sábado, 27 de septiembre de 2008

20º domingo después de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

“Labradores de la viña del Señor”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Isaías 5:1-7

La Epístola: Filipenses 3:12-21

El Evangelio del día: Mateo 21:33-43

33 Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. 34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. 35 Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. 36 Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. 37 Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. 38 Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. 39 Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. 40 Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? 41 Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo.
42 Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras:
La piedra que desecharon los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
43 Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. 44 Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.

Sermón

La parábola de hoy es bastante clara. Y a buen entendedor pocas palabras. O como decimos en Argentina: a quien le quede el poncho que se lo ponga. Parece ser que los “principales de los sacerdotes y los fariseos” (vrs. 45) entendieron enseguida que Jesús se refería a ellos, o siguiendo con el dicho: se pusieron el poncho.

La pregunta que nos tenemos que hacer nosotros hoy al escuchar estas mismas palabras de Jesús es: ¿Nos quedará a nosotros también este “poncho”?
Los líderes pillaron rápidamente la idea. Los labradores malvados eran ellos. Se habían apropiado de la viña del Señor. Habían matado a los siervos enviados (los profetas) y el Hijo del dueño (Cristo) correría la misma suerte. El Dueño daría la viña a otros arrendatarios.

¿A quién va dirigida la Parábola hoy?

He leído algunos comentarios de teólogos que en la aplicación de la parábola yerran. Pues dicen que en estos tiempos de secularismo el mundo es quién aniquila a los profetas de Dios y dan muerte a Cristo. Esto no puede estar más lejos de la realidad. Este tipo de malas aplicaciones lo que hacen es esquivar el efecto que la ley quiere producir en nosotros. Proyectar la acusación y la culpa en el “mundo” es lo más simple y pernicioso a la vez. La parábola va dirigida a las instituciones religiosas. A los líderes espirituales del cristianismo. A los creyentes. Y nos pregunta directamente ¿estás tú y tú iglesia matando la palabra de los profetas, de Cristo y adueñándose así de la viña del Señor?

LA LEY

La parábola surgió el efecto de ley para los líderes judíos. Los acusaba de algo, y ellos se percataron rápidamente. Como sabemos la ley cumple tres funciones distintas:

1- Espejo. Es decir nos muestra nuestros pecados.

2- Freno. Es decir que ejerce de tope para cuando queremos ir más allá de ella

3- Guía. Nos muestra cómo debemos comportarnos.

En el caso de los sacerdotes y fariseos es evidente que el primer uso de la Ley fue el que los afectó en primera instancia. Se sintieron acusados por un pecado: No solo matar a los siervos, sino también al “hijo del dueño”.

Pero en verdad no era un pecado puntual cometido por ellos, sino de la institución que ellos formaban parte y representaban. Era una acusación al judaísmo instituido que se había apartado de la voluntad de Dios para seguir doctrinas y criterios de “hombres”. Lo condenable eran las ideologías contrarias a la voluntad de Dios que llevaban a estos hombres a querer matar al Hijo del Dios. Y esto aún no había acontecido porque Jesús aún no había sido crucificado. Pero toda actitud humana proviene de una idea.

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!” Mt. 23:37
Seres obcecados por doctrinas erróneas que en el nombre de Dios van en contra de Dios. Recordemos al apóstol Pablo persiguiendo cristianos y por ende a Cristo y su Palabra: “Saulo ¿Por qué me persigues?” Porque una doctrina errónea siempre va en contra de Cristo. Siempre atentará contra él y su Palabra de verdad. Y eso se plasma en actitudes y acciones concretas. Pues la doctrina (la Palabra) es la que te lleva a actuar.

Por ejemplo, si en la Santa Cena decimos que eso que comemos y bebemos bajo el pan y el vino no es el cuerpo y la sangre de Cristo y que él no está verdaderamente presente ahí, estamos aniquilando, mutilando, cambiando, persiguiendo o contradiciendo la expresa palabra de Cristo confirmada por el apóstol Pablo. Como consecuencia de esta doctrina falsa los participantes hacen acto de presencia en un ritual vacío o vaciado por hombres. ¿Y qué beneficio trae esto? Ninguno.
Pues quitan del medio a la piedra angular diciendo: Aquí no está Cristo. Aquí no puede estar. ¡Y mientras dependa de nosotros no estará jamás! No es un tema sin cuidado, y como este podemos abordar muchos más.

En muchas ocasiones me echan en cara que los luteranos ya aburrimos con el tema de la doctrina. Lo reconozco y puede que eso nos juegue en contra y perdamos popularidad. Pero ¿de qué vamos a hablar los cristianos sino de la doctrina de Cristo? Y no nos dejemos embaucar, pues todos, incluso los que no quieren hablar de doctrina, hablan y predican doctrina. Todos sostenemos y formulamos doctrina en la que creemos.

¿El sentido de la doctrina?

Los profetas anunciaban y señalaban a Cristo. La última muestra de esto fue Juan el Bautista. Y el anuncio de la Ley se hacía para que conscientes de la imposibilidad de cumplirla, tomen conciencia de su situación y miseria, y se arrepientan y caigan rendidos clamando misericordia a Cristo. Allí viene la Buena Noticia de Perdón.

“De manera que la ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe”. Gá. 3:24

“Escudriñad las Escrituras, ellas son las que dan testimonio de mí”, dijo el Señor. Toda la Escritura nos lleva única y exclusivamente a Cristo y su perdón. Si nos desviamos de este sentido estaremos aniquilando la obra de Cristo.

Pues sí, tanto la ley como los profetas predicaban, señalaban y llevaban a Cristo. Pero como esto no era lo que querían oír, “no molaba”, mataban a los profetas y distorsionaban el verdadero sentido de la Ley a su antojo y capricho. Aniquilaban al salvador para erigirse ellos como auto salvadores a través del cumplimiento de la Ley. Pero el primer sentido y el más importante de la Ley es desesperarnos. Mostrarnos nuestra imposibilidad. Nos muestra lo feo que somos. Lo malo que somos. Y nos hace correr espantados hacia Cristo. Clamando misericordia, perdón y salvación. Pero si la ley la usamos como un medio de justificación propia, nos volvemos fariseos.

Pues le cambiamos el sentido a la ley y el Evangelio pierde su fuerza salvadora y la gracia de Dios pasa a ser una simple palabra desvirtuada. La ley no nos sirve más que para llevarnos a Cristo o a la condenación.

¡Queremos milagros!

En ocasiones creemos que hace falta algo más que la Palabra y anhelamos milagros como el medio más acertado para confiar en Cristo. Pero lo cierto es que ni ver a los muertos resucitar puede generar fe. Jesús nos envía a Moisés (la ley) y los profetas (anuncio de Cristo) Lucas 16:27-31. Pues la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios. Y fuera de la Palabra de Vida (Cristo) no hay fe, perdón ni vida. Está todo atado y ligado así.

Pero los seres humanos no nos conformamos con eso. Queremos hacer algo de nuestra cosecha. Queremos poner un sello que refleje nuestra huella o marca. O milagros u obras. Ese es nuestro mal. Queremos más que lo que Dios nos da. Más de lo que necesitamos.
2ª Crónicas 36:14-16 nos relata cómo tanto el gobierno, los sacerdotes y el pueblo de Israel se mofaban de los profetas que él Señor enviaba por misericordia de ellos. Esta actitud no era contra los profetas en particular sino contra la Palabra de Dios que ellos trasmitían. Y ese es el problema de fondo y el más grave, ya que es un atentado contra Dios.

El Señor nos manda a oír a los profetas que él envió y no a anularlos. Pero no se refiere a esta clase de iluminados mordernos que dicen ser profetas al son de las bobadas que van soltando. Ni tampoco habla el Señor de las leyes que los “hombres” van imponiendo según les va pareciendo a antojo y capricho o según el estado de ánimo del pastor de turno. Se refiere a su doctrina de justificación. Al sentido profundo de su obra redentora. A qué buscar de él y dónde encontrarlo: Perdón en la Palabra y los sacramentos seguir andando.

¡Abre tus ojos!

¿La culpa de los líderes libra a los oyentes? La parábola hace clara referencia a los profetas enviados al pueblo y que el pueblo de Dios mataba porque no decían lo que ellos querían oír. Porque profetizaban (predicaban) la Palabra que Dios les daba. Pero eso a los líderes y al pueblo que los seguía no les parecía “guay”. Tanto es así que ya había profetas que se dedicaban a decir lo que el pueblo quería escuchar. ¿Os suena de algo esto? Pues sí, hoy son plagas éstos.

Por esto es importante saber a qué organización pertenecemos o nos asociamos. Cuál es su trasfondo, etc. Hoy proliferan las agrupaciones, las hay de las más variopintas. La religión siempre fue objeto de mercado. Hoy más que nunca ellas se basan en la OFERTA-DEMANDA.

¿A ver quién es el guapo de la jerarquía Católica que se atreve a denunciar el paganismo de muchas de sus fiestas? Quizás alguno lo murmure dentro de su cuarto. Lo más “normal” es que se justifiquen diciendo que todo los que pasa alrededor de la fiesta no es parte de la iglesia, sino del pueblo. La doctrina de Dios se malvende rápidamente en el rastro por no espantar a la “clientela”.

Pero en el ámbito “evangélico” pasa más de lo mismo. Pues el “éxito” del mercado religioso es tener a muchos miembros, con diversidad de doctrinas eso sí. Te puedes encontrar a dos “hermanos” que piensan, creen y confiesan dos cosas totalmente diferentes y contradictorias del mismo Padre celestial, y no pasa nada. “¡En la variedad está el gusto! ¡Viva la diversidad doctrinal! ¡Eso enriquece!” gritan algunos. Mientras el caos y la confusión reinan. Nadie quiere hablar de doctrina en voz alta. Las denominaciones hacen la vista gorda.

De esta forma Cristo se convierte en su “comodín”, que lo usan y sirve para todo. Es la palabra mágica que al pronunciarla te abre la puerta del ecumenismo falso. Es la marioneta en manos de los titiriteros de nuestros días. Ya no persiguen la idea de Cristo, o su imagen, porque es parte del mercado. Lo que se hace es vaciar a Cristo como a un muñeco. Quitar su Palabra, su doctrina y sólo usarlo como “logo, distintivo o marca registrada”. Así, como los religiosos judíos cambiaron el sentido de la ley y se alejaron de Cristo, hoy muchos cambian el sentido de Cristo y se alejan de él aun manteniendo su nombre en su boca, su camiseta o página web. Ya no se mata a Cristo. Ni falta que hace. Ya no se “persigue a nadie” hoy día. Todo se incorpora al mercado. He llegado a escuchar “hermanos” decir: la doctrina divide, Cristo nos une. Pero ¿qué Cristo? Éste que es mudo. Que no dice nada. El Cristo muñequito. Ése es el que une en la ambigüedad y el disparate.
Pero ese no es Cristo.

¿Hay perfección?

En toda agrupación hay “excepciones”. Hubo entre los judíos quienes no actuaron así, ni tergiversaron el sentido de la ley. Hay católicos Romanos que creen en Jesús como único medio de salvación y hay luteranos que mejor perderlos que encontrarlos. Aquí no hablamos de personas puntuales. Todos seremos juzgados individualmente pues la fe es algo personal, que si bien necesitamos compartir, no podemos donar a otro.

Pero sí es importante saber cual es la doctrina oficial de la institución a la que pertenecemos. Pablo les escribía a las congregaciones para que no se le cueles falsos profetas y falsas doctrinas. Había que separar a esta gente, pues ahí radica lo importante. ¿Qué creemos? ¿Qué confesamos?

¿Qué hacemos como consecuencia de ello?

No son pocos los casos de personas que con muchas buenas intenciones y algo de irresponsabilidad se metieron en organizaciones que resultaron fraudulentas. En cuestiones de espiritualidad el mercado está saturado. Cuando Cristo lanza aquella pregunta retórica diciendo:
Cuando regrese el Hijo del hombre ¿hallará fe en la tierra? Es para que pensemos seriamente en ello. Pues los que dicen “señor, señor” proliferan, pero ¿la fe en el verdadero y único Cristo? ¿La fe salvadora? ¿La fe que nace por la Palabra y se aferra a la Palabra de Dios y la confiesa en su pureza y verdad? Eso ya es otro cantar.

La viña de Dios fue “arrendada” a gente que produce los frutos del reino. “Misericordia quiero y no sacrificios”. Se traspasó el reino. ¿A quién? ¿Quién es el pueblo de Dios ahora? La iglesia es el nuevo pueblo. Un pueblo adquirido por Dios (2ª Pedro 2:9-10). Pueblo que creen en Jesucristo y que produce frutos del reino y no de la ambición humana, ni del idealismo ni de la lógica, razón, inestabilidad, emotividad humano, sino los del espíritu.

Según la parábola, tú que eres cristiano porque te ha sido dada la fe, necesitas ver la ley de este texto. No descartes la piedra angular. No produzcas otros frutos ni intentes mezclarlos. Ten cuidado de qué es lo que predica tu congregación o iglesia. Mira a ver cuáles son sus doctrinas, pues muchas veces no basta con decir “Señor, Señor” para ser parte del reino. Los fariseos tenían un muy buen ritual de adoración para con Dios, sin embargo desecharon su Palabra y a su hijo. Pide perdón. Pide a Dios Sabiduría. Estudia a conciencia la Palabra de Dios. Nutre tu espíritu con la Palabra y los sacramentos y predica a CRISTO. Amén.

Pastor Walter Daniel Ralli.

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