miércoles, 13 de agosto de 2008

10º domingo de Pentecostés.

Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Trinidad según una de las dos tradiciones. En la otra es llamado Pentecostés. Es la estación más larga del año ya que va desde el domingo de Trinidad hasta el domingo anterior a Adviento. El domingo de trinidad nació para contrarrestar la herejía antitrinitaria de Arrió. ¡Alabemos al Dios Uno y Trino!

10º domingo después de Pentecostés

“El Reino de Dios: Un Hallazgo Afortunado”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: 1 Reyes 3:5-12

La Epístola: Romanos 8:28-30

El Evangelio del día: Mateo 13:44-52

El Evangelio para el Sermón: Mateo 13:44-46

Evangelio del día

44 Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
46 que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
47 Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces;
48 y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.
49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos,
50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
51 Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.
52 El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

Tema: Dios nos confronta en el ofrecimiento de su Reino a asumir una entrega y renuncia completas.

Objetivo: Que reconozcamos y valoremos el llamado que por gracia Dios nos ha dado a ser parte del Reino eterno.

Sermón

El reconocido erudito del Nuevo Testamento T. W. Manson escribió en referencia a las parábolas que consideraremos hoy: “El Reino de Dios es una riqueza que devalúa todas las monedas.”

Efectivamente, en estas pequeñas parábolas gemelas encontramos un tesoro inmenso de sabiduría que nos invita a considerar nuestra apreciación de lo que Dios ha revelado en nuestras vidas por gracia y para salvación eterna, confrontado con todo aquello que también está a nuestro alcance y que reviste cierto valor, sea material, intelectual o sentimental.

Solo por Derecha

La porción bíblica nos muestra dos escenas. Ambas quieren mostrarnos una misma realidad. Pero, ¿qué quieren mostrarnos?. Tenemos dos opciones: (1) Destacar el valor supremo del Reino de Dios, o (2) dejar en claro lo que significa ser parte del Reino de Dios.
Los oyentes de Jesús no tenían necesidad de escuchar acerca del valor del Reino, era algo que esperaban, era un anhelo muy profundo del pueblo judío en aquellos días, mal comprendido, sin dudas, pero tenían conciencia de este tema y una gran expectativa. Entonces vamos a la segunda opción: Jesús enfatiza hacia el final de esta sección de enseñanzas parabólicas (capítulo 13 de Mateo) que ser parte del Reino de Dios expone a toda persona, después de haberlo encontrado, a decidir sobre lo que hará.

Imaginemos por unos momentos al campesino que de manera inesperada encuentra durante su tiempo de trabajo un tesoro escondido en un campo. Extraña reacción la del hombre, esconde nuevamente el tesoro, y movido por una alegría incontrolable renuncia a todas sus posesiones vendiéndolas para adquirir ese terreno que le asegurará el tesoro descubierto.

¿Acaso no hubiera sido más fácil robarlo?, ¿Qué necesidad tenía de vender lo suyo para comprar algo que ya poseía en conocimiento?. Un simple y bien organizado movimiento nocturno le hubiera permitido quedarse con todo: lo propio y el botín descubierto. Sin embargo, esta parábola también nos asegura que hay una sola forma de tomar posesión del tesoro que Dios nos ofrece. El Reino es de Dios, le pertenece solo a Él y a quien se los revela. Allí no entran ladrones, nadie se mete por la ventana a escondidas, ni forzando la puerta. Toda persona que crea o piense que controla o establece el acceso al Reino de Dios se sorprenderá cuando llegue el momento (ver Mateo 6:20 y 7:21-23, Lucas 16:16, y Mateo 25:10-12).

Solo hay una forma de entrar al reino de Dios y es por su invitación. En esta primera parábola el hallazgo del tesoro fue inesperado y fortuito, pero aun así fue reconocido y apreciado, de tal manera que generó una inmensa alegría capaz de movilizar absolutamente todo en la vida de este campesino para no dejar pasar esta oportunidad única en su vida. El Tesoro bien valía la renuncia, porque su vida ya no era la misma después de este momento tan significativo.
Dios irrumpe en nuestra realidad con un tesoro en sus manos: Su amor profundo confirmado en la cruz del Calvario, en donde vemos a Su Hijo entregando su vida para que tengamos vida, absorbiendo en su sangre derramada nuestras penas, culpas, maldades y pecados, liberando la carga que llevamos para darnos una alegría inmensa en las palabras: “Tus pecados son perdonados.”

Ni Cualquiera ni todas, solo la más valiosa
En la segunda parábola encontramos una situación similar aunque no idéntica. En este caso no hay sorpresa, sino búsqueda cuidadosa. Encontramos a un comerciante de perlas finas que recorre el mundo entero buscando la mejor de todas. Después de tanto esfuerzo la encuentra y sin dudarlo vende todo lo que posee y adquiere su anhelada perla.
Quien conoce bien el valor de lo que encuentra no duda ni vacila en conseguirlo. Este es el caso del comerciante de la segunda parábola. En todo el camino que había recorrido, a lo largo de su experiencia pudo comprender que nada mejor podría aparecer, ni nada de lo ya conocido se comparaba a este nuevo descubrimiento. Valía la pena desprenderse de tantas otras perlas acumuladas, guardadas y atesoradas por tanto tiempo, pero que ahora se transformaban en inútiles e insignificantes en comparación con “la perla preciosa.”

¡Qué contraste tan marcado con la realidad relativista que nos toca vivir! ¡Cuántas personas vemos alrededor, buscando y acumulando “perlitas”! Viven una religión a la carta, sumando creencias, adhiriendo a filosofías y estilos de pensamiento que aunque opuestos entre sí, parecen satisfacer la razón y calmar (en realidad anestesiar) una conciencia que reconoce un vacío cada vez más difícil de llenar.

En medio de esta realidad relativizada en donde ninguna “perla” vale más que la otra, Dios nos recuerda que debemos desafiar este concepto con la verdad del Evangelio, la “Perla Preciosa”. No todo puede ser verdad, ni todo puede tener algo de verdad. Es necesario tomar una posición y ser fiel a lo que consideramos como verdad incuestionable y revelada desde lo alto con la sabiduría y poder de Dios.

Recordemos lo que confiesa el apóstol Pablo en su carta a los Filipenses,

7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte. (Filipenses 3:7-10)


Para el apóstol la realidad estaba muy clara: todo lo que había dado razón a su existencia y había guiado en cada una de sus decisiones, su historia y formación ahora llegado a ser una pérdida, una basura, algo inútil. No porque todo su pasado haya sido un desperdicio de tiempo, sino porque carecía de Cristo, su amor y justicia (ver Mateo 6: 33)

Ahora con Cristo en el centro de su existencia, como eje de todo su accionar todo lo que fue y podía ser adquiere un nuevo valor y objetivo: conocer a Cristo, unido a él en todo, su padecimiento y resurrección para servicio y vida eterna.

¿qué dirán?

Las parábolas no comentan nada sobre la reacción de quienes contemplan las decisiones tan definidas del campesino y el comerciante. Ambos inesperadamente cambian todo por algo que consideran de mayor valor. Los invito a pensarlo, tal vez hasta podrán recordar alguna situación similar en sus propias vidas.

En el mejor de los casos algunos habrán mostrado admiración diciendo: ¡qué valiente!, ¡Qué desprendido!, ¡Qué arriesgado! Quizás destacando el desapego por las posesiones y el coraje de cambiar radicalmente.

En el otro extremo otros habrán dicho: ¡qué inútil!, ¡Qué ridículo!, ¡Qué locura! Sin dudas cuestionando y hasta juzgando como innecesario renunciar a lo seguro y conocido para iniciar un nuevo camino que solo conduce a lo desconocido.

Preguntas humanas, reacciones más humanas aún, muy propias de cada uno de nosotros. Pero, la pregunta que nos debe importar es la que Dios hace. ¿Qué dice Dios?, ¿Qué nos muestra en su Palabra, en el Evangelio?, ¿Qué nos propone Jesús?

¡Sigueme!

El llamado del Reino de Dios en la voz de Jesús, El Señor es claro:

9 Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.
10 Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11 Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
12 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
13 Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.(Mateo 9:9-13)

Nuevamente, otro testimonio, en este caso el de Mateo, que representa en acción la verdad de las parábolas hoy presentadas. Él se levanta, deja todo y sigue al Maestro. Dios, en Jesús nos dice: Sígueme. Nos llama el Señor a caminar a su lado y para que este caminar sea significativo nos habla de un seguimiento que se manifiesta en dependencia de él y renuncia.

El seguimiento del Señor Jesús encuentra un llamado a reconocer en primer lugar nuestra condición como pecadores que solo pueden apelar a la misericordia divina por una respuesta, una solución a su problema. En segundo lugar a confiar, por la obra redentora de Jesús, que es voluntad del Padre darnos su mayor bendición, el don del Espíritu Santo (Lucas 11:13) para que nos guíe y enseñe el camino del arrepentimiento y la confesión de pecados de modo que seamos sanados, renovados y preservados para la eternidad. Amén.

Aplicaciones a la vida diaria:

· Da gracias a Dios porque ha sido su voluntad revelar tan gran tesoro ante tus ojos para que lo disfrutes junto a tu familia diariamente.

· Anímate con la certeza que el tesoro que has recibido no corre riesgos, sino que está bien resguardado por un Dios poderoso que no se olvida de ninguno de sus hijos.

· Valora la verdad que tienes en tu mente y corazón para compartirla con quienes aun andan buscando y coleccionando falsas perlas que nada valen.

· Aprende día a día de Jesucristo. Pídele que te ayude a crecer en el conocimiento de su Palabra. Llévale tus cargas. Toma tu cruz y síguele.

· Reconoce que necesitas del perdón de tu Señor por tus pecados. Que el arrepentimiento y la confesión sean un fruto digno de la fe que tienes.

· Reúnete en una iglesia que predique fielmente la Palabra y administre correctamente los Sacramentos. Busca en la Santa Cena el perdón y la Paz que Cristo ahí te brinda con su presencia.

Pastor Sergio Rubén Schelske.

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