TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
Primera Lección: Hechos 20:17-35
Segunda Lección: Apocalipsis 7:9-17
El Evangelio: Juan 10:22-30
“Tenemos un Futuro asegurado en Cristo”
Introducción:
En
muchas oportunidades me han preguntado: “¿Cuántos sois en vuestra Iglesia?”, a
lo que suelo responder: “unos 70 u 80 aproximadamente”. La reacción no se hace
esperar: “¿Son pocos… no? El texto de
Apocalipsis me ha mostrado un gran error que cometía al responder de esa
manera. Humanamente queremos ver resultados, números, cualquier cosa que nos
haga ver que la Iglesia avanza, crece. Llegamos a pensar que si no crecemos y
somos pocos, no estamos teniendo éxito y seguramente algo estaremos haciendo
mal. Aquí es cuando somos tentados a tomar atajos, es por esto que algunas
iglesias desechan las enseñanzas bíblicas muy claras, justificándose en “hay
cosas que son demasiadas duras”, “hay que actualizarse o adaptarse a los
tiempos en los que vivimos”, “no podemos ser tan controversiales, así
espantamos a la gente”. Otra de las tentaciones que se nos presenta es mirar a
nuestro alrededor y al ver lo pequeños que somos, creer que nada funcionará en
este país, aferrarnos a la idea de que la Iglesia terminará por desaparecer.
Surge así el pensamiento de ¿Por qué molestarse en permanecer fieles a la
Palabra? ¿Por qué molestarse en seguir haciendo lo que Cristo nos ha llamado a
hacer si igual nadie va a creer? Está claro que nuestro mensaje no es bello ni
popular y que al mirar a nuestro alrededor podemos ver cuántas necesidades
evidentes e inmediatas hay: Gente con hambre, sin techo, enferma, la justicia
brilla por su ausencia y los abusos de poder se multiplican. En esta visión de
la realidad nos olvidamos de que, si bien esas cosas pueden estar a la par con
el trabajo de la Iglesia, no son obra exclusiva de la Iglesia. Nadie será salvo
solo u plato de comida, ni por recibir atención médica gratuita. Tampoco lo
será si evitamos que lo desahucien de su hogar. Nos confundimos cuando
invertimos las causas y los efectos. Alimentar al hambriento, sanar a los
enfermos, luchar por la justicia, son los efectos causados por el Evangelio
de Cristo, quien ha cambiado nuestro corazón. Estas cosas no son las que cambian
los corazones de las personas, aunque parezcan justas y nobles.
¿Qué
estamos llamados a hacer como Iglesia y como cristianos? Dar a conocer
este Evangelio de liberación y paz es nuestra primordial tarea. Pablo escribe: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no
han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin
haber quien les predique? Es necesario que las personas oigan las buenas
nuevas acerca de Jesús, el Cordero Pascual, que lo reciban como su Señor y Salvador
y crean en Él. Por eso muchos han sido bautizados, otros tantos reciben el
cuerpo que da vida y la sangre de Cristo que limpia de todo pecado en la Santa
Cena. Quizá algunos nunca confesaron su fe, pero estuvieron oyendo o leyendo la
Palabra de Dios, sin embargo, la Palabra hizo su trabajo y el Espíritu Santo los
llamó por el Evangelio. Él usó las semillas de su Palabra para hacer crecer la
fe y lo seguirá haciendo. Por eso seguimos predicando el Evangelio y
distribuyendo los Sacramentos, lo que significa que el Espíritu Santo sigue
haciendo su trabajo, añadiendo personas a la Iglesia, a esta multitud de
Apocalipsis 7 que aún no podemos ver, pero que en algún momento veremos. Por esto
no cederemos a las tentaciones de apartarnos del Evangelio que recibimos. No
vamos a tomar atajos, no vamos a cambiar lo que enseñamos o dejar de llamar pecado
a lo que Dios dice que es pecado y de otorgar la gracia a quienes la necesitan.
Mirar
la vida solo con nuestros ojos es un grave error. Esto nos llevará
a aferrarnos a relaciones y cosas terrenales, olvidando que los que mueren en
el Señor están escapando de la tribulación. Es fácil olvidar que esta vida es
realmente una tribulación comparándola con lo que nos espera junto a Dios y que
el morir para el cristiano siempre es ganancia. Es fácil olvidar que la única
salida es Cristo, no los son las drogas, el alcohol, el dinero, la comida, la
familia ideal, el éxito, la violencia o la sabiduría. Salomón dice en
Eclesiastés que debemos disfrutar de las cosas que se nos ha dado en esta vida,
pero al mismo tiempo reconocemos que ellas no tienen sentido comparada con la
vida en Cristo. Pero el diablo y nuestro viejo hombre no quieren que veamos
esto. Ellos quieren centrarse en el corto plazo. Ellos quieren que evaluemos
según sus parámetros de éxito y fracaso. Pero hoy Cristo nos permite mirar con
sus ojos a largo plazo… por la eternidad: “Estos
son los que han salido de la gran tribulación. Han lavado sus vestiduras y las
han blanqueado en la sangre del Cordero”.
En
Cristo podemos ver lo que tus ojos no pueden ver. Solo Jesús nos muestra
lo que aún no podemos ver, el escape de la gran tribulación, una vestidura blanca,
la eternidad en el cielo. Nos muestra lo que está al final de las promesas del
Evangelio, nos enseña que Dios reina en esta vida, que nos ha redimido y ahora nos
enseña la salvación final. Él nos muestra que lo ahora tenemos en parte: la
eternidad junto a ÉL. Nos muestra la túnica blanca de justicia que ha sido blanqueada
en la sangre del Cordero. Nos muestra la eliminación final de la naturaleza pecadora,
la erradicación de todo el dolor, la eliminación de toda angustia, la
desaparición de todo sufrimiento. Muestra que esto lo hizo por medio de la
Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros y que solo por medio Él tenemos
nuestra corona de justicia. Él nos muestra que el Señor ya nos tiene en la
eternidad y nos librará de todo mal. Porque Cristo ha muerto, ha resucitado y vendrá
otra vez.
Pero
¿Quiénes son estos?
¿Quiénes conforman esta gran multitud de todas las naciones, reunidos alrededor
del trono de Dios con los ancianos y los seres vivientes? ¿Quién tiene el honor
de estar tan cerca con esas ropas blancas, agitando palmas y cantando alabanzas
al Cordero? ¿Quiénes son éstos, liberados de la gran tribulación, que ya no
sufrirán más el pecado, el dolor o la aflicción? Junto con el resto del pueblo
de Dios, estás tú. Por la fe en Cristo estás entre aquellos a quienes Dios ha
reunido desde todas las naciones. Has sido purificado con la sangre de Cristo y
se te ha dado la vestidura blanca de su justicia, porque todos los que somos
bautizados en Cristo hemos sido revestidos de Cristo. Lo que se ve en el texto
es tu futuro. Esto no es una posibilidad entre varias, es una realidad para la
cual Cristo te ha redimido. Ya no es solo una muestra, es una realidad, Cristo
te incluye en este grupo.
Cristo
te redimió para que tengas vida eterna en la presencia de Dios. Eso suena un
poco abstracto, pero ten en cuenta que será como la vida en el Jardín del Edén
antes de la caída en pecado. Allí, el hombre podía estar en la presencia de
Dios sin problema y Dios caminaba con el hombre. No había pecado, no estaban
las consecuencias del pecado, no había hambre, ni sed, ni dolor, ni lágrimas,
ni muerte. El pecado trajo todo esto como parte de su maldición. Cristo vino y
venció al pecado, sufriendo hambre, sed, dolor, lágrimas y todo el juicio de
Dios por tus pecados. Al hacerlo, venció tu maldición. Porque Él obtuvo la
salvación para ti, por eso tus pecados te son perdonados. El cielo es tuyo... y
el cielo es estar en la presencia de Dios, por toda la eternidad.
El
infierno no es para ti. Por el contrario, el infierno sería donde Dios no
está, o al menos donde Dios no está presente con su gracia y misericordia. Para
aquellos que no quieren tener nada que ver con Dios, reciben lo que quieren,
encontraran una existencia sin Dios y será una terrible eternidad. Has sido lavado
por la sangre del Cordero. Tu futuro, tu eternidad, es la vida en su presencia,
con todo lo bueno que ello conlleva. Eso es lo que Dios
ofrece a todos los hombres por medio de su Hijo Jesucristo, para que todo aquel
que cree en Él sea salvo del infierno y llevado a la ciudad celestial. Por el
momento, no estas ni en el cielo ni en el infierno. Estás en este mundo y quizá
haya un poco de infierno aquí, porque todavía sufrimos las consecuencias del
pecado con enfermedades, problemas, ansiedades y todo lo que contribuye a nuestra
gran tribulación. Pero este mundo no es el infierno, porque Dios sigue presente
en este mundo. Hay un pedacito de cielo, Dios está contigo, tan cerca como lo
están sus medios de gracia. Él te ha vestido con la túnica blanca de la
justicia en tu bautismo, Él sigue limpiándote con su absolución y te da un
anticipo de la fiesta por venir en su Cena.
Este
mundo no es el cielo, si bien Dios
está presente entre nosotros, todavía tiene que esconderse en su Palabra y junto
a esta con el agua, el pan y el vino. Debe hacerlo porque los pecadores no
pueden estar en su gloriosa presencia y vivir. Así que por ahora, estamos entre
el cielo y el infierno, sufriendo algunas de las consecuencias del pecado, teniendo
nuestras tribulaciones pero también disfrutando de la gracia celestial.
Apocalipsis 7 te muestra tu futuro. Este
mundo no es el fin o tu destino final. Tu lugar está en esa multitud alrededor
del trono de Dios, ese futuro ya es seguro porque el Cordero ya ha derramado su
sangre por ti y perdonado todos sus pecados. Como heredero de esa fortuna transitas
esta vida sabiendo que es sólo una cuestión de cuándo, no de si has ganado la
herencia o no. Lo único que te apartaría de esa herencia sería si rechazaras
esa herencia. Ese es el truco que el diablo utilizará para que huyas de los
dones de Dios, de su perdón, de su gracia y escojas el pecado y el infierno como
lugar de morada eterna. Él va a tratar de hacer que el pecado sea atractivo y
tú te aferres a él por sobre la gracia y las promesas de Dios. Tratará de
hacerte dudar de la presencia de Dios, de que has sido olvidado por Dios y que ya
estás en un infierno si esperanza. Muchas veces las tribulaciones a las que te
enfrentas pueden parecer grandes en comparación con tus fuerzas y
habilidades. Pero Cristo es más grande y aquí está la prueba: toda
tribulación a la que te enfrentas es el resultado del pecado. Pero Cristo ya ha
vencido al pecado y a la muerte. Él salió de la tumba, para nunca más morir y
si Él ha conquistado los mayores enemigos, sin duda es superior a la
tribulación que te aflige.
Por
la gracia de Dios perteneces a una gran comunidad. Ahora puedes
responder que la Iglesia a la cual perteneces hay un número incontable de
personas que a pesar de sus problemas, sufrimientos y pecados, han sido
liberados por Cristo. Este tiempo de tribulación cesará, porque ya ha sido derrotado.
Todo lo que tiene poder para separarnos de Dios ha sido destruido en la cruz. La
vida eterna en su gloriosa presencia ya te ha sido otorgada, allí no habrá
hambre, ni sed, ni calor abrasador o cualquier otro sufrimiento. Esas cosas no
pueden estar allí, porque son el resultado del pecado. Tú estarás allí, porque
Cristo ha quitado tus pecados. El Señor viene pronto y te librará de las
tribulaciones, pero por mucho que el Señor se demore en su sabiduría y
misericordia, tienes la realidad de Apocalipsis 7 para alegrarte. Sabes el
final de la historia. La vida eterna, liberado de todo pecado y de toda
consecuencia del pecado, es tuya, porque has sido perdonado de todos tus pecados.
Pastor Gustavo Lavia. Congregación
Emanuel. Madrid.
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