San Lucas 21:25-36
Adviento 2
En el Nombre del Padre, y del + Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Jesús
dijo, “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se
carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de
repente sobre vosotros aquel día.”
Está
claro que Jesús se está refiriendo aquí a su Segunda Venida…
Al
Día del Juicio.
Hoy
tenemos otra lectura más de Adviento que parecer sonar extraña en nuestros
oídos en este tiempo del año litúrgico.
Podemos
ver en nuestra ciudad decoraciones con Belenes y otras decoraciones navideñas
en las calles...
Pero
puede ser un poco extraño para nosotros el venir al Servicio Divino, y no
escuchar casi nada sobre Jesús el bebé recién nacido.
La
semana pasada la Lección del Evangelio fue sobre la entrada triunfal de nuestro
Señor en la Ciudad Santa de Jerusalén...
Y
esta semana tenemos una Lección del Evangelio proclamando el inminente y
repentino regreso de Cristo para juzgar a los vivos y los muertos.
Y
todo esto mientras que el mundo afuera está asando castañas y colgando las
luces de Navidad.
De
hecho, llegamos a la segunda semana de Adviento, y no podemos dejar de resaltar
cómo el mundo no tiene conciencia de este tiempo litúrgico.
Hay
adornos de Navidad casi por todos lados...
Y
las cosas de Navidad ocupan pasillo tras pasillo en Carrefour.
Y
mientras, el mundo vive de consumo en consumo durante la temporada de
Adviento...
Y
aquí estamos en la Iglesia, mirando y esperando...
Cantando
los himnos del Adviento...
Con
un pastor que lleva una estola violeta...
Aparentemente
fuera de tono con la proclamación del mundo de lo que es la Navidad...y de cómo
debería celebrarse.
Pero
en lugar de las Lecciones del Evangelio que proclaman el nacimiento del
precioso Bebé de Belén...
Tenemos
lecturas destinadas a despertarnos de este ensueño mundano...
Lecturas
que pretenden despejar nuestras cabezas de las visiones de las castañas y
chocolates.
Y
que en su lugar, nos llaman de vuelta al mundo y a la Palabra.
Así,
nuestro Señor nos advierte en el Evangelio de hoy, “erguíos y levantad
vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.”
Y
nos habla en esta parábola de la higuera.
Nos
insta a permanecer despiertos...
Así
les dijo, “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se
carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida,
y
venga de repente sobre vosotros aquel día.
Porque
como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
Velad,
pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas
estas cosas que vendrán,
y
de estar en pie delante del Hijo del Hombre.”
El
amor es la razón de nuestro Señor para hablarnos así...
Amor,
que nos advierte que estamos en peligro de destruirnos a nosotros mismos...
Preocupados
con las cosas de este mundo...
Y
no mirando ni esperando la gloriosa venida de nuestro Señor.
Siempre
ha sido así.
La
Humanidad pecadora siempre ha vivido como si nosotros mismos fuésemos lo único
que importa.
Y
vivimos nuestras vidas como si fuéramos lo único que importa.
Tal
vez esto es aún más cierto durante esta temporada del año que en cualquier otro
momento.
Las
listas de Navidad están en nuestras mentes, preocupados por las compras...
Olvidando
el hecho de que Jesús está regresando, tal como Él dijo que haría.
Vivimos
cada día como si Jesús no fuese a volver hoy...
Ignorando
el hecho de que Él podría hacerlo.
Tal
vez ese sea el gran beneficio del Adviento para nosotros.
Nos
endereza y levanta nuestras cabezas, porque nuestra redención se acerca.
Nos
llama fuera del frenesí del mundo, y en sobriedad...
Y
nos da una perspectiva correcta.
El
Adviento nos enseña, a la gente que está acostumbrada a conseguir todo ahora,
sin esperar, que deben practicar un poco la "paciencia por la
gratificación"...
Nos
da una buena y dura sacudida, en el momento en que más lo necesitamos...
Nos
entrena para observar, y esperar.
El
Adviento nos señala a Cristo, y nos prepara para regocijarnos ante la llegada
de nuestro Rey y Salvador.
Porque
eso es lo que sucedió en esa primera mañana de Navidad.
El
eterno Hijo de Dios descendió del cielo, de la mano derecha del Padre...
Él
tomó carne humana, obedeció su propia ley perfectamente...
Y
murió para salvar al mundo... para salvarte...del pecado y de la muerte…
Para
salvarte de la muerte eterna.
Y
este mismo Jesucristo resucitó de los muertos, para la gloria de Dios el
Padre...
Y
vendrá otra vez, en gloria, para juzgar a los vivos ya los muertos.
Y
el Adviento nos enseña a observar y esperar, tal como Jesús nos enseña en el
Evangelio de hoy...
Para
que nuestros corazones estén listos cuando nuestro Señor regrese, y estemos
preparados para el regreso de nuestro Rey.
Por
eso el Señor nos ha dado la Iglesia en la tierra, la Iglesia Militante...
Para
preparar el camino para el Señor...
Para
mantener un ojo atento para el día de Su venida...
Para
mantenernos sobriamente alerta, mientras el mundo dormita en un ebrio
estupor...
Para
vigilar...
Para
encender velas de Adviento en la oscuridad...
Para
mirar, y orar, y esperar...en una alegre expectativa...
Para
reunirnos en torno a la proclamación del Santo Evangelio...
Para
escuchar Su Palabra de Absolución...
¡Porque
en verdad sois perdonados!
Para
comer y beber el Santo Cuerpo y la Sangre de Cristo... la comida que nos
sostiene mientras observamos y esperamos...
Alimento
que no pesa sobre los corazones, sino que los eleva.
Sois
los santos hijos bautizados del Único Dios Verdadero...
Y
tu Dios ha prometido fortalecerte y guardarte...y Él lo hará.
Ven
entonces, come y bebe...estando alegre, mientras observas y esperas...
Porque
vuestro Rey viene a vosotros...justo y teniendo salvación en Él.
Y
en el oír su Palabra, y en la recepción de su bendito Sacramento...
Jesús
te está preparando para Su regreso.
Pronto
habrá un tiempo de fiesta y regocijo...eternamente, en el cielo de nuestro
Señor...
Pero
por ahora, seguimos observando y esperando...
En el Nombre de + Jesús. Amén.