lunes, 7 de abril de 2008

La Gracia de Dios y mi prójimo.

ASAMBLEA NACIONAL DE IELE
IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA ESPAÑOLA
21 a 23 de Marzo de 2008
La Gracia de Dios y mi prójimo

“Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo”

Por Gustavo Omar Lavia

¿Cómo compartir la Gracia de Dios con mi prójimo?

Seguramente a estas alturas nuestro mayor deseo es que todos nuestros familiares y aquellas personas que conocemos sean transformados por la Gracia de Dios. Cuando reflexionamos sobre la importancia de la gracia en esta vida y de las implicancias que tiene en la vida venidera, seguramente nos invaden las ganas de salir a anunciar esta hermosa “buena noticia” que Dios nos ha dado. Qué mas quisiéramos que estar seguros de que todos aquellos que nos rodean han sido redimidos por Cristo y puestos sus nombre en el libro de la Vida. Pero sabemos que al salir de aquí no todo va ser color de rosa, por un lado nos abrumaran nuestros temores, inseguridades y desconocimientos. El diablo hará su parte para que no llevemos nuestra tarea a cabo y el mundo hostil aportará lo suyo. Salimos como ovejas a un campo donde abundan los lobos.
Seguro que en este viaje de compartir el evangelio has encontrado personas con quienes te llevas bien, y tienen interés por las cosas espirituales, hablas de Dios y la fe y no hay mayores problemas para compartir el mensaje de Cristo, pero ¿Qué ocurre con aquellos que te rechazan o no quieren oír el mensaje que Dios tiene para la humanidad?. Entonces ¿Qué hacer cuando mi prójimo no reacciona favorablemente al Evangelio de Gracia o hace cosas que me llevan a rechazarlo como persona y como posible receptor de la gracia? Lo más probable es que le dejes de lado porque eso hacemos con quieres nos incomodan o nos cuesta llegar a ellos, o que dejemos de preocuparnos por transmitir el mensaje de Gracia
En primer lugar me gustaría que veamos lo que le pasó a Jesús durante su vida, especialmente con las personas que creemos deberían ser las “más próximas” o nuestros “prójimos directos”:

La familia.

Para comenzar recordemos que Jesús tuvo muchos amigos, vecinos y coterráneos, incluso antes de ser famoso, antes de ser conocido como maestro, profeta o rey, o por sus milagros y curaciones. No sabemos si en su adolescencia tuvo problemas, porque esta etapa de su vida no está escrita en la Biblia. Solo tenemos el incidente de su presentación en el templo a los doce años, y la preocupación que esto generó en sus padres, que lo buscaron entre sus conocidos y familiares (Lucas 2.44). Jesús podía estar un día fuera del alcance de la vista de su familia sin que ésta se preocupe.
Mucho tiempo después uno de los acontecimientos sociales de importancia en la vida de Jesús es su presentación en la sinagoga del pueblo, donde muchos lo conocían, era su costumbre asistir a las reuniones de la misma. Allí se produce una gran reacción al oír el anuncio de las Buenas Nuevas, de la predicación del año agradable del Señor (Lucas 4.16-9). Este anuncio comienza en un sitio y con personas conocidas. Allí, obviamente, se oía hablar de Dios… y muchos amigos, conocidos y familiares se agruparon para oír a Jesús. Marcos nos dice que le conocía bien: ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? 6.3, sin lugar a dudas lo conocían a él y a su familia. Pero este versículo no termina muy bien en cuanto a la relación de Jesús con los de su pueblo. En lugar de estar orgullosos, contentos y agradecidos a Dios por este mensaje de liberación que se había predicado y hecho carne ante sus ojos, ellos se escandalizaban de él. El anuncio de las buenas nuevas comienza con problemas. Esta gente habrá pensado: “¿Quién cree que es?. Si lo conocemos bien, vivimos, jugamos y crecimos juntos”. “¡Vamos Jesús! que conocemos a tu familia y mejor ni hablar de cómo se llevan”. “Tu, justamente tu, nos traes la gracia… el año favorable al Señor… por favor, mírate, solo eres un carpintero”. “Dios no habla por medio de personas como tu”.
No es de extrañar que Jesús a continuación pronuncie unas dolorosas palabras “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa.” Marcos 6.4. Nótese el orden de este versículo, propia tierra, parientes y casa. No tendríamos problemas en ser rechazados por desconocidos o de perder una amistad o de no ser aceptado por las personas conocidas e incluso por algún pariente, pero esperaría un poco más de comprensión o menos rechazo de nuestra casa.
Hablar de Gracia implica estar dispuestos, inicialmente, a perder amigos temporales… con la esperanza de ganar hermanos en la eternidad.
Pero el rechazo no quedó allí, solo en palabras y pensamientos, pasaron a los hechos. Levantándose, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo; pero él pasó por en medio de ellos y se fue. Lucas 4.29-30. Los suyos lo querían matar… y nadie salio a defenderlo, nadie a su favor, ni sus amigos, ni su familia. ¿Qué harías en su lugar? ¿Te ofenderías? ¿Les quitarías el saludo o la palabra? ¿Les darías otra oportunidad? ¿Dejarías pasar el tiempo?
La familia de Jesús tenía una opinión formada sobre él y Marcos la describe en el siguiente episodio: “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderlo, porque decían: "Está fuera de sí". Marcos 3. 21. La Gracia es locura para muchos y eso no debe asustarnos, ni amedrentarnos en nuestra tarea de predicación. Para su familia, Jesús era una vergüenza, querían encerrarle, “Ha perdido la cabeza”.
En otra oportunidad sus propios hermanos le dijeron: “Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Ni aun sus hermanos creían en él”. Juan 7.3-5. Esto a sabiendas que los religiosos de Jerusalén lo buscaban para matarlo. No solo pensaban que estaba loco…. lo querían muerto. Ni aún sus hermanos creían en él. Pero ¿qué hizo Jesús?, ¿cómo afrontó tanto desprecio y rechazo? ¿De dónde se nutrió para seguir predicándoles el evangelio de Gracia?
¿Cómo reaccionó Jesús ante este rechazo? ¿Cómo sobrellevó esta carga? ¿Qué hizo?
Jesús nos dice: “Sed vosotros misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36). Pero qué hacer cuando no surge esa misericordia dentro de mí, cuando el amor por el otro no “fluye por mis venas”. Veamos algunas cosas que hizo Jesús.

· Él se dejó guiar por la Palabra de Dios.

Imagina que hubiese pasado si Jesús se habría guiar por los comentarios de sus familiares, amigos y coterráneos. Sin embargo dejó que solo Dios le diga quien era él. Y se oyó una voz de los cielos que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia". Mateo 3.17. Recuerda quién eres para Dios, que eres su hijo, te ha redimido pagando un alto precio por tu vida.
También vemos que Jesús constantemente hizo referencia a la voluntad de su Padre a la cual se sometía. Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Juan 8:28. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Juan 6:38. Sin la Palabra de Dios nos dejariamos arrastrar por cualquier comentario, mal pensamiento cayendo en pecado.
No se dejó guiar por sus sentimientos, “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora”. Juan 12:27. Siempre subordinó sus sentimientos a la voluntad de Dios. No los ocultó ni los rechazó, pero los puso en un segundo plano. Aquí también vemos que Jesús en sus momentos más dolorosos recordó y se sujetó a la Palabra antes que a sus sentimientos. Recuerda esto cuando te veas tentado a despreciar o ignorar a tu prójimo por lo que hace o dice, incluso cuando al dar testimonio de la gracia esté en juego tu reputación.

· Instituyó la Santa Cena: En la Santa Cena sin lugar a dudas pensó en los suyos y en el resto
de la humanidad. Cuando distribuye por primera vez la cena y dice: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. (Mateo 26.28). No solo está pensando en su grupo de discípulos. Su cuerpo y sangre han sido dados por todos los pecadores, para el perdón de todos sus pecados. Aquí es dónde todo cristiano que participa del banquete celestial, cobra deseos y ganas de que su prójimo también lo haga. Porque allí ve que sus pecados son perdonados y se le promete y da una nueva vida en Cristo.

· Oró por si mismo y por los suyos. En los momentos de angustia y gran necesidad, en aquellos momentos difíciles dónde sabía que sería abandonado por todos los suyos, oro: “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mateo 26:39) Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. (Mateo 26:42). Pero esta oración no solo fue hecha por sus necesidades sino por las necesidades de aquellos que aún lo despreciaban, y no creían en él: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17. 20-21. ¿Tienes conocidos que no creen en Cristo? Seguro que sí. Míralos como creyentes potenciales, como personas que aún no creen, pero que Dios quiere que crean y por eso estás allí, para proclamar su gracia.

· Los aceptó tal cual son. Si Jesús, con todo su poder y sabiduría no forzó a su familia a creer en él, ¿porque pensar que nosotros podemos hacerlo? Inicialmente Jesús tuvo más éxito con los desconocidos que con los conocidos. A los suyos los aceptó tal cual eran, sin dejar a un lado la predicación del evangelio que los transformaría. Una de las tendencias de algunos cristianos es la de creer que su prójimo es inferior a debido a que no tiene fe o esta es débil. Esta es una reacción habitual de aquellos que se sienten superiores al resto por creerse alguien, por creer que ellos son merecedores de la fe que Dios les ha dado, por creer que se han ganado un puesto en el cielo. Para evitar esto es que Pablo escribe a los Efesios recordándoles quienes eran, cómo estaban antes de conocer el evangelio: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.( 2:1-3).

· Sabía muy bien cuál era su tarea. Proclamar, anunciar y a dar su vida en rescate de la humanidad. Jesús al orar, dice que el recibir la gracia es una obra de Dios en el hombre y no una obra del hombre hacia Dios: “como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son. Juan 17. Tiempo mas adelante Pablo también define nuestra tarea: 5 ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. 6 Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 7 Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 1 Corintio 3:5-10. Por lo tanto tu y yo tenemos la tarea de abocarnos a la proclamación, a la siembra y riego del mensaje salvador. El crecimiento lo dará Dios en el tiempo que él estime oportuno. Se fiel a este llamado y recuerda que no puedes obrar la fe en tu prójimo, eso es tarea de Dios.

· Siguió en contacto con los suyos. Jesús no rechazó a su familia a pesar de que esta si lo rechazaba. Él nunca les cerró las puertas es por esto que vemos a María a los pies de Cristo en la cruz. (Juan 19.25). 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Juan 17. Dios no desea que seamos gente aislada que solo se relaciona con los “buenos”, con los “nuestros”. Estamos en el mundo para ser sal y luz. Aunque no nos guste o nos traten mal, Dios nos ha dejado y enviado al mundo a ser embajadores de su Gracia.

¿Que sucedió?

¿Qué sucedió con los amigos y familiares de Jesús?

De los amigos y coterráneos de Jesús no sabemos muchos, como dijo Simeón en el templo: “He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel”. (Lucas 2.34). Algunos habrán creído en Jesús, otros no. Pero veamos específicamente qué sucedió en la familia de Jesús de la cuál si tenemos escritos en la Palabra.
Después de la resurrección de Jesús se nos presenta una imagen muy distinta: “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado. Cuando llegaron, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. Hechos 1.12-14. Los que no creían en él ahora creen y oran. Es más uno de ellos llega a convertirse en apóstol: “pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” Gálatas 1. 19. Otro en misionero “¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una hermana por esposa, como hacen también los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?”(1º Corintios 9.5).
No se si tu familia o vecinos y amigos creerán en Cristo, espero que si, tampoco nos corresponde determinar esas cosas. Solo se que ellos necesitan que nosotros seamos fieles al llamado que Dios nos ha hecho y así ser los proclamadores de su amor hacia el mundo pecador.
También se que puedes recurrir a Cristo una y otra vez para crecer y afirmarte en el pacto de Gracia que Dios ha hecho contigo. Ahora salgamos confiando en la Palabra de Dios que nos dice: 16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, 17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, 18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Hechos 26:16-18

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