TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
Primera Lección: Hechos 16:9-15
Segunda Lección: Apocalipsis 21:9-14,
21-27
El Evangelio: Juan 5:1-9
“¿QUIÉRES SER SANO?”
Ninguno de nosotros es tan necio como
para rehusar ser curado de cualquier enfermedad que le aqueje. Miles de
personas se han entregado a la ciencia médica con gran empeño para mejorar las
condiciones físicas de la humanidad. Se lee repetidas veces en los periódicos
que el hombre actual vive un 20% más que hace 100 o más años. De momento es
fácil aceptar esta aseveración, debido a que vemos y hemos constatado la
eficacia de gran cantidad de
Medicamentos que estamos prontos a
declararlos maravillosos. ¿Es ventad que el hombre vive más ahora que antes?
Hay una verdad incontrovertible: Proporcionalmente la corriente de defunciones
diarias no ha mermado y esta corriente no es sólo de ancianos de más de 100
años, sino de todas las edades; ni tampoco sólo con motivo de guerras o
asesinatos, sino de muerte llamada natural.
Otra verdad contundente es que hace 3000
años el rey David declaró que la vida del hombre era de 70 años; que si en los
más fuertes llegaba a los 80, eso era con muchas penas y sufrimientos. Ahora
preguntamos: ¿Ha cambiado este promedio en la actualidad? podemos decir que un
hombre común a los 80 años es fuerte? Hay que aceptar los hechos; el hombre
está mortalmente enfermo. Pero continuemos meditando sobre esto, tomando como
tema la pregunta de Jesús:
¿QUIÉRES
SER SANO?
Podemos sintetizar lo dicho con estas
palabras: El hombre no puede evadir la muerte. El hombre camina rumbo al
sepulcro desde que nace. ¿Por qué? Porque lleva la muerte en si mismo. La
expresión de Dios: “El día que desobedezcas, ciertamente morirás”, dicha al
hombre cuando éste de veras era sano, sin la muerte en él, no fue una sentencia
propiamente hablando, sino una advertencia de las consecuencias fatales del
acto de desobedecer a Dios. El hombre desobedeció y en el mismo momento el
hombre fue mortal: Envejeciendo, enfermando y volviendo al polvo de donde fue
tomado. Este resultado es lo que aún en la actualidad experimentamos y vemos a
diario.
La pregunta hecha por Jesús al
paralítico: “¿Quieres ser sano?” comprendiendo solamente la curación de su
parálisis, no liberaba al enfermo de su destino físico final. La razón de
aquella curación contiene una gran enseñanza para nosotros.
Consideremos algunos detalles de aquel
acontecimiento. El enfermo tenía 38 años viviendo como paralítico. Largos y
pesados 38 años sin la simple posibilidad de arrojarse a aquel estanque
maravilloso. Éste es el ejemplo material de la gran enseñanza espiritual.
Todos nosotros ya nacemos enfermos;
mortalmente enfermos del alma por el virus llamado pecado, del cual no podemos
librarnos a pesar de nuestro esfuerzo. No hay tampoco quien nos pueda dar la
medicina, excepto Cristo. El hombre no puede ser salvo por las obras de la ley,
porque la ley sirve para mostrarnos nuestros pecados, acusarnos y condenarnos,
“ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de
él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” Romanos 3.20. La
ley solo revela nuestra enfermedad pero no nos ofrece el remedio. La salvación
solo viene a nosotros por medio de la gracia de Dios revelada en Jesucristo.
Cristo nos pregunta si queremos ser
sanos. Quizás esa pregunta nos parezca fuera de lugar, porque pensamos con
nuestra lógica que él debería de sanarnos sin preguntarnos. Ésta es otra
enseñanza clara de que es el hombre quien es objeto de la curación de Dios, o
sea, es salvado. Dios no obliga a nadie. El Señor provee todo desde el momento
que pregunta si queremos ser salvados. Su palabra viene a nosotros y si a pesar
de esta posibilidad, decimos, no, Cristo no nos cura contra nuestra voluntad.
Otra enseñanza es nuestra propia
confesión ante él de nuestra inutilidad. Esto es, nuestro reconocimiento de que
nuestro propio deseo de ser sanos no nos da la sanidad. Es necesario que esta
realidad venga desde fuera de nosotros.
La pregunta del Señor no quiere decir
que él nos ayuda en nuestro esfuerzo, sino que es Él quien nos cura o salva
totalmente, sin nada de nuestra parte.
Es posible que una de las cosas que más
afectaban al inválido haya sido la desesperación o el fatalismo. Después de
tantos años de sufrimiento, creería que ese era su destino, que no había nada
que hacer con él. Llega al pozo creyendo que algún otro sería sanado, menos él,
era lo que pasaba habitualmente, así como muchos cristiano van a la iglesia, no
porque realmente crean que va a pasar algo maravilloso o transformador cuando
comen el pan y beben el vino u oyen la Palabra de Dios Muchos creen que si Dios
mueve las aguas es para otros y no para ellos.
Ahora bien, sabemos que nada es
imposible para Dios y podía habernos salvado con sólo decir: “Tus pecados son
perdonados”. Pero nuestra enfermedad es de tal naturaleza que fue necesario
preparar la medicina. Esta preparación y consumación como ya lo sabes, se
efectuó en la cruz del Calvario. Porque, siguiendo las palabras del profeta,
fue así: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; ... él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados”. E1 apóstol Pedro, con la sabiduría del Espíritu Santo, nos confirma,
refiriéndose a Cristo: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre
bajo el cielo, dado a los hombre, en que podamos ser salvos”.
Los hombres nos podrán indicar que
podemos salvarnos así o así y en verdad hay multitud de indicaciones; pero,
fuera de la señalada por Dios, quien ha sido el ofendido, todas las demás
indicaciones son falsas.
Cualquier ayuda o salvación en tema
espiritual tiene que venir de fuera de nosotros, porque la vida eterna, la
salvación y el perdón de los pecados no está dentro nuestro o en la naturaleza,
no podemos encontrar esto en la meditación, la concientización o la
autorrealización. La Salvación es algo
que está fuera de nosotros, que nos viene de Dios. Surge un gran problema
cuando creemos que tenemos la capacidad de lograr nuestra liberación, salvación
o sanidad interior. Este poder solo lo recibimos del sacrificio de Cristo por
nosotros y de su resurrección, por medio de su Palabra y Sacramentos.
ERES
SANO Y SALVO
Por lo dicho, queda claro que la
pregunta de Cristo: “¿Quieres ser sano?” se nos hace a todos los hombres. Y
será que “el que en él creyere, será salvo”. Esto es, que nuestro Señor te
pregunta a ti y me pregunta a mí: “¿Quieres ser salvo?”
Yo ya respondí a mi Salvador que sí; y
como Él no miente, estoy seguro de que ya estoy salvado. Es más, siento en mi
alma el efecto de su perdón. El efecto consiste en la tranquilidad que siento
en mi alma; aparte de que a pesar de mi imperfección, mis sentimientos hacia mi
prójimo se van asemejando a la voluntad expresada por mi Señor y Salvador:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Hay algo que necesitamos aclarar: El
paralítico no hizo absolutamente nada para ser sano; el Señor lo hizo todo.
Ahora quizás preguntes, amado lector, esto es también verdad respecto a nuestra
salvación: Que no tenemos más que disfrutar y estar seguros del perdón de
nuestros pecados, porque somos completamente salvados, sin hacer nada de
nuestra parte. ¡Cierto! Es idénticamente igual. Ven al Señor tal cual estás,
confesando tu inutilidad y aceptando su buena voluntad para contigo y serás
salvo, completamente salvo, sin ningún mérito, dignidad o esfuerzo de tu parte.
APLICACIÓN
Permítaseme solamente añadir una
palabra. Aquel hombre quedó totalmente sano por Jesús. Pero cuando ya estuvo
sano, Jesús mismo le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Esto es, el sano
no puede continuar echado como si aún estuviese enfermo. Estaba sano, debería
moverse, andar. Como alguien dijo: “El movimiento se demuestra andando”. Por la
gracia de Dios conoces tus limitaciones y pecados, pero por sobre todo conoces
el amor de Dios que viene a tu encuentro para curarte de esos males.
La palabra que Jesús usa para andar no
indica solo el poder caminar, sino que incluye la manera de vivir, ahora
podemos vivir como personas que hemos sido sanadas o curadas por medio del
evangelio de Cristo.
Asimismo nosotros, al quedar
completamente salvados por Cristo, no hay razón para continuar pecando; por el
contrario, ahora estamos con el poder espiritual para no sólo no pecar, sino
para hacer lo que es bueno y agradable a Dios. Amén.
Andrés Melendes. ¡Proclamad!.
Adapatado por Pastor Gustavo Lavia.
Congregación Emanuel. Madrid.
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