“¡espíritu santo, ven!”
TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
Primera Lección:
Ezequiel 37: 1-14
Segunda Lección: Hechos 2: 1-21
El Evangelio: Juan 15: 26-27, 16: 4b-15
Sermón
INTRODUCCIÓN
En los últimos días de Jesús sobre la tierra, el Señor
anunció a los Apóstoles las tribulaciones que deberían afrontar en un futuro
próximo. Ninguno de ellos tenía conciencia aún de que la misión del Maestro,
pasaba irremisiblemente por su sacrificio expiatorio, el cual implicaba su
muerte en la Cruz. Menos aún imaginaban que la tristeza que estaban a punto de
experimentar, se convertiría en un gozo indescriptible para ellos y para el
mundo entero (Jn 16: 20). Y es en este contexto inaudito y confuso para
los discípulos, donde Jesús anuncia la llegada de Aquél que da claridad y luz
allí donde solo existe oscuridad, duda e incredulidad: El Espíritu Santo (Paráclito).
El Espíritu cuya llegada celebramos hoy, y de la cual no podemos sino seguir
dando gracias al Padre, pues sin Él, la conversión y como consecuencia de ella,
nuestra Fe en Cristo, serían imposibles. El Espíritu Santo hace posible que el
mundo crea en Jesús crucificado y muerto por nuestros pecados, y como rocío
puro caído del cielo (S. Ireneo de Lyon), da vida abundante a todos, y
nos vivifica para llevar fruto que perdure al mundo.
- Venciendo la tribulación con el auxilio de la
Palabra y el Espíritu Santo
Como ya hemos mencionado, los Apóstoles
aún vivían ajenos a las tribulaciones que estaban por venir. Habían caminado
con Jesús, escuchado su llamado al arrepentimiento y a la conversión. Habían
sido testigos de su reivindicación como el Mesías prometido por Dios y
anunciado por los Profetas, y como evidencia de ello, habían presenciado los
numerosos milagros que el poder de Dios llevó a cabo a través del Maestro. Sin
embargo en sus mentes, toda esta experiencia se limitaba a esperar la
restauración del orden conocido por ellos. A una purificación social, moral y
religiosa del pueblo de Israel, donde la justicia de Dios ordenaría todo lo que
era evidente que estaba trastocado. Ni por asomo eran conscientes de la
envergadura del proyecto divino de restaurar y redimir no sólo a los judíos y a
Israel, sino que el final de la historia era la redención de todos los pueblos
conocidos, del mundo entero. Por tanto, ¿por qué iban a suponer pues o pensar
que Cristo debía morir y dejar este mundo?, ¿cómo sería posible sufrir
persecución si el Mesías estaba aquí junto a ellos?. Tan convencidos estaban de
lo contrario que, como leemos en el Evangelio de hoy, sus corazones se
entristecieron, negándose a aceptar la realidad que Jesús les anunciaba: “Antes,
porque os he dicho estas cosas, tristeza a llenado vuestro corazón” (Jn 16: 6).
Jesús sin embargo anuncia persecución, negación, expulsión, discriminación
y finalmente, muerte (v2). Pues el mundo reaccionará con violencia y
descrédito hacia la figura de Cristo, como tantas y tantas veces lo hizo
respecto a la Palabra de Dios y sus Profetas. Es la reacción clara del pecado
ante el anuncio de liberación de Dios hacia el hombre, ya que el pecado se
resiste con fuerza a ser desterrado de nuestra naturaleza. Lucha, y desarrolla
una fuerza extraordinaria para mantenernos en la esclavitud de la incredulidad.
Sabe que la Fe es la estocada definitiva contra él, y la que en Cristo nos
libera de las consecuencias nefastas del mismo: la muerte y condenación
eternas. Y aquí, en esta lucha sin cuartel, es donde Jesús anuncia la llegada
de una luz potente capaz de disipar las tinieblas de este mundo. La llegada de
un aliado magnífico, del “Consolador, a quien yo enviaré del Padre, el
Espíritu de verdad, el cual procede del Padre” (Jn 15: 26). Es este
Espíritu el que hace posible la conversión del hombre, por medio del testimonio
sobre Cristo y su obra, y es el que da Vida por medio de la Palabra de Dios: “él
dará testimonio acerca de mí” (v26). Y por tanto, he aquí la clave para la
conversión del mundo que aún vive en la incredulidad: la Palabra como
testimonio vivo y como eficaz instrumento para la acción del Espíritu Santo. “Escudriñad
las Escrituras, pues a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna; y
ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn 5 39). !Palabra y Espíritu
Santo para la conversión del mundo¡.
·
La
acción multiple y eficaz del Espíritu Santo
Jesús comunica a
los Apóstoles la necesidad de su partida, de manera que el Espíritu Santo dé
comienzo a su obra de conversión: “Os conviene que yo me vaya; porque si no
me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré”
(v7). Con estas palabras los discípulos reciben el consuelo de saber que
aún sin la presencia física de Cristo en la tierra, la acción de Dios seguirá
siendo activa y eficaz. Dios no abandona nunca a su pueblo, y por medio de su
Espíritu sigue y seguirá trayendo salvación a los hombres. Y el Evangelio nos
aclara de qué manera actúa y qué acciones desarrolla el Espíritu Santo entre
nosotros: “ y cuando él venga convencerá al mundo de pecado, de justicia y
de juicio” (v8). La primera y necesaria obra es pues mostrar la realidad y
gravedad del pecado, el cual es el eje alrededor del que gira la problemática
de salvación del hombre. Y como exponente del empeño humano de permanecer en el
mismo, Jesús nos enseña que la incredulidad en Él y su obra de redención, son
la mayor muestra de ello: “por cuanto no creen en mí” (v9). En segundo
lugar el Espíritu ilumina nuestro entendimiento para comprender que, tras la
muerte, resurrección y ascensión de Cristo a los cielos, la justicia de Dios ha
sido plenamente satisfecha: “de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me
veréis más” (v10), y que Dios se manifiesta: “con la mira de manifestar en este tiempo
su justicia, a fín de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la
fe en Jesús” (Rom 3:26). El Espíritu
proclama pues al mundo la perfecta, gratuita y llena de gracia Justicia de Dios
en Cristo, ¡Nuestra Justicia!. Y por último, su obra incluye igualmente
anunciar la derrota absoluta de Satanás, proclamar que el mal y aquellos que
perseveran en él, ya han sido en realidad juzgados: “por cuanto el príncipe
de este mundo ha sido ya juzgado” (v11). No podemos entender plenamente el
misterio de la conversión, de la obra invisible por la cual un ser humano deja
de resistirse a la acción del Espíritu Santo y cree (Hech 7:51). Pero en
estas palabras de Jesús, sí podemos entender y ver la secuencia de aquellas
verdades que nos es necesario creer y que creemos: rechazo al pecado, justicia
de Dios en Cristo y derrota del mal y sus consecuencias eternas. Y todo este
conocimiento lo provee abundantemente no nuestra razón o inteligencia, sino el
Espíritu de Dios, desde el mismo momento de nuestro bautismo y durante toda la
vida del creyente. Él nos sostiene en Fe, y en Él tenemos: “justicia, paz y
gozo” (Rom 14:17).
- El Espíritu Santo vive ahora en nosotros
El Espíritu
Santo es entre muchos cristianos, un gran desconocido aún siendo la tercera
persona de nuestro Dios Trino. Su acción invisible y misteriosa hace que
algunos lo vean como un ser distante y poco conectado con sus vidas. Sin
embargo, ¡cuán grave error es tener esta visión!. Pues el Espíritu de Dios en
realidad vive en nosotros, mora en nosotros y forma parte de nuestro ser espiritual
de manera inexplicable: “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente“
(2 Cor 6:16). Pero no sólo mora en nosotros de una manera sobrenatural,
sino igualmente real: “o ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros” (1 Cor 6:19). ¡Cuántos son los que ignoran que ahora habita en
ellos por la Fe nuestro Dios Espíritu Santo¡. Y es importante saber esto y
tenerlo siempre presente, para que nuestras mentes, acciones y nuestra vida en
general, traten de honrar a Aquél que mora en nosotros y nos da Vida, aspirando
siempre a vivir en consonancia con esta nueva existencia que tenemos en Cristo.
De ahí la amonestación del Apóstol Pablo: “y no contristéis al Espíritu
Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el dia de la redención” (Ef
4: 30). Y para ello y siguiendo el consejo de Dios en Su Palabra, apartemos
de nosotros toda amargura, enojo, ira y todo aquello que ensucia el alma y
entristece al Espíritu Santo, y perseveremos en el amor, la misericordia y el
perdón tal como nosotros fuimos perdonados en Cristo (v31-32). Así
honramos al Espíritu que llevamos en nosotros, y así hacemos de nosotros una
morada digna para Él.
Jesús anuncia
finalmente que este Espíritu nos guiará a la Verdad, hablando un mismo mensaje
de parte de Dios, en armonía perfecta con todo aquello anunciado por Cristo: “él
os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino
que hablará todo lo que oyere, y os hará
saber las cosas que habrán de venir” (Jn 16:13). Un Dios Trino, un mismo
Dios que proclama un mismo testimonio para la humanidad: “que Cristo Jesús
vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Ti 1:15), y por ello
¡El Espíritu Santo glorifica a Cristo por siempre!.
CONCLUSIÓN
Los discípulos
se hallaron reunidos tal dia como hoy, en el día de Pentecostés. Estaban
juntos, y unánimes en su fe (Hech 2: 1), y a punto de experimentar la
promesa de Cristo de enviar al Espíritu de Verdad, y de mostrar al mundo que
nuestro Dios seguía junto ellos y que sigue junto a todos los creyentes. Que
somos fortalecidos en fe y en testimonio gracias a la presencia viva en
nosotros de este Espíritu Santo, y que ni las lenguas ni las limitaciones
humanas son un obstáculo para que el nombre de Cristo sea proclamado con fuerza
a todas las naciones de la Tierra. Nosotros somos hoy esos mismos discípulos,
sellados en el Bautismo con el mismo Espíritu y reunidos unánimes en torno a la
Santa Palabra de Dios y los Sacramentos. Y damos gracias a Dios en Cristo por
enviar a nosotros al gran Espíritu divino, el cual cada día fortalece, renueva
y vivifica nuestra fe, por medio de la cual invocamos el nombre del Señor (v21)
para salvación. Por eso hoy clamamos con fuerza, !Espíritu Santo, ven!. Que así
sea, Amén.
J. C. G. / Pastor de IELE/Congregación San Pablo,
Sevilla
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