sábado, 20 de septiembre de 2008

19º domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“Jesús nos hace cumplir la voluntad del Padre”
Textos del Día:

El Antiguo Testamento:

La Epístola:

El Evangelio:

Mateo 21:28-32 28 Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. 29 Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. 30 Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. 32 Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.

Sermón

Varias de las parábolas de Jesús tienen como ejemplo una viña y la viña es puesta como ejemplo de su reino. El señor de la viña es Dios mismo. Los trabajadores en la viña son las personas de Dios y hay que tener esto presente: Los trabajadores no están allí porque solicitaron un puesto de trabajo o se ganaron el lugar. Los trabajadores están allí porque el Señor los ha llamado. Él ha proclamado su palabra y así los ha introducido en su viña. Así de es cómo salva el Señor: Él pronuncia su Palabra, da fe y las personas oyen y creen, así es como son su pueblo. Los de fuera de la viña son los que no creen. Pueden estar haciendo cosas admirables para la sociedad, pero no tienen fe en el Señor.

Es vital que comprendamos de qué se trata esta parábola: No se trata de cómo un hijo obedece a su padre y trabaja mientras el otro haraganea a pesar de su compromiso. No se trata de las obras de las personas. Esta parábola se trata de que Dios pronuncia su Palabra y por su palabra, él integra hijos para que moren en su reino por siempre. Cuando Jesús dice esta parábola, el punto es que los recaudadores de impuestos y las rameras vivían vidas terribles, al principio le dijeron que no al Señor. Sin embargo, oyendo a Jesús proclamar el Evangelio, han creído en él y están ahora en la viña, son parte del pueblo de Dios. Por otra parte, los fariseos al principio han manifestado una respuesta positiva hacia Dios y han declarado que emprenderían el trabajo. Sin embargo, ahora niegan su pecado y su necesidad de un Salvador y no creen en Jesús, por esto están fuera de la viña. A pesar de su moralidad y su buen ejemplo, no son en parte del pueblo de Dios.

Es así que los integrantes del Sanedrín eran claros ejemplos de personas que estaban dentro de la Iglesia pero fuera del Reino de Dios. Nunca se arrepintieron cuando fueron confrontados por Jesús sino que endurecieron sus corazones. Jesús los pica en el templo y frente a una gran multitud haciéndoles una pregunta acerca de Juan el Bautista, una pregunta que por miedo no respondieron. Como no responden su pregunta, les cuenta tres parábolas. Hoy veremos la primera de ellas.

La Parábola de los hijos.

En la parábola, ambos son hijos del padre y el significado es que ambos son hijos de Abraham, ya sea el Consejero del Pueblo o el cobrador de impuestos, ya sea los guardias o un pobre enfermo, ya sea el Sumo Sacerdote o una prostituta. Como el Apóstol Pablo escribe “6 porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos…” (Rom. 9:6-7). La pregunta es ¿Quién es quién en el reino de Dios?

Vamos a ver la parábola del día de hoy. El primer hijo realmente nos sorprende con su respuesta de “no haré lo que me pides”. Creo que es una reacción que nos irrita, que al sucedernos a nosotros nos pone a hervir la sangre. Imagine esta reacción en casa, en la escuela, en el trabajo o en la política.¡Qué hijo tan desobediente, tan ma criado o tan irrespetuoso! Podríamos pensar. Sin duda que necesita ser castigado por sus padres, retirado de la escuela, despedido por el jefe o corregido por alguna autoridad.

El segundo hijo dice “voy, señor”. Esta es una respuesta que enorgullece a cualquier padre, maestro, jefe y nación. Tenemos a una persona y ciudadano obediente de la ley de un reino particular prometiendo ser obediente. Veamos a estos dos hijos. Uno es una deshonra mientras el otro es un ejemplo que perdura en el tiempo para todos nosotros. Pero no este no es el final de la parábola. Sigamos a estos dos hijos.

Consideremos al segundo, la única obediencia que realiza es solo a partir de su boca. El padre le llama y dice “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña”. A lo que contesta “Sí, señor, voy. Y no fue.”.

¿Con quién puede ser comparado este hijo? Los ejemplos son muchos, pero podríamos citar algunos. Puede ser comparado...

Con un niño, cuya madre le dice que se vista para ir al colegio. Él le dice, “voy a vestirme, mamá” pero no le hace caso.

A una niña cuyo papá le dice a ella que vaya a su cuarto y haga un dibujo de agradecimiento a alguien que le ha dado a ella un regalo. Ella dice “así lo haré, papá” pero ella no hace el dibujo.

Puede ser como un estudiante que recibe instrucciones de aprender de memoria un verso de la Biblia o realizar la lección. Esta clase de personas dice “Yo lo haré” pero la Palabra no es llevada al corazón.

A un miembro de la iglesia que promete seguir fielmente en la senda de Dios, por medio de su gracia. A lo que contesta, “Así lo haré” pero no lo hace.

A una persona que lleva mucho tiempo de vida eclesial a la cual se la llamó por teléfono e invitó a venir al Oficio Divino y a compartir la Santa Cena. Él contesta “allí estaré el domingo” y no lo hace ni ese domingo ni los siguientes.

A un pastor que, en su día de instalación, se le pregunta si él cuidará a las personas que Dios le ha asignado y las instruirá conforme a las Confesiones Luteranas. Él dice, “así lo haré” pero no hace lo que ha prometido.

Así es el segundo hijo, así eres tú y así soy yo.

Ahora pasemos a contemplar al tercer hijo de la Parábola. Pero si la parábola habla de dos hijos ¿Dónde está el tercero? Es natural no ver al tercer hijo en esta parábola. Pero allí está. El tercer Hijo es el que habla, el que cuenta ala parábola, es Jesús. Ahora veamos al tercer Hijo. De eternidad el Padre dijo “Hijo, ve y trabaja en la viña”. El Hijo de Dios dijo “voy”, fue e hizo exacta, completa y perfectamente lo que su Padre quiso que Él hiciera.

Él cumplió su Ley por el mundo y por ti. Él pagó por todos los pecados del mundo y eso incluye todos los suyos. Se dio a sí mismo para otorgar vida al mundo y a ti, del mismo modo que anunció al mundo y a su Padre, que le había enviado “consumado es” (Juan 19:30) y siguió diciendo “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). Porque en la cruz él derrotó al engañador de este mundo y a la muerte cuando resucitó de entre los muertos, por ti.
Había dicho que el Consejero vendría, es decir, el Espíritu Santo sería enviado para convencer el mundo de su pecado, para dar lugar a que los apóstoles y los evangelistas pongan por escrito la misma Palabra de Dios y obrar el arrepentimiento en las personas. El Espíritu realiza la inscripción de las palabras de Jesús, el Hijo de Dios, en la Biblia y en el corazón. ¿Qué Palabras?
Pues bien, palabras como estas...

“Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. 29 Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.” Sí, regresamos a ese pecador manifiesto. Él recibe instrucciones de entrar en la viña y trabajar, a lo que contesta que él no lo hará. Pero entonces, luego se arrepintió y entró en la viña. Él hizo un giro de 180º, un cambio de actitud. Si bien dijo que no lo iría, cambió su manera de pensar de ver las cosas. ¿Con quién puede ser comparado? El primer hijo que dijo “No quiero, arrepentido, fue”, puede ser comparado a...

A un niño, pequeño cuya madre le dice que se vista para ir al colegio. Él dice, “no lo haré” pero recibe el regalo del arrepentimiento que lo conduce a Jesús quién le limpia el alma, perdonando su pecado en la absolución a su debido tiempo.

A una niña cuyo papá le dice que vaya a su cuarto y haga un dibujo de agradecimiento a alguien que le ha dado un regalo. Ella dice “no lo haré” pero entonces, así como el leproso solitario, regresa al Señor y le da gracias por su Palabra de misericordia y amor.

Un estudiante que recibe instrucciones de ir a su casa y aprender de memoria un verso de la Biblia. Este dice “no lo haré” pero entonces, el arrepentimiento forjado por el Espíritu Santo, busca el versículo y lo aprende de memoria... “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28).

Un miembro de la iglesia promete seguir fielmente en la senda de Dios, por medio de su gracia. Contesta en su interior “no lo haré”, pero en un momento los remordimientos de conciencia causados por el Espíritu Santo por medio de la Ley, se arrepiente y cae a los pies del Redentor que vino a buscar y salvarlo.

Una persona que lleva mucho tiempo en la congregación a la cual se la llamó por teléfono e invitó a venir al Oficio Divino y compartir la Santa Cena. Que contesta “no podré estar allí este domingo” pero luego, conducido por el Espíritu Santo, recuerda las Palabras del Señor “Toma y come… toma y bebe… es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. (Mateo 26:27-28)

Un pastor al que se le pregunta si él cuidará a las personas que Dios le ha asignado y las instruirá conforme a las Confesiones Luteranas. Él piensa para si mismo “lo haré a mi modo de ver las cosas”, pero como se da cuenta que va por un camino equivocado el Señor lo hace volver a la senda correcta y es alimentado por la Palabra de perdón de Dios.

El tercer Hijo, Jesús, luego hace una pregunta concerniente a los otros dos hijos, el primer hijo que dijo que no iría y pero luego se arrepintió y del segundo que dijo que si iría pero no lo hizo. La pregunta estaba dirigida a que todos sus oyentes deliberen personalmente y contesten, era una respuesta fácil. “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? A lo que contestaron: “El primero”.

¿Qué otra respuesta podía caber? Ciertamente ninguna otra, Jesús presentó esta parábola de tal manera que la respuesta fuese clara para todo el mundo que lo oyó ese día y que lo oirán por el resto de los días. Por lo que Jesús les dice “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. 32 Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle”. (Mateo 21:31-32)

¿Por qué esto es así? Porque, si bien estos pecadores manifiestos, transgresores de la Ley de Dios, son por naturaleza pecadores y sucios, y pecan contra Dios en pensamiento, palabra y obra, han recibido el don de arrepentimiento y buscan a Cristo para su perdón. Seguramente, esto es el por qué vino Juan el Bautista, a llamar a las personas al arrepentimiento y esto es el por qué Cristo vino, a llamar y a dar la bienvenida ellos en su reino, haciéndolo con mucho placer.

Que esos pecadores manifiestos, arrepentidos van al Reino de Dios en lugar de los segundos hijos da indicios del obrar de la Ley y el Evangelio. La Ley aún no ha hecho su trabajo en los sumos Sacerdotes y en los ancianos, así es que no oirán Evangelio. No viene a cuento que admitan que han guardado la ley. Aunque son de Israel no están en el Reino de Dios. No están sedientos del Agua de Vida.

Con toda seguridad el Señor quiere que la Buena Nueva sea proclamada y que ellos entren en el Reino de Dios. Pues Cristo verdaderamente quiere que todos, especialmente los impenitentes, al oír las palabras que traen vida eterna y salvación, entren al reino de su Padre. ¿Qué Palabras? El Evangelio, por supuesto. ¿Pero qué palabras? Pues bien, aquéllos de vosotros que están en el Reino de Dios los saben “Amado hijo, eres perdonado en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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