domingo, 15 de marzo de 2009

3º Domingo de Cuaresma.

Si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestro corazón Salmo 95: 7b-8

Sed hacedores de la Palabra, y no tan solo oidores Santiago 1:22a

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Cristo es el Templo viviente de Dios”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Éxodo 20.1-17

La Epístola: 1 Corintios 1.18-31

El Evangelio: Juan 2.13-22

13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, 14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. 17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. 18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. 20

Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? 21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.

Sermón

Cuenta una anécdota que cuando un sacerdote iba a la casa de unos fieles a dar misa y se disponía a dar las pláticas del Oficio, siempre andaba por allí el gato de la familia distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato mientras durara el Oficio.

Con el tiempo el sacerdote se hizo mayor y dejó de de ir a dicha casa, siendo reemplazado por uno más joven, esto no impidió que aquella familia siguiera atando al gato durante el culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al Templo para poder atarlo durante el Oficio.

Siglos más tarde, los discípulos del sacerdote escribieron doctos tratados acerca del indispensable papel que desempeña el gato en la realización de un culto y que sin él no se podría realizar como es debido.

Algo similar les ocurrió a los Israelitas y nos ocurre a nosotros. Solemos quedarnos con los símbolos y no con el contenido de las cosas. Veamos el Evangelio de hoy y descubramos como Dios obra en nosotros para que nos aferremos a él y disfrutemos de la plenitud de la vida que nos ha dado.

El Templo en la época de Jesús era fácil de identificar. Era un edificio magnífico y muy grande. El lugar era protegido cuidadosamente y allí eran transmitidas las ceremonias y tradiciones. Los enseres que adornaban y cada cosa que se usaba eran artesanías de preciada calidad, cada detalle había sido dictado por Dios. Si bien el Templo era imponente como construcción habría que preguntarse qué era lo que lo hacía Templo. Porque había otros edificios igual o más grandes y majestuosos. Existían otros patios y altares donde los animales eran
sacrificados, existieron muchos sitios donde se enseñaban las cosas de Dios. Entonces ¿qué lo hacía tan especial, qué tenía para que este edificio sea considerado “el Templo de Dios”?
La diferencia con otros edificios era solamente una: Dios estaba allí. Ésta era su casa. Cuando el templo fue completado por Salomón, el Señor entró allí en una nube de gloria. Él vivió allí, escondido detrás de una cortina gruesa, presente en medio de su pueblo. Si alguien quería encontrar a Dios, iba al templo: Es ahí donde él prometió estar. Eso era lo que le hizo ser El Templo. Como Jesús dijo, fue la casa de su Padre.

El templo fue El Templo porque Dios vivía allí. Todo en el templo fue diseñado para señalar dos cosas: En primer lugar era que Dios vivía allí en medio de su Pueblo. Este era el motivo por el cual los sacrificios eran ofrecidos en el templo y no en otra parte. En segundo lugar, esos sacrificios proclamaban que las personas serían salvadas de sus pecados por un sacrificio superior: Señalaban a Jesús, el Hijo de Dios, el Sacrificio por los pecados de mundo. Ese edificio era un monumento a y de la fidelidad de Dios.

Pero a los Israelitas se les olvidó, confiaron más en el edifico que en Dios que lo habitaba. Si Dios se fuera a otro edificio no le hubiese importado. Esto es lo que ocurrió en el Antiguo Testamento. La nación de Israel se corrompió, los sacerdotes dieron por supuestos sus deberes, descuidando las ceremonias y enseñanzas de la Palabra de Dios. Sus acciones indicaban que la presencia del Señor no les importaba. Este fue el inicio de un gran problema: Una vez que las personas olvidaron que la presencia de Señor daba sentido a todo lo que se vivía en el templo, no tardaron en adorar a otros dioses que les parecían más especiales y accesibles. Gradualmente, los ídolos y las imágenes grabadas fueron ingresando al templo. Les parecía razonable que el único Dios verdadero compartiera su espacio con otros dioses inferiores, al fin y al cabo había que llegar a todas las
personas, creyesen lo que creyesen. Pero no fue el caso. El Señor dejó el templo.

Él no impone su gracia y su presencia a la fuerza en las personas, ni comparte su gloria con dioses falsos. Si las personas no creen necesitar su ayuda y salvación, simplemente se retira y deja las falsas apariencias de dioses muertos. Buscará profetas que proclamen su Palabra para hacer que dichas personas se arrepientan de haberlo cambiado y vuelvan a creer en él.

Así lo hizo. El Señor se retiró de ese edificio. Pero por la ceguera que produce la idolatría produce en las personas, pocos en Israel se dieron cuenta de dicha ausencia. Aún contaban con el edificio, así que suponían que Dios estaría allí, pero no era así. No le querían, así es que él se había ido de allí. Pero llegó la sacudida cuando los babilónicos destruyeron el edificio del Templo. Se preguntaban ¿Cómo pudo ocurrir esto si Dios estaba allí? La respuesta: Él no ya no estaba allí. Pero él estaba detrás de los acontecimientos, seguía presente con su pueblo a fin de salvarlos. Con el tiempo el templo fue reconstruido otra vez en los tiempos de Herodes. Dios moraba con su pueblo, escondiendo su gloria detrás de paredes de piedra y una gruesa cortina. Además él estaba planeando y concretando algo aun mayor que ese templo, ya que “El Templo” llegaría a ese pequeño templo de piedra. De esto nos habla el Evangelio de hoy.

Recordemos que el Templo está donde Dios está presente con su pueblo. Así comprenderemos que es posible que un templo no sea iglesia, por más bonito que sea el edificio y también es real que la iglesia existe sin necesidad de edificios. En el evangelio de Juan se nos dice que el templo ha sido convertido en un mercado.
Venta de animales para los sacrificios a altos precios, cambio de dinero de manera usurera, etc. El foco del templo ya no está en la presencia de Dios y su misericordia. Ahora la mayoría piensa que Dios lo amará si él sólo
paga el precio correspondiente. Jesús plantea la solución al problema. Se hace un látigo y expulsa a los comerciantes del templo, “No hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”. Acusación directa de Jesús de que el centro de todo no está en el Señor y su gracia liberadora. Ahora la atención está en la obra del hombre en lograr un acuerdo y que este le proporcione ganancias. Dios todavía está presente allí, por eso Jesús llama al templo “la Casa de mi Padre”. Pero parece que una vez más la presencia de Dios está incomodando y estovando los deseos y pensamientos de las personas.

Sin lugar a dudas las acciones y palabras de Jesús causaron un gran revuelo en el templo, conteniendo la furia algunos se atreven a interrogarlo diciéndole “¿Qué señal nos muestras ya que haces esto?”. Exigen mucho.

Están convencidos de tener un buen negocio que incluso beneficia al templo. Y están convencidos de que Jesús está dañando no solo su trabajo sino la imagen de su propio dios.

La respuesta de Jesús los deja perplejos, “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. La contra respuesta no se hace esperar “se han necesitado cuarenta y seis años para construir este templo, y lo levantaras en tres días”. Juan nos aclara el motivo de la confusión: “más el hablaba del templo de su cuerpo”.

Recordemos las afirmaciones anteriores ¿Cuál es el Templo? El templo está donde Dios habita con su gracia con su pueblo. A lo largo del Antiguo Testamento la morada de Dios fue un edificio de piedra con una cortina pesada. Los judíos se preguntan“¿Quién se cree que es este Jesús?”. Lo que no llegan a creer es que Él es el Hijo de Dios hechos carne. Dondequiera que Jesús está, Dios habita con las personas. Jesús es El Templo ambulante, móvil. Donde él está, Dios está, porque él es Dios. Ese templo hecho de piedra le señala a él, Jesús ahora intenta dirigir la atención de estos hombres enojados hacia él. El Templo no está formado por piedras inertes, sino por la presencia de Dios. Jesús es el templo Dios morando entre las personas. También es El Sacrificio que perdonará todos los pecados y por eso habla de la destrucción del templo. Sabe que los clavos atravesarán sus manos y sus pies en una cruz. Esta será la última destrucción del templo. Pero Jesús cumple con su Palabra y se levanta otra vez a los tres días de su muerte.

Notemos lo qué ocurre en el templo de piedra en el momento que Jesús muere. El Velo que separaba a las personas de la presencia de Dios se rompe en dos, de arriba abajo. Sí, esto es un signo que no hay más necesidad de sacrificios animales para expiar los pecados. Pero también es la declaración del Señor que él ya no está presente en ese templo. El edificio estará allí por unos cuarenta años, más o menos, pero Dios estará presente en otro sitio.
¿Dónde? El Señor estará presente dondequiera que Jesús este, porque Jesús es el Señor, es verdadero Dios.

Jesús es el Verbo hecho carne. Por consiguiente, dondequiera que el Verbo es proclamado, Jesús está presente en medio de su pueblo. Agregue al Verbo algo de agua y Jesús está presente en medio de su pueblo en el Santo Bautismo.

Oigamos su Palabra en la gran declaración de su presencia en la Santa Cena o Eucaristia: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa… les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. Jesús está presente con su Gracia por medio de su Palabra y Sacramentos. Por consiguiente, donde encuentres su Palabra, sea de manera leída o proclamada en toda su verdad y pureza y los sacramentos sean administraron según su Voluntad, encontrarás a
Jesús. Y dondequiera que Jesús está, allí está el Templo de Dios. Eso también es válido para cuando estás solo y meditas en su Palabra en tu casa o trabajo.

Por esto es que puedes estar alegre ¡El templo viene a ti! Hace mucho tiempo, tendrías que peregrinar al templo en Jerusalén para estar en la presencia del Señor, pero ya no es así. ¡El Señor viene a ti! Él está tan presente con su gracia aquí, hoy, como lo estuvo en el Lugar Santísimo del Templo, rodeado por una nube de gloria. Por esto es que este sitio, sea un salón, tu casa, tu habitación o una edificación llamada “iglesia” puede ser considerado como un santuario, un lugar sagrado, porque Dios viene aquí para ti. Esto lo puedes ver de manera palpable durante la Santa Comunión o Eucaristía, donde el pan y el vino son cubiertos por un velo hasta que este velo, que nos recuerda la cortina en el templo detrás del cual el Señor vivió, es quitado. Pero en el tiempo de la Cena de Señor, el velo desaparece, por eso es que recibes el cuerpo del Señor y la sangre, con, en y bajo el pan y el vino, allí estás en el lugar santísimo. Estás en la presencia
de Dios.

De esto es lo que se trata el Oficio Divino. Dios está presente aquí a su manera dándonos su Gracia. Tú estás en la presencia de Dios, recibiendo su gracia por medio de su Palabra y Sacramentos. Esto es el por qué llamamos “Oficio Divino”, porque es Dios el que Oficia para tu bien, es quien está a tu servicio, perdonando tus pecados. Porque Dios nos honra con su presencia aquí es que es un Oficio Divino y bondadosamente nos visita para perdonar nuestros pecados, es por esto que su gracia y su presencia siempre son el foco de nuestro Culto.

Nada en este servicio te debería distraerte de él. Esto es por esto que el Oficio siempre se basa en su Palabra y Sacramentos, pues allí se hace presente. Así es como él mora entre nosotros.

En el Antiguo Testamento, los Israelitas se aferraron solo a las paredes del templo para decir que Dios estaba aún allí. En nuestros días, muchos tienen falsas ideas y erróneamente teorizan de si Dios está aquí o allí, cerca o lejos. Pero desde el punto de vista bíblico Dios no puede estar allí en absoluto. Otros que han abandonado completamente la Palabra del Señor y los Sacramentos y aún así creen ser “La Iglesia de Dios”. Abiertamente niegan la autoridad de las Escrituras.

Para otros el mensaje de Dios es solo un activismo social, de protestas a
decisiones políticas como el derecho al aborto o los derechos para los homosexuales. Lo que muchos buscan con esto es ser supuestamente útiles y dignos de alabanza por parte el mundo. Pero mientras creen ser la Iglesia, nos
surge esta pregunta: ¿Jesús está allí presente perdonando pecados? En muchos casos lamentablemente no lo está.

No es que él no sea fiel, es que han eliminado la manera por la cual él se hace presente, y no le quieren allí.

Podría ser llamados iglesia por la cantidad de personas o por el edificio, pero Jesús no está allí y no hay perdón o seguridad de vida eterna, no se puede llamar a ese grupo de personas Iglesia.

Él nos congrega aquí, a pesar de la diferencia de edades, de orígenes, Él nos ha llamado a ser “Su pueblo”.

Por su Gracia, él perdona al bebé, al niño, al joven, al adulto, a los ancianos, a los solteros y a los casados, sin distinción o apariencia. Por su gracia, te puedo afirmar que tienes el perdón de todos tus pecados y por esa Palabra es que eres perdonado. Ahora puedes seguir adelante para con las vocaciones que Dios te ha dado, de ser padre, madre, hermano, vecino, amigo, estudiante o empleado.
Para ello tienes un hecho firme e inamovible y es que no depende de tus fuerzas o valor, el llevar esto a cabo.

El Señor es quien murió en la cruz para tu redención y quien viene a ti para perdonar tus pecados. Él está presente en su Palabra y Sacramentos para darte perdón, vida y salvación. El Templo que se destruyó por tu pecado fue levantado tres días más tarde y nunca será destruido otra vez y constantemente te visita para
compartir esta inmortalidad contigo.

Afírmate en la verdad de que el Señor está presente con “su Pueblo” y por eso lo está contigo. Te reúnes aquí, porque él está presente para darte vida. Está presente aquí y dondequiera que su Palabra sea predicada en su verdad y su pureza, y los sacramentos sean administrados según su voluntad. Él está presente en las arenas desérticas de tus problemas, donde no encuentras una salida a ellos y recuerdas un pasaje de la Biblia y te aferras a las promesas de que Dios es quien te guía en la vida y te lleva por sus caminos, aunque hoy no los entiendas.
Él está presente en el Evangelio oído en la cama del hospital dónde alguien nos ha recordado de que Dios no abandona a los suyos y que en esta tierra habitamos en tiendas de campaña esperando ir al edificio eterno construido por Dios, dónde no tendremos más sufrimientos.

Él está presente en el himno que cantamos para cobrar fuerza en un momento de preocupación por nuestras familias y allí se nos afirma que Dios es nuestra paz y esperanza.

Esta esperanza no decepciona, porque tienes la esperanza de vida eterna. Si vivimos o morimos, somos del Señor. Apocalipsis 21 describe algo del cielo y allí no hay templo porque no hay necesidad de que el Señor encubra su Gloria.
Redimido de tu pecado y resucitado para vida eterna, podrás mirar fijamente su gloria y podrás regocijarte. Presente con su pueblo, “Enjugará toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Esto es verdad y realidad para ti, hijo de Dios; Porque el Señor está presente, aquí y ahora, afirmándote en esta espectacular noticia: Eres perdonado de todo sus pecados en nombre del Padre y del Hijo de Dios y del Espíritu Santo. Amén

Atte. Pastor Gustavo Lavia

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