sábado, 3 de enero de 2009

2º Domingo después de Navidad.

Si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestro corazón Salmo 95: 7b-8
1 Sed hacedores de la Palabra, y no tan solo oidores Santiago 1:22a
Escudriñad las Escrituras... ellas son las que dan testimonio de mí Juan 5:39a La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios Ro. 10:17

Estamos en el de tiempo de Adviento. El tiempo de Adviento surge con la idea de preparar el corazón y el espíritu para celebrar la llegada nuestro Señor. Asumir el verdadero significado de la navidad implica conocer y comprender el sacrificio de Jesucristo. Así nos preparamos a través de una profunda reflexión que alimenta la esperanza mientras confiamos preparamos el camino para la segunda venida del Señor en gloria.

“El Dios que se hace presente en tu vida”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Isaías 60:1-6

La Epístola: Efesios 3:1-12

El Evangelio: Mateo 2:1-12

2:1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque
así está escrito por el profeta:
6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel. 7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Tema: Dios con nosotros

Objetivo: Que nos sepamos benditos por la obra salvadora de Dios al enviarnos a Cristo

Sermón
Hoy en día los Reyes Magos o los Sabios de oriente son un signo importantísimo en nuestra
sociedad. Ellos representan la ilusión, la esperanza, la espera y la alegría de millones de niños y
adultos que nos preparamos para su visita. La magia de estos reyes se evidencia en el efecto
maravilloso que causan en aquellos que los esperan con ansias. ¿Pero qué fue lo que movilizó a
estos reyes a emprender tan impresionante viaje que hasta hoy resuena y se hace palpable también en nuestros hijos?

LA AMPLITUD DEL MENSAJE DE DIOS

Dios es creador de todo y de todos. Su obrar no está limitado a un pueblo particular. Si bien es cierto que Dios escogió actuar a través de personas y pueblos particulares, su objetivo siempre fue llegar a través de ellos a “todas las naciones” o “toda criatura”. Un claro ejemplo de ello fue la promesa que Dios dio a Abraham, anunciando que el mensaje de Dios era para todos: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra.”
(Génesis 12:3) Más tarde Dios dijo a Abraham, “En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra.” (Génesis 22:18). Repetidamente está escrito en Isaías que Dios invitó a todos los pueblos a su gracia salvadora. “¡Mirad a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra!”, dijo el Señor en Isaías 45:22. Más tarde Jesucristo mismo reafirmaría este mensaje enviando a sus discípulos a predicar las buenas nuevas a todas las naciones.

EL PESEBRE.

Cristo es el motivo quien convoca y atrae hacia sí mismo.
La comunión con los hermanos es una consecuencia, un “efecto secundario” de la presencia de Cristo en la vida del cristiano. En muchas ocasiones el tener un encuentro con los hermanos tiene el sitio predominante y de más importancia en nuestros Cultos de adoración. El mal entendimiento de ello trae a menudo confusión, prioridades equivocadas y problemas. Porque al preguntarnos por qué voy a la iglesia, las respuestas que surgen no lo hacen desde nuestro nuevo hombre, sino desde los deseos de nuestra carne, que buscan ser satisfechos cueste lo que cueste.
Es por ello que es muy fácil crear clubs cristianos, dónde buscamos pertenencia a un grupo, nos sentimos parte e integrados, dónde tengo un propósito y actividades fijas de ayuda social. Pero como hemos visto en los mensajes anteriores esto es lo que movió a los pastores, ni mucho menos a los Sabios de Oriente. Más que comprobado que este tipo de sociedades lo puede crear cualquiera. Sin embargo, en la Iglesia cuando no hay nada de eso, cuando no hay ningún vínculo o atractivo, aún queda Cristo que sigue estando ahí presente y que mueve nuestros corazones hacia él.
Es indiscutible que reunirte con quienes tienen una fe y un objetivo en común es maravilloso.
La misma escritura nos dice que “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová
iremos” Salmo 122:1. Los primeros cristianos tenían la sana costumbre de reunirse y en esas reuniones “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). Esa comunión (unión en común) que se genera es algo indescriptible. ¿Pero que mueve a cada uno de esos hermanos o congregados a estar ahí?
Nuevamente nos preguntamos por qué fueron estos sabios al encuentro de Jesús. ¿Fueron acaso por María? ¿Fueron acaso por José? ¿Fueron porque eso les iba a dar renombre? ¿Fueron porque podían visitar a Herodes?
Los magos emprenden la aventura de la fe. No saben lo que se van a encontrar. Solo saben que va a estar Cristo.
Del resto no tienen ni idea, por no importa. Lo que importa es Cristo lo demás será una consecuencia.
Pero así como nos preguntamos por qué fueron estos sabios al encuentro de Jesús, es necesario que nos preguntemos qué mueve a las personas a ir a la iglesia hoy día. ¿Qué te mueve a ti?
Lamentablemente nos mueven y nos motivan cosas sin sentido. En primer lugar creo que se busca el sentirse bien. El sentirse bien cantando con una gran orquesta o coro. Que las canciones me emocionen y sienta vibrar algo dentro de mí. Que la iglesia sea una iglesia con muchas personas, porque esto da sensación de poder. Que el pastor tenga poder y autoridad, aunque tenga que mostrarlo a los gritos o por medio de equipos de sonido que nos dejen sordos, aunque no seamos más de diez en el culto. A todos nos gusta participar de una iglesia viva, que haga cosas, que ayude, que vaya y venga. Así tendremos de que jactarnos el lunes ante nuestros amigos no cristianos. Pero creo que ninguna de estas cosas son válidas. Estas posturas surgen de nuestro viejo hombre que quiere hacer lo mismo que Herodes, matar a Jesús para seguir reinando en nuestras vidas.
Los Magos de oriente eran estudiosos. Tenían dinero, pues emprender semejante no era cuestión de tomarse el metro y listo. Pero ¿Qué ha movido a las personas hacer este viaje?
Cuando llegué a España como misionero quedé realmente impactado cuando las personas que creían en el Evangelio estaban y aún siguen estando dispuestas a recorrer distancias muy largas para llegar a un lugar y participar de un Oficio Divino. Estoy hablando incluso de llegar a recorrer 100, 200 y hasta 400 Km en un día.
Ninguno lo hacía con objetivos meritorios y mucho menos con el propósito de impactarme, sino porque deseaban de todo corazón estar en torno a Cristo. Sin embargo una consecuencia involuntaria era, y aún hoy lo sigue siendo, mi perplejidad ante tales acciones. En una sociedad cada vez más cómoda, de lo práctico, rápido, donde todo tiene que estar al alcance de tu mano, realmente algo sobrenatural tiene que ocurrir para generar acciones que va contra nuestra naturaleza humana. Cuando uno puede estar cómodo en su casa ¿Qué lo mueve a movilizarse a él y toda su familia a emprender un viaje así? Personas que tienen una iglesia Católica Romana o incluso de otras denominaciones en la esquina de su casa.
En algunas ocasiones sucedió que sólo éramos cuatro personas en el Oficio. Ante esta realidad muchas veces surgían sentimientos desalentadores. Pero siempre estaba la pregunta ¿Por qué desmoralizarnos? ¿Por qué no perder la motivación? En una sociedad dónde el triunfalismo lo da la cantidad y la magnitud de las cosas ¿Qué pasa con nosotros que aún insistimos con los Oficios Divinos, aún cuando somos solo cuatro? Cuando ni siquiera tenemos templo y nos reunimos en salones prestados, en casas, en gimnasios, en salones de hoteles, en un bar o al aire libre.
Pero una y otra vez regreso a Belén. Regreso a aquel humilde pesebre e intento ver esa estampa maravillosa pero desconcertante. En una cultura individualista, dónde fácil es caer en la idea “yo creo a mi manera y lo hago sólo en mi casa”, la Palabra de Dios que nos dice “no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre” (Hebreos 10:25) sigue moviendo a las personas. Pero nos mueve Cristo. Cuando somos pocos o muchos, siempre comenzamos recordando en la liturgia que es Cristo quien nos convoca y que nos reunimos en su nombre. Porque Él es lo más importante y prometió que estaría allí dónde hay dos o tres reunidos en su nombre.
Juan nos dice que el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. La Palabra creadora de Dios vino al mundo y sigue viniendo cuando es predicada y anunciada, una y otra vez. Además así como el nacimiento de Cristo fue imperceptible, hasta podría ser despreciable para la razón humana, así su presencia en la Santa Cena de manera real con su cuerpo y sangre, sigue siendo locura para muchos. Pero Él sigue congregándonos entorno de si mismo de esa manera, humilde pero eficaz, para darnos el perdón de todos nuestros pecados.

EL NOMBRE DE CRISTO PRODUCE RECHAZO

El nombre de Cristo produce adoradores, pero también produce mucho rechazo. Hay personas que se sienten amenazadas por Cristo. El reino que ellos mismos se han montado puede estar en peligro ante la llegada del Rey de reyes y Señor de señores. Los que rechazan y persiguen a Cristo lo hacen por sentirse amenazados por su presencia. Temen aunque sus discursos puedan ser otros. Cuantas veces nos comportamos como Herodes. Tal vez ninguno de nosotros se preocupa por lo que las otras personas piensan acerca de nosotros. Ninguno de nosotros intenta forjarse un nombre que sobresalga. Ninguno de nosotros tiene una veta de orgullo que vive en nuestros corazones y que nos impide reconocer a otros como mejores o superiores. Ninguno de nosotros ha sentido el impulso de anteponer la acumulación de riquezas a nuestro servicio al Señor. ¿O si? Creo que nos parecemos más a Herodes que a los sabios de Oriente.
Herodes tiene toda la sabiduría no a su alcance pero esta no lo salvará. Ni lo hará la sabiduría de los Sumos Sacerdotes y los maestros de la ley. Estos líderes judíos me hacen pensar acerca de la Biblia. ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Fueron a azotar a sus Biblias y respondieron: ¡Belén! Como dice el profeta Miqueas. ¿Pero creyeron en esa profecía? ¿No resulta extraño que estos líderes religiosos oyen el mensaje que su Rey ha sido nacido, pero no leemos que se unieron a los Reyes Magos para viajar hasta Belén? De Jerusalén para Belén no hay mucha distancia. Como muchos conocían sus Biblias. Pero realmente no la creían. El resto de Mateo muestra cómo estos mismos líderes judíos se convirtieron en enemigos de Jesús, el que nació como Rey de los judíos.
Pensar acerca de estos líderes judíos me hace temblar porque muchas veces somos sabios como estos sabios de la Ley. “Soy cristiano comprometido”, “Conozco la Biblia y sus enseñanzas”, “estoy comprometido con la obra del Señor más que nadie”. Pero ¿crees en eso? Los líderes judíos no recorrerían ocho kilómetros para conocer al Salvador del mundo. Nosotros no tenemos que ir hasta allá. Solo tenemos que alcanzar el estante de libros y coger nuestra Biblia, oír su mensaje predicado o recibirlo en el sacramento del altar. Estos medios de gracia nos conducen a Jesús tal como la estrella condujo a los hombres sabios a Jesús.

LO QUE LOS MAGOS SE JUGARON AL IR

Estos reyes no lo tenían todo fácil. Es cierto que tenían los medios para emprender el viaje. Pero también contarían con dudas: ¿Y si es mentira? ¿y si no hay ningún niño-Rey? ¿y si la expectativa y las ilusiones que tenemos no concuerda con lo que vamos a ver? ¿Y si mejor nos quedamos en casa y ya nos enteraremos más adelante del asunto? Pero no se dejaron guiar por sus sentimientos o pensamientos, dejaron que Dios los guíe por medio de la Estrella y su Palabra, al fin y al cabo ésta fue la que los llevó a Belén cuando los maestros de la Ley citaron al profeta Miqueas.
¿Por qué harían tal esfuerzo? No sería porque creían que Jesús era más rico que ellos o porque los súbditos adoran a sus superiores. A pesar de que ellos eran ricos, la riqueza de Jesús era inmensa y eternamente mayor.
¿No buscaron Jesús por la misma razón que nosotros le buscamos? ¿No tuvieron un orgullo similar al de Herodes escondido en sus corazones, que los separaba de Dios? ¿No tendrían muchas acciones y palabras hipócritas en sus vidas? Sin duda que sí, porque ellos eran pecadores. Hicieron el esfuerzo del viaje porque reconocieron que Jesús es El Salvador de la humanidad. De que solo en Él se encuentra la gran riqueza de Dios que paga el precio de nuestra liberación del pecado, la muerte y del diablo.
Por eso mismo es que buscamos a Jesús. La Lección de la Epístola, Efesios 3:1-12, habla de las riquezas de Cristo. ¿Qué es más precioso que la seguridad de que ya no tener que intentar esconder o explicar nuestro orgullo o hipocresía? Abiertamente podemos confesar estos pecados a nuestro Dios. Este Rey vino a cargar sobre si la culpabilidad de ese pecado. El perdón es su regalo más precioso. Esto costó la misma sangre de Dios. Son estas riquezas de Cristo que encontramos estamos en su presencia. Con este perdón viene seguridad. No necesitamos crear a un Palacio o Castillo para estar seguros. Esas cosas no cuidaron a Herodes tampoco. Pero si nuestro Rey nos ha perdonado, entonces sabemos que él usará su poder para protegernos. Luego podemos perder la vida por Cristo (Mateo 16) y sabremos que no hemos perdido nada, porque nada, ni aun la muerte, nos puede separar del amor de Dios en Cristo (Romanos 8:38-39).
Los hombres sabios regresaron más felices porque regresaban más livianos. Emprendieron el viaje cargando pesados regalos y regresaron sin su oro, incienso y mirra. Regresaron con su liviandad indescriptible de corazón que cada persona vive al ser liberada del peso de sus pecados, del temor de la muerte y liberado del poder del diablo. Los hombres sabios habían dejado sus regalos pero Dios les regaló el don de Cristo y su presencia. Los hombres sabios eran más sabios todavía porque descubrieron que el secreto de Dios es que se hizo hombre y se dio a sí mismo por ellos. Los hombres sabios regresaron a casa más ligeros porque, como tú y yo nos sabemos y reconocemos que hemos sido perdonados en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo.
Amén

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