sábado, 9 de mayo de 2009

5º Domingo después de Resurrección.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

“Dios Patrocina nuestro encuentro por su Espíritu”
Textos del Día:
Primera lección: Hechos 8:26-40
La Epístola: 1 Juan 4:1-11

EVANGELIO DEL DIA

Hechos De los Apóstoles 8:26-40 26 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. 27 Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, 28 volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. 29 Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. 30 Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? 31 Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. 32 El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. 33 En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. 34 Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? 35 Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. 38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. 39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. 40 Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.


Sermón
Es muy interesante pensar que mientras nosotros estamos ocupados en nuestras actividades, Dios está preparando los corazones de las personas para que conozcan su Evangelio. Visualizar el obrar de Dios desde esta amplia perspectiva nos hace ver que todo está en sus manos. Su providencia divina sustenta la predicación del Evangelio. Él tiene un plan y te hace parte de él. Mientras tu duermes, trabajas, estudias o te recreas, el Espíritu incansablemente sigue haciendo su labor. Te sigue preparando “citas”.
Oír al Espíritu
Debemos ser más y más sensibles al actuar del Espíritu y tener nuestro entendimiento espiritual atento. Sé que este es un tema complejo porque tendemos a los extremos, y debemos cuidarnos de no tomar el nombre de Dios en vano diciendo “es que Dios me ha dicho”, una frase que algunos usan de excusa para hacer su propia voluntad. Lo que Dios tenía para decir ya lo ha dicho en su Palabra, y nos lo dijo a todos por igual. Dios desea que los seres humanos le creamos que en Cristo él nos perdona todos nuestros pecados y nos da la salvación. Y por este motivo el Señor nos envía a anunciar este mensaje a “toda criatura”. Porque Dios estableció valerse de los cristianos para dar a conocer su mensaje. Y es ahí donde entra el trabajo personal que el Espíritu Santo hace con nosotros, usándonos como instrumentos para hacer la voluntad de Dios, que es la predicación de su evangelio.
Por lo tanto tengamos por cierto que el Espíritu Santo es real y actúa en nosotros a través de la Palabra. En muchas ocasiones por nosotros mismos no haríamos cosas que consideraríamos, por el motivo que sea, inviables, inadecuadas, ridículas, vergonzosas, etc. En esto de dar a conocer el Evangelio pensamos mucho en las consecuencias negativas y ello nos frena para actuar con libertad y naturalidad. Por lo general intentamos movernos por “terrenos seguros” y tendemos a cortarnos o ser excesivamente precavidos. El miedo a ir a otros siempre está latente, más cuando no los conocemos o son diferentes. Miedo al rechazo, a la exposición, etc. Necesitamos autoridad, convicción y certeza para ir sin miedo al encuentro del otro. Y eso lo da el Espíritu Santo.
Movidos por el Espíritu
Por eso el Espíritu Santo trabaja en nosotros. Quizás alguna vez hayas pensado en alguien o tenido un impulso de hablar de Cristo a alguna persona, o simplemente el deseo de acercarte para decirle si necesita algo. Está claro que si nunca salimos de nosotros mismo jamás vamos a encontrar oportunidades. Por eso el Espíritu Santo movió a Felipe a ir hacia el Etíope. El Espíritu es quien nos mueve, motiva y rompe aquello que nos hace quedarnos estáticos o evitar a los que son diferentes. Necesitamos un empujón extra y el Espíritu Santo es el que nos lo da. Cuando tengas el deseo o pienses en alguien para hablar de Cristo ten por seguro que es el Espíritu Santo quien te mueve, ya que tu propia carne rehuirá a eso y el Diablo no está interesado en que anuncies a Cristo.
La universalidad del mensaje
A toda criatura. Cristo dio su vida por todos y cada de los hombres y mujeres que habitamos este mundo. Cristo no discriminó a nadie. Esta es una doctrina que sustenta la Palabra de Dios y la iglesia Luterana. Por lo tanto puedes estar seguro que Cristo amó y murió por tu enemigo también y desea que sea salvo y venga al conocimiento de la verdad al igual que lo has hecho tú.
El problema de la discriminación es una cuestión del pecado humano y no de Dios. Su obra es para todos, sin excepción ni acepción de personas. Todos somos pecadores y estamos caídos por igual. Y no hay mérito ninguno en nosotros que nos hace ser mejores que los demás o estar en una situación de privilegio delante de Dios. Cristo murió por todos, por el judío, por el musulmán, por el budista, por el agnóstico, por el negro, por el colorado, por los que tienen pecados públicos y por los que los esconden.
La universalidad de la obra y el mensaje de Cristo nos sacude ya que el Señor murió por la prostituta, por el cliente y por el proxeneta. Cristo no murió solo para los “socialmente buenos y respetables”, sino por todos y cada uno de los seres humanos, sin distinción. Nosotros no debemos discriminar a quién darle el mensaje. Cristo nos envía con los que hay afinidad pero también a los que nos son diferentes, incluso al que me es enemigo. Está claro que sin el Espíritu Santo esta tarea es imposible, pues nuestra carne y el diablo se oponen abiertamente, incluso a veces con excusas ingeniosas, a esa tarea.
Por dónde comenzar
Sin embargo “Todas Las naciones” comienzan en alguien. De hecho a Felipe se le envía de Samaria, una región poblada, a un lugar solitario, dónde un solo hombre era la causa de su envío. Debía ir por un camino poco transitado y desértico. Esto pudo haberle sonado extraño a Felipe, incluso pudo haber pensado en ideas mejores, sin embargo el relato nos dice que Felipe obedeció.
No siempre tenemos grandes masas dónde exponer el Evangelio, pero para Dios es importante cada individuo, al punto que envía a Felipe al etíope. Muchas veces nos preguntamos ¿vale la pena el esfuerzo por un solo hombre? Y nuestra iglesia luterana en España tiene experiencia en eso. Debemos tener presente siempre que Cristo murió por cada uno de los seres humanos y su muerte por cada uno de nosotros valió la pena.
El etíope cayó en buenas manos
El etíope era un alto funcionario extranjero, con certeza de raza negra. Aparentemente era un prosélito judío, impedido de ser parte plena del pueblo por ser eunuco. Leía con avidez el texto de Isaías pues realmente estaba interesado en su salvación. Pero no entendía. Seguramente en Jerusalén o en la sinagoga de su país le sobrarían los maestro dispuestos a explicarle las Escrituras pero ¿podrían haberle dado luz los religiosos judaizantes sobre la duda del Etíope? ¿De quién está hablando el profeta Isaías?
Es muy importante saber quiénes son los maestros que nos cruzamos en el camino. Los hay que son ciegos guías de otros ciegos. Pero tú eres uno que puede ayudar a muchos. No dejes pasar la oportunidad, pues la gente que está deseosa de aprender puede caer en manos de personas que no siempre tienen claridad para enseñar la verdad del evangelio. Felipe asume el desafío y va al etíope ¡Que bendito ejemplo el de Felipe! ¡Señor, danos la obediencia y la claridad de Felipe!
La Palabra es el medio, Cristo es el tema
Astutos y mansos. No nos envía con espada y recordad que nuestra lengua puede ser una espada afilada que produce muerte. Debemos evitar los complejos de inferioridad, pero también los de superioridad. El medio es la Palabra y el centro es Jesucristo. Hay muchas personas a tu alrededor como el etíope que están en contacto con la Palabra pero que no entienden. Tú puedes alumbrarle el camino, pues “¿cómo oirán si no hay quien os predique?” El texto que Felipe oye es el de Isaías 53. El corazón del mensaje del Evangelio. No se enreda en otras cuestiones, sino en exponer a Cristo y su obra a través y con las escrituras. Como diría Pablo: “Solo a Cristo y a este crucificado”
Dios nos ha enviado, y la iglesia te envía a través del llamado que tienes como “sacerdote universal”. Tú debes seguir creciendo en el conocimiento y la vivencia de la Palabra. Es verdad que hay personas que fueron llamadas a cargos diferentes y no todos los miembros del cuerpo de Cristo cumplimos las mismas funciones. Hay dones repartidos. Sin embargo compartir el Evangelio es algo tan simple como decir lo que crees. Dar testimonio de la obra de Cristo. No se trata de convencer con argumentos elaborados, sino compartir a través de la Palabra como hizo Felipe. No desde la superioridad, sino desde la humildad y simpleza. Y aunque no todos estén tan receptivos como el etíope, debemos seguir.
Intencionalidad del envío.
Debemos tener convicción e intencionalidad. Dios la tiene. Dios está seguro de su plan de salvación y apuesta por él. Está convencido que el camino debe ser “la locura de la predicación”.
La pregunta que debemos hacernos nosotros es: ¿estamos tan convencidos nosotros? Y cuando hablamos de predicación no nos referimos a el púlpito en exclusiva, sino a la presentación del Evangelio que todos y cada uno de los cristianos hacemos bajo el lema “Creí, por lo cual hablé”. Necesitamos tener la intención de hablar.
Las diferentes situaciones
Las situaciones adversas Dios las puede usar como oportunidades. Pablo consideraba que cada situación que vivía era una magnífica oportunidad dada por Dios para anunciar su glorioso mensaje, ya sea que estuviera preso, o haciendo tiendas de campaña, para él todas eran oportunidades.
Pero ¿qué hubiese sucedido si en Felipe hubiese prevalecido su carne (recordemos que lucha contra el espíritu) ahogando el impulso del Espíritu? Seguramente Dios habría hecho su obra igual pues dice que si nosotros no hablamos hasta las piedras podrían ocupar nuestro lugar, incluso una vez se valió de una burra para hacerlo. Pero el caso sería que Felipe no aparecería en la historia como el hombre que se dejó guiar por el Espíritu, sino como el que pecó resistiendo al Espíritu. Lo mismo pasa con nosotros, La obra se hace igual, el tema es: ¿en qué lugar quedas tú en la historia?
Tenemos casos como el de Jonás en dónde se resiste a hacer la voluntad de Dios. Debemos recordad que anunciar el Evangelio es un mandato, no es una opción. Es la voluntad de Dios claramente expuesta en su palabra. Es un bendito privilegio que se nos da de amar a Dios y a nuestro prójimo al que le sirvo anunciándole o recordándole que Cristo dio su vida por él para perdonarle sus pecados y darle vida eterna. Es un fruto, una consecuencia lógica y natural de nuestra fe “creí, por lo cual hablé”, “No podemos dejar de hablar de aquello que hemos visto y oído”. La gran comisión nos involucra a todos. Quizás nos seas catequista, ni maestro de escuela bíblica, ni evangelista, ni pastor, pero eres un hijo de Dios que conoce un hermoso mensaje que tiene el poder de cambiar la muerte en vida. Que puede hacer que el ciego vea. No te dejes vencer o convencer por las excusas que pone nuestra carne, déjate guiar por el Espíritu Santo quien te guía a otros y haz de cada situación una oportunidad.
El ministerio de catequético
Exponer la Palabra de Dios es amar y servir a Dios y a mi prójimo. ¿Entiendes lo que lees? Le preguntó Felipe ¿Y cómo podré si alguien no me enseña? Le contestó el etíope ¡Que bendita tarea la de los maestro de la fe! Aquellos que dedican su tiempo a exponer y explicar el contenido de la Palabra de Dios. El objetivo siempre es Cristo. Unir a Cristo. Pues como dice el evangelio de hoy “separados de Cristo nada podemos hacer”
Es interesante notar que la exposición del Evangelio incluyó la necesidad del bautismo que movió al etíope a preguntar ¿qué impide que yo sea bautizado?. El bautismo es una doctrina que nunca deberíamos dejar afuera en nuestra exposición de Evangelio. El Eunuco no podía ser plenamente parte del pueblo de Israel por su condición, en el bautismo no hay acepción de personas, ni siquiera los bebes, sino que todos somos hecho hijos de Dios en él. El hecho de que se tratase de un adulto hizo necesaria su declaración de fe “creo que Jesucristo es el hijo de Dios”
Actitudes a imitar de Felipe en este caso concreto
Felipe es sensible y dócil al Espíritu Santo. En esta ocasión venció a su carne que de seguro se oponía a los deseos del Espíritu. Obedece al envío de ir al otro, aun cuando no conocía al otro. Está dispuesto a sumir caminos difíciles, solitarios y desérticos a causa del envío. No busca gloria personal ni grandes masas. Va dónde se le manda.
Felipe conoce las Escrituras y resuenan enseguida en su mente al oírla de boca del etíope. Felipe se acerca. No le importa que sea un extranjero de piel negra, ni que sea un alto funcionario.
Felipe se acerca e interrumpe al etíope con una pregunta ¿entiendes lo que lees? No se detiene a pensar en la conveniencia de interrumpir o molestar al etíope. Quedarse en esa idea de no molestar hubiese sido un error. Vivimos en una sociedad bastante individualista dónde se nos advierte de no meternos en los asuntos del otro y no molestarlo. Sin embargo Cristo nos envía a ir con un mensaje.
La respuesta del etíope fue afable. Podría haber sido otra: “y a ti que te interesa”, pero no fue así. Es importante tomar conciencia que también puede existir la posibilidad de que el otro esté deseoso de que alguien le explique las escrituras. Si no preguntamos no saldremos de la duda. A veces nos llenamos de pensamientos negativos “a nadie le importa hoy el evangelio” nadie quiere oír, etc. Puede que sean tiempos difíciles y la tierra dura, pero uno nunca sabe cuando se va a topar con “el etíope”. No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que el Dios omnipresente trabaja los corazones.
Felipe nos enseña que en ocasiones una pregunta es la mejor forma de empezar un diálogo. No con actitud de sabelotodos sino preguntando sobre lo que al otro le sucede con la Palabra ¿la entiendes?
La providencia Divina nos pone en el camino del otro. Incluso nos hace tomar caminos que no tenemos en mente para un propósito concreto “dar a conocer a Cristo a alguien”. Felipe es un ejemplo.
El etíope está entregado. Ni el orgullo, ni la vergüenza, ni las diferencias de rango son un impedimento para reconocer su incapacidad de entender lo que lee y su necesidad de un maestro. Hay mucha gente lista para recibir la buena noticia. Dios prepara los caminos y los terrenos. Felipe está dispuesto y presto a servir como maestro. Actúa inmediatamente y no deja pasar la oportunidad. Un siervo de Dios intenta no dejar pasar las oportunidades que se presentan para exponer el Evangelio.
La visita a Jerusalén no había dado lo que el etíope necesitaba. Él era un hombre importante, con dinero que podía ir incluso al centro de la religión y tenía las Escrituras, sin embargo fue un simple hombre como Felipe, caminando por una camino desértico quien le muestra a Cristo en las Escrituras. Tu puedes ser ese mismo hombre simple que de luz a través de la exposición de la Palabra, y de hecho lo eres y lo haces cada vez que compartes con alguien la obra de Cristo.
Fortalece tu fe a través de la Palabra y los sacramentos y ponte al servicio de Dios. Amén
Pastor Walter Ralli



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