TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
Primera Lección: Génesis 11:1-9
Segunda Lección: Hechos 2:1-21
El Evangelio: Juan 14:23-31
“El Espíritu Santo en nosotros”
El último mandamiento que nuestro Señor
nos dio antes de ascender al cielo fue “id,
y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén.” Mateo 28:19-20. Para
nosotros ir y hacer discípulos a todas las naciones es un llamado a compartir
nuestra fe y compartir nuestra fe nos obliga a compartir la Palabra de Dios,
las Sagradas Escrituras. ¿Obedeces este mandamiento a diario, semanalmente o al
menos de vez en cuando? ¿O siempre encuentras excusas para no compartir tu fe?
¿A veces no compartes tu fe porque no te
sientes competente porque no sabes todo lo que deberías? Se puede entender la
reticencia a compartir la Palabra de Dios, después de todo, en nuestra iglesia
tenemos un gran respeto por la Palabra de Dios, al igual que todos los
cristianos. Por eso basamos todos los que creemos en la Biblia y por qué nos
tomamos en serio el mandato de Dios, que no hemos de añadir o quitar nada de su
Palabra. Pero esto no nos debe paralizar
para compartir nuestra fe, es necesario como explica Lutero en el tercer
mandamiento: Debemos temer y amar a Dios de modo que no despreciemos la
predicación y su palabra, sino que la consideremos santa, la oigamos y
aprendamos con gusto, y a partir de aquí ser testigos de lo que Dios ha hecho,
hace y hará por cada uno de nosotros.
En la lectura de hoy de los Hechos, Dios
quiere que sepamos que a pesar de todas las excusas que todavía ponemos, nos manda
a compartir su fe, pero no nos desprovisto de ayuda. Dios quiere que sepas que
el día de Pentecostés el Espíritu Santo vino a equipar a los creyentes para
extender el evangelio y para dar cumplimiento de sus profecías y que aún lo
sigue haciendo. El día de Pentecostés el Espíritu Santo vino para:
Equipar
a los creyentes para extender el evangelio. Unos días antes de Pentecostés,
justo antes de que Jesús ascendiera al cielo, les dijo a los discípulos:“ Porque Juan ciertamente bautizó con agua,
mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días. 6 Entonces los que se habían
reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este
tiempo? 7 Y les dijo: No os toca a vosotros
saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 8 pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” Hechos 1:5-8.
Anteriormente Jesús también les había dicho: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos
vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde
lo alto”. Lucas 24:49.
Esto es la obra de como Dios Padre y
Dios Hijo mantuvieron sus promesas de enviar al Espíritu Santo a los discípulos
para que sea poder de lo alto.
Las lenguas de fuego muestran que el
regalo del Espíritu Santo era sobrenatural, hoy día ese regalo es invisible
para nosotros. El don del Espíritu Santo ese día fue entre otras cosas tener el
valor y la capacidad de anunciar con claridad en los idiomas conocidos que no
habían aprendido anteriormente un mensaje de vida eterna en Cristo Jesús. Ese
poder fue prometido y dado para que los discípulos sean testigos de Dios al
mundo. Ese regalo es el poder de “hablar claramente” las lenguas extranjeras.
Por lo tanto, las lenguas de fuego representan de una manera muy hermosa la
idea del don espiritual especial de hablar que les fue otorgado a los
discípulos. De parte de Dios hubo una finalidad distinta en ese momento al dar
este regalo. Fue así que una persona común podía oír las maravillas de Dios en
su propia lengua. Dios quiere que cada uno de nosotros sembremos su Palabra
claramente allí donde nos ha puesto a vivir, trabajar o estudiar.
La razón por la que había tantos judíos
de distintos lugares en Jerusalén era porque Pentecostés fue una de las tres fiestas
religiosas más importantes para esta nación, cada judío debía a asistir en
Jerusalén, si era posible. El plan de Dios para difundir el Evangelio a través
de los creyentes era que personas de otros sitios oyeran las maravillas de Dios
en su propia lengua y regresen a sus tierras a compartir el mensaje del Evangelio.
Ese mensaje en su estado más simple fue: “Y
todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo”. Invocar el nombre
de alguien es reconocer que se necesita su ayuda, es confiar en ese nombre para
obtener ayuda. Con respecto a Dios es tener fe de lo que significa creer en
Jesús como Señor y Salvador. Como aquel que murió en la cruz para pagar por
todas mis transgresiones, resucitó para vencer la muerte y asegurarme que yo
viviré eternamente junto a Él, para darme la confianza de que el pecado, la
muerte y el poder del diablo no tiene más poder sobre mi, porque Él los ha
vencido. ¿Qué significa esto para ti? Tú y yo somos llamados a compartir el
mensaje de que todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. El poder de
este mensaje es que puede salvar un alma de la condenación, esta es otra de las
razones más importantes para compartir el mensaje. Pentecostés nos da el poder
de ser testigos de Dios, de anunciarlo, de confiar en que es Dios quien hará
que nuestra proclamación de frutos.
La venida del Espíritu Santo con poder
de lo alto, no fue sólo para aquellos discípulos de Jesús, presentes en el
primer Pentecostés. Jesús ha hecho a cada creyente un testimonio ante el mundo,
por la salvación por medio de la fe, somos testigos del poder de la muerte y la
resurrección de Cristo. En primer lugar somos testigos porque hemos sido los
beneficiarios de su obra. En el bautismo hemos muerto y resucitado con Cristo a
una nueva vida. Dios nos ha adoptado como sus hijos, nos ha perdonado todos
nuestros pecados y nos permite disfrutar de la eternidad desde ahora. También
somos sus testigos cuando hablamos a otros de su obra, aquí tampoco nos deja
solos, no nos envía desamparados a hacer esta gran obra espiritual y tampoco nos
deja confiar en nuestros esfuerzos para ello. Más bien Dios te dota con dones
espirituales diseñados para ti. Pablo nos enseña acerca de la obra del Espíritu
Santo en 1 Corintios 12:4-11 “Ahora bien,
hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo”.
Por lo tanto hay un día de Pentecostés
cada vez que el Espíritu obra la fe y también cuando da poder a un creyente
para que desarrolle sus dones. Todo aquel en quien el Espíritu Santo ha
descendido por medio de la Palabra o del Bautismo, puede estar seguro que ha
tenido su día de Pentecostés y el Espíritu Santo lo ha equipado para servir con
los dones espirituales. Estamos llamados a usar nuestros dones espirituales
para el bien común de la comunidad cristiana en su trabajo de llevar adelante
la Gran Comisión. Pentecostés significa que esta gran tarea trae consigo el
poder de lo alto, que no estamos solos en esta tarea quijotesca. Las preguntas
para cada uno de nosotros son ¿Tratamos de descubrir nuestros dones
espirituales, desarrollarlos y ponerlos en uso o que nos hemos conformado con quedarnos
para nosotros mismos este mensaje de salvación? ¿Estamos utilizando el poder
que cada uno de nosotros ha recibido desde lo alto?
El
Espíritu Santo nos lleva al cumplimiento de la profecía en Cristo: ¿Por qué algunos
dicen que estos hombres sólo estaban borrachos? La conclusión de ellos fue que
si alguien habla de repente un idioma extranjero que no estudió, es posible
concluir que la persona estuviera borracha y balbuceando algunas palabras. Lo
que es difícil de entender es por qué los que se burlaban no escucharon a los
que sabían el significado de esas palabras. Pero uno de los efectos de la
palabra de Dios en los hombre es el rechazo a la misma y a sus mensajeros, por
lo cual no hay que desesperar al no ver los resultados deseados en nuestra
labor profética. Somos llamados una y
otra vez a poner los ojos en Cristo, el autor y consumador de nuestra fe para
alegrarnos en su obra en nosotros y en su Iglesia.
El libro de Hechos deja claro que Pentecostés
es la obra de Dios y no del alcohol en las personas y para ello menciona la
profecía de Joel. Así es como Dios quiere que sepas que Pentecostés no fue un
acto fortuito, sino que fue el cumplimiento de una de sus profecías, que se profetizó
mucho antes del nacimiento de Cristo.
Pedro conocía la profecía y audazmente
se levantó y habló a la multitud de judíos, a la que tanto le temía sólo unas
semanas antes, cuando con gritos y tenacidad negó incluso conocer a Jesús.
Lucas nos dice: “Y en los postreros días,
dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros
ancianos soñarán sueños” ¿Pero qué
significa para profetizar? La palabra significa proclamar o hablar acerca de
algo y en el contexto de nuestra fe significa declarar las maravillas de Dios
en Cristo Jesús. Aquí los primeros discípulos tienen el privilegio de proclamar
las maravillas de Dios por primera vez y los conocemos como los grandes profetas
y apóstoles. Con la finalización del Nuevo Testamento, Dios declaró que su
revelación estaba cerrada. Es por eso que no puede añadir o restar nada de su
Palabra y así no habrá nuevas profecías o revelaciones de Él. Todo lo necesario
para la Salvación lo encontramos en su Palabra. Así que cuando hoy hablamos de
profetizar estamos hablando de proclamar o hablar acerca de lo que ya se ha
escrito. En cualquier momento cualquier creyente habla de lo que la Biblia dice
sobre nuestra situación ante Dios. Dios nos llama a todos a ser testigos, de la
salvación que tenemos en Cristo Jesús.
Conclusión:
Mientras
esperamos el regreso de Jesús Dios nos fortalece con su Espíritu Santo por
medio de su Palabra y Sacramentos para que seamos sus testigos. Para que tanto
nosotros como quienes nos oigan confíen en la profecía del gran mensaje que
compartimos “Y todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo.” Como entendemos el tercer artículo del Credo
Apostólico: Creo que ni por mi propia razón, ni por mis propias fuerzas soy
capaz de creer en Jesucristo, mi Señor, o venir a él; sino que el Espíritu
Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, y me
ha santificado y conservado en la verdadera fe, del mismo modo como él llama,
congrega, ilumina y santifica a toda la cristiandad en la tierra, y la conserva
unida a Jesucristo en la verdadera y única fe; en esta cristiandad él me
perdona todos los pecados a mí y a todos los creyentes, diaria y abundantemente,
y en el último día me resucitará a mí y a todos los muertos y me dará en
Cristo, juntamente con todos los creyentes, la vida eterna. Esto es con toda
certeza la verdad. Puedes compartir este mensaje porque en Cristo Jesús, Dios
te ha hecho su mensajero y apóstol al perdonarte todos
tus pecados.
Pastor Gustavo Lavia.
Congregación Emanuel. Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario