sábado, 29 de marzo de 2008

Asamblea Nacional de la IELE.

ASAMBLEA NACIONAL DE IELE
IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA ESPAÑOLA
21 a 23 de Marzo de 2008
La Gracia de Dios y mi prójimo
“Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo”
Por Gustavo Omar Lavia
¿Cómo compartir la Gracia de Dios con mi prójimo?
Seguramente a estas alturas nuestro mayor deseo es que todos nuestros familiares y aquellas personas que conocemos sean transformados por la Gracia de Dios. Cuando reflexionamos sobre la importancia de la gracia en esta vida y de las implicancias que tiene en la vida venidera, seguramente nos invaden las ganas de salir a anunciar esta hermosa “buena noticia” que Dios nos ha dado. Qué mas quisiéramos que estar seguros de que todos aquellos que nos rodean han sido redimidos por Cristo y puestos sus nombre en el libro de la Vida. Pero sabemos que al salir de aquí no todo va ser color de rosa, por un lado nos abrumaran nuestros temores, inseguridades y desconocimientos. El diablo hará su parte para que no llevemos nuestra tarea a cabo y el mundo hostil aportará lo suyo. Salimos como ovejas a un campo donde abundan los lobos.
Seguro que en este viaje de compartir el evangelio has encontrado personas con quienes te llevas bien, y tienen interés por las cosas espirituales, hablas de Dios y la fe y no hay mayores problemas para compartir el mensaje de Cristo, pero ¿Qué ocurre con aquellos que te rechazan o no quieren oír el mensaje que Dios tiene para la humanidad?. Entonces ¿Qué hacer cuando mi prójimo no reacciona favorablemente al Evangelio de Gracia o hace cosas que me llevan a rechazarlo como persona y como posible receptor de la gracia? Lo más probable es que le dejes de lado porque eso hacemos con quieres nos incomodan o nos cuesta llegar a ellos, o que dejemos de preocuparnos por transmitir el mensaje de Gracia
En primer lugar me gustaría que veamos lo que le pasó a Jesús durante su vida, especialmente con las personas que creemos deberían ser las “más próximas” o nuestros “prójimos directos”: La familia.
Para comenzar recordemos que Jesús tuvo muchos amigos, vecinos y coterráneos, incluso antes de ser famoso, antes de ser conocido como maestro, profeta o rey, o por sus milagros y curaciones. No sabemos si en su adolescencia tuvo problemas, porque esta etapa de su vida no está escrita en la Biblia. Solo tenemos el incidente de su presentación en el templo a los doce años, y la preocupación que esto generó en sus padres, que lo buscaron entre sus conocidos y familiares (Lucas 2.44). Jesús podía estar un día fuera del alcance de la vista de su familia sin que ésta se preocupe.
Mucho tiempo después uno de los acontecimientos sociales de importancia en la vida de Jesús es su presentación en la sinagoga del pueblo, donde muchos lo conocían, era su costumbre asistir a las reuniones de la misma. Allí se produce una gran reacción al oír el anuncio de las Buenas Nuevas, de la predicación del año agradable del Señor (Lucas 4.16-9). Este anuncio comienza en un sitio y con personas conocidas. Allí, obviamente, se oía hablar de Dios… y muchos amigos, conocidos y familiares se agruparon para oír a Jesús. Marcos nos dice que le conocía bien: ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? 6.3, sin lugar a dudas lo conocían a él y a su familia. Pero este versículo no termina muy bien en cuanto a la relación de Jesús con los de su pueblo. En lugar de estar orgullosos, contentos y agradecidos a Dios por este mensaje de liberación que se había predicado y hecho carne ante sus ojos, ellos se escandalizaban de él. El anuncio de las buenas nuevas comienza con problemas. Esta gente habrá pensado: “¿Quién cree que es?. Si lo conocemos bien, vivimos, jugamos y crecimos juntos”. “¡Vamos Jesús! que conocemos a tu familia y mejor ni hablar de cómo se llevan”. “Tu, justamente tu, nos traes la gracia… el año favorable al Señor… por favor, mírate, solo eres un carpintero”. “Dios no habla por medio de personas como tu”.
No es de extrañar que Jesús a continuación pronuncie unas dolorosas palabras “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa.” Marcos 6.4. Nótese el orden de este versículo, propia tierra, parientes y casa. No tendríamos problemas en ser rechazados por desconocidos o de perder una amistad o de no ser aceptado por las personas conocidas e incluso por algún pariente, pero esperaría un poco más de comprensión o menos rechazo de nuestra casa.
Hablar de Gracia implica estar dispuestos, inicialmente, a perder amigos temporales… con la esperanza de ganar hermanos en la eternidad.
Pero el rechazo no quedó allí, solo en palabras y pensamientos, pasaron a los hechos. Levantándose, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo; pero él pasó por en medio de ellos y se fue. Lucas 4.29-30. Los suyos lo querían matar… y nadie salio a defenderlo, nadie a su favor, ni sus amigos, ni su familia. ¿Qué harías en su lugar? ¿Te ofenderías? ¿Les quitarías el saludo o la palabra? ¿Les darías otra oportunidad? ¿Dejarías pasar el tiempo?
La familia de Jesús tenía una opinión formada sobre él y Marcos la describe en el siguiente episodio: “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderlo, porque decían: "Está fuera de sí". Marcos 3. 21. La Gracia es locura para muchos y eso no debe asustarnos, ni amedrentarnos en nuestra tarea de predicación. Para su familia, Jesús era una vergüenza, querían encerrarle, “Ha perdido la cabeza”.
En otra oportunidad sus propios hermanos le dijeron: “Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Ni aun sus hermanos creían en él”. Juan 7.3-5. Esto a sabiendas que los religiosos de Jerusalén lo buscaban para matarlo. No solo pensaban que estaba loco…. lo querían muerto. Ni aún sus hermanos creían en él. Pero ¿qué hizo Jesús?, ¿cómo afrontó tanto desprecio y rechazo? ¿De dónde se nutrió para seguir predicándoles el evangelio de Gracia?
¿Cómo reaccionó Jesús ante este rechazo? ¿Cómo sobrellevó esta carga? ¿Qué hizo?
Jesús nos dice: “Sed vosotros misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36). Pero qué hacer cuando no surge esa misericordia dentro de mí, cuando el amor por el otro no “fluye por mis venas”. Veamos algunas cosas que hizo Jesús.
· Él se dejó guiar por la Palabra de Dios.
Imagina que hubiese pasado si Jesús se habría guiar por los comentarios de sus familiares, amigos y coterráneos. Sin embargo dejó que solo Dios le diga quien era él. Y se oyó una voz de los cielos que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia". Mateo 3.17. Recuerda quién eres para Dios, que eres su hijo, te ha redimido pagando un alto precio por tu vida.
También vemos que Jesús constantemente hizo referencia a la voluntad de su Padre a la cual se sometía. Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Juan 8:28. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Juan 6:38. Sin la Palabra de Dios nos dejariamos arrastrar por cualquier comentario, mal pensamiento cayendo en pecado.
No se dejó guiar por sus sentimientos, “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora”. Juan 12:27. Siempre subordinó sus sentimientos a la voluntad de Dios. No los ocultó ni los rechazó, pero los puso en un segundo plano. Aquí también vemos que Jesús en sus momentos más dolorosos recordó y se sujetó a la Palabra antes que a sus sentimientos. Recuerda esto cuando te veas tentado a despreciar o ignorar a tu prójimo por lo que hace o dice, incluso cuando al dar testimonio de la gracia esté en juego tu reputación.
· Instituyó la Santa Cena: En la Santa Cena sin lugar a dudas pensó en los suyos y en el resto de la humanidad. Cuando distribuye por primera vez la cena y dice: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. (Mateo 26.28). No solo está pensando en su grupo de discípulos. Su cuerpo y sangre han sido dados por todos los pecadores, para el perdón de todos sus pecados. Aquí es dónde todo cristiano que participa del banquete celestial, cobra deseos y ganas de que su prójimo también lo haga. Porque allí ve que sus pecados son perdonados y se le promete y da una nueva vida en Cristo.
· Oró por si mismo y por los suyos. En los momentos de angustia y gran necesidad, en aquellos momentos difíciles dónde sabía que sería abandonado por todos los suyos, oro: “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mateo 26:39) Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. (Mateo 26:42). Pero esta oración no solo fue hecha por sus necesidades sino por las necesidades de aquellos que aún lo despreciaban, y no creían en él: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17. 20-21. ¿Tienes conocidos que no creen en Cristo? Seguro que sí. Míralos como creyentes potenciales, como personas que aún no creen, pero que Dios quiere que crean y por eso estás allí, para proclamar su gracia.
· Los aceptó tal cual son. Si Jesús, con todo su poder y sabiduría no forzó a su familia a creer en él, ¿porque pensar que nosotros podemos hacerlo? Inicialmente Jesús tuvo más éxito con los desconocidos que con los conocidos. A los suyos los aceptó tal cual eran, sin dejar a un lado la predicación del evangelio que los transformaría. Una de las tendencias de algunos cristianos es la de creer que su prójimo es inferior a debido a que no tiene fe o esta es débil. Esta es una reacción habitual de aquellos que se sienten superiores al resto por creerse alguien, por creer que ellos son merecedores de la fe que Dios les ha dado, por creer que se han ganado un puesto en el cielo. Para evitar esto es que Pablo escribe a los Efesios recordándoles quienes eran, cómo estaban antes de conocer el evangelio: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.( 2:1-3).
· Sabía muy bien cuál era su tarea. Proclamar, anunciar y a dar su vida en rescate de la humanidad. Jesús al orar, dice que el recibir la gracia es una obra de Dios en el hombre y no una obra del hombre hacia Dios: “como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son. Juan 17. Tiempo mas adelante Pablo también define nuestra tarea: 5 ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. 6 Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 7 Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 1 Corintio 3:5-10. Por lo tanto tu y yo tenemos la tarea de abocarnos a la proclamación, a la siembra y riego del mensaje salvador. El crecimiento lo dará Dios en el tiempo que él estime oportuno. Se fiel a este llamado y recuerda que no puedes obrar la fe en tu prójimo, eso es tarea de Dios.
· Siguió en contacto con los suyos. Jesús no rechazó a su familia a pesar de que esta si lo rechazaba. Él nunca les cerró las puertas es por esto que vemos a María a los pies de Cristo en la cruz. (Juan 19.25). 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Juan 17. Dios no desea que seamos gente aislada que solo se relaciona con los “buenos”, con los “nuestros”. Estamos en el mundo para ser sal y luz. Aunque no nos guste o nos traten mal, Dios nos ha dejado y enviado al mundo a ser embajadores de su Gracia.
¿Que sucedió?
¿Qué sucedió con los amigos y familiares de Jesús?
De los amigos y coterráneos de Jesús no sabemos muchos, como dijo Simeón en el templo: “He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel”. (Lucas 2.34). Algunos habrán creído en Jesús, otros no. Pero veamos específicamente qué sucedió en la familia de Jesús de la cuál si tenemos escritos en la Palabra.
Después de la resurrección de Jesús se nos presenta una imagen muy distinta: “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado. Cuando llegaron, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. Hechos 1.12-14. Los que no creían en él ahora creen y oran. Es más uno de ellos llega a convertirse en apóstol: “pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” Gálatas 1. 19. Otro en misionero “¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una hermana por esposa, como hacen también los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?”(1º Corintios 9.5).
No se si tu familia o vecinos y amigos creerán en Cristo, espero que si, tampoco nos corresponde determinar esas cosas. Solo se que ellos necesitan que nosotros seamos fieles al llamado que Dios nos ha hecho y así ser los proclamadores de su amor hacia el mundo pecador.
También se que puedes recurrir a Cristo una y otra vez para crecer y afirmarte en el pacto de Gracia que Dios ha hecho contigo. Ahora salgamos confiando en la Palabra de Dios que nos dice: 16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, 17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, 18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Hechos 26:16-18

sábado, 15 de marzo de 2008

Sermón del Domingo de Ramos 16-03-08

La temporada de Cuaresma comprende los cuarenta días desde el miércoles de ceniza hasta el sábado de gloria. La palabra cuaresma parece provenir del término latino quadraginta que significa "cuarenta". Antiguamente había de ayunarse durante la Cuaresma, menos los domingos, preparándose para la celebración de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Actualmente es una temporada penitencial y de arrepentimiento en que se fija la atención en la pasión y muerte de Jesucristo por los pecados del mundo y los de uno mismo. Contemplar lo que Él hizo y sufrió inevitablemente nos lleva a lamentar nuestros pecados y sus consecuencias, tanto las que Jesús tuvo que sufrir en nuestro lugar como las que sufrimos en nuestras propias vidas. No obstante, no es una temporada de lamentación lúgubre y tristeza sombría, porque los domingos de Cuaresma siempre siguen siendo la celebración de la resurrección de Jesucristo de la muerte. Por lo tanto la Cuaresma es más bien un período de gozo solemne porque en él recordamos tanto el privilegio que nos ha sido dado de poder arrepentirnos como el perdón de todos nuestros pecados mediante la redención que obró Cristo por nosotros en su sufrimiento, muerte y resurrección gloriosa.

6º domingo de cuaresma

“Tu reino viene a nosotros”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Zacarías 9:9-10

La Epístola: Filipenses 2.5-11

El Evangelio:

Juan 12.12-19

12 El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! 14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: 15 No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino de asna. 16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. 17 Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. 18 Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. 19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.


Sermón

Miedo, penuria y violencia, ésos son los rasgos característicos del mundo actual. Los grandes descubrimientos y conquistas del espíritu humano de nuestra época se limitan casi exclusivamente a la técnica, y ésta, en su mayor parte, es perfeccionada para la destrucción del género humano. ¡Paradójica situación, la del mundo actual! ¡El ser humano, orgulloso de sus inventos y adelantos técnicos, se siente al mismo tiempo esclavizado, gimiente y aterrorizado ante las creaciones de su propio espíritu!

Como cristianos, tú y yo, como seres que no vivimos para el mundo presente solamente, sino a través del mundo para la eternidad dichosa que nos espera, ¿qué actitud asumimos en este mundo? Como cristianos, ¿vivimos realmente en el mundo? ¿O nos apartamos, nos aislamos del mundo escondiéndonos tras el alto muro de nuestros elevados ideales cristianos? Por cierto que hay cristianos tales. Hay cristianos que dicen diariamente el Padrenuestro, que dicen también la petición: “Venga tu reino”, y después de haberla dicho sus manos permanecen juntas, quietas, muertas. Y sus labios permanecen mudos... hasta el día siguiente, hasta la siguiente hora de las plegarias.

Para el cristiano consciente y verdadero, activo y responsable, esa petición del Padrenuestro es más, mucho más que una mera frase. Esa petición le recuerda su propio estado de gracia, pero le recuerda también su propio deber de cristiano en este mundo. Un cristiano tal siente arder en su corazón las lágrimas que Jesús derramó en un día como el de hoy sobre una ciudad y sus habitantes. Al recordar ese episodio de las Sagradas Escrituras, el verdadero creyente no puede sino exclamar agradecido y lleno de celo santo: VENGA SEÑOR TU REINO….

1.…a nosotros,

2.…Por medio de nosotros.

Tu reino viene a nosotros. Domingo de Ramos llamamos este día del Señor. Y recordamos en él un hecho singularisimo en la vida de nuestro Señor Jesucristo. El santo evangelio para este domingo nos cuenta de un Jesús que no se muestra esquivo y apático a los honores que le tributa la muchedumbre, sino de un Jesús que va al encuentro de las alabanzas jubilosas que se le tributan. Es que su hora había llegado. La ciudad de Jerusalén estaba de fiesta. Faltaban solamente unos días para la celebración de la pascua judía. La ciudad toda bullía con esa alegre nerviosidad, llena de expectativa y preparativos, que siempre precede a las grandes festividades. Además, habían venido en esos días numerosos hebreos que residían en el interior del país y aun en países vecinos. Las grandes festividades pascuales los reunían de nuevo cada año en la ciudad santa.

Pero no solamente la próxima fiesta era el comentario principal en que se ocupaba aquella multitud. De boca en boca corría y se repetía un nombre, un nombre ligado a milagros, un nombre ligado a esperanzas milenarias: ¡Jesús, Mesías, rey de Israel! Corazones anhelosos y llenos de expectativa eran los de aquella multitud que sabía que Él estaba en las proximidades.
Y de pronto Él llega, el tan comentado, el esperado. Y ¿cómo viene? Dice el santo evangelista: “Y Jesús, habiendo hallado un asnillo, se sentó en él.” Sentado sobre un humilde asnillo entra Jesús en la ciudad de Jerusalén. Imaginando aquella escena, pensando en la fastuosidad romana de aquella época, a la cual estaba acostumbrado también el pueblo de aquella ciudad, se nos avecina la idea de que la multitud debió encontrar ridícula esa entrada de Jesús de Nazaret. Pero no fue así. Pues Jesús no viene solamente con señales externas de humildad, sino que allí, en esa hora, se cumple una antigua profecía. ¡Jesús viene, Él entra en Jerusalén, así como su Padre celestial lo habla anunciado casi 500 años antes por boca del profeta Zacarías! Todo aquello sucedió “según está escrito”, dice el santo evangelista. ¿Y qué estaba escrito? Escrito estaba: “No temas, hija de Sión; he aquí que viene tu rey, sentado sobre un pollino de asna.” Así decía la visión profética y así aconteció cientos de años después, cuando llegó la hora. ¡Es que Dios, el Eterno y Omnisciente, el Santo y el Misericordioso, cumple la palabra que una vez puso en boca de sus profetas y en los oídos de su pueblo! Y por eso aquella multitud también prorrumpe en las antiguas exclamaciones de júbilo con las cuales se recibía a los reyes y héroes victoriosos. Dice el evangelista: “Tomaron ramos de palmas, y salieron a su encuentro, aclamando: ¡Hosanna! ¡Bendito el rey de Israel, que viene en el nombre del Señor!” Jesús entra en la ciudad, “según estaba escrito.”

Jesús entra en la ciudad, “según estaba escrito.” La época que sirvió de marco a esos acontecimientos no era una época feliz para el pueblo judío y las páginas de su historia nacional. En el aspecto material era una nación oprimida y avergonzada bajo el yugo del conquistador romano; era una nación que clamaba por un libertador de la opresión extranjera. En el aspecto espiritual, según las propias palabras del Señor Jesucristo, las multitudes del pueblo eran verdaderamente dignas de lástima, “porque estaban acosadas de necesidad, y andaban dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mat. 9:36).

Hacia ese pueblo que estaba en la desgracia y se hallaba descarriado vino el Mesías y Rey en ese día memorable. Mansa y humilde es la actitud de ese rey hacia sus súbditos. No en vano había dicho: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mat. 11: 29). Mansa y humilde fue sin duda también la mirada con que ese rey observaba a aquella muchedumbre. Allá lejos sus ojos divisaban una cruz solitaria y una angustia sobrehumana. Hacia allí se encaminaba decididamente, como un rey que sabe que saldrá victorioso aun antes de entrar en la lucha final. También eso “estaba escrito”; pues ese rey era aquella simiente de la mujer que le quebraría la cabeza a la serpiente... “Bendito el rey de Israel”, seguía clamando la multitud. Al oírlos, al mirar con sus ojos divinos en sus corazones entusiasmados, pero vacíos de anhelos espirituales, aquel rey lloró sobre aquella ciudad y sus habitantes, diciendo: “¡Oh si hubieras conocido, tú, siquiera en este tu día, las cosas que hacen a tu paz! ¡Más ahora están encubiertas de tus ojos!” (Lucas 19:42). Sí, ningún pueblo y ninguna ciudad han vuelto a experimentar en tal medida la gracia de Dios y su buena voluntad como lo experimentaron en aquel día Jerusalén y sus habitantes. ¡En aquel día Dios fue al encuentro de los hombres con toda magnificencia! ¡Aquel día, el Espíritu de Dios puso en los labios de los hombres el testimonio de la verdad... y los hombres estaban ciegos!
Caro amigo, en esta hora Cristo el Rey viene a ti. A ti se dirige, cuando dice: “Decid a la hija de Sión”, a ti te nombra como un miembro que eres de la Iglesia Cristiana. Hoy como entonces él viene a ti y los demás hombres con su mensaje de la reconciliación, el Evangelio de la paz, diciéndote también a ti, “según está escrito”: “No temas; porque yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío” (Isasías 43:1). ¡Oh, quiera Dios que conozcas, tú, en este tu día, lo que sirve a tu paz! Dondequiera que se predica el Evangelio de Cristo, allí está Cristo llamando a la puerta de los corazones y diciendo: “No temas, hija de Sión; he aquí que viene tu rey.” Sí, Dios viene a nosotros porque nosotros no pudimos ir a ella. Manso y humilde viene, sin fastuosidad, sin ánimo de impresionar a los pobres y hacerlos sentirse más pobres. Por esta razón vino su Hijo al mundo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16).

Por causa del amor de Dios para con los hombres, nosotros podemos exclamar hoy llenos de gozo: “¡Tu Reino viene hacia nosotros!” Pero ese mismo amor divino que experimentamos en nosotros debe impulsarnos también a que exclamemos, llenos de amor y celo santo, en segundo lugar,

Tu Reino viene, por medio de nosotros. Entre aquella multitud que recibió con hosannas y bendiciones al Señor Jesús a las puertas de Jerusalén había presentes tres clases definidas de personas.

Una clase de aquellas personas estaba formada por ese grupo que el santo evangelista describe en los versículos 17-18, diciendo: “La gente, pues, que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le levantó de entre los muertos, daba testimonio de ello. Por esto también la multitud salió a recibirle; porque oyeron decir que él había hecho este milagro.”... Seguramente que estos últimos formaban la inmensa mayoría de aquella muchedumbre, la que con más entusiasmo y poder gritaba sus hosannas y sus: ¡bendito sea! Ese grupo numeroso se encuentra con frecuencia en aquellos lugares donde se reúnen muchedumbres. Aquí están presentes, “porque oyeron decir que él había hecho este milagro.” Días más tarde están presentes, porque quieren ver a quién Poncio Pilatos va a darle finalmente la libertad, si a Barrabás, el ladrón, o si a Jesús de Nazaret. Y solamente horas más tarde gritan de nuevo. “¡Quítale, quítale! ¡Crucifícale!”... Oh, el
Señor Jesús conocía a ese grupo. Lo conocía tan bien, que de él dijo: “Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” (Mar. 7:6).
¿Será necesario, amigos, que le busquemos ubicación a este grupo en la sociedad de nuestra época actual? Yo creo que no.

El otro grupo que notamos entre la multitud que esperaba a Jesús en aquel día está descrito con las siguientes palabras en el versículo 19: “Por tanto los fariseos dijeron entre sí: ¡Ya veis que no aprovecháis nada! ¡He aquí que el mundo se va tras él!”... Seguramente este segundo grupo no era tan numeroso como el primero. Este era un grupo algo apartado, silencioso, hosco, suspicaz y fanático. Pocos contactos amables habían tenido ellos con Jesús de Nazaret. En los oídos de este grupo resonaban aún aquel juicio y aquella pregunta que cierto día les dirigiera ese Jesús, cuando los apostrofó: “¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo evitaréis la condenación del infierno?” (Mat. 23:33).

Estos fariseos y sus semejantes no amaban realmente al pueblo que pretendían conducir. No lo amaban, pero tenían necesidad del apoyo y la aclamación de ese pueblo. Eran gentes que no podían vivir sin las alabanzas y loas de sus prójimos. Y ahora, al ver que la muchedumbre aclamaba al odiado Jesús de Nazaret, “dijeron entre si: ¡Ya veis que no aprovecháis nada! ¡He aquí que el mundo se va tras él!”... Creo que tampoco a este segundo grupo necesitamos buscarle ubicación en la sociedad humana actual; pues los falsos profetas, tanto en el sentido material como en el sentido espiritual, forman legión en nuestros días.

Y queda, finalmente, un tercer grupo que observamos entre la muchedumbre de aquel Domingo de Ramos. Nos lo imaginamos un grupo bastante reducido. El santo evangelista lo menciona en el versículo 16, diciendo: “Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; mas cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas de él, y que ellos habían hecho estas cosas con él.”... Los discípulos se mantenían cerca del Señor. Jesús estaba sentado sobre los vestidos que algunos de ellos habían puesto sobre el asnillo. Otros de los discípulos tendían sus vestidos por el camino para que Jesús cabalgase como sobre una blanda alfombra. También los discípulos aclamaban al Señor Jesús. Y la aclamación de ellos agradaba al Señor, tanto, que respondió al reproche que le hacían los fariseos al respecto, diciéndoles: “Os digo que si éstos callasen, las piedras clamarían” (Lucas 14:40). Y ellos seguían aclamando. Verdad es que ellos “no las entendieron estas cosas al principio”, no sabían cuál era la verdadera causa de aquella jubilosa recepción que la muchedumbre hacía a su querido Maestro, ni tampoco sabían por qué ellos mismos entonaban las proféticas alabanzas de los Salmos. Pero ellos eran los discípulos. Ciertamente, el uno o el otro se sintió luego escandalizado y desorientado por el episodio que días después se desarrolló en Getsemaní y en Gólgota. Pero cuando el Señor resucitado les ordenó que se reuniesen en Galilea y le esperasen, ellos obedecieron. Ellos eran los discípulos. Ellos estaban reunidos y mirando al cielo cuando el Señor ascendió allí, ellos estaban reunidos y orando, tal como les fue ordenado, aquel maravilloso día de Pentecostés... Y “cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas de él, y que ellos habían hecho estas cosas con él”, dice el santo evangelista. Los discípulos se acordaron, leyendo las profecías del Antiguo Testamento, recordando los episodios de su vida en compañía con el Señor, “de que estas cosas estaban escritas de él.”

En este tercer grupo descubrimos esta particularidad: ¡eran lectores, eran estudiosos que escudriñaban las Sagradas Escrituras! Esa lectura y la bendita ayuda del Espíritu Santo los condujo finalmente a un conocimiento tan seguro y firme, feliz y constante, que aun ante la amenaza de la prisión y la muerte misma, estos discípulos declaraban: “Pues en cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar las cosas que hemos visto y oído” (Hechos 4:20)... Y en consecuencia, esos discípulos del Señor, sus apóstoles, hablaban, predicaban el Evangelio de la salvación sin 3emor, sino con alegría y entusiasmo, convicción y celo santo. Ellos mismos se consideraban apóstoles, enviados, mensajeros del Rey Jesús, el Salvador del mundo. Así dice al respecto el apóstol Pablo: “Nosotros pues somos embajadores de parte de Cristo, como si Dios os rogara por medio de nosotros: ¡Os rogamos, por parte de Cristo, que os reconci1 1é1s con Dios!” (2 Corintios 5:20). Así, caros amigos, llevó adelante este tercer grupo la obra de la evangelización. ¡Eran doce hombres solamente! Pero al mismo tiempo eran doce apóstoles, doce seres humanos que no podían dejar de hablar las cosas que hablan visto y oído. ¿Y qué alcanzaron esos doce hombres? Esto: ¡conquistaron el mundo! Sí, el mundo no pudo convertirlos a ellos, ¡pero ellos convirtieron al mundo! Por medio de ellos el mundo conoció el Reino de Gracia, conoció la salvación eterna del hombre por los méritos de nuestro Señor Jesucristo. ¡Estos doce hombres cambiaron el curso de la historia y de la civilización humana!

Tú también conoces esa doctrina de los apóstoles. Quizás la conoces desde pequeño. ¿Has salido alguna vez, con estos tus conocimientos dichosos, por estas calles de Dios para conquistar almas inmortales para su Reino? ¿Dices también tú, como dijeron aquellos apóstoles: no puedo callarme, tengo que hablar de lo que he visto y oído? Por cierto, sería triste si tú procedieras como muchos cristianos lo hacen, que hablan de sus convicciones religiosas sólo cuando los obligan los demás, y lo hacen entonces con una falta tal de entusiasmo que se asemejan a comerciantes escrupulosos que se ven obligados a vender cierta mercadería de cuya calidad ellos mismos dudan. ¡Oh, que tú experimentaras y dijeras con el santo apóstol, que declara: “Pues no me avergüenzo del evangelio; porque es poder de Dios para salvación a todo el que cree!” (Romanos 1:16). Al hacer tu plan de trabajo en el Reino de Dios, no es necesario que antes te formules un gran programa. Recuerda aquel hermoso himno, que dice:

2. como elocuente apóstol no pudieres predicar,
de Jesús decirles puedes, cuánto al hombre supo amar.
Si no logras que sus culpas reconozca el pecador,
Puedes conducir los niños al benigno Salvador.
Para cada cristiano, también para ti, hay un puesto de trabajo en el Reino de Dios, así como hay también para cada uno, también para ti, un lugar ya destinado en su Reino de Gloria, el cielo. Quiera conceder Dios, que al llegar hoy a la petición del Padrenuestro, que dice: “Venga tu reino”, tú digas: ¡Venga tu Reino también por medio de mí! ¡Heme aquí, ya voy, Señor! Amén.

Tomado de Pulpito Cristiano. Pastor David Schmidt.

sábado, 8 de marzo de 2008

5º Domingo de Cuaresma 09-03-08

La temporada de Cuaresma comprende los cuarenta días desde el miércoles de ceniza hasta el sábado de gloria. La palabra cuaresma parece provenir del término latino quadraginta que significa "cuarenta". Antiguamente había de ayunarse durante la Cuaresma, menos los domingos, preparándose para la celebración de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Actualmente es una temporada penitencial y de arrepentimiento en que se fija la atención en la pasión y muerte de Jesucristo por los pecados del mundo y los de uno mismo. Contemplar lo que Él hizo y sufrió inevitablemente nos lleva a lamentar nuestros pecados y sus consecuencias, tanto las que Jesús tuvo que sufrir en nuestro lugar como las que sufrimos en nuestras propias vidas. No obstante, no es una temporada de lamentación lúgubre y tristeza sombría, porque los domingos de Cuaresma siempre siguen siendo la celebración de la resurrección de Jesucristo de la muerte. Por lo tanto la Cuaresma es más bien un período de gozo solemne porque en él recordamos tanto el privilegio que nos ha sido dado de poder arrepentirnos como el perdón de todos nuestros pecados mediante la redención que obró Cristo por nosotros en su sufrimiento, muerte y resurrección gloriosa.

09-03-2008

5º domingo de cuaresma

“Yo soy la resurrección y la vida”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Ezequiel 37:1-14

La Epístola: Romanos 8:11-19

El Evangelio: Juan 11:1-53

1Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. 2(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) 3Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. 4Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
5Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. 8Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? 9Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. 12Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; 15y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. 16Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
Jesús, la resurrección y la vida
17Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; 19y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. 20Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. 21Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. 23Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. 24Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. 25Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? 27Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Jesús llora ante la tumba de Lázaro
28Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. 29Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. 30Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. 31Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. 32María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. 33Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. 35Jesús lloró. 36Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. 37Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
Resurrección de Lázaro
38Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 43Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

Tema: Jesús es la resurrección y la vida

Objetivo: Vivir en la paz que nos brinda la muerte y resurrección de Cristo.

Sermón

La muerte y resurrección de Lázaro es un hecho profundamente significativo para la época de Cuaresma que estamos viviendo, y seguramente de especial relevancia para aquellos a quienes la muerte os ha tocado de cerca.
Hoy no puedo dejar de nombrar a Isaías Carrasco, a quien, en un día “normal” y sin esperarlo, le fue arrebatada su vida. La muerte le sorprendió a él, a los suyos y a toda la sociedad española. A los únicos a los que no les sorprendió su muerte fue a sus indeseables y cobardes asesinos, que buscaban y esperaban justamente eso.
Es verdad que esa forma de morir nos causa mucha bronca e indignación, sin embargo lo cierto es que la muerte sigue llegando. Ella usa distintas formas: accidente, enfermedad, asesinato, catástrofe, etc., y según el “momento” y la “manera” despierta distintas reacciones. Pero más allá de estos sentimientos tan profundos y personales, lo concreto es que la muerte se hace presente y toma protagonismo en nuestras vidas. Ella es real y concreta, y siempre llega; a todos nos llega. Ésta es la mala noticia. Pero incluso para la trágica y desesperante noticia de la muerte, Cristo contrapone una Buena Noticia: La promesa real de la resurrección y la vida eterna.

LA MUERTE, UNA REALIDAD PALPABLE Y CERCANA

La muerte es aquel punto y final que cierra la historia de una vida humana tal cual la conocemos y concebimos empíricamente. La mayoría de las personas preferirían que el guión de su vida no se acabase nunca. La muerte, aquel enemigo implacable e indiferente, que no acepta concesiones ni se la puede sobornar con dinero, la cual no respeta razas, edades ni sexos, se presenta como aquello que nos arrebata todo cuanto tenemos y somos, el único bien realmente valioso: la vida.
Su presencia desgarra lo más profundo de nuestro ser. Nos deja impotentes, débiles, indefensos, desprotegidos. En aquel momento tomamos plena conciencia de que lo único realmente que poseemos es nuestra vida, y que incluso ésta es finita y tarde o temprano nos será arrebatada. “7porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar”. 1ª Timoteo 6:7

¿Por qué la muerte?

La muerte es la consecuencia de nuestra desobediencia. Ésta es la respuesta que nos da Dios en su Palabra. Adán y Eva transgredieron la voluntad de Dios y justamente se cumplió la promesa: “del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Gn. 2:16-17 Como descendencia suya, todos nosotros nacemos con la consecuente naturaleza heredada de Adán y Eva: Somos pecadores y por ende mortales “la paga del pecado es muerte” Ro. 6:23
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos 5:12
Jesús se compromete con nosotros
Pero Dios no nos dejó en esa situación. A tal punto se involucro Dios en la persona de Cristo con el problema de la muerte que Jesús derramó sus lágrimas por lo acontecido con Lázaro. Tenía total dimensión, comprensión y sentimientos hacia este monstro negro que atormenta a la humanidad. Y Dios no se complació en dejar en esta lamentable situación en la que se metió la humanidad por rebeldía. Cristo fue a la muerte. Enfrentó Él mismo en su persona el abandono absoluto de la muerte, y eso solo para darnos vida a quienes creemos en su obra.
“Cristo Jesús, 6el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Filipenses 2:5-8

La obediencia de Cristo trae vida

“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Ro. 5:17-19
Jesús muestra y nos deja testimonio de su poder sobre la muerte.
Jesús llama a Lázaro de la muerte. Lázaro nada podía hacer por sí mismo. Lázaro estaba sin vida. Ningún otro ser humano podía hacer por Lázaro más que sepultarlo y llorar su pérdida. Sin embargo Cristo se hace presente en esa situación puntual para dejarnos un ejemplo claro del poder de su Palabra. Para certificarnos que Él puede hacer volver a la vida: “¡Lázaro, ven fuera! 44Y el que había muerto salió”.
Si bien el caso de la resurrección de Lázaro es un milagro puntual que Jesús realizó para dejarnos constancia de su poder, también es cierto que todos los cristianos experimentamos una resurrección en nuestro Bautismo. Esta es la imagen más acertada y bonita de conversión. ¡Un muerto vuelve a la vida!
Nosotros, muertos espirituales, somos resucitados por el poder de la Palabra de Dios, nacemos de nuevo por el agua y el Espíritu. “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo”. 1ª Pedro 3:21
“3¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Ro. 6:3-4
Cristo te ha hecho nacer de nuevo por el Bautismo y te ha dado un nuevo pulmón en Cristo ¡Respira por medio de la fe el aire de vida que te da la Palabra de Dios y vive!
Jesús es la resurrección y la vida
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
¿Dónde se sustenta la esperanza cristiana de la vida eterna? En la Palabra de Dios. Dios empeña su Palabra con la vida de su propio Hijo Jesucristo. Jesús es la Palabra misma de Dios. El Verbo hecho carne.
La Palabra se encarna y asume la muerte en sí mismo. Jesús resucita. Trae un concepto que aporta una solución completa al problema. La muerte no puede retenernos. Alguien más poderoso que ella, que la venció primero, reclama la pertenencia de nuestras vidas.
El sello de la pertenencia a Cristo es la fe. El creerle es nuestro pase, nuestro pasaporte, nuestro carnet de identidad que muestra que no pertenecemos al reino de la muerte, sino al reino celestial, al reino de nuestro amado Padre Dios.
¿Dónde está oh muerte tu aguijón?, se atreve a decir el apóstol Pablo en forma desafiante. Ya no tiene poder mortífero, Cristo asumió en su cuerpo aquel único aguijón mortal de la muerte y su veneno ya no tiene poder en la Cristianos ya que tenemos el antídoto de la fe, tenemos anticuerpos que no dejan que la muerte, el pecado y el diablo tengan en nosotros ningún efecto maligno.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 1ª Co 15:55-57
Jesús nos cambia la perspectiva sobre la muerte.
Ya no hay un punto y final. En Cristo la muerte es un punto y seguido. Es una pausa momentánea para seguir escribiendo el texto de la historia de nuestras vidas eternamente.
“Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. 21Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. 1ª Co. 15:20-22

LA MUERTE Y RESURRECCION DE CRISTO Y LA NUESTRA

Si Cristo no se hubiese levantado por su propio poder de esa sepultura, su Palabra no tendría respaldo. Ninguno de sus discípulos, amigos, familiares podía hacer nada por Cristo. El que había resucitado a Lázaro ahora estaba abandonad a su propia surte. Lo que podían hacer por Él era sepultarlo, perfumarlo y llorarlo. Se acabaría así toda esperanza. Su Palabra no tendría un respaldo que nos genere confianza y una garantía de fiabilidad. “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. 14Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… 18Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron… 20Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. 1ª Co- 15:13-14, 18 y 20. ¡Pero Cristo sí resucitó! ¡Alégrate!
Jesús motiva a nuestra fe y busca una confesión
“todo aquel que cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? 27Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”. Juan 11:26-27
Esa es la pregunta a la cual nos confronta Cristo ¿Crees que Él es la resurrección y la vida? ¿Crees que Él te resucitará a ti también y te dará la vida eterna? Confiesa con voz firme y fuerte: “Creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén”.
Certezas

“De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte”. Juan 8:51
Cristo es el Dios de las certezas, las convicciones, la verdad. Eso es lo que nos hace descansar tranquilos en su Palabra. La mayoría de las personas con las que he hablado después del debate entre Rajoy y Zapatero me han dicho que quedaron confusas, que ambos decían cosas opuestas sobre un mismo tema y con carteles estadísticos en la mano que aseguraban su postura. Jesús, en vez de desconfianza y confusión, nos da certezas, seguridades absolutas. Aborda un tema en el cual nadie puede darnos y comprobarnos con su propia vida que sabe de lo que habla y que tiene poder para hacer lo que promete.
Muchas teorías pretenden resolver el conflicto de la muerte, pero la resurrección de Cristo es la única realidad que nos llena de seguridad. A menudo oigo a personas dudar diciendo “nadie volvió de ahí para contarme como es”, esa afirmación es falsa. Cristo regresó de la muerte y está sentado a la diestra de Dios Padre y Él sí que nos contó y dejó evidencias de que eso es cierto y nos dice que así como Él resucitó, nosotros también resucitaremos para vida eterna.
Porque es verdad que “la paga del pecado es muerte”, pero no es menos verdad que “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Ro. 6:23

CONCLUSIÓN

En contraste con la mala noticia que recibimos a diario de la muerte, Cristo nos dio una Buena Noticia a la cual aferrarnos y la cual anunciar a los cuatro vientos. Una noticia que es un bálsamo para los corazones desesperados, derrotados y angustiados. Hay una firme esperanza. Lázaro fue resucitado por la Palabra de Cristo, Cristo mismo resucito por su propio poder y venció así al diablo, el pecado y la muerte.
Jesús comprometió su Palabra de tal manera que dio su propia vida como garantía. Jesús sin ninguna necesidad de su parte, renuncia a la gloria que tenía, se humilla, se hace hombre y viene a este mundo. Los suyos no le reciben, le dan la espalda, no le creen, lo rechazan, tanto es así que termina muriendo como un maldito criminal en la cruz. Muere. Pero resucita para que tú tengas vida. Para que no tengas de qué preocuparte, ni agobiarte, ni angustiarte. Vive en Paz, en la plena seguridad de que por la fe en Cristo tienes vida eterna junto a Dios. Amén.
Aplicaciones a la vida diaria:

· Cada vez que pienses en la muerte, recuerda que es la consecuencia de la relación rota con Dios.
· Si la muerte te genera angustia, piensa que Cristo tomó cartas en el asunto y hay una Buena Noticia.
· Cristo es la resurrección y la vida y tú, por la fe en Él, resucitarás para vida eterna.
· Recuerda que en el Bautismo has recibido la vida Espiritual. Aliméntate con la Palabra y el Sacramento.

Pastor Walter Daniel Ralli


sábado, 1 de marzo de 2008

4º domingo de Cuaresma 02-03-8

La temporada de Cuaresma comprende los cuarenta días desde el miércoles de ceniza hasta el sábado de gloria. La palabra cuaresma parece provenir del término latino quadraginta que significa "cuarenta". Antiguamente había de ayunarse durante la Cuaresma, menos los domingos, preparándose para la celebración de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Actualmente es una temporada penitencial y de arrepentimiento en que se fija la atención en la pasión y muerte de Jesucristo por los pecados del mundo y los de uno mismo. Contemplar lo que Él hizo y sufrió inevitablemente nos lleva a lamentar nuestros pecados y sus consecuencias, tanto las que Jesús tuvo que sufrir en nuestro lugar como las que sufrimos en nuestras propias vidas. No obstante, no es una temporada de lamentación lúgubre y tristeza sombría, porque los domingos de Cuaresma siempre siguen siendo la celebración de la resurrección de Jesucristo de la muerte. Por lo tanto la Cuaresma es mas bien un período de gozo solemne porque en él recordamos tanto el privilegio que nos ha sido dado de poder arrepentirnos como el perdón de todos nuestros pecados mediante la redención que obró Cristo por nosotros en su sufrimiento, muerte y resurrección gloriosa.

02-03-2008

4º domingo de cuaresma

“Jesús nos sirve”

Textos del Día:

El Antiguo Testamento: Óseas 5.15-6.3
La Epístola: Romanos 8.1-10

El Evangelio:

Mateo 20:17-28 17 Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: 18 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; 19 y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará. 20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. 21 Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. 22 Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos. 23 Él les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre. 24 Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. 25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. 26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.


Sermón

El problema de Ambición: El evangelio de hoy relata la historia de una madre que quiso lo mejor para sus hijos. Sin duda ella los amaba, estaba orgullosa y tenía grandes sueños para ellos, por eso se acercó a Jesús con una solicitud audaz. Le pidió que cuando Jesús entrara en su Reino, él sentara a un hijo a su derecha y el otro a su izquierda. Ella quería que sus hijos tengan los lugares de honor más alto.

No es nuevo afirmar que vivimos en un mundo ambicioso. Queremos saber quien es el mejor, más rápido, más listo, más fuerte, más fuerte, más alto y más rico. Queremos saber quien va a ser expulsado del concurso de moda esta semana y quien podrá estar algunos días más. Enfrentémonos. La vida es así o se gana o se pierde. Por eso es que apuntamos los tantos en los juegos, para ver quien gana y quien pierde. Por eso amamos los deportes y juegos de mesa. Queremos saber quién está arriba y quien está abajo. Así es que esta madre viene a Jesús, en el gran juego de la vida, ella busca asegurarse que sus hijos salgan ganando. Que mejor para ello que pedirle un favor al Señor mismo. No tuvo problema de hacer esa solicitud porque creía que sus hijos se lo merecían. Ella tenía sueños grandes y sus hijos tenían grandes ambiciones.
A pesar de lo que pueda pensar, la ambición en si misma no es mala. ¿Si no tienes ninguna ambición, por qué molestarte y levantarte de la cama cada mañana? Podría darte la vuelta y dormir todo el día.

La ambición es meramente un deseo ardiente deseando algo futuro. Como deseo, puede ser positivo o negativo, bueno o malo, justo o injusto. Puede ser muy útil si somos ambiciosos para las cosas correctas.
Deleitarse en la Gloria: ¿Cuáles son tus ambiciones? ¿Con qué sueñas? ¿Cuáles son tus esperanzas para tu vida? Alguien dijo una vez que para el hombre hay dos grandes problemas en la vida, uno es perder el deseo en su corazón y el otro es conseguirlo.
El evangelio de hoy ocurre cerca del fin del ministerio de Jesús. Casi una semana antes de la crucifixión, es por eso que Jesús y sus discípulos caminan hacia Jerusalén. Mientras Jesús sabe que se enfrentará a la humillación, la muerte y al peso del pecado de toda la humanidad sobre sí, sus discípulos van a la pesca de mejores asientos en el Reino.

¿Quién los puede culpar? Todo el mundo quiere ser alguien. Todos nosotros queremos estar cerca del poder. Decimos o pensamos, al orar: “Señor, soy tu hijo, tienes que contestar esta oración”, “Señor, he permanecido fiel a tu palabra. Ahora cumple con tus promesas”.
Gran Ambición (20-21): Es fácil criticar a esta mujer, pero en realidad ella estaba haciendo lo que cualquier madre haría. No se la puede culpar de ir a Jesús. Todo lo que quería era que sus hijos prosperen y tomen la delantera en la vida. Debe de haber sido una escena interesante para ver. Esta madre con sus hijos adultos escoltándola. Los apóstoles tienen al menos entre 25 y 30 años. El pasaje en Marcos 10:35-45 deja entrever que los discípulos tuvieron en mente la misma solicitud. Se nota que los hijos y su madre habían discutido esto previamente. Quizá pensaban que Jesús sería más compasivo si la petición la formulaba la madre.

Así es que ella se arrodilla humildemente ante Jesús y solicita con gran respeto que a Jacobo y a Juan le sean dados los asientos de honor más altos en su Reino. En este punto nos topamos con un peligro que todos los padres afrontamos. Es fácil querer que nuestros hijos cumplan con nuestros sueños. Muy a menudo a nuestros niños los intentamos meter a la fuerza en un molde que nosotros elegimos. Pero nuestros deseos y los deseos de Dios para nuestros hijos no siempre son los mismos.

Los Hijos de Trueno: Podríamos mencionar varios argumentos a favor de lo que esta madre hizo:

A- Ella claramente cree que Jesús en un día no muy lejano tendrá un gran reino. No muchas personas creyeron eso. Para muchas personas solo tenía la apariencia de otro maestro de religión. Sus seguidores eran en el mejor de los casos gente normal, pero en general se relacionaba con personas despreciadas, que no tenían rangos militares ni pertenecían a un tribunal real. Ella creyó cuándo la mayoría de la gente dudó. B- Está claro que Jesús apreciaba a los hijos de esta mujer. Él les dio el apodo “hijos de trueno” (Marcos 3:17). C- Eran de los discípulos más antiguos. D- Ellos, junto con Pedro, fueron los únicos testigos de la transfiguración de Jesús.

¿Por qué no podría pedir que sus hijos tengan los asientos de más alto honor? ¿Por qué no podrían tener un sitio de poder y prestigio? Después de todo, alguien tendrá que hacer esa tarea, bien podrían ser Jacobo y Juan. ¿Qué problema hay en pedir el puesto de trabajo por adelantado?

Al leer los otros evangelios, es claro que este tipo de problemas fue algo frecuente. Surgió entre los discípulos en la Última Cena de Señor, la noche anterior a que Jesús fuera crucificado. No importa lo que podamos pensar acerca de Jacobo, Juan y su madre, los otros discípulos también querían esos asientos. Eran hombres muy competitivos. El problema es que Jacobo y Juan menospreciaron el costo de que tenía para Cristo el conseguir establecer su reino Pidieron sólo un lugar de honor. ¿Qué dice Jesús sobre esta petición?
Hay que pagar un Alto Precio (22-23): Jesús no reprende a la madre ni a sus hijos. Dejando a un lado los motivos egoístas por un momento, Jesús simplemente les dice que no saben lo que piden. Luego él les pregunta a los hombres si pueden beber la copa que él está a punto de beber. Con valentía contestan, “PODEMOS”. Muchas veces nuestra perspectiva de nosotros mismos está distorsionada y se nos olvidan nuestras limitaciones. Jesús no dice, “Olvídense del asunto. Nunca tendrán un lugar de honor en mi mesa.” Él meramente aumenta las exigencias. “¿quieren sentarse junto a mí? El precio a pagar es muy alto. Jacobo y Juan asumieron que su sufrimiento se había acabado y su trabajo estaba realizado. Se equivocaron las dos veces. Su sufrimiento todavía estaba por llegar y su trabajo recién empezaba.

Las palabras que Jesús les dice sonarán en breve en el Huerto de Getsemaní cuando él pida que la copa de sufrimiento que él estaba a punto de beber pueda pasar de él. Esa “copa” es la carga de soportar los pecados de mundo sobre si. Nuestro Señor tomó la copa de ira, de castigo, cuándo a él fue hecho pecado en nuestro lugar.

En los primeros versos de este pasaje, 17 a 19, Jesús anunció a sus discípulos que él iba a Jerusalén, sería traicionado, arrestado, falsamente acusado, burlado, humillado, golpeado y finalmente crucificado. Nada de lo que ocurrió lo tomó de sorpresa. Fue a Jerusalén con conocimiento de estaba a punto de morir. Cuando Jesús desafió a Jacobo y Juan a beber de su copa, los llamaba a sufrir en su nombre. Sólo él pagararía por los pecados de mundo, pero ellos podían sufrir con él permaneciendo leal.

Eso fue exactamente lo que ocurrió. Jacobo fue el primer apóstol en morir. Fue ejecutado por Herodes Agripa (Hechos 12). Juan fue el último apóstol en morir. Él estuvo exiliado en la isla de Patmos.
Jacobo y Juan quisieron hablar y disfrutar de la gloria pero Jesús les habla y los lleva por el camino de su sufrimiento. Quisieron disfrutar del domingo de resurrección sin pasar por viernes Santo de crucifixión, deseaban una corona sin cruz. Jesús les dice, de ninguna manera. Si quieren estar a mi derecha y a mi izquierda quédese conmigo algunos días y ya verán quienes estarán a mi derecha y a mi izquierda. Un ladrón moribundo a cada lado. Estoy a punto de ser crucificado y los romanos tienen dos cruces vacías. ¿Desean participar? Cuando Jesús les dijo “¿Podéis beber del vaso que yo he de beber?” Él los estaba invitando ir y morir con él.
Por otro lado Jesús informa a Jacobo y Juan que él no se encarga de la distribución de los asientos en el Reino. Él es el anfitrión, pero el Padre es el encargado de la distribución de los asientos. Por lo cual lo más importante acerca del Reino de Dios es ésto: ¡Asegúrese de estar allí! Una vez que entre a ese reino, podrá comprobar la distribución de los asientos. No se preocupe. Cada mesa estará junto a la de Jesús. Todo el mundo tendrá una vista privilegiada.
Poniendo el listón en lo Alto (24-28): Los discípulos han comenzado a discutir entre ellos, lo cual no nos asombra. Creo que los otros diez apóstoles están furiosos porque no se les ocurrió esa idea primero. El episodio entero comienza con una extraña petición de la madre de Jacobo y Juan y finaliza con una disputa acalorada. Los humanos nacemos para competir, luchar por un lugar sobresaliente, llegar o aparentar ser el número uno en algo. Ganar o perder. De eso se trata la vida. Ponernos por delante es una de las principales motivaciones en todo lo que hacemos, aunque no lo admitamos. Antes de que condenemos a los discípulos, debemos fijarnos bien en el espejo.

Otra vez Jesús no condena a los suyos. Él usó esta disputa para enseñar, para desafiarlos a que canalicen su ambición en una nueva dirección. La ambición se ha convertido en una mala palabra en nuestros días porque da a entender un deseo desmedido sin tener en cuenta los costos ni siquiera a las personas que son perjudicadas. Enfrentémonos. Es verdad que hay demasiada de esa clase de ambición en el mundo. En cada compañía, oficina, fábrica, en cada escuela, universidad, podemos encontrar a algunas personas que están dispuestas a actuar con irresponsabilidad y poca consideración con la verdad si eso las ayudara a subir posiciones.
Jesús sabe que a los hombres y mujeres nos gusta eso. Entendió que sus discípulos estaban tentados a usar los mismos métodos y con cinco palabras marcó otro rumbo: “entre vosotros no será así”. Luego él describió un camino diferente a este tipo de ambición.

¿Quiere ser un líder? Es grandioso porque el mundo necesita buenos líderes. He aquí el camino a transitar. Conviértase en un servidor. Recoja una toalla y comience a lavar los pies sucios. Piense acerca de si mismo como un esclavo y no como un amo. Es decir lo que él los hizo, Jesús rechaza por completo la forma del mundo de negociar, escalar y liderar. En lugar de utilizar a las personas, Jesús nos invita a servirlas.
No creo que Jesús ataque el concepto de autoridad. No está proponiendo que la iglesia deba estar sin líderes. Las palabras de nuestro texto van a establecer una base para el liderazgo. La autoridad verdadera surge del servicio. Es una cosa buena querer guiar a otros si está dispuesto a adoptar la metodología de Jesús. Un líder verdadero pregunta “cómo puedo servir a otros”. Aquí hay un principio de suma importancia para escoger a líderes: “¿Es esta persona un buen servidor? Si la respuesta es no, siga buscando. ¿Le gustaría ser un líder? Sea un servidor. Sea un esclavo.

La Cristiandad en un Verso: el versículo 28 resume el mensaje cristiano. Éste es la descripción de la cristiandad en un verso. Jesús vino a servirnos para que podamos servir otros. Jesús vino a servirnos mientras servimos otros. Él es el último servidor y no es sólo nuestro ejemplo, él es también nuestro criado, siervo o esclavo. No son sólo los pies de los discípulos los que fueron lavados, nuestros pies también son lavados por el Hijo de Dios cada vez que venimos a él para limpiar nuestro pecado. Es una gran verdad que Jesús es nuestro servidor. El Señor de gloria vino a servirnos a fin de que podamos servir a otros con su poder divino. Él no es sólo un ejemplo de servicio, él es también el siervo que nos faculta y capacita para prestar servicio en su nombre. En esto vemos una verdad maravillosa de la fe cristiana: Lo que Dios nos demanda, también nos lo suministra.

Cristo dio su vida en rescate por muchos. La palabra “rescate” se refiere al precio que implicaba el liberar a un esclavo o un prisionero. Habla de nuestra miserable condición a causa del pecado. Ese precio fue pagado a Dios a fin de satisfacer a la justicia divina y así evitar que seamos castigados. El costo para Cristo fue su propia vida, ofrecida en sacrificio en la cruz. Cristo, siendo inocente, soportó en lugar de los culpables, así que por su perfecta vida y su cruenta muerte él pudo pagar el precio de nuestro pecado, cargando sobre sí la furia de Dios, a fin de ser puestos en libertad. Él tomó nuestro castigo divino. Murió por “todos”, no todos responderán a la fe salvadora que Jesús da por medio de su palabra y sacramentos.
¿Estás incluido en los “muchos”? ¿Hay un sitio para ti? Gracias a Dios, la respuesta es siempre sí. Estás entre los “muchos”, si tienes fe en él. Nadie que viene a Cristo con fe, creyendo que es el salvador o liberador, es rechazado.

Como llegamos al fin de este mensaje, terminemos con algunas simples observaciones. Sé que es fácil criticar a esta madre y sus dos hijos que vinieron a Jesús con lo que parece ser una petición bruta y egocéntrica. Pero no somos diferentes a ellos. Al menos estaban dispuestos a comprometerse con algo. Eso es más de lo que podría decirse acerca de la mayoría de nosotros. Cuando Jesús empezó a hablar acerca de la copa y el bautismo de sangre, creo que hubiésemos querido posponer nuestra petición de sitios de privilegio un poco más.

Pero Dios bendice a Jacobo, Juan y a su valiente madre. Al menos estos hijos estaban dispuestos a tomar una posición con Jesús. No sabían todos los detalles pero ellos se alistaron de cualquier manera. Y no esperaron hasta la resurrección. Años más tarde pagarían un precio elevado por ese compromiso. Uno moriría como un mártir y el otro iría a al exilio solitario lejos de Jerusalén.
Aprendamos de esto que el camino al Cielo siempre pasa por la Cruz. Si se salta la cruz, terminará perdido muy lejos de Cristo y de su reino. La cruz de Cristo nunca nos dejará solos. Este es el centro de nuestra fe. Si sacamos la cruz de la cristiandad habremos quitado a Jesús mismo.

Nos queda la pregunta que Cristo les hizo a estos dos apóstoles: “¿Podéis beber del vaso que yo he de beber?”. Ésta es la pregunta que el Señor nos deja a cada uno de nosotros hoy.
Al fin nuestra máxima necesidad es Jesús. Siempre viene a nosotros, no llama, restaura y envía. Sabemos que estamos indefensos sin él. Disfrute de su compañía y aliméntese de Cristo en su Palabra Sacramentos. Alli es donde el te Sirve y capacita para seguirle y servir a otros.

Pastor Gustavo Lavia