domingo, 6 de abril de 2014

5º Domingo de Cuaresma.

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA Primera Lección: Ezequiel 37:1-14 Segunda Lección: Romanos 8:1-11 El Evangelio: Juan 11:17-27, 38-53 “ Jesús es tu Vida” En el invierno, incluso un cementerio bien cuidado, es un lugar terriblemente desolador para visitar. A pesar de que los árboles, arbustos y flores se plantan cuidadosamente para dar color y belleza al lugar de descanso de los seres queridos, sigue siendo un sitio de luto y dolor. Con la llegada el invierno, con sus fríos y bajas temperaturas, la vida parece que se retira: lo verde desaparece, el césped se vuelve marrón, las hojas se caen y las ramas parecen simples palos. En esas semanas de invierno, es un lugar donde todo parece muerto. Pero no es así, aunque a veces parece que nunca va a pasar, el sol brillará en lo alto, dará calor y luz, y el cementerio será un jardín diferente. Durante todo el invierno, los árboles y arbustos y el césped no están muertos para siempre, sino que están latentes, esperando Al sol para manifestar la vida. Lo que vale para los árboles también es válido para el pueblo de Dios ya que el Hijo de Dios vino a traer vida. La Gloria de Dios en la Tumba de Lázaro El Hijo de Dios llega tarde a Betania. Su amigo Lázaro ha estado enfermo por un tiempo. Ahora Lázaro ha muerto, lleva enterrado en una tumba cuatro largos días. Haría falta más que un milagro habitual para traerlo a la vida. Lázaro tenía dos hermanas, María y Marta. Marta sale al encuentro de Jesús y hace una curiosa confesión de fe. Ella dice: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Tiene toda la razón: ella sabe que Jesús tiene el poder de curar y que podría haber salvado a Lázaro mientras todavía estaba vivo. Sin embargo, parece que cree que el poder de Jesús es más débil que el de la muerte: ella piensa que Jesús puede sanar a las personas que todavía están vivas pero no puede dar vida donde ya no la hay. Ella continúa diciendo, “Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará”. Pero sus palabras a lo largo de este texto indican que ha puesto límites a lo que Jesús puede hacer. Jesús le dice lo contrario: “Tu hermano resucitará”. Marta cree que sabe lo que lo que quiere decir, por lo que ella dice “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final”. Aquí hay algo para tener en cuenta: EL ÚLTIMO DÍA es simplemente el último día. Es Jesús quien resucita a los muertos, porque Jesús es el conquistador de la muerte. Si Jesús decide levantar a los muertos en otro día, Él puede hacerlo. Su poder no está encadenado al último día: donde quiera que esté, es el Señor de la vida. Esto es lo que Él proclama a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Ella responde: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”. Ella no sabe todo lo que eso significa, pero confía en que Jesús es el Salvador. Jesús va a la tumba, profundamente conmovido y llorando. Ahí tienes a tu Salvador, que se identifica con su pueblo. A pesar de que sabe que va a resucitar a Lázaro de entre los muertos, se duele con María y Marta. Llega a la tumba y ordena que la piedra sea quitada. Marta objeta que Lázaro ha muerto y su cuerpo se debe haber descompuesto en los últimos cuatro días. ¿Por qué hacer eso más evidente? La respuesta de Jesús: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” La gloria de Dios está a punto de mostrarse ante la tumba de Lázaro. Jesús ora en voz alta para que la gente pueda saber que el Padre también es parte de este milagro, que Él ha enviado a su Hijo para hacer su obra y su voluntad. Habiendo dejado claro esto clama a gran voz: “¡Lázaro, ven fuera”. Y Lázaro salió de la tumba. Jesús habló y fue así. Esa es la gloria de Dios en acción: Jesús es la Resurrección y la Vida. Dónde Él está, está la vida, porque Él es la vida y Él da vida por medio de su Palabra. Él habla y llama a Lázaro a vivir y Lázaro vive de nuevo. De los que oyen y ven el milagro, muchos creen, pero algunos van y dicen a los fariseos lo que Jesús ha hecho. Los fariseos convocan al Consejo para discutir esta señal milagrosa y preguntar “¿Qué haremos?” Su temor le hace decir: “Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él”. Hay personas que no pueden soportar que otras personas crean en el Hijo de Dios y que este les de vida eterna. Los fariseos tienen un miedo legítimo, aunque tienen miedo de que si todo el mundo cree en Jesús, esto provocará los romanos y acaben con ellos como nación. En otras palabras, Jesús podría haber demostrado que es mayor que la muerte, pero para ellos eso no significa que Él es más grande que César y sus ejércitos. Pero si Cristo es más grande que la muerte ¿no sería mayor que el rey de Roma? ¿No sería mejor abandonar una ciudad en la tierra con el fin de seguir a Aquel que resucita a los muertos a la vida Eterna? No para los fariseos. Ellos prefieren sacrificar a Jesús con el fin de mantenerse en el lugar que están pero al final van a perderlo de todos modos. Es Caifás el que expresa esto: “ni os dais cuenta de que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”. Sacrificar a uno para salvar a muchos. Una decisión muy práctica. Sin darse cuenta, también es muy profética. No tienen ni idea que Dios usará su mal para el bien de todos: cuando su plan se llevó a cabo finalmente en la cruz, la muerte de Jesús no sirvió para sacarlo del medio. La muerte de Jesús será el sacrificio por los pecados de la personas, todas las personas, tanto judíos y gentiles. Porque Él murió en la cruz por los pecados del mundo y porque se levantó de nuevo al tercer día, su promesa resuena a todo el mundo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. La Gloria de Jesús en nuestra Vida Muchos lloramos en diferentes momentos. En el último año quizá hemos perdido algún ser querido, partes de nuestra familia, amigos y conocidos, pero que no eran parte de nuestra comunión en este lugar. Dios quiere traernos paz. Cristo ha muerto y ha resucitado de entre los muertos. Él es el conquistador de la muerte. Él no solo es la resurrección y la vida en el pasado, como si Él se esfumase después de resucitar a Lázaro de entre los muertos. Él no es solo la resurrección y la vida sólo en el futuro, en el último Día. Él también es la resurrección y la vida ahora. Ahora y para siempre. Donde está Jesús, está la vida. Eso es lo que Jesús hace, está presente perdonar los pecados, también está presente para dar la vida. Por su perdón, anuncia que la vida eterna es tuya, porque Él ha hecho todo para llevarlo a cabo por medio de su muerte y resurrección. En tu bautismo, Jesús te llamó: ¡Ven Fuera! Ven fuera de la esclavitud del pecado, porque yo te hago mi hijo en este día. Ven fuera de la oscuridad del pecado, porque Yo soy la luz del mundo. Ven fuera de la muerte, porque “Yo soy la Resurrección y la Vida”, y hare que vivas para siempre por el agua y la Palabra. Su resurrección en el bautismo es un milagro mayor que el de Lázaro en la tumba: Jesús dio vida física al cuerpo de Lázaro y dicha vida la perderá nuevamente en algún momento. Pero a ti Jesús te ha dado vida eterna: ya la tienes. A menos que el Señor regrese, tu cuerpo finalmente morirá. Tu alma no, estarás vivo para siempre y el Señor resucitará tu cuerpo, en el último día. Donde está Jesús, está la vida. Él está presente para perdonar los pecados por medio de su Palabra de vida. Él habló para traer a Lázaro de la muerte. Él puso sus palabras en la boca de Ezequiel y esas palabras hicieron que los huesos secos vivieran. Este día te ha anunciado su perdón. Estas Palabras no están vacías: te dan la vida, renuevan la vida eterna en ti. Está presente para dar vida en la cena del Señor. Te da su mismo cuerpo y sangre, y te lo da para el perdón de los pecados. Él te da esto para mantenerte vivo, porque donde hay perdón de los pecados también hay vida y la salvación. Esto es cierto para ti ahora. Es real para aquellos que lloran, que murieron en la fe. Los que murieron en la fe no están muertos, porque el Señor no es el señor de los muertos, sino de vivos. Sus cuerpos descansan en la tumba por ahora, pero viven aún hoy con Cristo en el cielo. Tu tienes su promesa: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Esto es un llamado de atención para estar en guardia contra las tentaciones del diablo, que quiere robarte esta vida. Cuidado con el error de Marta, que pensaba que el poder de Jesús era genial, pero limitado, en realidad sólo es bueno para obrar maravillas donde hay vida. Al hacerlo, ella pensó que Jesús era más débil que la muerte. Constantemente tienes la tentación de creer que Jesús es una buena ayuda en esta vida, pero nada más que eso. El peligro aquí es doble. Por un lado, no tendrás ninguna esperanza en la eternidad, porque piensas que Jesús solo mejora el tiempo que dure esta vida. Por otro lado, te quedarás decepcionado de Jesús si tu vida empeora o afrontas distintos problemas, pensaras que Jesús no tiene el poder para mejorar estas situaciones. Él no ha venido a hacer de la vida algo dulce y placentera. Él ha venido a librarte de la muerte y de la tumba eterna. En su voluntad y sabiduría, no promete una vida fácil. Lo que hizo en la cruz significa que te ha liberado de este mundo, del pecado y de la muerte para llevarte a la vida eterna. Ahora conoces el mayor regalo de Dios, que Jesús es la Resurrección y la Vida, y que todo el que vive y cree en Él, no morirá jamás. Ten cuidado con el pecado de los fariseos, que prefirieron matar a Cristo y perder la vida con el fin de aferrarse a una nación que de todas maneras les causó la muerte. Algunos se sienten tentados por los pecados, incluso ha aferrarse a ellos en lugar de arrepentirse y recibir el perdón. Pecados donde se cree que renunciar a ellos sería demasiado doloroso, por lo que se prefiere callar y desesperar. Con tales pecados, estás aferrándote a cosas que te matan, cosas que muy probablemente pierdas. Con tales pecados, estás rechazando a Cristo y su vida que nunca te fallará, porque perdura por toda la eternidad. En Marcos 8, Jesús declara: “porque ¿de qué le aprovechará al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Por tanto, el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”. (Marcos 8:36-38). Aferrarte a tu pecado es avergonzarse de su Palabra. Estar avergonzado de Su Palabra es rechazarlo a Él y la vida que Él da. El Señor da tiempo para arrepentirse. Arrepentíos, porque el Señor de la vida ha muerto tu muerte y ha resucitado para perdonarte. Él está presente para darte el perdón. No desesperes, pueblo arrepentido de Dios. Él murió por todos, Él promete “todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Esta promesa es para ti. Es para todo el pueblo de Dios que se han arrepentido y que han muerto en la fe. Conclusión: En la primavera, un cementerio bien cuidado es un lugar bonito. El césped se vuelve verde, los árboles, sus hojas y las flores se abren cuando el sol se instala dando vida con su luz y calor. Puede ser un hermoso jardín. Pero el follaje renovado es sólo un indicio, sólo una sombra. Martín Lutero dijo una vez que, para el cristiano, un cementerio no es el lugar de descanso final de los muertos, un lugar de huesos secos. Es un lugar de granos plantados, semillas sembradas. Los que murieron en la fe están vivos con Cristo, aun a la espera de la resurrección de sus cuerpos y en el último día, el Señor dará luz a esos cuerpos en la restauración final de la vida. En efecto, Cristo regresará en gloria y donde está Jesús, está la vida. Esa es tu esperanza y la de todos los que mueren en Cristo. Él es la Resurrección y la Vida, y Él te ha dado la vida, porque has sido perdonado por todos tus pecados. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén Gustavo Lavia. Pastor de la Congregación Emanuel. Madrid. Iglesia Evangélica Luterana Española.

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