martes, 26 de julio de 2011

5º Domingo después de Pentecostés.

Temer y amar a Dios

TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA

Jeremías 20:7-13

Romanos 5:12-15

Mateo 10:24-33

INTRODUCCIÓN: Martín Lutero, quien fue condenado por la Iglesia y el Estado por proclamar que somos salvos solo por la gracia mediante la fe en Cristo Jesús, también fue intimidado por sus enemigos y dijo que no podía dejar de predicar el Evangelio porque imaginaba a su Señor en el día del juicio final diciéndole: “¿Por qué les has temido más a ellos que a mí?”

LA LEY DE DIOS: Jesús envía a sus discípulos al mundo a predicar un mensaje específico. Ellos proclaman que el reino de los cielos está cerca, y cuando lo hacen, ocurren milagros y maravillas. Esta es la parte buena, pero el Señor sabe que no todo será un camino de flores, sabe que también tendrán una fuerte oposición. Que a veces serán rechazados en sus hogares, en sus pueblos, por miembros de su familia, por amigos cercanos y a veces incluso por los Jefes de Estado y la misma Iglesia. Por eso advierte que “He aquí, yo os envío como ovejas en medio de lobos” (Mt. 10:16).

En el Evangelio, los fariseos y los escribas llaman a Jesús “Belcebú”, el “señor de las moscas”. Si los líderes de la iglesia, que no deben hacer el mal lo llaman así al Maestro, no sería de extrañas que se consideren a sus seguidores como simples mosquitos que se pueden matar con una simple palmada.

Los discípulos de todas las épocas se enfrentarán a actos de intimidación por proclamar las buenas nuevas de Jesús. Pero la intimidación no es una excusa para dejar de hacer lo que nos ha sido asignado. Los discípulos no debemos permanecer en silencio cuando se trata de la proclamación del Evangelio. Por eso Jesús presenta como un mandamiento que “No temáis a ellos” y seguidamente da las razones para llevar a cabo dicha proclamación.

Por un lado, no se debe temer porque “porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse”. Los enemigos de Jesús pueden parecer de mano dura, después de todo, ¿Qué son un puñado de hombres contra el mundo y un maestro que vivió hace años? Sin embargo, los discípulos sabemos el final de la historia, porque Jesús nos lo dice: Él es el vencedor y volverá en gloria para juzgar a todas las naciones y condenar a aquellos que lo rechazaron. Por lo tanto, los discípulos no debemos que dejarnos intimidar. En esta batalla del bien contra el mal, el mal parece tener la sartén por el mango desde hace algún tiempo, pero los discípulos sabemos el final de la historia y creemos que el mal ya ha sido derrotado en la cruz y en la tumba vacía y que pronto se manifestará esa victoria.

Si te sientes intimidado por el mundo, no es excusa. No hay que permanecer en silencio y no tenemos derecho a cambiar el mensaje que se nos ha dado. Debemos predicar que el reino de los cielos se ha acercado por medio de Cristo Jesús.

“No temáis” dice el Señor una vez más y esta vez es aún más específico: “no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. Jesús sabe que podemos sufrir de distintas maneras al predicar su reino, esto es cierto, pero nos recuerda que esos sufrimientos son solo corporales y temporales. Dios, Padre todopoderoso, empuña una espada mucho más grande: puede enviar el cuerpo y el alma al infierno por la eternidad. ¿A quién debemos temer?

Tú y yo, como Iglesia estamos llamados a proclamar lo que Él nos dice: Su Ley en todo su rigor y su Evangelio en toda su dulzura. Como cristianos, nos enfrentaremos a la intimidación cuando en medio de una crisis tenemos que tomar una decisión que por ser justa implique que tengamos que sufrir ¿Qué haremos? Cuando un amigo, un familiar o alguien cercano elige una manera pecaminosa de vivir ¿Diremos la verdad con amor, con riesgo de que nos rechace o guardaremos silencio por mantener la paz en la familia? En la escuela o en la oficina, habrá constantes intentos de demostrar que lo que es bueno, puro y santo es lo que está mal y viceversa ¿Qué postura tomaremos?

Como Iglesia también sufrimos intimidaciones, muchas veces se nos dice que tenemos que cambiar el mensaje para sobrevivir. El cambio debe venir para atraer a más personas al Oficio Divino, por lo que se debe hablar más del amor y menos del pecado. Otras veces el cambio debe venir por razones económicas: personas en el Oficio significa que habrá ofrendas, es que la congregación continúa con vida. Otro de los planteos es que el cambio tiene que venir, porque esto no es la edad media, los tiempos cambian, y nosotros también debemos hacerlo. Se nos dice, que todo esto no implica abandonar el Evangelio, que todavía deberemos creer que Jesús es el Salvador. Sólo tenemos que ablandar la ley. En lugar de denunciar el pecado, debemos hacer una lectura más social de la Biblia. En lugar de disciplinar a los pecadores manifiestos, se nos dice que con amor debemos apoyarlos y acompañarlos en su pecado, en lugar de arriesgarnos a ofenderlos. En lugar de predicar que la Ley condena a todos, debemos predicarla como una herramienta moral para la vida, y nada más que eso.

Hoy día es una cuestión de fe creer que la Iglesia continúa por la predicación pura de la Ley y el Evangelio. Cuando somos tentados a cambiar el mensaje, estamos siendo tentados a pecar. Cuando somos tentados a pecar, el Señor se dirige a nosotros con su Ley, para nuestro bien. Para mostrar nuestro pecado y la muerte que nos espera, Él nos exige proclamar su Palabra y nos hace una pregunta concluyente: “¿Por qué les temes más a ellos que a mí?”.

Después de todo, por la Palabra del Señor, sabemos el final de la historia. Cristo no sólo está sentado en el trono de Dios y determina nuestro destino para siempre, además Él maneja el destino de la vida o de la muerte eterna. ¿Por qué tendremos miedo a alguien más que a Él?

La Ley de Dios, su Ley implacable, no perdona, sino que acusa y condena. Esta es la ley que Jesús predica en esta lección del Evangelio. Temed a Dios y obedeced sus mandamientos, incluso cuando se les opongan o sean intimidados por los hombres, porque Él puede destruir tu cuerpo y tu alma en el infierno.

Esta es la ley de Dios y es absolutamente cierta, sin embargo, nos es necesario agregar que es sólo la mitad de la historia. El propósito de esta Ley es mostrarnos nuestro pecado, cómo rompemos esta ley todos los días. Cada vez que pecamos, nuestro amor al pecado vence nuestro temor de Dios y su castigo. Cada vez que no predicamos con claridad su Palabra, tenemos miedo de algo más que su ira.

Dios nos da su ley para mostrarnos nuestro pecado, sin embargo, lo hace para nuestro bien. Cuando vemos nuestro pecado, sabemos que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Cuando sabemos que no podemos salvarnos a nosotros mismos, estamos dispuestos a oír hablar de un Salvador. La Ley es la mitad de la historia, la otra mitad de la historia es el Evangelio.

EL EVANGELIO DE DIOS: ¡Qué triste sería si el mensaje del cristianismo fuese sólo una proclamación de miedo, de “obedece a Dios porque Él puede darte un terrible castigo”! Pero este no es el caso. No confiamos en el Señor, porque nadie es más temible y terrible que Él. No, nosotros confiamos en Él, porque nadie nos ama más.

Volvamos a escuchar las palabras de nuestro Señor en el Evangelio: “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?”. Cuando este Maestro envía a sus discípulos, no asume un rol de dictador que exige el sufrimiento de sus súbditos para que él no tenga que sufrir. Cuando este Él envía a sus siervos, Él no exige sus muertes para que Él pueda vivir en paz. Les dice que van a sufrir como Él sufrió. Un siervo no es más que su maestro, si el Maestro sufre, el discípulo se verá afectado, también. Pero el Maestro es mayor y así su sufrimiento es mayor también. Mucho mayor. Por los discípulos, por ti y por mí, este Maestro sufre. Es arrestado a mano de hombres supuestamente justos, falsamente es acusado de todo tipo de pecados, de los cuales no es culpable, pero nosotros si somos culpables. Él acepta esto en silencio y permite ser golpeado y azotado. Es colgado en una cruz, donde los hombres, supuestamente de bien, se burlan de Él y los ridiculizan. Pero esto es sólo algo de su sufrimiento. La mayor parte no proviene de los hombres supuestamente justos, sino de su Padre, que es capaz de destruir el alma y el cuerpo en el infierno. El Hijo no se merece esta destrucción, porque Él no ha pecado. Nosotros merecemos es castigo, ya que constantemente pecamos contra Dios. Es allí en la cruz donde el Señor toma el lugar de sus siervos y sufre el castigo por tus pecados. Dios el Padre castiga a su Hijo para cumplir la Ley, para infligir el castigo que nuestros pecados han merecido. Pero aquí está tu salvación: Dios castiga a Su Hijo, para que Él en su lugar de su perdón.

Las palabras de Jesús en nuestra lección del Evangelio: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” no solo indican que Dios Padre cuida de los gorriones que pueden ser comprados por muy poco dinero y sabe cuándo uno de ellos cae al suelo. En ellas está tu consuelo. No has sido adquirido en rebajas, ni a un bajo coste, solo por céntimos. No, hemos sido “redimidos no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1Pe 1:18-19). Él te ha comprado de esta manera, así es posible que vivas bajo él en su reino y le sirvas en justicia, inocencia y bienaventuranza. Esta es ciertamente la verdad.

CONCLUSIÓN: Así son presentados la Ley y el Evangelio en el texto de esta mañana. Somos fieles al proclamar su Palabra. Al proclamar su Palabra, oímos sobre nuestro pecado, pero también escuchamos el dulce sonido de su voz que dice “Tus pecados te son perdonados, porque Jesús ha sufrido la ira de Dios por ti en la cruz”.

La Ley nos dice: “Obedece a Dios por miedo. Si no le obedeces, si lo niegas, Jesús te negará delante de su Padre en los cielos”. El Evangelio dice: “Jesús te ha redimido con su santa y preciosa sangre. Por lo tanto, eres libre para confesarlo, ¡no tengas miedo! Confía en que Él te confesaré delante de su Padre en los cielos”.

Ya hablamos de cuando ante la tentación de ceder a la intimidación de sus enemigos, Lutero concibió la frase “¿Por qué le temes más a ellos que a mí?”. Ahora en lugar de verla como una acusación implacable, el Señor en su Evangelio nos presenta una manera distinta de verla, como si dijese: “¿Alguien más ha muerto por ti, para quitar tus pecados? ¿Alguien más ha derramado su santa y preciosa sangre y soportó la amarga pasión y muerte? Yo te perdono y te daré la vida eterna”.

Cuando leemos “Debemos temer y amar a Dios”, al comienzo de cada explicación de un mandamiento en el Catecismo Menor, debemos pensar ¿Tenemos miedo a Dios? Sí y con razón. Tememos las consecuencias de romper sus mandamientos y sufrir su ira. Este es un temor de Dios que nos mueve a la tristeza por nuestros pecados. Pero aún hay más, debemos recordar el amor de Dios por nuestra redención. Él ha castigado a su Hijo en nuestro lugar y murió en nuestro lugar. Dios ha juzgado a su Hijo, quien cumplió sus mandamientos a causa de nuestra incapacidad. El precio ha sido pagado, un precio mucho mayor que el de los pajarillos. Si hay algo que realmente tememos es perder esta gran bendición de Dios da en Cristo Jesús. Porque en Él el precio de nuestra salvación ha sido pagado, puedes estar seguro de esto: Que en Cristo eres perdonado de todos tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Pastor Gustavo Lavia

martes, 19 de julio de 2011

Iglesia y Ministerio (Kirche und Amt)

Testigos de la Iglesia Evangélica Luterana
sobre el Tema de Iglesia y Ministerio





por
Carl F. W. Walter









Traducido del inglés al español y revisado por Sergio Schelske
19-05-2004

LAS TESIS

Parte Uno

Con respecto a la Iglesia

TESIS I

La iglesia en el preciso sentido del término es la comunidad [Gemeinde] de santos, es decir, la suma de todos aquellos que, habiendo sido llamados por el Espíritu Santo a través de la Palabra de en medio de la humanidad perdida y condenada, verdaderamente creen en Cristo y por la fe son santificados e incorporados en Cristo.

TESIS II

En el preciso sentido del término, ninguna persona malvada, ni hipócrita, ni hereje, o ninguno que no ha sido regenerado, pertenece a la iglesia.

TESIS III

La iglesia en el sentido específico de la palabra es invisible.

TESIS IV

A esta iglesia de creyentes y santos Cristo dio las llaves del reino de los cielos, y ella es la verdadera y única poseedora y portadora de los dones espirituales, divinos y celestiales, derechos, poderes, oficios y demás que Cristo ha obtenido, los cuales se encuentran en Su iglesia.

TESIS V

Aunque la verdadera iglesia en el propio sentido del término es esencialmente [de acuerdo a su verdadera naturaleza] invisible, no obstante su existencia puede ser definitivamente reconocida, a saber, por las marcas de la pura predicación de la Palabra de Dios y la administración de los sacramentos de acuerdo a la institución de Cristo.

TESIS VI

En un sentido más amplio la Escritura también llama “iglesia” a la suma visible de todos los que han sido llamados, es decir, de todos los que confiesan y preservan la Palabra proclamada y el uso de los santos sacramentos. Esta iglesia (la iglesia universal [católica]) está formada por buenos y malos [personas]. De la misma se denomina a sus diferentes divisiones “iglesias” (Partikularkirchen [iglesias particulares o individuales]), es decir, a las congregaciones que se encuentran en diferentes partes, en las cuales la Palabra de Dios se predica y los santos sacramentos se administran. Así lo hace especialmente ya que en esta asamblea visible la invisible, verdadera y propiamente llamada iglesia de creyentes, santos e hijos de Dios está oculta; por eso no ha de buscarse a ninguno de las personas electas fuera del grupo de aquellos que han sido llamados [dondequiera que sea].

TESIS VII

Así como las congregaciones visibles que aún tienen la Palabra y los sacramentos en su esencia de acuerdo a la Palabra de Dios, llevan el nombre “iglesia” por razón de la verdadera iglesia invisible de los creyentes verdaderos que se encuentra en ellas, del mismo modo, a causa de la verdadera iglesia invisible oculta en ellas, aún si hubiera solo dos o tres [creyentes], ellas también poseen el poder [autoridad] que Cristo ha dado a toda Su iglesia.

TESIS VIII

Si bien Dios reúne para Sí mismo una iglesia santa de elegidos aún donde su Palabra no se enseña en su pureza perfecta y los sacramentos no son administrados de acuerdo a la institución de Jesucristo – teniendo en cuenta que la Palabra de Dios y los sacramentos no sean negados completamente sino que ambos permanecen en sus partes esenciales en aquellos lugares – aún así, cada creyente debe, por causa su salvación, escapar de los falsos maestros, evitar todas las congregaciones heterodoxas o sectas, y por el contrario manifestar fidelidad y adherir a congregaciones ortodoxas y predicadores ortodoxos donde sea que los tales puedan encontrarse.

A. También en iglesias heterodoxas y heréticas hay hijos de Dios, y también allí la verdadera iglesia se manifiesta por lo queda de la pura Palabra y los sacramentos que aún permanecen.
B. Cada creyente por causa de su salvación debe alejarse de los falsos maestros y evitar toda participación en iglesias heterodoxas o sectas.
C. Cada cristiano, por causa de su salvación, está en la obligación de manifestar fidelidad y adherir a congregaciones y predicadores ortodoxos, donde sea que pueda encontrar a los tales.

TESIS IX

El único requisito indispensable para obtener la salvación es la comunión en la Iglesia invisible, a la cual se dieron originalmente todas las gloriosas promesas que le corresponden a la Iglesia.

Parte Dos

Con respecto al Santo Ministerio o el Oficio Pastoral

TESIS I

El santo ministerio u oficio pastoral es un oficio distinto del oficio sacerdotal, el cual pertenece a todos los creyentes.

TESIS II

El ministerio de la Palabra, u oficio pastoral, no es una institución humana sino un oficio que Dios mismo ha establecido.

TESIS III

El ministerio de la predicación no es un oficio arbitrario, sino que posee un carácter tal que ha sido ordenado a la iglesia su establecimiento y al cual la iglesia está naturalmente sujeta hasta el final de los días.

TESIS IV

El ministerio de la predicación no es un estado especial, como si estuviera en oposición al estado de los cristianos comunes, o de mayor santidad, como el sacerdocio levítico, sino que es un ministerio de servicio.

TESIS V

El ministerio de la predicación [Predigtamt] tiene la autoridad de predicar el Evangelio y administrar los santos sacramentos así como la autoridad de juzgar en asuntos espirituales.

TESIS VI

A. El ministerio de la Palabra [Predigtamt] es conferido por Dios a través de la congregación como la poseedora de todo el poder eclesiástico, o el poder de las llaves, por medio de su llamado, como Dios mismo lo ha prescripto.
B. La ordenación de los que son llamados, con la imposición de las manos, no es una institución divina sino meramente un rito eclesiástico [Ordnung] establecido por los apóstoles; no es más que una solemne confirmación pública del llamado.

TESIS VII

El santo ministerio [Predigtamt] es la autoridad, conferida por Dios a través de la congregación como la poseedora del sacerdocio y todo el poder eclesiástico, para administrar en el oficio público los derechos comunes del sacerdocio espiritual en nombre de la congregación.

TESIS VIII

El ministerio pastoral [Predigtamt] es el oficio más alto en la iglesia, del cual provienen todos los otros oficios en la iglesia.

TESIS IX
A. El ministerio requiere el debido respeto así como una obediencia incondicional cuando el pastor está ministrando la Palabra de Dios.
B. El ministro no debe tiranizar a la Iglesia. El no tiene autoridad para introducir nuevas leyes o establecer arbitrariamente ceremonias o asuntos de adiáfora.
C. El ministro no tiene el derecho de imponer y ejecutar una excomunión sin el veredicto previo de toda la congregación.

TESIS X

Al ministerio de la Palabra, de acuerdo a su derecho divino, le pertenece en verdad la tarea [Amt] de juzgar sobre doctrina, pero los laicos también poseen este derecho. Por lo tanto, en las cortes eclesiásticas y concilios ellos también poseen un lugar y voto junto a los pastores.