio del calor del día. Como el trabajo es mucho el dueño va varias veces al mercado. En cada ocasión, encuentra a personas esperando ser contratadas. Cada vez, él los invita a entrar a su viña. El señor de la viña regresa al mercado cuando sólo queda una hora para trabajar, nosotros pensaríamos que no vale la pena por ese tiempo. Llega la hora de cobrar. Se hacen las cuentas: Si los que trabajaron todo el día no corresponde un jornal, entonces los que trabajaron un doceava parte del día le corresponde una doceava parte del jornal.

Pero los que hicieron una mínima recolección obtienen una paga completa. Lo mismo que quienes trabajaron sólo la mitad, reciben todo. Seguramente a quienes trabajaron todo el tiempo van a conseguir algo más. Es justo. Pero estos trabajadores agotados sólo obtienen lo que les fue prometido, un jornal, igual que todos los demás.

Comienzan las murmuraciones de los que trabajaron el día entero: “No es justo, lo que este señor
ha hecho. Trabajamos bastante más, así es que deberíamos recibir bastante más. En lugar de eso, lo que recibimos fue solo lo prometido”. “Mire al hombre que ha trabajado solo una hora, paseando con un jornal entero y una sonrisa en su cara. Seguro que se acostó tarde, durmió toda la mañana y llegó a última hora al mercado.” Pero nosotros tenemos orgullo. Sabemos quién ha estado aquí todo el día, sabemos quienes realmente han trabajado. Ellos no merecen el mismo estatus que nos merecemos y que al menos podemos sentirnos bien acerca de nosotros mismos”.

Me imagino que enseguida se formo el sindicato de recolectores. Se dijeron: “Unifiquémonos con trabajadores de toda clase de viñas y juntos probar que lo injusto que es este hacendado. Si somos muchos probaremos que estamos en lo correcto. Siguiendo este razonamiento podemos llegar a estar de acuerdo que el hacendado no ha actuado tan con justicia. Sin embargo, consideremos la perspectiva del señor de la viña. Él es el que ha pagado por la construcción de la viña y la ha hecho grande para alojar a una buena cantidad de obreros. Él va al mercado y descubre que los trabajadores están desocupados, que no tienen ocupación, ninguna seguridad, ninguna posibilidad de salir de su ociosidad. Él podría buscar a otros que muestren más iniciativa.
Pero estos hombres desocupados necesitan un lugar, de lo contrario todo lo que tienen les será quitado.

Así que es él quien “contrata” a los obreros. Pero note los términos del contrato. Él ya ha construido la viña y ahora él los llama a trabajar dentro de ella. Él les da un lugar, seguridad, y protección. Además, les prometes que, por estar en su viña, les dará una recompensa al final del día. Como el día transcurre, él regresa al mercado. Y cada vez que va, encuentra a más trabajadores desocupados. Él los quiere en su viña, donde les pueda proveer de seguridad y paz. Por consiguiente, cada vez que él encuentra a trabajadores desocupados, los invita a entrar a su viña y les ofrece una recompensa justa. Es así que egresa en el último momento. Sabe que no obtendrá mucho beneficio de esos que han permanecido desocupado casi todo el día, pero aún así los quiere en su viña.

Cuando llega el fin del día, los trabajadores son llamados a recibir su paga y he aquí la sorpresa: El señor de la viña no les paga basados en su trabajo. El señor de la viña les paga basados en su generosidad.

Si el trabajador ha trabajado doce horas o solo una, recibe la misma recompensa. Eso es lo que se necesita para su bienestar. Por consiguiente, eso es lo que el señor de la viña da.
¿Es justo? De ninguna manera. Pero lo que molesta muchos no es que el señor no es justo con los que trabajaron el día entero. Él es justo hacia ellos y porque les da exactamente lo que les había prometido. Lo que molesta mucho es que es más justo con esos que no trabajaron mucho. Si bien no se lo han ganado, él les da la misma recompensa. Por consiguiente, muchos no están disgustados con él porque es malo, sino porque él es bueno.

¿Entonces, cómo evaluaría esta viña en la parábola? Todo ello depende de cómo se lo vea. Si usted mide al dueño de la viña por los esfuerzos y las actitudes de los trabajadores, es un lugar de mala muerte para estar. Pero si mide al dueño de la viña por los esfuerzos y la actitud del señor, hay ningún lugar mejor para estar. Esto es cierto cuando uno considera un factor importante que aparece en la parábola: Los trabajadores se quejan de que merecen más porque han soportado la carga y el calor del día.

Enfocaron tanto en sus esfuerzos, que han perdido la cosa más importante. No han soportado la máxima carga o el calor más severo. El hijo de Dios si lo ha hecho: Él ha soportado la carga de tus pecados en la cruz, ha resistido el calor del infierno al sufrir por tus transgresiones. La única razón por la que has sido incluido en la viña es porque el Hijo de Dios así lo ha querido.

Gracias a Dios que Jesús aclara que esto trata sobre el reino de los cielos y no sobre los negocios en la tierra. Así es el reino de los cielos no es justo y damos gracias para Dios. Todos estamos perdidos por el pecado y el Señor quiere salvar a todos los pecadores. Por consiguiente, él envía a Su Hijo, Jesús, a establecer su reino. Él quiere salvar a los pecadores para llevarlos a su reino, darles un lugar, seguridad y la recompensa de la vida eterna. El costo para establecer esta viña real es muy alto: El Señor tuvo que sacrificar a su único Hijo por los pecados de todo el mundo.

Porque el Hijo de Dios paga este precio, por su muerte en la cruz, el Señor luego llama a quienes están “sin valor”, haciendo que dejen atrás sus actividades sin valor y entren en su viña de gracia. Él se los reúne para estar con él en su reino, para que allí tengan la libertad de hacer las tareas que él las ha dado para hacer. Los maridos y las esposas son puestos en libertad para servirse mutuamente. Los padres son puestos en libertad para cuidar de sus niños, mientras los niños son puestos en libertad para obedecer a sus padres.

Los empleados son puestos en libertad para hacer lo mejor que se puede hacer en el trabajo diario, mientras los jefes son puestos en libertad para dar a los empleados seguridad y trato digno. Todos son puestos en libertad para oír la Palabra, para animarnos mutuamente, para edificar la Iglesia con los dones y ofrendas. Éstos son los tipos de tareas que el Señor le da a esos dentro de Su reino. Allí él les promete perdón de pecados y vida eterna. La recompensa está garantizada en su totalidad, porque no se basa en los esfuerzos de los trabajadores. Se basa en la obra del Hijo unigénito que soportó la carga de los pecados del mundo, quién sufrió el calor del día de furia de Dios.

El Señor llama a todo quién escucha su Palabra a su viña. Él dice: “no los necesito en mi reino para mi beneficio o mi propio bien. Yo soy el Señor de todas las cosas y no necesito más. Los quiero en mi reino por el bien de vosotros. Los tendré en mi reino a fin de que sean recompensados con la vida que mi Hijo ha ganado. Por lo tanto los lavaré en su infancia con las aguas de Bautismo, que le asegurará ser parte de mi reino a lo largo de sus vidas. Les haré oír mi Palabra de salvación continuamente y los alimentaré en mi mesa con la Santa Cena”

“También sé que algunos no entrarán en mi reino en su juventud. Entrarán más tarde adelante quizá en la hora 11 cuando den su último suspiro. Cuando esto ocurra ¿les debería perdonar una doceava parte de sus pecados? ¿Les debería dar una fracción de fe y salvación, una parte de tiempo en cielo y de la mansión celestial? ¡Seguramente que no! ¡Esta recompensa no se basa en tu trabajo, sino en el de mi Hijo! Si entran en mi reino al principio o en el fin de sus vidas, tienen la vida eterna en toda su plenitud porque mi Hijo ha deseado que sea así".

En nuestra lección del Antiguo Testamento de hoy, el profeta Isaias grita: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (Is. 55:7). ¿Esto es justo? No, según el modo de pensar humano. Pero el profeta continúa con la declaración del SEÑOR: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.” (Is. 55:8). El Señor es mucho más que justo.

Para nosotros quién ha sido recogido en este reino es motivo de alegría. El Señor nos ha traído por la obra de Jesús, quien no amó como nadie. Deseamos y anhelamos la gloria del cielo, mientras tanto aquí somos liberados del pecado para realizar las obras que Dios nos da.
Desafortunadamente, el pecado todavía ataca a quienes trabajan en la viña en este mundo, por lo cual siempre somos tentados a distorsionar el reino de Dios. Estamos tentados a medirlo no por el abundante perdón y la misericordiosa gracia de nuestro Señor, sino por las obras de los trabajadores. Es trágico caer en la falsa enseñanza de tratar de medir el reino de Dios por las obras de hombre.

Esto sucede porque se piensa que los caminos de Dios son demasiados buenos para ser verdaderos. Se enseña que antes de que podamos estar en la presencia de Dios debemos hacer nuestra parte y debemos ganar la rectitud necesaria para estar con Él. Debemos mostrar que merecemos eso y que por nuestras obras nos dejará entrar en su reino.

En otras palabras, tenemos que ganarnos y caminar nuestro camino al cielo. Esta enseñanza es aceptable según la mente del hombre: Trabajas para obtener algo. Sin embargo, no es la forma de obrar de Dios, quien ha pagado el precio por nuestro pecado por medio de su Hijo. Si enseñamos que nos salvamos por nuestros esfuerzos, sea totalmente o en parte, entonces enseñamos que la muerte de Jesús en la cruz no fue lo bastante buena para realizar la obra de salvación.

Por otra parte, también está la enseñanza de que somos introducidos en el reino por lo que Jesús ha hecho, pero una vez que estamos dentro, tenemos que trabajar duramente para mantener ese privilegio. Diariamente debemos probar que merecemos estar con Dios, por las cosas que hacemos y por las cosas que dejamos de hacer. Si fallamos en probar nuestro merecimiento, la recompensa no es nuestra porque no hemos hecho lo suficiente para ganarla.

Esta manera de pensar y enseñar también deja ver que Jesús no ha hecho lo suficiente como para salvarnos completamente: Él ha hecho lo suficientemente para meternos en su reino, pero ahora tenemos que trabajar duramente para continuar allí.

En la viña del Señor también nos encontramos con una lamentable inclinación de muchos cristianos. Es la de pensar que: “Es cierto de que Jesús murió en la cruz por mí y también lo hizo por aquella persona que no me cae tan simpática, pero supongo que Dios me ama más a mí porque yo siempre he sido cristiano y he realizado muchas cosas parar su reino”. Pensar así es una tontería de nuestro viejo hombre interior, es atribuimos el mérito de que el Señor nos introdujo en su reino antes que a otros. Es como atribuirse el mérito de nacer antes que sus hermanos, como si uno tuviese cualquier participación en ello.

En la viña también encontramos que se produce una rebelión en contra de este perdón abundante de Dios, que podríamos verlo así: “El Señor afirma que él da abundantemente su salvación por medio de Hijo que ha muerto en la cruz para pagar por los pecados de mundo. Eso no es muy bueno. ¿Por qué? Porque esto quiere decir que este Dios sólo ha provisto un camino de salida del pecado y del infierno. Él ha provisto sólo una forma de salvación, a través de Jesucristo. Pues bien, nos reuniremos con un montón de otras viñas de religiones discrepantes y formaremos a un sindicato de cierto tipo. En esta unión, por la gran cantidad de personas que reuniremos demostraremos que hay otras formas de llegar al cielo”. Esto es perverso: El Señor sacrifica a su único Hijo por los pecadores y en lugar de aceptar ese los pecadores quieren otro camino de salvación.

En todos estos casos, hay un terrible malentendido en común: En cada caso, los pecadores intentan basar la recompensa del cielo en las obras de los trabajadores, no en la gracia abundante del Señor. En cada caso, los pecadores hacen el reclamo que el Señor y el sacrificio de Su Hijo no son tan importantes como lo que hacemos las personas. Éste es un pecado terrible, que oscurece la obra y la gloria de Jesús.

Es por esto que nosotros nos reunimos en casa o en el Oficio Divino, reconocemos que somos obreros pecaminosos. Allí y en nuestra vida no hacemos alardes de nuestros esfuerzos, de las cosas que hemos hecho para Dios. Solo reconocemos que somos siervos inútiles a su servicio, nada más. Por consiguiente, en lugar de alardear con nuestras obras, confesamos las muchas veces que pecamos, aforrándonos a su obra para alcanzar el perdón.

No tratamos de probar que hemos cooperado con Dios para ser perdonados. Creemos las promesas de salvación y que está es seguro porque Cristo ha hecho todo el trabajo para nosotros. Si la salvación dependiese de nuestros esfuerzos, nunca podemos estar seguros de que somos salvos. Pero si Cristo ha hecho todo ello, podemos estar seguros de ello.

No nos jactamos si hemos estado en el reino más tiempo que otros. Más bien, damos gracias que el Señor nos ha provisto de tal refugio por tanto tiempo y que continúa congregando a más personas por medio de Jesús. No sostenemos que tu debas hacer buenas obras para conservar tu salvación, pues eso diría que la cruz de Jesús no fue suficiente. Sin embargo, rechazamos la idea de que podemos pecar libremente cada vez que nos plazca. Una actitud tan desconsiderada hacia e pecado nos llevaría a una viña diferente fuera del reino de Dios. En lugar de eso nos alegramos por el perdón de todos nuestros pecados, de que somos puestos en libertad para servir al Señor en las tareas que él nos ha dado para hacer.

Siempre indicamos que el Señor de la viña viene a buscarnos, que el Dios de abundante perdón ha obrado tu salvación por la muerte de su Hijo en la cruz. El Señor te ha invitado a entrar a su reino por medio del Bautismo, te salva por su Palabra, te alimenta con su Santa Cena para fortalecer tu fe. El Señor que, por su perdón, te pone en libertad, ya no para ingresar a su reino, ya no para ganar tu salvación, sino para hacer las cosas que tu pecado te impedía hacer.
Así es cómo obra su reino: Él paga el precio para llevarte, te mantiene en su reino por su gracia, te recompensa con la vida eterna por el trabajo de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. ¿Eso es justo? Seguro que no, por eso damos gracias a Dios. Si fuera justo, seguiríamos perdidos. Pero porque el Señor Jesucristo injustamente ha pagado el precio de tu salvación, sin lugar a dudas, puedes afirmar que eres perdonado de todo sus pecados en nombre del Padre y del Hijo de Dios y del Espíritu Santo.

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